Sólo soy odio. Sólo soy nada.

Nerine se reía, saltando de un lado para otro sin dejar de esquivar los golpes de Tomas, y sin apartar la mirada ni la concentración ni una sola vez de los puños del muchacho, consciente de que si él llegaba a tocarla, le daría un buen golpe. No podía evitar darse cuenta de que, pese a la expresión cada vez más enfurruñada del muchacho, sus ojos parecían mucho más tranquilos y relajados de lo que habían estado al principio de su entrenamiento, incluso antes, al inicio de su particular conversación. Aquello le gustó bastante, porque sentía como si Tomas fuera un poco más cercano a ella (aunque fuera solo un poquito), y aquello solo ya era un avance.
En un momento dado, justo después de esquivar un puñetazo que habría sido terriblemente certero de no haber saltado hacia atrás a tiempo, Tomas se quedó quieto y pareció dudar. Nerine prefirió no desaprovechar la oportunidad y juzgó que ya habían "jugado" lo suficiente, por lo que saltó sobre Tomas y se colgó en su espalda, agarrándole el hombro con una mano y rodeando su cuello con el brazo que le quedaba libre.
- Gané - dijo alegremente junto a su oreja. Tomas se mantuvo quieto, mirando en dirección a los árboles, y Nerine siguió su mirada, preguntándose qué lo habría distraído tanto como para hacerlo perder.

Cuando Tomas consiguió regresar a la realidad, ya tenía a Nerine colgada de su espalda y pronunciando un alegre "gané", muy cerca de él. Ni siquiera se había percatado de cuando la chica se le había encaramado encima y lo había bloqueado anunciando su victoria; era tan ligera...
-Ah, no, eso no vale, me he... -gruñó, dando vueltas sobre sí mismo e intentando que Nerine se descolgase de sus hombros- Me he dejado ganar, ¿no lo has visto...?
Pero, en realidad, lo que había ocurrido no podía ni de casualidad calificarse bajo sus palabras de que se "había dejado ganar" Por un lado, la distracción de encontrar allí a Alice había sido suficiente como para dejarlo confuso.
Y en segundo lugar... aunque sintiese que aquello hería su orgullo, debía reconocer que Nerine había sabido manejárselas con él muy bien. Demasiado bien para su gusto y sus incontables años de entrenamiento.

Alice inexplicablemente se percato de que Tomas sutilmente se había dado cuenta de su presencia, y se levanto del piso, se sacudió con las manos algunas partes de su vestido, se dio vuelta y se fue metiendo en lo mas profundo del bosque.

- Me he dejado ganar -. Nerine sonrió y se agarró más fuerte a los hombros de Tomas mientras este daba vueltas sobre sí misma para quitársela de encima, porque a ella le parecía divertido.
- Ya, seguro - respondió alegremente. Finalmente le soltó y volvió a tocar de pies en el suelo. Se sentó en el suelo y se arrastró a por sus botas. - Puedo darte la revancha si te duele en el orgullo, aunque me da un poco de miedo. Me parece que eres mucho más fuerte que yo...
Entonces escuchó un ruido y alcanzó a ver a alguien que se alejaba.
- ¿Qué fue eso? - preguntó con un ligero tono de susto en la voz. Luego meditó y miró a Tomas. - ¿Te distraiste por ella?

Tomas tardó un rato en percatarse de que Nerine se refería a Alice, la chica que se acababa de marchar. Abrió sus labios un par de veces, intentando decir algo, intentando... sincerarse con ella, contarle la verdad... incluso pedirle consejo. Pero sólo con imaginarse a Nerine dando pequeños saltitos por el colegio y delatando lo que Tomas le contase a los cuatro vientos... aquello fue suficiente para que se quitase esas ideas de la cabeza.
Pero en el fondo, Tomas sabía que su verdadera razón era que necesitaba mucho más tiempo para establecer una fuerte confianza con alguien.
Así que se las apañó para sonreír, mientras improvisaba:
-No... ya te lo he dicho, no he ganado porque no he querido -mintió, mientras Nerine se colocaba sus botas alegremente- A la próxima no te va a ser tan fácil...
"Si es que hay próxima" se dijo Tomas, sin ser capaz de pronunciar aquello en voz alta. Porque esa pregunta no debía ser necesaria; tenía que existir una "próxima" Le había gustado tanto sentir la compañía de alguien... otra vez después de tanto tiempo.

Nerine sonrió más anchamente y se puso en pie rápidamente, por lo que estuvo a punto de perder el equilibrio por el camino.
- Uuuuui - se rió, tratando de equilibrarse, mientras Tomas miraba fijamente sus propios pies. Ella le miró y se quedaron en silencio un rato, cada uno pensando en sus cosas. Nerine no sabía qué pasaba por la cabeza de Tomas, pero no parecía ser demasiado agradable, y a ella aquello la ponía un poco triste. Carraspeó. - Ya veremos qué pasará la próxima vez... - Tomas la miró rápidamente, cómo diciendo ¿qué?, y ella volvió a esbozar una sonrisa, esta más tranquila, y entrelazó sus manos. - No hace falta "pelear" la próxima vez. Podríamos ir a leer, o comer galletas (¡O hacerlas!), o pasear... Esas cosas que hacen los amigos. Si quieres, claro - añadió con un último titubeo.

"¿Eso es lo que hacen los amigos?" repitió Tomas en su mente, aterrado ante la idea de Nerine de ir a hacer galletas. ¿Todo el mundo sabría hacer galletas? A él nunca se le habría ocurrido aprender a hacer una cosa semejante; ni siquiera le gustaba la cocina...
Y, si lo pensaba detenidamente la verdad era que, entre el conjunto de todas las propuestas de Nerine, Tomas seguía prefiriendo pelear.
Sin embargo, las ideas disparatadas que a la chica se le ocurriesen eran lo de menos. Que se lo llevase a pasear, a cocinar, a hacer cualquier tontería infantil... Lo importante era que Nerine ya lo consideraba un amigo.
Le gustaba cómo sonaba esa palabra. Tanto, que logró esbozar una tímida sonrisa.
-Sí... sí, claro, Nerine... -fue lo único que pudo articular.

Nerine volvió a sonreir alegremente y se acercó a Tomas de improvisto en un par de zancadas. Suponía que todavía faltaba mucho camino para ganarse del todo al muchacho y convencerlo de hacer cosas como galletas, pero... Ella era muy testaruda. Seguro que lo conseguiría.
Sin previo aviso llegó hasta él y le dio un abrazo de oso, tratando de rodearle todo el cuerpo con los brazos, y le miró dedicándole su mejor sonrisa.
- La próxima vez volveré a ganarte - terminó por rectificar, soltándole y alejándose de él con dos saltitos. Tomas parpadeó, confundido, y cuando le contestó, ella ya había salido corriendo.