No tener humor para tonterías (priv. Caelan y Fred)

Caelan abandonó su habitación bien temprano por la mañana, ajustándose la túnica de entreno sobre el pecho de bastante mal humor. Se había pasado la noche entera dando vueltas en la cama sin poder pegar ojo, escuchando los ronquidos de Moses y sin poder parar de darle vueltas al coco sin tener nada en concreto en lo que pensar. Decidió ir hasta el campo de entrenamiento para ver si así al menos lograba hacer algo productivo y practicaba un poco sin ser molestado, por lo que se decidió hacia la salida.
Una vez en el vestíbulo pero, a punto de alcanzar la puerta, alcanzó a ver como esta se abría y por ella entraba precisamente una de las personas a las que no tenía ganas de ver: Fred, el enfermero. Caelan arrugó la nariz involuntariamente. No podría describir con precisión por qué, pero aquel hombre jamás le había caído demasiado bien, ya desde la época que había pasado allí como estudiante (aunque, por suerte, no había sido alumno suyo sino de Ifaen). Tal vez era por la mirada que siempre le dirigía cuando se cruzaban. Fred lo miraba destilando odio y Caelan no sabía por qué, pero solo le entraban ganas de detestarlo también.
Y no tenía mucho humor para aguantar tonterías aquella mañana.

Fred abrió la puerta del recinto masculino, con ganas de llegar a su habitación y tirarse a dormir. Había tenido guardia en la enfermería y no había tenido ningún paciente, por lo que se había aburrido mucho. Una vez dentro del recinto subió la vista y vio a Caelan. No había salida, tendría que saludarlo y eso no era una de sus preferencias. Des de que había entrado a trabajar qeu lo había evitado, lanzándole miradas llenas del odio que llevaba dentro si se cruzaban.

Caelan había sido el causante de todos sus problemas. Él llevaba la vida que quería, se había ido a la academia a estudiar con la chica que amaba. Recordaba los primeros años en la academia con mucha ilusión, allí se habían empezado a unir Aiwe y él, se habían empezado a querer y a amarse. Todo era perfecto, hasta ese día. Llevaban un tiempo mal, hasta qeu la chica anunció que se había enamorado de otra persona. En ese momento Fred se hundió, no se lo podía creer. Cuando descubrió que ese alguien era el profesor de fuego no se lo pudo creer. No podía soportar como Aiwe babeaba por aquel hombre, por lo que decidió dejar al academia y tragarse el orgullo para pedirle a su padre que le enseñara el oficio de la familia, la medicina. Des de ese día se había cuidado mucho, había dejado crecer su cabello y había entrenado par aponerse fuerte, de manera que todas las chicas se fijaran en él, sobretodo quería que cuando Aiwe lo viera volviera a enamorarse. Y aunque aún no lo había conseguido no había perdido la esperanza.

Pero no podía, no podía con ese hombre. Su odio hacía él era demasiado. - Buenos días - murmuró sin ganas, pero por educación tenía que saludarlo.

- Buenos días - Caelan gruñó y Fred clavó en él aquella mirada entre sornrera y odiosa que tanto repelús le daba. El profesor de fuego entrecerró los ojos ante la mirada del enfermero, recordándose a sí mismo una vez más por qué motivo no había ido a la enfermería ni una sola vez desde que él se encargaba de ella, y todas las jaquecas que se había tenido que tragar solo porque no le había dado la gana de ir a pedirle alguna medicina. Volvió a gruñir, hundiendo las manos en sus bolsillos.
- No tan buenos al parecer - soltó en voz baja, pero sin molestarse en disimular el tono. Bufó.

Fred soltó una risilla. Perfecto, no se podía ir sin más como quería, el señor profesor quería guerra, y aunque no estaba como para aguantar mucha tontería, tendría guerra. Lo miró levantado una ceja. - ¿Siempre estas de mal humor o son imaginaciones mías? - Dijo con una sonrisa en la boca.

Caelan reprimió las ganas de gruñir de nuevo y se limitó a fulminar al enfermerucho ese con la mirada. ¡Él no estaba siempre de mal humor! Era Fred quién, con aquella pose de chulito y esas miraditas de amargado y reprimido, lo ponían histérico. Supuso que debía contestar de una vez para no quedar mal frente al muchacho.
- ¿Y tú? ¿Miras a todos con la misma expresión de asco? Porque si es así, no debes ligar demasiado

¡PAM! Una flecha invisible atravesó a Fred. Le subió la mosca a la cabeza, con eso si que no podía hacer broma. - Solo pongo cara de asco a la gente que me da asco. - Acentuó su cara y se dispuso a irse, ya había dicho lo que quería y ahora se encontraba mejor, solo tenía ganas de irse a al cama a dormir.

- Eres un poco rarito - le espetó Caelan a Fred en cuanto este soltó aquello y se alejó, tan pancho. Tenía ganas de acercarse a él y darle un puñetazo (sin motivo alguno, al fin y al cabo, Fred tampoco parecía necesitar ningún motivo para odiarle), pero se contentó arrugando la nariz y viendo como el enfermero se detenía de nuevo, lo miraba cansado y poco a poco parecía irse enfadando. Se cruzó de brazos y lo miró, ladeando la cabeza. Era bastante terapéutico hacer enfadar a otra persona para quitarse algo de estrés de encima. De todos modos, no tenía nada mejor que hacer, y la curiosidad le estaba picando un poco. - ¿Puedo preguntar, si no es demasiado osado, qué es lo que he echo para provocarte semejante asco? - cuestionó irónicamente. Al fin y al cabo, Fred y él no habían llegado a conocerse.

- Eres un poco rarito - Fred se giró, suspiró, estaba cansado y quería ir a su habitación cuando antes, pero le estaba subiendo la mosca a la nariz y con Caelan no quería perder. Observó al profesor, estaba de brazos cruzados y lo miraba con la cabeza ladeada. Iba a soltarle algo cuando él se adelantó. - ¿Puedo preguntar, si no es demasiado osado, qué es lo que he echo para provocarte semejante asco?

"Puedes preguntarlo, pero no te voy a responder" pensó. No podía responderle. Por lo que había visto y averiguado, Aiwe aún estaba detrás de él y aún no había conseguido nada, y aunque le divertía la idea de decirle todo lo que la chica sentía por Caelan, algo se lo impedía. ese algo era el amor, demasiado fuerte, que sentía por Aiwe. Si la chica lo evitaba ahora, si se lo contaba no querría ni volver a oír su nombre y no estaba dispuesto a eso.

Buscó rápido en su mente alguna idea, pero no se le ocurría nada y tenía la mirada de Caelan clavada en él, por lo que Fred se fue a la salida rápida. - Pregúntale a Aiwe, sabrá contestarte mejor que yo. - dijo, y al ver al cara de Caelan sonrió dio media vuelta y se dispuso a irse para la cama. No la había comprometido del todo y, aunque odiaba pensar eso, le había dado una oportunidad para declararse.

- Pregúntale a Aiwe, sabrá contestarte mejor que yo
Caelan frunció el ceño, sin entender por qué motivo el enfermerucho había tardado tanto en responder, ni por qué de repente parecía haberse puesto triste. Observó como se daba la vuelta y se metía en los pasillos de los dormitorios sin añadir nada más, y hasta que no se quedó solo de nuevo, Caelan no fue consciente de las palabras de Fred.
- ¿Que le pregunte a Aiwe? - se preguntó, extrañado. - ¿Qué tiene ella que ver...?
Pensativo, se dio la vuelta y se acercó a la puerta con un encogimiento de hombros, pero fue incapaz de abrirla porque de golpe su mente se había puesto a funcionar y no podía dejar de preguntarse qué pintaba Aiwe en su extraña relación con Fred.
Bueno, de hecho, su extraña relación con Fred le importaba un comino. Lo que no podía dejar de pensar era en el nombre de Aiwe, que daba vueltas alegremente en su cabeza como ella misma haría si estuviera revoloteando a su alrededor. La mano le tembló antes de rozar el pomo de la puerta y volvió a fruncir el ceño. Incluso creía que podía percibir su olor en el ambiente (un olor suave y discreto, como el mismo viento, que era como ella. Algo fresco). Aquello le turbó un poco. <<¿En qué diablos estoy pensando?>>, se dijo, extrañado.
Varios pensamientos le vinieron a la cabeza a la vez. El primero, que últimamente se ponía muy estúpido cuando pensaba en Aiwe, y aquello era extraño y no le gustaba, porque era como cuando su madre lo regañaba de pequeño pero peor. El segundo, que el estómago volvía a hacerle cosquillas de vez en cuando y aquello era confuso, pero no era desagradable como cuando le había ocurrido con Abby, lo que lo hacía todo más confuso aun. Y el tercero (y para este último no tenía ninguna explicación), recordó la cara soñolienta de Aiwe del último día que se habían visto, cuando ella se había despertado de resaca y llevaba aquel camisón ajustado que debía ser muy fresco pero que a él le daba calor, y no entendió por qué la mano volvió a temblarle y el estómago volvió a hacerle cosquillas.
<<Definitivamente debo de estar volviéndome idiota>>, se dijo, tratando de apartar aquellos pensamientos de su mente.
Recordó de repente a Evan y a su molesta pregunta de la mañana anterior. "¿A mí también me dirás que no sientes nada por ella?". Se extrañó porque no supo por qué motivo había pensado eso en aquel momento, ni por qué no pudo ni siquiera negárselo a si mismo con la vehemencia con que lo había echo entonces.

Lo único que supo con claridad era que volvía a estar echo un lío pero que todo era aun más confuso, y que ya no tenía ganas de ir a entrenar sino que quería darse una buena ducha fría para despejarse. Esperó durante un par de minutos, tiempo de sobras para que no hubiera nadie en los pasillos ya, y volvió a dirigirse a su habitación.