Habitación de Abby

Aún no se creía que podía disponer de una habitación para ella sola y menos cuando vio la habitación. Era enorme, al menos a ella se lo parecía, puso encima la mesa sus cuatro trapos que utilizaba como vestidos y su colección de clips para el pelo. Lo miró tristemente, en 16 años y solo llevaba eso de equipaje Que triste, pensó.
Para quitarse esos pensamientos tristes de la cabeza siguió inspeccionando la habitación, su habitación. No le mostró demasiada atención a los muebles en sí pero paro la mirada en la cama, eso si era una cama y lo otro eran tonterías, se sentó en una punta como si la cama se la fuera a tragar, no se podía creer que fuese para ella, no se podía comparar con ninguno de los sitios donde había estado. Se estiró, notó una sensación de calidez dentro suyo y el sueño la empezó a invadir. Lo último que pensó antes de cerrar los ojos y dormir tranquila y felizmente por primera vez fue: Esto debe ser lo que se siente estando en casa.

Nerine golpeó la puerta enérgicamente y luego la abrió antes de que nadie le diera permiso (o no) para entrar. Abby estaba tumbada en la cama pero abrió los ojos con el ruido, y Nerine sonrió tapándose la boca con la mano.
- ¡Uy! - se excusó, con falso tono de culpabilidad. - Perdona, no sabía que dormías Abby

- ¿Nunca te has dicho que se tiene que llamar a la puerta y esperar a que te respondan? - Al ver la cara de Nerine, que estaba a punto de llorar añadió - Ahora ya esta... ¿Qué quieres?

Dejó de hacer pucheros enseguida y se acercó a la cama con un par de saltos. Cuando llegó, ya sonreía otra vez.
- Nada, no quería nada concreto. Solo ver como era tu cuarto - paseó su mirada por la estancia críticamente y asintió. - Es pequeño.

Abby puso mala cara pero al oír el comentario sobre su habitación se extrañó - ¿Pequeño? Si es enorme! Nunca había estado en una habitación tan grande.

- ¿Ah no?? - Nerine ladeó la cabeza y miró a su nueva amiga, extrañada. - El cuarto que tengo en casa de mi hermano es mucho más grande que este, casi tan grande como la habitación de aquí. Claro que este - rió, - tengo que compartirlo. ¿Dónde vivías antes de llegar a la academia?

- ¿Vivir? - meditó que debía decirle durante un segundo - Allí donde me querían, supongo. He estado en hostales, en casas con otras familias y en calle también. - A medida que había ido nombrando sus "hogares" fue bajando la cara con tristeza.

- ¿En la calle? ¿De verdad? - Nerine abrió mucho los ojos y dejó de sonreír al momento. Mirando a Abby, no le pareció que fuera el tipo de chica que se veían vagabundeando por allí. - Lo siento, no tienes que contestarme si no quieres, es que... Jo, lo siento.

- Eeeh! No te pongas a llorar ahora! - la quiere tranquilizar, pero no sabe como - La verdad es que en algún momento o otro te habrías enterado, ¿o no?

- claro, yo soy tu amiga - dijo muy convencida. Se sentó en la cama junto a ella. - ¡Suerte que llegaste aquí! Ya verás, ahora todo irá mejor. Se acabó la calle, ¡shú! - le sonrió un poquito. - ¿Verdad que es una suerte que llegaras aquí?

- ¿Una suerte? - En su cabeza apareció ese hombre encapuchado - Se podría decir que sí, la verdad es que fue muy curioso. - Hizo una pausa para recordar bien la escena. - Yo tenía mucho frío y cree un fuego pequeñito con mis manos, vigilando que nadie me viera claro, pero un hombre se me acercó y me dijo que él también poseía el don del fuego. Luego me habló de la academia y me dio dinero para que pudiera llegar. Se lo agradeceré toda la vida, creo.

- ¿Un hombre? ¿Qué hombre? - preguntó. Ella no podía estar en casa de nadie, ya que entonces no habría conjurado el fuego. - ¿Un desconocido se acercó y te dio dinero?

- Sí, un desconocido se acercó y me dio dinero.

- Vaaaaaaaaaaaaaaaaya.... - Nerine se tumbó sobre la cama y se quedó mirando el techo con expresión pensativa. Abby no dijo nada y a ella, al pensar en la situación, le entró una especie de risilla nerviosa. - ¿Sabes que eso suena muy, muy mal? ¿No te pidió nada a cambio? ¡He oído que hay gente muy mala allí fuera!

- Has oído bien, hay gente que pide de todo a cambio de dinero o un techo donde dormir, pero ese hombre no. No me pidió nada, solo que viniese aquí. - Se tumbó junto a Nerine - No sé Neri, ¿te puedo llamar Neri? Me dio buenas vibraciones, algo dentro mio me dijo que podía confiar en él.

Nerine se giró se lado y se quedó mirando el perfil de Abby. Si ella, que eran tan viva y sabía tanto sobre el mundo lo decía, ella le creía.
- Puedes llamarme Neri - susurró. Luego sonrió. - ¿Vas a volver a verle?

- Eso espero, Neri.