Misión 01: El llanto de las lamias (Fala e Hinohana)

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La plaza estaba concurrida con varias personas que venían a comprar en la zona o simplemente relajarse y sentarse a mirar los espectáculos callejeros que se llevaban a cabo en el centro de la ciudad. El día había amanecido sin nubes en el cielo, estaba despejado y reluciendo su color azul a todos aquellos que se paraban a mirarlo, cualquiera diría que él día estaba perfecto y pareciera que las inquietudes de los pueblerinos no existieran...

Recargado a una pared de una tienda cerca de la plaza se encontraba un pequeño grupo de jóvenes mujeres que hablaban con un hombre alto, de cabellos rojizos y ojos grises vestido en lo que era, un traje elegante de color grisáceo - Ya veo... Así que padres y algunas de sus parejas han desaparecido... - Dijo con el rostro completamente serio, era Gungnir quien estaba hablando con las jovencitas.

- Sniff... Mi madre insiste en que se fue con otra mujer en la noche... ¿Es verdad que los alumnos de Radium Alba harán algo?... Quisiera ayudar pero todas las mujeres de aquí solo nos damos cuenta que los hombres desaparecen a la manañana siguiente... Lo siento -

- Lisa, mejor marchémonos... Debemos volver a la tienda... -

- Si... Espero la Academia pueda solucionar el problema, adiós -

Las jóvenes se habían marchado y Gungnir se mantenía en su misma posición cruzado de brazos, esperando al par que había aceptado la misión, pero ya pasados de hora estaban los dos - ¿Donde se metió el mocoso y la señorita?... - Susurro para sí mismo con un tono de enojo mientras miraba al cumulo de personas que se encontraba en la plaza, le era algo estresante que tardaran tanto.

- Ohhhhh, el mocoso - Dijo con tono de "Sorpresa" mientras miraba a fala de manera inexpresiva, es decir, importándole un enorme rey de los pepinos que se molestará con lo de mocoso - Si estabas aquí todo el tiempo pues bien hubieses dicho algo ¿No? - escuchando el último comentario de Fala vio como llegaba Hinohana y se reverencio como saludo, Gungner saco el pergamino que era de la misión, era cierto lo que decía el mocoso - No es mi teoría, Eucrionon, es la teoría del viejo lunático que trabaja como encargado de la posada, según él son lamias que se devoran a los hombres pero bien puede ser otra cosa o una razón diferente porque los hombres estén desapareciendo -

Sin darle tiempo de reaccionar a los chicos comenzó a caminar en dirección a la posada, tendrían que haber ido a hablar con el encargado hace un rato pero se encontraba esperando a que los chicos hicieran su acto de presencia. Mientras caminaba sin mirar a los chicos, con una mano en el bolsillo y el pergamino en la otra seguía hablándoles - Si el caso es que sean lamias o alguna otra criatura similar a las de su especie Fala y yo estamos más que jodidos al llegar la noche para enfrentarnos a ellas, peleando contra nosotros mismos para no caer en el encanto de esa criatura siendo así, Hinohana es la única que podría hacer algo contra esa criatura... O bien podríamos buscar algún objeto que nos hiciera inmune a los encantos, claro que, no conozco ninguno - Al terminar de hablar noto la entrada de la posada, se giro hacia los chicos y se cruzo de brazos esperando que terminaran de hacer sus preguntas antes de entrar a ver al cliente.

Escucho en silencio las sugerencias que ambos hacían, aun cruzado de brazos se recargó a la pared con su usual inexpresivo rostro - ¿Audífonos?... - Miró a Fala y sonrió divertido - Bueno... Es algo que deberás pensar solito... Pues yo solo los acompañare a hablar con el cliente y me marcharé, solo estoy hasta el final de las misiones si son de rango S, A o B - Gungner mostro una media sonrisa arrogante ante fala para luego pasar su mirada a la chica.

- Pues... Si el caso es que sean lamias te puedo decir un poco sobre ellas, su aspecto físico original es el siguiente: cabeza y pechos de mujer, del torso hacia abajo es una larga cola de serpiente de color violeta, sus ojos son rojos. Según tengo entendido en su apariencia humana se vuelve mujeres bastante atractivas para cualquier hombre, pero sus ojos continúan siendo rojos. Por eso, en muchos países, donde las mujeres nacen con los ojos de aquel color son sacrificadas al nacer aunque no sean Lamias... - Tose - Lo siento, me desvié del tema... Las lamias son consideradas casi brujas pues pueden usar ciertos maleficios contra sus enemigos, invocando la oscuridad para adormecer a sus enemigos y atraer a sus presas... - cerrando los ojos abrió la puerta del local - ahora entren y hablen con el viejo más feo del lugar, hagan sus preguntas y planeen algo para la noche, de seguro el mocoso sirve como señuelo o algo... -

((Bien, ahora en esta parte ustedes deben hacerle las preguntas necesarias al encargado de la posada, no pueden hacer más de 3, pues luego de que la hagan el señor de ira, piensen bien que le preguntaran, cualquier estupida pregunta cuenta, asi que cuidado. P.D: la lamia viene siendo algo asi http://images3.wikia.nocookie.net/__cb20070921200043/finalfantasy/images/1/18/FFTALamia.jpg ))

Gungner se marcho en silencio, sonriendo de medio lado ante las constantes amenazas de Fala, hasta desaparecer de la vista de los muchachos, quienes luego de entrar, vieron al hombre más feo que hayan visto en toda su vida, realmente Fala no se equivocaba del todo al pensar que sus clientes al principio se iban del local por lo feo que era pero tenía su fama por la mejor comida en Mondphase.

El viejo que era muy, muy viejo y muy, muy, pero tremendamente muy feo miro a los dos estudiantes de la academia pasar dentro de su local, con un bastón en la mano, tembloroso, comenzó a acercarse a ellos más al ver a Fala sin saludar le dio un golpe en la cabeza con el bastón - Oiga jovencito, más respeto a tus mayores, debería saludar antes de disparar preguntas - Aunque ambos alumnos no se habían presentado solo regaño a Fala, quizás porque Hinohana era chica no la regaño, pero no iba al tema. Lentamente, tal cual una tortuga, comenzó a caminar ayudándose con el bastón hasta que tomo asiento mirando a los muchachos - Hmmm... Quizás la lamia aun no ha notado lo bello que soy - Dijo tranquilamente respondiendo a la primera pregunta de Fala, más del viejo por un momento pudo resaltar un pequeño destello que apenas se noto dentro de su camisa ¿Un colgante quizás?

- ¿Las horas que frecuentan? Pues normalmente llegan a partir de las 8 y 9, cuando comienza a oscurecer, vienen a gastar todo su dinero en comida y bebidas pero luego no vuelven - El viejo volvió a levantarse, sujetando con fuerza el brazo de Fala, que aunque viejo apretaba inconscientemente y con el bastón le dio en el pie antes de seguir caminando hasta su escritorio donde saco un gran libro el cual entrego a Fala, eran las direcciones de todos su clientes, marcando especialmente los hombres que habían dejado de acudir a la posada - Están resaltados los nombres de los hombres que se han ido -

El viejo volvió lentamente a su lugar, volviendo dichosamente a pisar el pie de Fala con su bastón con fuerza, pues el viejo no veía del todo bien sin sus lentes, tomo asiento y luego fijó su mirada en Hinohana - ¿Que porque pienso que son lamias? Pues porque no es la primera vez que sucede... Hace años atrás la posada fue atacada por una Lamia que se había enamorado perdidamente de mi cuando estaba en mis años mozos, pero por alguna razón no fui afectado, aunque creo que las palizas que me daba mi mujer si la miraba me ayudaban, le encargue a unos mercenarios aniquilarla, me habían dicho que la habían asesinado, me trajeron sus ojos como prueba de ello - El viejo llevo su mano temblorosa por el cuello de su camisa, sacando el collar que llevaba puesto, era una pequeña bola de cristal con dos piedras de color rojo que brillaban intensamente. Volvió a guardar su colgante.

- ¿Lo que tienen en común?... Pues aquellos hombres eran bastante atractivos según mi mujer y yo pienso igual pues siempre los buenmozos son quienes desaparecen... ¡Ah! ¡Ahora que lo pienso, aquellos muchachos además de atractivos tenían los ojos amarillos! Como los tengo yo... ¡Y Falo! - Dijo el viejo levantando su bastón para señalar el rostro de Fala - Aunque claro... Todos tenían la piel más clara, los morenazos aun siguen aquí - Aclaro para luego bajar su bastón.

- El tiempo con que desaparecen... Pues siempre son de a uno, a veces son cada dos o tres noches, aunque ya han pasado tres días desde el ultimo, de seguro ataca pronto - El viejo movió su bastón amenazantemente en dirección a Fala - ¡Falo! ¡Cuidado con esas lamias, son bastante inteligentes! -

((Seh, tambien se parecen a las Nagas, disculpenme por lo largo del post por cierto XDU))

- ¡Falo! Sé más respetuoso con tus mayores, tú también llegarás a estas edad ¿Has oído? ¡Tú también! Y cuando lo hagas... ¡Otro niño impertinente como tú te molestará! - Amenazo nuevamente con su bastón a Fala antes de levantarse sin caminar aún. Echando un vistazo a ambos chicos, suspiró - Jóvenes, debo ir a atender a los clientes, pero si desean pueden quedarse aquí a vigilar o bien hablar con los familiares de los hombres desaparecidos, la decisión es suya, con su permiso - El viejo comenzó a caminar junto a su bastón hasta que fue a atender a sus clientes, dejando a los dos alumnos solos.

((Ahora es cosa de ustedes si aprovechan el tiempo planeando algo en la posada o siendo a donde los lugares que marco el viejo en el libro que le entregó a Fala, elijan que harán, dependiendo de lo que hagan cambiaré la historia como se llevará a cabo))

Hombres de ojos amarillos y de piel clara caminaban por la plaza pero de momentos a otros se perdían de la vista de los jóvenes y salían del perímetro donde según la lamia había atacado. El lugar estaba tan lleno de gente ese día que cualquiera se pudiera perder entre la multitud, ya solamente quedaba un joven apuesto vestido de etiqueta de alrededor de sus 20-30 años, de cabello negro y ojos amarillos con la tez blanca que se mantenía en la plaza, sentado sin hacer nada productivo; parecía el típico noble que no tenía nada mejor que hacer que mirar a las jovencitas pasar y hablar con una u otra mujer que llamaba su atención.

Mientras que Hinohana miraba tanto a los hombres como mujeres unos ojos rojizos se cruzaron con ella, fácilmente destacable entre el montón de gente; una jovencita de alrededor de sus 14 años, vestía un vestido bastante sencillo y zapatillas pues parecía de clase baja, de cabello corto de rubio que tenia recogido por detrás con un lazo bordado, bajita y con la tez tan blanca como la nieve, parecía una muñeca de porcelana. La presencia de esa jovencita no resaltaba mucho y parecía casi inexistente. Cualquiera que la viera pensaría que era una pequeña curiosa, pues miraba a todos lados y se paraba por el medio de la plaza a observar la gente con una carita que denotaba angustia mientras sus manos jugaban tímidamente con sus propios dedos de manera torpe y temblorosa para luego seguir caminando alrededor del lugar.

Luego las horas llegaron y vinieron rápidamente hasta que anocheció... La jovencita parecía que se había sentado exhausta, en uno de los bancos del centro de la plaza, con una rosa roja entre los dedos, parecía de papel pero no era nada importante, sino que la jovencita vendía esos adornos de papel a lo largo del día más nadie le compro ni uno solo.

- ... - Al cabo de un rato el chico de ojos amarillos se acerco a la niña con una sonrisa divertida - ¿Qué haces aquí sola a estas horas pequeña? - Dijo el hombre mientras inspeccionaba con la mirada a la niña de ojos rojos. La pequeña levanto la mirada y le mostró la flor - Las vendo... - Dijo con una dulce voz que apenas se escucho - ¿No es algo tarde para que las vendas? Deberías ir con tus padres, no es buena idea que una niña este sola a estas horas... - El hombre lucia serio, parecía realmente algo preocupado por la joven la cual solamente ladea la cabeza lentamente - Vivo sola... - Comento la niña - Pero busco todos los días a papá... - El hombre parpadeo un par de veces y se arrodillo frente a la niña - ¿Tú papá? - la niña asintió - ¿Como se llama? ¿Y porque no vives con él? - Pregunto con curiosidad mientras la niña jugaba con la rosa de papel - Porque papá no me conoce... Pero sé que tiene los ojos como usted... Desconosco su nombre...- El hombre parecía un tanto confundido mientras la niña lo miraba con curiosidad.

Parecía que tanto la niña de ojos rojos como aquel hombre se encontraban bastante distraídos en su conversación pues ninguno de ellos noto la presencia de los dos estudiantes de la academia y continuaron con la charla. El hombre tomo asiento al lado de la niña y le sonrió aun luciendo preocupado - Soy Sigfrido ¿Y tú? - La niña lo miro y luego volvió a perder la vista en su flor de papel - Bethany... - Sigfrido asintió y se cruzo de brazos - Así que Bethany, espero que no te moleste que te llame Beth - La niña no respondió - Y... Cuéntame sobre tú papá - Pregunto un tanto intrigado por la historia de la niña.

La pequeña Bethany tardo un poco en responder, como pensando bien como hablar o que decir - Pues... - la niña comenzaba a mover la flor entre sus dedos algo nerviosa, cosa que el hombre no pudo notar - Hace mucho tiempo... Mi mamá se enamoro de un hombre sencillo, era el dueño de una posada pero era casado... Aun así siempre queria verlo aunque fuese de lejos, pero mi madre era una mujer realmente hermosa y con algo de su encanto pudo tener una aventura con él... Quedo embarazada... De mi... Pero la mujer del posadero odiaba tanto a mi madre por haber estado con su esposo que le metió en la cabeza que la mandara a matar... Justo cuando había nacido iba a contarle a mi padre sobre mi pero los mercenarios la mataron... - Arrugo la flor de papel entre sus dedos y luego la hecho al suelo, Sigfrido estaba estupefacto al oír la historia que no hablaba aun - Desde entonces vivo en un orfanato pero los demás niños me temen y evitan, incluso las señoras que nos cuidan y nadie quiere adoptarme... Deberías irte señor... Cuando alguien de tu aspecto está conmigo pasan cosas malas... - La niña por fin pareció mostrar alguna emoción en su rostro, preocupación quizás pues miraba al hombre como si deseara que se marchará realmente.

Sigfrido negó con la cabeza y la miró - ¿Porque debe-? - Antes de que pudiera terminar de hablar su traje se rasgo por el hombro y luego se formo una herida en el haciendo que brotara sangre, pero nada lo había tocado... Solo había sombras por la noche y no se pudo visualizar nada - ¿Qué demonios?... - Musito Sigfrido pasándose la mano por el hombro adolorido para luego mirar a la niña - Vete... - Le suplico con la voz ahogada mientras otra herida rápidamente se formaba su codo y luego en la muñeca del mismo brazo, dejando por completo el brazo derecho deshabilitado. Las mujeres que estaban con Hinohana se aterraron al ver la escena y salieron huyendo de allí mientras el hombre se encontraba arrodillado en el suelo sujetándose con fuerza el brazo y la niña se mantenía quieta con los ojos llorosos - ¡Basta! ¡Él no es papá! - Gritó la niña, aunque la pregunta seria ¿A quién?... Tan solo había oscuridad alrededor y no había nadie más que ellos... Y sus sombras.