El mensajero (priv. Taruka y Nieven)

La mascota de Nieven, un cachorro de zorro polar que se había introducido en el pueblo Mondphase, seguía buscando a Taruka puerta por puerta. Se guiaba por el olfato. No es que la chica oliese mal, es que aquel animalito tenía el olfato tan desarrollado que podría encontrar un aroma conocido hasta en cien kilómetros a la redonda. Buscó casa por casa, residencia por residencia, y al fin llegó a la puerta de la habitación de Taruka (o al menos, eso esperaba).
Allí dejó en el suelo un papel enrollado que llevaba agarrado en la boca y se puso a arañar la puerta con las patas delanteras. Si Taruka no lo oía y no salía, su segunda alternativa era ponerse a ladrar, pero eso pondría en alerta a la gente y seguramente le echarían de allí.

Taruka caminaba tranquilamente por la calle, mordisqueando un bollito y dando vueltas para que su vestido girase. Hacía bastante fresquito por el pueblo esa tarde, y por ello ella vestía con un vestido de mangas largas que le habían regalado hacía poco. Así, iba más calentita.
Acababa de salir de la casa de la ancianita para la que trabajaba, y, después de parar a comer algo por ahí, la niña no había podido resistirse a comprarse uno de esos bollos que tanto le gustaban. Dio un par de saltitos mientras miraba a todas partes con los ojos muy abiertos, y luego se introdujo en el pequeño callejón en el que prácticamente estaba viviendo.
Y fue entonces cuando encontró, al lado de su osito de peluche, otro peluche (o eso creyó ella) de pelo blanco, que arañaba la puerta de una casita de por allí. Que arañaba una puerta. ¡Que se movía! A Taruka casi se le cayó el bollito de las manos antes de darse cuenta de que ese animalito no era un peluche, sino…
La niña no pudo evitar percibir como se encogía su corazón al reconocerlo. Se terminó de comer el bollito y se acercó al pequeño zorro despacito, colocándose de rodillas a su lado después y acariciándolo sin percatarse (a pesar de que su dueño le había dicho muchas veces que no podía tocarlo. Ella quería darle cariño. Si le mordía, no pasaba nada)
- ¿Qué pasa, zorritoo? –le preguntó, en una voz bastante tenue, ya que la niña recordó inmediatamente lo que había ocurrido la última vez que había visto a su amo. Tragó un poco de saliva, y casi se abrazó al animalito, con pena- ¿Estás solitoo…?
Al pronunciar ese último interrogante, la niña encontró en el suelo un pequeño papel enrollado, y automáticamente levantó la cabeza y se apartó un poco del animal.
Prosiguió acariciándolo inconscientemente mientras desplegaba el papel, y leía lo que ponía.

La cría de zorro polar se contenía. Deseaba con toda su furia hincar el diente a aquella mano que no dejaba de pasar por su pelo. Pero un trato era un trato. No es que se hicieran mucho caso mutuamente, pero cuando su dueño le prometía algo si hacía bien su trabajo, entonces sí que le obedecía. La misión era llevarle la carta a Taruka. El zorrito olió a algo que le parecía sabroso en la cara de la chica y saltó a su hombro para lamer la migajas de bollo que quedaban en la comisura de sus labios mientras ella leía:

"Hola, ¡chica de Mondphasi! La otra vez que nos vimos en la montaña me parece que no te despediste de mí de manera adecuada, ¡hay que ver! Pero te perdono, y... y... Si quieres, podemos volver a vernos, no es una obligación, claro, pero, esto, me gustaría, digo, que... me encantaría... que... que vayas a... ¡aquí!"
https://academiaradiumalba.foroactivo.com.es/t751-buscando-una-luz-priv-nieven-y-taruka

El zorrito, una vez vio que la chica había leído la nota, le mordió suavemente y con delicadeza la mano para tirar de ella y guiarle por donde tenía que ir.