A la mañana siguiente (hab. Tomas)

(En cuanto Neri comente, o unos cuantos comentarios más adelante, este es un tema libre ^^ Cualquier chico que esté dando vueltas por los dormitorios masculinos puede colarse jeje!)

Tomas sabía que ya era de día, pero no quería abrir sus ojos aún. A pesar de que nunca había sido un chico demasiado perezoso, esa mañana no le importaba estar en la cama otro ratito más. Percibió cómo algo se movía a su lado pero no le dio importancia; estaba más preocupado por volverse a dormir...
Sin embargo, cuando el movimiento de ese "algo" fue más brusco y le golpeó en una pierna, Tomas abrió sus ojos de par en par, olvidando su reciente adormecimiento.

Nerine estaba allí, durmiendo a su lado y ocupando casi toda su cama.

El muchacho se irguió velozmente, sin llegar a ponerse en pie. No recordaba por qué Nerine casi lo había echado de su propia cama y había pasado allí la noche. Sabía que la niña había llegado a su habitación colándose por la ventana, queriendo darle unos bombones de San Valentín que había preparado para él, y luego habían estado conversando durante un buen rato...
Y después... después...
Después se habían tirado los dos en la cama y se habían echado a dormir con total tranquilidad.

Tomas ahogó una risita, al fin, rememorándolo todo, y trató de levantarse definitivamente. Pero Nerine le estaba aplastando un ala. Resignado, Tomas la observó fijamente -aprovechando que ella no lo veía a él y no le daba tanta vergüenza-, y la llamó con suavidad.
-Nerine... ya es de día... -la niña no le hizo caso, igual que en la noche anterior. Tomas suspiró, intentando sacar su ala de nuevo, sin éxito. Su llamada sonó con mayor fuerza- Vamos, Nerine, me estás... aplastando...

Nerine gruñó. La luz de la mañana entraba por la ventana de la habitación e impactaba contra sus ojos, molestándola un poco ahora que estaba de nuevo en el limbo de la consciencia. Se acurrucó y se hizo una especie de bola sobre sí misma, tapándose la cabeza con los brazos para escapar de la mañana, y golpeó con el pie el peluche que estaba a su lado, pues le estaba dando calor. No se movió. Con otro gruñido, Nerine le clavó otro puntapié al muñeco para apartarlo de ella, seguido de un golpe con el brazo.
El muñeco se quejó.
- ¡IH! - la niña abrió los ojos de golpe y saltó, asustada, al darse cuenta de que el peluche al que acababa de golpear se había quejado. Con el cabello revuelto, la ropa arrugada y los ojos entrecerrados, clavó la espalda contra la pared y atisbó a enfocar a... - ¿Tomas? - La voz le sonó pastosa. ¿Qué diablos hacía Tomas en su...? Un momento, ¿por qué no estaba en su habitación? - Oh... - Nerine parpadeó al recordar todo lo sucedido, y se dio cuenta de que se había quedado dormida en la habitación del muchacho en lugar de regresar a la suya. ¡Paige la iba a matar! Entreabrió la boca para gemir y quejarse, pero la expresión sornera y divertida de Tomas la distrajo.

-Menos mal... -se alivió Tomas cuando Nerine se despertó y se apartó un poco de él. Palpó el ala que le había aplastado con un par de dedos; se le había adormecido, pero no le dolía. La llevó hasta su espalda y se mantuvo durante unos segundos en silencio.
Sin embargo, no tardó en forjar una expresión más aliviada y alegre al ver la cara de horror de la niña. Al parecer, ella tampoco se acordaba muy bien de lo que había ocurrido en el día anterior. Pero Tomas no le dejó tiempo para rememorar.
-¿Te dejo mi cama y me lo agradeces así? ¿Pegándome una paliza en sueños? -exageró, recordando los tres golpes que Nerine le había dado.

Nerine abrió y cerró la boca varias veces, confundida. Miró a Tomas sin despegar la espalda de la pared, intentando despertarse del todo para terminar de ubicarse y recordar cómo había terminado allí, cuando solo había ido a llevarle aquellos dulces de san valentín. Hizo un puchero.
- ¿Te he pegado una paliza en sueños? - preguntó al fin, atendiendo a las palabras de Tomas. Él asintió teatralmente y, al verlo, Nerine sonrió y se calmó. - ¡Vaya! - gritó, ilusionada. Luego trató de verse seria otra vez. - Quiero decir, lo siento mucho. ¿Por qué estaba durmiendo contigo en tu cama?? - lo preguntó con curiosidad, tratando de domesticar su cabello, que por las mañanas amanecía revuelto y enredado.

Tomas no pudo evitar forjar una sonrisita torcida. Claro, Nerine se había dormido antes de él, prácticamente sin darse cuenta. Quizá por ese motivo no se acordaba... sin embargo, la razón por la que había forjado su sonrisa estaba lejos de todo aquello. Le gustaba la pregunta de Nerine. Habían dormido juntos, en su cama. Y poco le importaba llevarse palizas de la niña todas las mañanas con tal de que en todas ellas... la tuviese a su lado.
Tomas sacudió la cabeza para salir de sus pensamientos. Estaba claro que su mente se encontraba adormecida, no pensaba más que tonterías.
-Pues... -intentó explicarse, rascándose la cabeza- Tú viniste, querías dejarme unos bombones por San Valentín, pero nos quedamos hablando, nos tumbamos en la cama... y te dormiste.
Intentó no sonar demasiado emocionado, pero fue incapaz de contenerse una sonrisa al final de su rápida explicación.

Nerine le devolvió la sonrisa. No sabía por qué a Tomas le hacía gracia aquello, ni tampoco sabía por qué se lo hacía a ella, pero le agradaba ver al muchacho sonreír.
- Vaya... Así que fue eso... - susurró, recordando todas las partes excepto aquella que decía que se había quedado dormida. Distraídamente llevó una de las manos que estaban en su pelo hasta el cuello, donde todavía le picaba un poco la marca de los dientes de L, y se preguntó si se había cansado tanto y tan deprisa por culpa de la pérdida de sangre. Volvió en sí y miró a Tomas, con los ojos brillando pícaramente.
- Y me dormí. Y, al parecer, no te dejé dormir bien a tí - se rió. - ¿Por qué no me despertaste? Mi compañera de habitación debe de estar muy preocu... O no, quizá no. Seguramente piensa que me quedé dormida en algún árbol. Da igual, podrías haberme despertado de todos modos - dijo aquello en tono jovial y curioso, no como un reproche. La verdad es que se notaba descansada y tranquila. Había dormido muy bien.

Tomas sonrió levemente. Podía asegurar que aquella había sido, despues de mucho tiempo, la mejor noche que había tenido nunca. Le daba lo mismo haber dormido arrinconado entre Nerine, que ocupaba toda su cama, y la pared. Incluso le importaban bien poco las patadas que lo habían despertado.
No cambiaba aquel momento por nada del mundo. O casi nada.
Volvió a llevarse una mano a la nuca, cada vez más sorprendido por sus propios pensamientos. ¿Qué narices le ocurría esa mañana?
-No había manera de despertarte. Tienes un sueño muy... profundo -"y peculiar" quiso añadir, refiriéndose a las patadas, pero se contuvo. No quería que Nerine siguiera pensando que le había molestado en aquella noche.

- Bueno, yo he dormido muy bien - admitió, riéndose. Despegó por fin la espalda de la pared y se inclinó hacia delante. - Tienes cualidades de peluche - bromeó. - Tal vez te incluya en mi colección. ¡O debería venir más a menudo a darte la vara!
Dando un saltito, Nerine apartó la mirada de Tomas y salió de la cama, desentumeciendo su menudo cuerpo a base de movimientos nerviosos parecidos a estiramientos.

Tomas abrió los ojos de par en par.
-¿Peluches? ¿Cualidades? -se extrañó, preguntándose qué habría querido decir la niña con eso. Tomas ni siquiera sabía que le gustasen los peluches.
Sin embargo, no pudo comentar nada sobre ello cuando Nerine concluyó con aquellas palabras que le sonsacaron una nueva sonrisa, y comenzó a estirar su cuerpecillo en el suelo, dando saltitos y estirándose todo lo posible. Tomas le habló aprovechando que eso la mantenía ocupada.
-Puedes venir cuando quieras... ya lo sabes.

Nerine se tocó las puntas de los pies mientras miraba a Tomas. ¿Lo sabía? Bueno, se tomó aquello como una invitación formal.
- ¿No tendré que entrar por la ventana entonces? - preguntó en broma, mientras se incorporaba, ya muy despierta. Tomas irguió una ceja y ella rió. - Es broma, hombre. Sé que no puedo entrar por la puerta.
Clavó la mirada en un espejo pequeño que había en la pared, junto al armario, y frunció el ceño al comprobar el aspecto lamentable de su vestido, que estaba arrugado y colgaba sin gracia alguna sobre su cuerpo. El pelo, todavía bufado, la hacía parecer más pequeña.
- ¿Me prestas algo? .___.

Tomas observó como Nerine se miraba en el espejo, con el ceño fruncido. No comprendía del todo por qué. Lo único que él podía ver diferente era su larguísimo cabello, que estaba algo enmarañado, pero eso no era nada que no pudiera arreglarse con un cepillo y un poco de paciencia -considerando que la longitud del pelo de Nerine era exagerada.
Abrió los labios para inquirir por qué se observaba con esa expresión, pero Nerine se le adelantó, como habitualmente.
-¿Me prestas algo?
Tomas parpadeó un par de veces, sin entenderla.
-¿Algo... de qué? -pensó que la niña podía querer un peine, pero esperó a que respondiese antes de criticar su pelo y hacer que se sintiera peor.

- Algo de ropa, por supuesto - respondió la niña, girándose hacia él con los brazos en jarra sobre su cintura, mirándole como si fuera lo más obvio del mundo. Tomas abrió la boca y volvió a cerrarla, y ella solo lo miró sin entender qué le parecía tan extraño.

-¿Quieres... ponerte... mi ropa? -inquirió Tomas tras un titubeo, poco convencido. La niña asintió completamente convencida, sacudiendo su cabeza. Sí, era verdad que el vestido de Nerine estaba algo arrugado por haber pasado toda la noche con él, pero la ropa de Tomas tampoco era ninguna maravilla... eso sin contar con que más de la mitad de su armario estaba vacío. A Tomas le bastaba con unas cuantas camisetas y un par de pantalones.
-Bueno... está bien -accedió, al fin. Pensó en preguntarle un sincero "¿Para qué?", pero a la niña le parecía muy lógico que él la comprendiese, así que no se atrevió a agregar nada más.
Asegurándose de que la puerta abierta del armario evitaba que Nerine lo mirase, agarró la única camiseta que no tenía rota por su espalda. Cuando se había atrevido a mostrar sus alas, había tenido que agujerear toda su ropa por detrás, pero se había dejado esa camiseta. Le tenía demasiado cariño.
-¿Esto... te vale? -le indicó, enseñándole su camiseta- Si quieres, te puedo... dar también unos pantalones, pero... -la ojeó por encima, primero a su camiseta, y después a la pequeña Nerine- creo que casi te va a venir de vestido.

Nerine aceptó el jersei y lo observó críticamente, valorando si era lo suficientemente grande como para cubrirla completamente. Enseguida quedó claro que sí lo era. Sonrió.
- Esto sirve, muchas gracias - dijo, abrazando la prenda contra sus brazos. Se dio cuenta de que no estaba rasgada por la espalda, así que supuso que todavía no la habría estrenado. - Date la vuelta.
Tomas tardó un segundo en reaccionar, pero luego se dio la vuelta y Nerinese apresuró a quitarse el vestido, preguntándose cómo diablos había sido capaz de dormir con él (pues era incómodo y le ceñía los brazos y el pecho, cortándole la respiración al haberlo llevado puesto tanto rato. Además que estaba hecho un asco). Deslizó los brazos por las mangas, sintiendo el calor que desprendía la tela sobre su piel. Bajó la cabeza para acomodársela y el olor de Tomas llegó hasta ella (Igual que por la noche, cuando había dormido acurrucada contra él. Nerine recordó de pronto ese aroma).
- Ya está - dijo, estirando los brazos. La camiseta le iba cómicamente grande y la cubría hasta más allá de medio muslo. - ¿Por qué no está rota? Por tus alas, digo.

Al voltearse, Tomas no pudo contenerse una floja risotada. Se tapó la boca con una mano, tratando de disimular, pero aquello no evitó que Nerine le dedicase una mirada algo enfuruñada.
-Perdón... -se disculpó, todavía sonriente. Nerine estaba tan graciosa con esa camiseta de vestido... había imaginado que le vendría grande, pero no tanto. Ni siquiera alcanzaba a sacar sus manos por las mangas. Se apresuró a responderle- Es que... me daba mucha pena romperla. Le tengo cariño. Te la puedes quedar, si quieres, sin romperla a ti te... queda mejor. De vestido, claro -y volvió a reír flojamente. No quería reirse de ella, pero le resultaba... tierno verla así.
"Tierno" repitió, entre sus pensamientos. ¿Por qué precisamente esa palabra...?

Nerine boqueó hasta que se dio cuenta de que Tomas se había reído de ella. ¡Eh! Se acercó a él para golpearlo en el brazo, aunque dudaba que él fuera a notarlo demasiado (por más que Nerine se jactase de su anterior victoria constantemente, no podía presumir precisamente de poseer una fuerza extraordinaria), pero se detuvo en el último momento.
- ¿Me la regalas? - preguntó, sorprendida. Intentó mirarse y dudó que realmente le quedara bien, no quedándole tan grande. - Pero... Dices que le tienes cariño.

Tomas se encogió de hombros, mostrándole una leve sonrisa y viendo como Nerine se miraba, poco convencida. ¿Por qué las mujeres estaban siempre tan obsesionadas con la ropa? ¿Qué más daba vestir una cosa que otra?
-Ya -aceptó. Ya había dicho que le gustaba, así que no podía retirarlo- Pero... por eso mismo. Tú no tendrás que romperla para ponértela, ¿no?

- Vaya... - Nerine observó de nuevo lo que veía de si misma hasta la punta de los pies, todavía poco convencida, pero... Se sintió, de algún modo, alagada. Levantó la cabeza hacia Tomas y sonrió. Acortó la distancia que los separaba todavía y se acercó a él, pero no para pegarle, sino para darle, de nuevo, un abrazo. - ¡Gracias!

Tomas le devolvió el abrazo, entrecortadamente. Pronto perdería la cuenta de los abrazos que Nerine le había dado.
-De... de... nada -tartamudeó, mientras Nerine se apartaba y miraba hacia la ventana. Tomas siguió su mirada, atreviéndose a añadir algo cuando Nerine lo soltó. Todavía no comprendía por qué, pero se ponía muy nervioso cuando la niña se le acercaba tanto... o le daba alguna muestra de cariño- ¿Vas a salir por la ventana, otra vez?

Nerine asintió. Se apartó de Tomas después de darle aquel abrazo, deslizando las manos por sus brazos hasta que cayeron inertes a ambos lados de su cuerpo, y miró por la ventana. Aquel abrazo le había dado una sensación extraña. No era que Tomas le hubiera devuelto los abrazos siempre que se los había dado (sobretodo porque Nerine saltaba sobre su cuello de imprevisto), pero teniendo en cuenta que la noche anterior sí que la había abrazado, le extrañó que en aquel momento no reaccionase. Frunció los labios. Tal vez a Tomas no le gustara que lo abrazase... Pero fuera demasiado educado para pedirle que se quedara quietecita.
- Saldré por la ventana, - dijo, menos efusivamente que la mayoría de las veces que hablaba. - Si me pillan saliendo por la puerta, me van a castigar.
No cayó en que, si la pillaban saliendo por la puerta del cuarto de Tomas, no solo la castigarían, sino que pensarían cosas extrañas. Encogiéndose de hombros, señaló un árbol que quedaba a unos metros de distancia desde el marco de la ventana y sonrió.
- Subí por allí y salté. Puedo hacerlo de nuevo para bajar.

Tomas se percató de que la niña parecía menos feliz que de costumbre. Parecía que algún gesto suyo la había molestado, pero Tomas no alcanzaba a comprender qué. Se rascó la cabeza mientras se hacía un silencio entre ellos...
Y, finalmente, Tomas creyó entenderla.
-Pero... pero si vas por allí, te... te puedes caer -determinó, al fin. A pesar de que Nerine supiese que él todavía no sabía volar, supuso que la niña, igualmente, seguía esperando su paseo por el cielo. O quizá era él quien estaba empeñado en dárselo. De cualquier modo, Tomas no quería fallarle. Meneó sus alas- Déjame que te lleve. Puedo intentarlo.
Sin embargo, no había sonado demasiado convencido. No sabía en qué tener mayor confianza; si en Nerine saltando por los árboles... o en sus alas inexpertas.

- Déjame que te lleve. Puedo intentarlo.
Nerine volvió la mirada hacia él inmediatamente, abriendo los ojos con sorpresa y un brillo de emoción. Sus mejillas se pusieron coloradas.
- ¿Has aprendido a volar? - preguntó muy rápido, pegando las palabras y clavando los ojos en las alas que Tomas tenía en su espalda. Estas se movieron un poco y Nerine abrió los ojos un poco más. - ¡Wao! - Se tapó la boca con las manos y asintió. La noche anterior le había confesado a Tomas que volar no terminaba de hacerle gracia porque le daba miedo caerse, pero aquello se le olvidó enseguida. Si él le ofrecía llevarla, era porque confiaba que todo iría bien, y Nerine no tenía ningún motivo para no confiar en Tomas.

Nerine estaba mucho más emocionada de lo que él habría esperado. Se pasó una mano por la nuca, sonriendo levemente. Sin duda, había acertado con sus conclusiones; Nerine había estado esperando ese ofrecimiento... pero Tomas no terminaba de convencerse. ¿Y si algo salía mal? ¿Y si ocurría lo mismo que en la azotea, cuando Helio lo había llevado volando... y él no había podido ni abrir las alas? Se bloqueaba de tal manera cuando estaba a tanta altura...
Sin embargo, ya había tomado esa decisión y ya no podía decir que no. Sólo tenía que estar cerca del árbol por el que Nerine había llegado a su cuarto en todo momento. Si caía, se podría enganchar. Nerine lo odiaría de por vida, pero al menos no se estamparían en el suelo. Tomas no sabía que era peor...
"Vamos, no puedo ser tan pesimista" se dijo, saliendo de sus pensamientos.
-Bueno... -comenzó Tomas tras unos segundos. Quería matizar aquello de que "había aprendido a volar"- Aun tengo que perfeccionar un poco, pero...
...pero, más bien, tenía que perfeccionar mucho.

- ... Pero no importa - Nerine sonrió, terminando la frase por él, y juntó ambas manos con emoción. Se dio la vuelta y se acercó a la ventana, abriéndola de par en par, asomándose hacia fuera para sentir el agradable frío de la mañana y ver como estaban las cosas. Se giró hacia Tomas y volvió a sonreírle para animarle.

Tomas acompañó a la niña hasta la ventana y miró hacia el exterior. El día parecía soleado y bonito. Al menos el tiempo no era demasiado desagradable para una clase de vuelo... sin profesor.
Suspiró, clavando su mirada en el suelo sin mostrar demasiado convencimiento. Estaba lejos, muy lejos. Sin embargo, al percatarse de que Nerine lo estaba observando, le dedicó una sonrisa, sentándose en el marco de la ventana.
-Vamos -le indicó, pidiéndole que se sentase sobre él.