Un secreto entre tú y yo (priv.)

Desde que había hablado con Fidel, el limníade tenía las cosas muchísimo más claras y, al menos, sabía lo que quería hacer.
Las últimas palabras que había dicho Jarpër el día que se conocieron ("Me gustas, Moses") todavía resonaban en su cabeza con cierta energía y lo hacían dudar de estar tomando la decisión correcta, pero, por otro lado... Por otro lado, Moses no podía negar que se moría de ganas de volver a verle. Por eso estaba flotando hacia la enfermería con expresión distraída y la cabeza más lejos de allí y más cerca de él.
Dudó apenas una décima de segundo cuando se encontró parado de pie delante de la puerta de la enfermería. Acababa de ver a Fred salir con un paquete de cigarrillos en la mano (y por un momento, Moses estubo tentado de salir tras él para pedirle uno y olvidarse de lo que había venido a hacer en realidad) y suponía que, entonces, la enfermería volvería a estar vacía y solo estarían ellos dos, y aquello lo puso un poco nevrioso y colocó algunas mariposas en su estómago, una sensación que le recordó vagamente a cuando Jarpër había colocado sus manos ahí para darle energía pero a la vez muy diferente, porque él en realidad no estaba allí.

Moses abrió la puerta sin llamar y entró, porque él no era de la clase de personas que pedían permiso para hacer las cosas, y una vez dentro miró a lado y lado de la enfermería desierta, ladeó la cabeza y, con los pensamientos algo trémulos y poco decicidos, llamó.
"¿Jarpër?"

Jarpër reptaba por el almacen, sin ganas de nada ni de nadie, nadie excepto una persona que tenía ganas de ver, abrazar, querer en definitiva. Pero por otro lado temía verlo, después de su "confesión" se había ido, sin decir nada, sin volver, dejándolo sentado en la camilla, con la palabra en la boca y el corazón encogido, y así había seguido hasta entonces, con su forma original, reptando almacen arriba, almacen abajo en las horas que Fred trabajaba y habitacion arriba, habitacion abajo cuando no.

Oyó la puerta abrirse, y suspiró por dentro. Definitivamente Fred era gafe, ahora que se iba llegaba un enfermo. Empezó a reptar hasta la puerta cuando oyó una voz en su cabeza, una voz cálida, agradable, dulce, adorable, hermosa que no había podido olvidar des de ese día. Sacó la cabeza y una vez lo vio, se transformó en humano, con una sonrisa en la boca. - Moses... ¿te encuentras mal? Me temo que Fred no esta.... - dijo maldiciendose por dentro. Esas no eran las palabras qeu quería decirle, y tampoco quería quedarse allí plantado, aunque tenía los brazos y las piernas algo dormidas de esos días que no las había usado.

Moses abrió la boca, aunque evidentemente ningún sonido salió de ella, y luego solo bajó la mirada y negó con suavidad.
Cuando lo había visto aparecer por la puerta, Moses había notado su mirada triste y decaída, pero esta enseguida se había transformado, llenándose de ilusión al verle, como si fuera lo único que había deseado desde que se había marchado, y de algún modo aquello le pesó.

"Hola", saludó, levantando solo la palma de la mano abierta. Dudó un momento sobre lo que tenía que decir, y apretó un poquito los labios. "Er... No, no me encuentro mal. En realidad...". Alzó levemente la cabeza para mirarlo, y bajó la mano para entrelazarlas detrás de su espalda. "....En realidad había venido a hablar contigo."

Jarpër se quedó quieto, immobil, parecía que ni respiraba, pero la verdad es que tenái ganas de hacer tantas cosas que había preferido no hacer nada. Luchaba, sobretodo, para no correr hacía iél y abrazarlo, achucarlo entre sus brazos, cosa que tenía ganas de hacer des de que lo vio marcharse.
Abrió la boca para decir algo, pero al cerró cuando Moses pronunció esas palabras en su cabeza. Había ido a hablar con él, su sonrisa se ensanchó y sus ojos empezaron a recobrar su brillo normal, estaba allí por él. Por él.

Jarpër esperó unos segundos para contestar, segundos que aprovechó para volver a observar esos ojitos amarillos que lo habían cautivado y que no había podido olvidar. - ¿conmigo? - preguntó sin saber mucho qeu decir mientras se sentaba en una silla que tenía cerca - ¿sobre qué? - como si no se lo imaginara.

Moses se sentía extraño con la mirada de Jarpër clavada en él porque, a ver, el limníade no estaba acostumbrado a que lo miraran precisamente con ese brillo en los ojos y aquello lo confundía y le gustaba a partes iguales, pero a la vez le hacía sentir muy incómodo.
Recordó las palabras de Fidel. Su amigo había descrito el comportamiento y la actitud que estaba teniendo frente a ese asunto como los de una "colegiala enamorada", y Moses no entendía por qué le decía aquello, pues la persona que había metido la pata y había quedado cautivado, había sido Jarpër, no él.... ¿Cierto?

"Si, veamos... A ver..." se rascó un poco la cabeza y desvió la mirada para no tener que enfrentarle, porque si lo miraba estaba seguro que se distraería y acabaría sin saber qué decir. Miró en su lugar hacia las camillas, pero entonces se acordó de la última vez que había estado tumbado allí y acabó encontrando que el suelo era terriblemente interesante. "Quería hablar sobre... Lo que me dijiste el otro día y...". Carraspeó un poco, incómodo. "Y... Decirte que siento mucho haberme ido corriendo. Fui un poco... Infantil. Es que me cuesta reaccionar algunas veces", trató de excusarse, levantando levemente la mirada para mirarlo de reojo y ver si reaccionaba de alguna manera, ya fuera molestándose, riéndose o cualquier otra cosa más.

Pensó también en el consejo de Fidel. Conocerlo mejor, tenía que conocerlo mejor porque, ¡a ver!, Jarpër y él no se conocían. Y no se puede sentir nada especial por una persona a la que no conoces...

Jarpër escuchó a Moses, quieto, sin hacer nada, solo mirarlo. Sus gestos nerviosos, incomodos, no quería que se sientiera así, peor no era momento para buscarle una solución, lo qeu tenía qeu hacer ahoa era escucharlo atentamente, escuchar esas palabras qeu tanto temía pero a la vez quería oír. Tenía una lucha interna que hacía que estuviera un poco ausente, aunque finalmente lo escuchó.

No sabía que hacer, solía reaccionar por impulsos pero... el cuerpo no le respondía. Sonrió, para tranquilizarlo un poco, no quería verlo tan nervioso, quizá por eso no hizo nada. Se tomó unos segundos para contestar. - No, pasa nada. En cierta parte lo entiendo... No debí hacerlo pero... Hay una cosa cierta, no puedo dejar de mirarte. - Y lo había vuelto a hacer, no podía evitarlo, no podía mirarlo y no decirle cosas bonitas. - Moses, lo siento, no te vayas otra vez. - dijo alzandose, creyendo que el límniade volvería a huir.

Se rascó un poco el pelo, más por hacer algo que porque le picara - Habla tú mejor, ¿tienes algo qeu decir?

"No hagas eso..."
Moses tragó saliva y bajó la mirada. Aun y con la disculpa que había soltado Jarpër instantes después de decir aquello sobre que no podía dejar de mirarle, y aunque el limníade no tenía la menor intención de salir huyendo (otra vez), no pudo evitar sonrojarse como una, definitivamente, estúpida colegiala enamorada y desvíar la mirada. No podía negar que le gustaban los halagos, ¡le encantaban los halagos!, él vivía para que le prestaran atención y le hicieran caso... Pero las palabras de Jarpër solo le había puesto un poco nerviosa.
Tragó saliva e hizo una pausa algo incómoda y larga, tratando de decir algo que no acababa de salirle.

"Quiero... Me gustaría...", se pasó la mano por el pelo y miró de lado a la serpiente para ganar tiempo. "Quisiera quedarme aquí un rato, para charlar... No sé, charlar, a secas. Pero... Tienes que evitar decir esas cosas, porque...", se rascó un poco la mejilla, que seguía ridículamente roja. "Porque me da verguenza..."

Jarpër miró atentamente a Moses, atento a sus movimientos, intentando ver más allá de esos ojitos amarillos. Estaba nervioso, muy nervioso, y la serpiente no pudo evitar esbozar una sonrisa cuando detectó el rubor que corría por sus mejillas. Sonrojado aún estaba más guapo (si es que eso era posible) y hacía que esa piel blanquita aún se viera mejor, por no hablar de cómo le hacía resaltar la nariz y… ya lo había vuelto a hacer, aunque por suerte no pronunció palabra de lo que estaba pensando.

- ¿Vergüenza? – preguntó casi incrédulo, pero al ver la cara del limníade optó por decirle que si y cambiarle de tema. – De acuerdo, intentaré no decirte nada, pero no te puedo prometer que no te diga nada porque… me sale solo, lo siento. Y bueno, ¿de qué quieres hablar? – dijo finalmente mientras se volvía a sentar en la silla, con su sonrisa habitual, esa en la que enseñaba todos los dientes. Estaba contento y quería transmitirlo.

Moses estuvo a punto de sonreír, enternecido, porque cuando vio a Jarpër intentando excusar sus arranques de cursilería con un simple "es que me sale solo", el limníade pensó que era muy tierno. Claro que él no era cursi y aquello no iba a decirlo, así que se limitó a asentir y a desviar la mirada cuando vio que Jarpër sí sonreía, abriendo mucho la boca y enseñando todos los dientes a la vez, porque estaba adorable y Moses no-era-un-cursi.

"Bien, vale", pensó, bajito, acercándose y tomando asiento sobre una camilla desocupada (como todas las demás. ¿En esa enfermería nunca tenían trabajo o qué?) y balanceaba un poco los pies. "¿De qué quiero hablar?? No lo sé, de cualquier cosa, he venido porque quiero...", buscó las palabras adecuadas para decirlo. "...Quiero que seamos amigos. Si, eso."
Dirigió entonces una firme mirada hacia él, buscando algún tema que sacar, e irremediablemente se fijó en aquel deprimente cuartucho en el que Jarpër estaba siempre metido.
"¿No te agobia pasarte todo el día aquí? Quiero decir, podríamos salir a pasear, volar un rato, tomar el sol. Es infinitamente más divertido que pasarse las horas aquí, esperando a que el irresponsable de tu amo termine de fumar y se ponga a trabajar de una vez..."

Jarpër esperó a que Moses hablara, lo observó sentarse en una camilla, casualmente donde él se había sincerado días atrás. Le tranquilizó que no le diera importancia y se sentara allí igualmente, como se lo había prometido no hizo ningún comentario sobre que tal y como le llegaba al luz estaba precioso, pero se guardó la imagen para él.
Abobado como estaba mirando como balanceaba graciosamente los pies, casi no se dio cuenta de que había empezado a hablar, por lo que empezó a asentir aunque pilló la frase casi al final.

Amigos. Había dicho amigos, Jar quería que fuesen algo más pero… de momento se conformaba con eso, poco a poco quizá ya dejarían de ser amigos para ser algo más.
Y de golpe, oyó algo sobre su cuarto, que no era su cuarto, era el almacén de la enfermería donde se pasaba el día enroscado, durmiendo, comiendo cuando le tocaba y Fred le traía comida o… simplemente desordenando las cosas del enfermero (cosa que lo divertía mucho). Aunque no le podía negar que anhelaba salir de vez en cuando y los planes de Moses sonaban estupendamente bien. – Fred no es un irresponsable, si llega alguien lo llamo y sube inmediatamente, y bueno… Al pasar el día en mi forma original no me molesta estar aquí, aunque no te puedo negar que me gusta tu idea. – ensanchó su sonrisa - ¿Harías eso por mí? Quiero decir, ¿vendrías a pasear conmigo? ¿Tomarías el sol conmigo? Volar no me gusta mucho pero, si tú quieres ir a volar yo también… quiero decir… solo no salgo mucho y Geel me viene a ver poco y… No conozco a mucha más gente…

Moses sonrió, en parte complacido, al ver los esfuerzos que hacía Jarpër por no abrir la boca y decir algo que a él no fuera a gustarle, aunque en realidad si le gustase pero le pusiera solamente un poquito nervioso.
Estiró un poco las piernas y asintió, escuchándole, preguntándose también como podía decir aquello y quedarse tan ancho. ¿Que al estar en su forma original no le importaba estar allí? Moses no podía imabinar nada peor que estar encerrado. Cuando llovía, se veía obligado a quedarse encerrado dentro de la academia y, a veces, cuando se pasaba con alguna broma, Caelan lo sellaba durante un día o dos... Y no, el limníade no podía imaginarse nada peor que eso. Ni siquiera un baño de la mismísima Aurora.

"Iremos a pasear", sonrió, y volvió a balancear las piernas. "Andar y tomar el sol, sin volar, que a mi tampoco me gusta volar. Pero pasear si me gusta, y nunca me acompaña nadie. Quizá tienen miedo de que les engañe y gaste alguna broma para meterles en un lío". Tomó aire y pensó, esbozando una sonrisa porque, la verdad, aquello era precisamente lo que él hacía normalmente. "Pero me portaré bien, lo prometo. Para que te guste pasear conmigo y no me cambies por el primero con el que te cruzes cuando salgamos fuera. Aunque claro, si te echas novia, el cuento cambia..."

Jarpër le devolvió la sonrisa a Moses, intentando ahogar todos los pensamiento acerca de esa cara tan adorable que tenía y concentrándose en mantener una conversación, porque él había decidido que Moses sería suyo y para que eso sucediera primero tendrían que ser amigos, así que quería esforzarse.
Por eso cuando el fuego fatuo empezó a hablar sobre ir a pasear y tomar el sol, la serpiente se quedó muy quieta en su silla, agrandando esa sonrisa y seseando por lo bajo. Solo de imaginarlo era feliz muy feliz, más que eso, no sepodía imaginar algo mejor en esos momentos.

Por eso mismo las últimas que el chico pronunció lo cogieron por sorpresa, ¿cómo iba él a cambiarlo por nadie? Ya conocía su naturaleza traviesa (le había preguntado a Geel por él) y no le molestaba en lo más mínimo, al contrario, le gustaba y mucho. Y o que más le sorprendió de todo era la palabra novia - ¿novia? No me voy a echar novia, no me gustan las chicas… - “me gustas tú” iba a añadir, pero se calló porque o quería volver a pasar por lo mismo y porque los amigos no se decían esas cosas. Lo miró sin borrar esa sonrisa – Me gustan los chicos…

Jarpër estaba realmente adorable en ese momento, sentado en un taburete frente a él y cabeceando en su dirección, asintiendo a algunas de sus frases sin ton ni son, como si realmente no le estuviera escuchando pero le diera igual no hacerlo. De vez en cuando seseaba, con cara de estar contento, y aquel sonido le gustaba bastante al limníade porque era suave y arrullador.
Estuvo a punto de echarse a reír ante sus propios pensamientos porque se sentía muy ridículo allí, regañando a Jarpër por querer ir muy deprisa, cuando él mismo estaba ahora pensando cosas como lo bonita que era su sonrisa o lo, en el fondo, lo muy agradable que era estar allí sentado, charlando con él. Moses era quién había decidido que quería que fueran amigos, pero, en realidad, cuando la serpiente negó con suavidad y dijo que no le gustaban las chicas, sino los chicos ((ui, y él era un chico, que casualidad. Claro, ahora las cosas encajaban un poco mejor)), se sintió secretamente satisfecho.

“Así que te gustan los chicos, ¿no?”, repitió, con voz algo burlona aunque lo que menos pretendía era reírse de él. Era solo que se había emocionado un poco y ahora le salía la voz ridícula y un poco así. “Bueno, tiene su lógica, sí.”
Volvió a tumbarse sobre la camilla, sonriendo, y se repantigó la mar de feliz, estirando los brazos por encima de la cabeza y dejando la piel del vientre algo expuesta, con la cabeza vagando un poco lejos de allí y con los pensamientos más raros y alegres de lo que resultaría políticamente correcto.
“¿Y alguna vez has tenido un novio para saber eso?”, preguntó, con el mismo tono jocoso de antes, abriendo los ojos y mirándole con curiosidad. “Seguramente no, eres solo un niño, tienes la edad de Geel, ¿no?”
Sonrió, y se sintió mucho más mayor y adulto que él (cosa que le gustaba. ¿Qué podía haber mejor para alguien egocéntrico y presumido como él que sentirse más que los otros?), como si le estuviera hablando desde la experiencia. Aunque, claro, en verdad no tenía ni idea, ni dominaba el tema tanto como pretendía hacer ver. Al fin y al cabo, Moses tampoco había conocido nunca a nadie “especial” en el aspecto de querer que sucediera algo con alguien (bueno, tenía a Fidel y a Geel, pero ellos se tenían el uno al otro y no lo necesitaban), así que era tan inexperto como, esperaba, fuera Jarpër.
Porque, secretamente, esperó que la serpiente fuera tan inocente como aparentaba ser. Moses quería pensar que nunca había mirado a nadie como le miraba ahora a él.
Pues Moses era un egocéntrico y un presumido. Y quería que todo lo que Jarpër parecía querer ofrecerle, fuera única y exclusivamente para él.

De pronto Jarpër notó que lo envolvía una suave brisa agradable, había empezado a dejar los nervios atrás y empezado a disfrutar de la conversación, aunque le punto en el que estaban era un poco delicado por decirlo de algún modo. Siguió jugando con las corrientes de aire que lo envolvían mientras observaba la carita del limniade. Sin quererlo ensanchó la sonrisa pensando en él otra vez y es que si una cosa era común en Jar era tener las cosas poco claras, pero esa la tenía clarísima, Moses era perfecto, perfecto para él, para él y nadie más.
La espera se le hizo un poco larga pero, al fin, el pelirrojo habló. Sonó un poco burlón y a la serpiente más que enfadarle, le hizo gracia el tono. Siguió observándolo mientras asentía a sus palabras pues parecía que tenía algo más que decir; se tuvo que contener en el momento que se estiró, pues al verle el vientre recordó esa primera vez que se vieron y esos sentimientos le volvieron a inundar. Se levantó por instinto, y al dar dos pasos recordó lo que había prometido por lo que, sonrojado, apartó la vista de Moses y la fijó en el suelo mientras se rascaba un poco la cabeza pensando en las palabras de Moses.
Había acertado en todo, nunca había tenido novio e incluso era más pequeño que Geel, pues Aiwe invocó a la patita un par de días antes que Fred. Subió a la mirada, encontrándose con una gran sonrisa de Moses, una sonrisa que demostraba orgullo pero que resultaba adorable en su cara, que hizo plantearse bastantes cosas a la serpiente. Caelan ya era profesor cuando él fue invocado, por lo que Moses debía ser muchísimo más grande que él y, por lo tanto, más experto en esos temas. O quizá… Quizá ahora mismo estaba haciendo el ridículo pues ya tenía una pareja.

Meneó la cabeza para parar esos pensamientos, él era una serpiente y se guiaba por instinto. Y su instinto le decía que Moses tenía que ser para él, todo enterito, así que le daba igual todo lo que tuviera que soportar. Porque él podía con todo y más.
Avanzó un poco más hasta apoyarse en la camilla donde el muchacho estaba estirado y lo miró a los ojos para no decir “tonterías” sobre lo blanca que se veía su piel por la luz que entraba por la ventana o por lo suaves y delicadas que parecían sus mejillas, por no hablar de lo finos y sabrosos que parecían sus labios. No, no podía decirlo, porque clavó los ojos en los suyos, allí es donde había empezado todo, al ver esos ojos amarillentos y llenos de vida había empezado todo. Tragó saliva y habló – Soy un par de días más pequeño que Geel, aunque no lo parezca y… no. Nunca he tenido novio, nunca he… sentido esto que siento antes. – lo dijo serio, mirándolo fijamente, esperando que no se marchara otra vez por haber soltado eso, ya que sabía que esas cosas no se dicen entre amigos.

Moses mantuvo durante un rato más aquella sonrisa burlona que había exhibido hasta ahora, aunque la distancia, de repente casi inexistente, le incitaba más a cerrar la boca y sonrojarse que a hacer otra cosa con más claridad. Ladeó un poco la cabeza y analizó las palabras de Jarpër (incorporándose un poco porque, sentado, no se sentía tan expuesto como tumbado), y pensó, sin dejar de sonreír, que realmente la serpiente era tan adorable e inocente como aparentaba.
“¿Nunca, nunca?”, repitió, jactándose un poco en aquella pregunta, como si fuera el rey de la experiencia aunque, en realidad, supiera tan poco como él y tan solo estuviera dándoselas de listo. “¿Nunca has besado a nadie, entonces?”

Moses cruzó un poco las piernas por encima de la camilla, e inclinó el resto del cuerpo en dirección a Jarpër, entrecerrando un poco los ojos. Todo lo que había pensado los últimos días, todas las cosas que había pensado que le diría a la serpiente sobre que solo tenían que ser amigos (y que, al final, no le había dicho en mayor parte), temblaron y se esfumaron como si nunca hubieran formado parte de su cabeza, y entonces, el limníade alargó la mano hasta el brazo de Jarpër y, después de temblar levemente, se posó sobre este.
No sabía exactamente por qué iba a decir aquello. No siquiera tenía muy claro si quería decirlo en realidad. El caso fue, que las palabras salieron de su mente con absoluta naturalidad y que, después de decirlas, se sintió igualmente bien, como si no hubiera pasado nada malo.
“¿Quieres que te bese yo?”

Jarpër negó las palabras de Moses mientras bajaba la cabeza, ya le había dicho que no había besado a nadie, ¿qué más quería? No podía hacerle más y la situación se estaba volviendo un pelín vergonzosa, ¿acaso era malo que no hubiera besado a nadie? Simplemente no había encontrado esa persona especial con la que compartirlo todo. Bueno, ahora ya sí, la tenía delante y se estaba burlando de él (Bonita manera de empezar una relación o cualquier cosa).
Vio como Moses se cruzaba de piernas, pero siguió con la mirada baja, no quería que el limníade viese que estaba sonrojado. Pero de pronto notó su mano en el brazo y ese gesto le hizo levantar la cabeza de golpe, por instinto, y lo vio muy cerca de él (en realidad no lo estaba tanto pero su mente le jugó una mala pasada) y de pronto esas palabras “¿Quieres que te bese yo?”
La boca de Jar dibujaba una pequeña “o” y sus ojos pestañeaban demasiado, el resto de él estaba inmóvil, no reaccionaba, nada de nada. Poco a poco, dejó de pestañar tanto y cerró la boca, todo su cuerpo se giró para Moses y preguntó (por si acaso todo eso era una broma, ya que no se lo creía) - ¿Me besarías?

¿Me besarías? Pese a lo directo de la pregunta (cosa que tampoco era de extrañar, porque él había sido igual de directo unos segundos antes), Moses no se amilanó y no apartó la mano del brazo de Jarpër. Tragó saliva con disimulo y levantó la mirada hacia los labios de la serpiente, que seguían levemente curbados en forma de "o", y trató de sonreírle con el mismo gesto burlón y seguro que antes aunque en realidad no le salió.

"Claro", le aseguró, deslizando la mano por su brazo hasta que esta cayó otra vez sobre su regazo, aunque mantuvo la mirada firme en él. "Si tú quieres, si"
Ladeó un poco la cabeza y no perdió tiempo, incorporándose sobre la camilla y dándose la vuelta para erguirse sobre las rodillas y quedar prácticamente a la misma altura que Jarpër, pudiendo conectar sus ojos con los ojos amarillentos de él, sumergirse en ellos y perderse. Trató que su mirada no mostrase lo poco seguro que estaba en realidad de lo que estaba a punto de hacer, porque la verdad era que ni él mismo lo tenía muy claro. ¡Pero si en la vida había dado un mísero beso! Hasta Geel (¡Geel!) había besado a Fidel, mientras él se comía los mocos... ¿Qué clase de mosca extraña le había picado ahora? No lo tenía muy claro... Pero el caso era que, miraba a los ojos a Jarpër, y no le importaba.

"Pero tienes que mantenerlo en secreto, ¿vale?", matizó, alzando de nuevo ambas manos para apoyarlas sobre los hombros de Jarpër. "No puedes decírselo a nadie,nadie debe saberlo...". Tragó saliva y le acarició.
"Es... Un secreto entre tu y yo"

Jarpër aún estaba un poco en shock, pero se dio cuenta que la sonrisa de Moses era distinta a la de hacía un rato, aunque no le dio tiempo a averiguar porque ya que le contestó.
Inconscientemente, seseó a modo respuesta mientras con afirmaba con la cabeza, pues se le había hecho un nudo en al garganta por los nervios y la voz no le salía. Cuando Moses se incorporó, quedando a la misma altura que él con los ojos inmersos en los suyos ya se dio por vencido. La inteligencia no era el fuerte de Jar, pero nunca en su vida había estado tan confuso. Al entrar Moses le había dicho que quería que fuesen amigos y ahora eso… Aunque no le quiso dar más vueltas, porque él ansiaba ese beso, y si abría la boca estaba seguro de que la cagaría y Moses saldría huyendo otra vez.

Cerró un poco los ojos cuando el limniade lo acarició, meditando sus palabras, pero solo fue capaz de susurrar un - … secreto… - mientras le cogía un de las manos y se al apretaba un poco, para sentirlo allí, para comprobar que era realidad lo que estaba pasando.

Mientras observaba a Jarpër, con las manos apoyadas mansamente sobre sus hombros, Moses trató de no pensar demasiado porque, si se ponía a pensar, se daría cuenta de que estaba a punto de cometer una estupidez y se arrepentiría antes de hacer nada. Y eso, estaba seguro, sería un error, porque, de algún modo que ni él mismo era capaz de imaginar, Moses tenía ganas de hacer eso, acercarse a Jarpër obedeciendo aquella especie de fuerza magnética que la serpiente ejercía sobre él sin que pudiera hacer ((o quisiera hacer)) nada por evitarlo, así que ladeó un poco la cabeza y la acercó más a él.
Sonrió cuando Jar abrió la boca de forma adorable y repitió aquello de “secreto” con voz ausente, apretando su mano imperceptiblemente como si no quisiera que se apartase de golpe de él, y definitivamente terminó de acercarse como sabiendo que… Que no podía hacer otra cosa.

“Cierra los ojos”, murmuró dentro de su cabeza, flojito, muy flojito, cuando ya casi estuvo pegado a él. Atisbó un segundo una chispa en los ojos de Jarpër antes de que los cerrara del todo, y él mismo cerró los ojos también y tragó saliva, percibiendo la calidez de los labios de Jarpër bajo los suyos y… Y luego lo besó.
Fue un poco curioso. Teniendo en cuenta que él estaba formado, básicamente, de magia y fuego y que, por lo tanto, su temperatura corporal siempre era alta, y también que Jarpër era un familiar-serpiente y que, por lo tanto, tenía la sangre fría, Moses se sorprendió al comprobar lo caliente que le resultó aquello. Sus manos, actuando por voluntad propia, se apartaron de la cara de Jar y rodearon su cuello, buscando, tal vez, pegarse un poquito a él para que aquel beso no terminara nunca. Como no sabía muy bien qué tenía que hacer, tampoco se complicó demasiado la vida, pero de todos modos, le resultó bastante… Tierno. Si, tierno, como Jarpër, porque definitivamente Jarpër era la persona más tierna que nunca había conocido, incluso más que Geel y quizá por eso ahora notaba que le estaba gustando tanto.
En realidad… Tampoco le dio mucha importancia. Solo lo besó.

Jarpër, más nervioso de lo que nunca había recordado estar, hizo caso a ese murmuro que oyó en su cabeza y cerró los ojos, aunque antes de eso miró una última vez a Moses que estaba cerca, muy cerca, para asegurarse de que eso estaba a punto de pasar y de que no sería una broma.
Y de pronto lo notó.
Moses lo estaba besando. No sabía exactamente que hacer así que hizo lo de siempre, dejar que su instinto lo guiara. Notaba a Moses muy cálido (si, era un ser de fuego, pero no quemaba, simplemente sus labios y sus manos que notaba en el cuello tenían una temperatura muy agradable que hacía que casi lo hacía estremecer) y mientras una mano se posaba en la cintura del muchacho, la otra, sin miedo ninguno, se fue a juguetear con su cabello. No tenía miedo de quemarse porque sabía que no lo haría, porque en ese momento sentía que eran uno y que sus cuerpos estaban sincronizados.

Poco a poco se separaron y volvieron a sus lugares iniciales. Jar se lamió el labio inferior, buscando el gusto de los labios de Moses mientras que, sonrojado, no apartaba al vista de él. Quería decir algo pero su mene estaba lejos, muy lejos, y le estaba costado volver a su sitio. Pues como más miraba a Moses, más pensaba en ese beso, y más pensaba en cuanto lo quería y en cuanto quería que fuera suyo y solo suyo, como lo había sido hacía unos instantes.

Después del beso, cuando Jarpër hundió la mano entre sus cabellos (y él se aseguró de que estos no quemaban, porque la mano de la serpiente ahí, grande y firme, le resultaba extrañamente agradable), Moses sonrió un poco más estúpidamente que antes y se sentó de nuevo sobre la camilla. Miró a su alrededor con aspecto abstraído, fingiendo que lo que acababa de ocurrir no le había sacudido por dentro como lo había hecho, y después ladeó la cabeza y volvió la mirada hacia Jarpër.

"No ha estado mal, ¿eh?", le dijo como el que no quiere la cosa, neutro, borrando de sus pensamientos cualquier rastro de emoción que pudiera delatarle. Se mordió el labio cuando vio que él se lo lamía, como saboreándolo, y reprimió las ganas de colgarse de su cuello otra vez y repetirlo porque aquello no habría sido nada propio de él.
Aunque, claro, tampoco era propio de él quedarse sin lo que le apetecía. Y le apetecía besarlo de nuevo. Si, exacto.

"¿Quieres otro?", cuestionó un poco burlonamente, aunque sin verdadera mala intención. Sin esperar ninguna respuesta por su parte, estiró el cuello de la camisa de Jar para obligarle a inclinarse (porque él ya se había levantado antes, y no pensaba volverlo a hacer) y, cuando lo tuvo cerca, sopló sobre su boca, soltó su ropa para rodearle de nuevo el cuello, y lo besó.

Se sorprendió a sí mismo haciendo aquello, que no era -para nada- propio de él, y se sorprendió todavía más al darse cuenta de lo muchísimo que le gustaba. Algo dentro de su estómago (aunque podía no ser exactamente su estómago. Era algo más inxplicable) se estremeció e hizo click.
Y, para ser sincero a la verdad, le importó muy poco. Le gustaba y estaba bien. Era suficiente.

Jarpër, sin dejar de mirar a Moses ni apartar la mano de su pelo. Sonrió con él, saboreando el gusto que el limniade había dejado dentro suyo.
Cuando habló, la serpiente primero se asustó, pero pronto negó con la cabeza. Aún no tenía palabras pero, definitivamente le había gustado eso que había sentido durante el beso y más aún la sensación que le había dejado después. Jarpër abrió la boca sin saber muy bien que decir, pero decir algo al fin y al cabo cuando Moses habló de nuevo en su cabeza. Lo miró con los ojos muy abiertos, ¿de verdad quería otro beso? Él encantado, pero no acababa de entender lo que pasaba. Iba a darle una respuesta pero no le dio tiempo, le cogió del cuello y le obligó a besarlo (también es verdad que opuso muy poca resistencia).

Esta vez, Jar reaccionó más rápido y le devolvió el segundo beso, torpemente, pero con mucho amor. Le parecía muy curioso como los labios de Moses, en principio ardientes como el fuego que lo formaba, eran más que dulces y tenían el punto justo de ardor para que le gustaran (¿gustar? ¡Encantar!). Y es que por muchas dudas que tuviera sobre lo que estaba pasando, sobre como besar o sobre si a Moses le estaba gustando tanto eso como a él, solamente tenía clara una cosa: Moses tenía que ser suyo sí o sí.
Con esa idea en la cabeza, se separó de Moses, depositando un último beso en sus labios, seguido de una sonrisa más bien boba. Y mientras delicadamente le acariciaba los labios, esos labios tan bonitos, tan buenos, tan… Habló – Si quería ese beso… - dijo como si tuviera que aclararlo – Moses… ¿en qué nos deja esto?

- Moses... ¿En qué nos deja esto?

El limníade abrió un ojo con pereza y miró a Jarpër cuando le escuchó preguntarle aquello, porque él estaba muy bien como estaba ahora, colgado de su cuello sin tener que pensar en nada más, y ahora no le apetecía nada. Empujó un poco a la serpiente para que se apartara de él, con suavidad, y se dejó caer de espaldas sobre la camilla mientras pensaba, ladeando la cabeza en dirección contraria y lamiéndose los labios distraídamente.

"¿En qué nos deja esto?", repitió dentro de su cabeza, abstraído, todavía pensando que sus labios eran suaves y calentitos y que le gustaría volver a besarle otra vez aunque no pensaba incorporarse para hacerlo de nuevo.
Y lo meditó todo profundamente, en silencio, con los ojos entrecerrados y clavados en la pared contraria. Cuando había hablado con Fidel, este ya le había dicho que le parecía que aquella vez, con Jarpër, estaba actuando diferente a cuando se le declararon Hanabi o Nüse, que estaba portándose más como una colegiala enamorada, pero Moses no le había echado muchas cuentas pensando que se lo decía solo para burlarse un poco de él. Al principio, el limníade no se había sentido muy diferente a las otras veces, y había vuelto a la enfermería con la firme convicción de dejar las cosas claras y marcharse teniéndolo todo igual de claro, pero ahora…

“No lo sé”, admitió, porque se acababa de dar cuenta de que no podía deshacer solo y en tan poco tiempo el lío que se había formado en su cabeza. “No lo sé, pero… Bueno, me da igual”

Volvió la cabeza hacia él y asintió, porque si, porque le daba igual no tener ni idea de en qué situación los dejaba aquello, porque lo importante era que les había gustado y que aquello significaba que era bueno. Asintió.

“En lo que tú quieras”, decidió, sabiendo que aquella respuesta le agradaría a Jarpër y a él le vendría más o menos bien. Aceptable por el momento. “En lo que tú quieras, mientras lo mantengamos en secreto”
Sonrió, incorporándose un poco de nuevo y mirando a Jarpër con ojos brillantes, pícaros, divertidos.
“Es un secreto entre tú y yo”

Jarpër se apartó un poquito (muy poquito) y se quedó abobado mirando como Moses se tumbaba y no pudo evitar sonreír cuando vio que se lamía los labios. Mientras él pensaba, la serpiente se volvió a pasarse un dedo por los labios, aún sin acabar de creerse lo que estaba pasando, si cuando se había despertado le hubieran jurado que le ocurriría todo eso, hubiera tomado ese alguien como un loco.
Volvió la vista hacia Moses, ahora un poco más suyo, porque él sabía que Moses era un poco de todos, pero que después de esos dos besos todo el mundo lo envidiaría y no se atreverían a tocar al limníade (a no ser que él no estuviera delante). Con esa carita pensativa aún estaba más adorable que normalmente, pero no lo dijo en voz alta, pendiente de lo que el pelirrojo le diría. No se hizo esperar mucho más y de pronto la voz de Moses sonó en su cabeza. ¿No lo sabía? Pues, si no lo sabía él, mal íbamos pues Jar aún lo sabía menos, pero la cosa no acabó allí.

Al incorporarse, Jarpër vio con más claridad esos ojos amarillos, brillantes, que le devolvían la mirada y junto su frente con la de él para verlos más de cerca. Y después de balbucear un poco (no se le daba muy bien decidir algo de golpe), al fin le salió la voz - ¿En lo que yo quiera? – dijo sin apartarse y cogiéndole la mano – Creo que está claro, seamos una pareja, en secreto. Solos tú y yo.

Las mejillas de Moses parecieron quedar surcadas en ese momento, cuando Jarpër juntó su frente con la de él, por un sonrojo discreto que parecía colocado allí a posta para que conjuntase con su cabello. Su sonrisa traviesa y sus ojos pícaros, sin embargo, no flaquearon en ningún momento, ni cuando la serpiente le dijo que quería que fueran una pareja ((secreta)) porque, de algún modo, ya se lo esperaba y estaba preparado para ello.

“De acuerdo”, asintió sin moverse ni un ápice, estirando la mano para pasear las yemas de los dedos por su mejilla, comenzando en la suave y tibia piel de sus labios hasta hundirla en la raíz de su cabello verdoso como el muérdago. “Vale. Seamos eso, me parece bien”. Sonrió, sin pronunciar exactamente la palabra pareja o novios, porque todavía le resultaba extraño ((extrañísimo)) pero de todos modos le gustaba, y extinguió la brevísima distancia que lo separaba de sus labios para volverle a besar. Lo notó un poco diferente, más suyo y más agradable que antes incluso, y Moses sonrió como un bobo dentro del beso.

Al entrar, el liminíade había estado muy seguro de que entraba para arreglar las cosas con Jarpër y para dejarlo todo bien claro, y ahora, mientras lo besaba, supo que lo había hecho incluso mejor de lo esperado. Porque, aunque nada había sucedido tal y como él lo había planeado, ahora se daba cuenta que aquello era, si era posible, incluso mejor.

Por primera vez en mucho tiempo, Moses estuvo tranquilo.