En remojo (priv.)

Jarpër no se podía creer lo que Moses acababa de decir. Intentó abrir al boca para decir algo, pero como en su cabeza no rondaba algo que sonara inteligente prefirió esperar. Espera que se alargó por la mirada que le dedicó el limníade mientras él se colocaba correctamente el fonendoscopio y le sonreía para tranquilizarlo un poco, pues podía notar su nerviosismo.
Jarpër se reservó un momento para observar a Moses son camiseta, y agradeció que el muchacho lo estuviera mirando. Se recordó que en esos instantes era un enfermero y sacó fuerzas para empezar el examen médico. Colocó el fonendoscopio en el pecho del muchacho y su propio corazón se aceleró con el pequeño suspiro de Moses. No puedo evitar colocar la mano alí donde había colocado el instrumento, allí donde había sentido los latidos del chico, pero los apartó al oír un ruidito, ¿Había sido Moses o su imaginación?
Prosiguió con al exploración, aunque tardó un poco más de lo habitual, solo para escuchar el latir de ese corazón. Cerró los ojos para disfrutarlo y fue en ese momento que decidió que ese corazón solo debía latir para él. Moses sería suyo costara lo que costara. se retiró y apuntó en el informe que todo era correcto. - Parece que estas bien, todo esta correcto, creo que no es necesario hacer todas las pruebas, aunque dime... solo por curiosidad, ¿que hiciste para acabar así? - le preguntó para tenerlo un rato más cerca.

Moses notó como algo cambiaba en la mirada de Jarpër (porque había estado un buen rato mirándole fijamente, tratando de sumergirse en esa mirada dorada sin saber exactamente por qué se sentía como hechizado), y dejaba de parecer tan confuso y encantador para parecer encantador solamente.
Apretó los labios un poquito más pero no desvió la mirada, y dejó que el otro terminase de hacer lo que fuera que estuviera comprobando con el fonendoscopio sobre su pecho, y apuntase los resultados en ese papel.
El silencio que sobrevino a ese momento se le hizo a Moses un poco incómodo. Notaba que estaba llegando el momento en que el otro le dijera que ya podía vestirse y largarse de allí, y aunque en parte lo quería (porque, bueno, en realidad sí estaba bien, y porque a Moses no le gustaba sentirse confuso como se sentía ahora), tampoco deseaba que se hiciera realidad. Agradeció al cielo la pregunta que le hizo Jarpër, que le dio una excusa para seguir ahí, hablando.

"Pueeeeeeees...", comenzó, dudando por un segundo entre decirle la verdad o inventarse alguna trola que no lo hiciera quedar tan en ridículo. "Digamos que... Tuve un accidente con Aurora. Algo relacionado con chinches de pimienta, un amigo traidor y una elfa cabreada". Hizo una pausa y algo parecido a una risa sonó dentro de la cabeza de Jarpër. Una risa divertida y nerviosa. No quería quedar mal con él. "Me tiene un poco de manía", acabó soltando, pues aquello no era del todo mentira aunque tampoco fuese del todo verdad. Moses se sintió satisfecho consigo mismo por haber sabido explicar las cosas logrando a la vez quedar bien y no decirle una mentira a Jarpër.
Lo miró un poco de lado.
No quería decirle mentiras a Jarpër. Que raro.

Jarpër esperó la explicación, tenía mil y una teorías sobre como podría haber acabado así y por la expresión y el brillo de los ojos de Moses, el hecho de que la culpable fuera una broma era una de las primeras razones de su larga lista.
Así que no se sorprendió mucho cuando el limníade le dijo eso, la sorpresa de la llevó al oír la risotada, divertida y algo... ¿nerviosa? Nah, debían ser imaginaciones suyas, pues des de hacía un rato se había empezado a poner nervioso. Aún así guardó el pensamiento de su risa, como si fuera un recuerdo muy preciado y lo miró atentamente, buscando las palabras indicadas para él. No iba a dejar que se marchara sin decirle que quería compartir la vida con él, sin decirle que su corazón en ese momento estaba a punto de estallar, sin decirle que le... quería.
Se sonrojó ante la idea de decirle eso tan directamente (¡Por todas las serpientes! Se acababan de conocer), pero por otro lado sabía que tenía que hacer algo rápido porque tenía muchas ganas de abrazarlo y estrujarlo entre sus brazos, de mimarlo, de decirle cosas bonitas al oído...
Por eso, colocó una mano debajo de la barbilla de Moses, obligando a mirarlo fijamente, tomó aire y, sonrojado, abrió la boca - Moses, me gustas. - Le aguantó la mirada, con la boca abierta, sin que le salieran las palabras, sin poder decir nada más. Sentía que tenía tantas cosas qeu decirle que se saturaban todas antes de llegar a salir por su boca. Y se sintió estúpido, muy estúpido, aún así no le apartó la mirada, intntetando transmitirle a Moses todo eso que estaba sintiendo.

Moses, me gustas.

El limníade parpadeó, confuso, sin acabar de entender lo que acababa de escuchar, y preguntándose por qué esa cálida sensación que tan poco tenía que ver con su fuego se estaba extendiendo por su interior, calentándole y haciéndole sentir como si acabase de encontrar algo.

Moses, me gustas.

Abrió y cerró la boca un par de veces pero, claro, ningún sonido real salió de sus labios, como tampoco salió ningún pensamiento coherente desde dentro de su cabeza. ¿Qué estaba pasando? ¿Había escuchado bien?

Moses. Me. Gustas.

El limníade dudaba de haber escuchado bien. Porque, claro, Jarpër no podía haber dicho que le gustaba, ¿no? Joder, si se acababan de conocer. Eso no se le dice a nadie cuando llevas menos de media hora hablando con él, aunque haya sido la media hora más íntima y maravillosa de tu vida. No. No, joder. Eso se dice mucho tiempo después, cuando has tenido tiempo de conocer al otro en profundidad, de descubrir sus manías y sus cosas malas y de darte cuenta de que, pese a todo, querías estar a su lado igual.

Me gustas. Me gustas. Me gustas. Y tu me gustas a mi.

Oh, mierda.


"Jodeeeeeer", soltó, como una especie de grito agudo dentro de las cabezas de ambos que, incluso a él mismo, dolió. Sacudió la cabeza y echó el cuerpo hacia atrás, desviando la mirada de los hipnóticos ojos de Jarpër y obligándole a soltar su cara porque, mierda, aquello no podía estar pasando. Que putada. Con lo bien que estaba yendo todo hasta el momento. Había resultado incluso bonito. Moses había creído durante un momento que la cosa podía ir bien, que tal vez (y solo tal vez), entre él y Jarpër habría habido esa especie de conexión instantánea que había sentido también al conocer a Fidel (esa que los había llevado a ser mejores amigos durante casi cuatro décadas), y que había podido evolucionar a algo más aunque todavía no se lo hubiera ni planteado por ahora.
¡¿Por qué la serpiente había tenido que estropearlo!?

Se dio la vuelta y se levantó, saliendo por el otro lado de la cama sin volver la mirada hacia Jarpër, que parecía confuso y sin saber exactamente qué decir ante su reacción.
Me voy, me voy, quería anunciar Moses, pero ni siquiera esas palabras acudían a su cabeza en ese instante y supuso que con el gesto que estaba haciendo sería suficiente para dejarlo claro. Buscó su camiseta y se la volvió a poner, notando que se le escapaba un sonrojo brusco sin saber por qué.
Volvió una mirada fugaz hacia él pero la apartó enseguida, porque la expresión entre confusa, dolida y turbada de Jarpër lo mareó y lo molestó a partes iguales, y al final solo soltó un carraspeo suave y se paró junto a la puerta.

Estuvo a punto de volver a entrar. En serio. Estuvo a punto de pararse, encogerse de hombros y volver atrás, tumbarse en la camilla de nuevo y dejar que Jarpër continuase diciendo cosas estúpidas que no venían a cuento pero que de todos modos le hacían gracia, y de acariciarle un poco la mejilla para que borrase esa expresión confusa que no le gustaba ver en él.
Pero, asustado y notando que el estómago se le encogía un poco y de repente le pesaba un montón, se dio la vuelta y huyó.