Clase de vuelo número 1

Aún estaba molesto, en verdad creí que podría dejar que Tomas se encargara de sus problemas... pero no a tal grado. - Eh... si eres un niño, a fin de cuentas. - Subí al barandal mientras sonreía... aquel era un muy bonito día.

((Pueden haber espectadores aquí, pero... este es un tema entre Tomas y Helio XD))

Tomas subía las escaleras que lo llevaban a aquella azotea con lentitud. No había regresado allí desde que había conocido a aquel elfo con quien había peleado, pero le había gustado ese lugar.
Sin embargo, su sensación de tranquilidad desapareció al instante cuando encontró allí a Helio, mirando hacia el cielo y hablando para sí mismo.
Recordaba la advertencia que le había dado en su despacho. "No quiero que te metas en problemas" Y era lo primero que había hecho al salir de allí. A decir verdad, tampoco a Helio lo había visto desde aquella noche. Ni tenía ganas de que le diese su regañina, claro estaba.
Intentó voltearse antes de que lo viese, pero no pudo escaparse antes de que Helio lo detuviera.

- ¿No quieres aprender a volar? - Miré al chico, mientras me sentaba en la barandilla, abriendo mis alas. - Te lo perderás entonces... - Dije mientras me aventaba de la barandilla sin decir más.

Tomas miró hacia el suelo, confundido. Helio parecía enfadado. Muy enfadado. Y el chico sabía que huir de todo le ocasionaba más problemas de los que le resolvía, pero era algo que le costaba mucho cambiar.
Lentamente, se acercó al profesor y, tragándose su orgullo, murmuró por lo bajo:
-Lo... siento. Sé que te prometí que no me metería en problemas -sin embargo, no se iba a quedar solo con aquella disculpa. Y el silencio de Helio le ayudó a proseguir- Pero... tenia que hacerlo. Tenía mis razones.

Puse mis manos en la cadera. - ¿Tus razones? Oh, claro... buscabas morir ahí... ¿no? - Mi mirada había cambiado, era como la primera vez que lo había visto, pero esta vez tenía una razón real... no quería que le hicieran daño al muchacho.

Tomas se llevó las manos a la cabeza, enrabietado. Helio no comprendía nada... ni necesitaba comprenderlo.
-¡No! ¡Tú no lo entiendes! -exclamó, mirando hacia el horizonte, hacia cualquier lugar- ¡Eso era... muy importante para mí, Helio, pero...! Pero luego salió... mal, y...

Un silencio invadió el lugar. Me di la vuelta y sonreí. - Tomas... ¿recuerdas que te dije que un monstruo había asesinado a mis padres? - Miré al cielo. - ¿Recuerdas que peleé con Alvestam, también?

Tomas asintió débilmente con la cabeza, sin comprender a qué venía aquello... hasta que pareció encontrar una explicación algo coherente.
-¿Crees... crees que... ese tal Alvestam mató a tus padres? -musitó, en un hilo de voz. No conocía al elfo del que Helio le había hablado más de una vez, pero le parecía demasiado extraño que Helio conviviese con el asesino de sus padres y no lo hubiese asesinado en aquella pelea que habían tenido... o incluso después. Tomas sí que habría matado a Ren si de veras se hubiese cerciorado de que él era el único culpable de aquel asesinato.

Me di la vuelta mientras soltaba una larga carcajada, me acomodé el cabello y caminé hacia él. - No... - El hueco en el corazon volvía. - El quería que le dijera la verdad a mi hermana. - La misma verdad que le iba a revelar a Tomas. Lo miré friamente. - El monstruo... soy yo... yo los maté. - Una fría brisa nos invadió.

Tomas abrió sus labios de par en par, como si quisiera pronunciar algo, como si quisiera gritarle cualquier cosa. Pero, realmente, lo que ocurría era que se había quedado boquiabierto. Helio no podía haberle soltado esa bestialidad tan alegremente.
Tomas inventó su propia mentira para no creerlo. Cualquier cosa con tal de no creerlo.
-Ah... -rió como fue capaz- Te lo estás inventando, ¿no? Para animarme, o algo así... sí, me estás tomando el pelo, ¿verdad?...
Helio negó secamente con la cabeza, y Tomas percibió como un escalofrío lo surcaba de arriba abajo. No podía ser. La imagen de Helio... asesinando a alguien... esa imagen, simplemente, no podía existir. Cuando trató de hablar de nuevo, Tomas se percató de que se había quedado sin voz.
-¿Qu-qué?

Esa mirada... la misma mirada que la de Clío... no podía soportarlo. -Ya me escuchaste... - Sonreí. - Esos humanos querían llevarselas... querían llevarse a mi hermana para que cantaran para ellos. - Recordar era doloroso. - Perdí el control al intentar detenerlos... los maté a todos. - Me tapé los ojos, mientras desviaba la mirada. - Mi madre, mi padre, mi hermana... todos mis amigos querían detenerme... pero fue inútil... yo lo maté, y mi hermana carga con la marca de ese pecado en la espalda...

Tomas escuchó su historia, patidifuso. Desde que lo había conocido, había considerado a Helio como un ejemplo a seguir, como esa persona que siempre estaría ayudando a los demás... aunque Helio le hubiese mostrado sus razones, aunque lo hubiese hecho por salvar a su hermana, y Tomas lo comprendiese... no podía evitar sentirse impactado por aquella brusca noticia.
En esa ocasión, sí que fue incapaz de pronunciar nada. Su rostro se mostraba completamente inexpresivo, porque no sabía si mostrar horror... o compasión.

Bajé la mirada mientras empuñaba las manos. - Puedes irte... no mereces tener de "amigo" a un profesor tal como yo. Lo siento. - Sonreí mientras lo veía, con los ojos lagrimosos. Cero e iban dos personas a las que les revelaba eso... debía detenerme o todo el mundo iba a huir de mi.

Tomas vio cómo los ojos de Helio se llenaban de lágrimas, y sintió que su corazón daba un nuevo vuelco, que su cuerpo volvía a caer en bruscos escalofríos. Le causaba tanto dolor estar vislumbrando esa escena... tener que cumplir las palabras que el profesor le había dedicado...
Se apartó un poco, deslizándose un paso hacia atrás...

Y, cuando Helio ya debió creer que se había marchado, desde su espalda, Tomas puso una mano en su hombro.
-No lo sientas, Helio -le murmuró, palmeándole el hombro- Yo estoy aquí porque quiero, y estaré aquí siempre, hayas hecho lo que hayas hecho. Lo importante es lo que eres ahora. Una gran persona que sólo cometió un error y está arrepentida.
"Yo habría hecho lo mismo, ¿sabes? -añadió, suspirando hondamente- Yo habría hecho... cualquier cosa para proteger a una hermana, si alguna vez la hubiera tenido. Pero... a veces... a veces las cosas no salen como uno quiere. Y no tienes por qué culparte de ello. No es culpa tuya.

Miré a Tomas, sin duda alguna seguía siendo un niño. - Buscaba morir en esa pelea, Tomas... no quería ver esa cara... esa misma cara que has puesto fue la que puso ella cuando se enteró. - Tomé las manos de Tomas y me di la vuelta. - ¿Qué hay de ti? Sé que no mataste a tus padres... como yo, ¿pero qué pasó?

A Tomas todavía le resultaba complicado estar escuchando esas palabras de Helio. La manera en la que se menospreciaba a sí mismo... le resultaba tan doloroso...
Sin embargo, el rumbo de la conversación y de sus pensamientos cambiaron cuando Helio se volteó, y le preguntó... algo que Tomas ya no podía ocultarle por más tiempo. Ya no tenía sentido.
Tomó aire cautelosamente y comenzó a hablar.
-Alguien... los asesinó... -bajó su mirada hacia el suelo, para ser capaz de hablar sin que su voz se quebrase- cuando tenía doce años. Me escapé porque usé mi poder; y no sé cómo, ¿vale? No lo había usado hasta entonces... Eso es todo. He vivido solo desde entonces.


(¡Vaya clase de vuelo! Esto parece más un consuelo mutuo jajajaja!
Pero me gusta, me gsuta que vayan cogiendo confianza xD)

(Menos mal, sino... lloraría ;___;

XD

Tomé la mano del muchacho sin más, acercándolo a la barandilla de la azotea. -No estás sólo ya... - Dije mientras subía a la barandilla. - Ya te lo he dicho... - Aquella fría brisa nos volvió a invadir, lo que me hizo pensar que tal vez eso no ayudaba mucho a que mis palabras dieran el impacto que deseaba. Miré a Tomas y abrí las alas, dejando caer un par de plumas. - Empecemos, pues... - Dije mientras estiraba la mano.

Tomas miró atentamente a Helio, algo confundido. Había desplegado sus alas sobre la barandilla de la azotea, y parecía indicarle que subiera, también. Tomas obedeció y tomó su mano, pero todavía no comprendía qué pretendía hacer su profesor exactamente. Él apenas sí sabía mover sus alas... ¿Helio quería que se tirase de la azotea y volase ya?
-Espera... espera, Helio, ¿qué vamos a hacer? -preguntó, casi asustado.
Pero Helio no se detuvo demasiado tiempo en explicaciones.

Tomé la mano del chico y sonreí. - Tranquilo, no voy a dejarte caer. - Salté de la barandilla, abriendo las alas, mientras seguía sosteniendo al muchacho. - ¿Sabes que las aves son aún más crueles? Phyro me decía que su madre lo hacía saltar de los árboles para que aprendiera a volar... ¡por eso supuse que haciendo esto aprenderías! - Lo miré mientras sonreía. - Ahora... abre las alas.

Tomas no pudo evitar agarrar con fuerza la mano de Helio y ahogar una exclamación cuando ambos saltaron de la barandilla, y comenzaron a surcar el cielo desde aquella considerable altura. Cada vez que Tomas se atrevía a dirigirle una mirada al suelo que tan lejos estaba, no podía evitar agarrar aún más fuerte a la persona que lo llevaba... casi no escuchaba lo que Helio le estaba contando...
-Ahora... abre las alas.
-¿Co... cómo? -preguntó, percibiendo, repentinamente, que se resbalaba unos centímetros de la mano de Helio. Soltó un gemido, enganchándose también con su otra mano. ¡Si alguna vez en su vida había sabido volar, desde luego nunca había sido desde tan alto!- ¡No... sé! -chilló, al mantenerse concentrado más en no caer que en lo que Helio le ordenaba.

Arqueé una ceja. - Ya, pues... ¡abre las alas, Tomas! - Sonreí mientras soltaba al chico, que sólo movió las manos gritando y pataleando. Solté una risa mientras bajaba en picada para tomarlo de nuevo de las manos. - Está bien, ya... ¡mala idea! - Sonreí soltando una pequeña carcajada, lo llevé directo a la barandilla de nuevo. - Comencemos de cero... - Sonreí mientras le daba unas palmadas en el hombro.

Tomas sintió que su corazón se había parado desde que Helio lo había soltado en mitad del cielo y, aunque lo había devuelto a la barandilla, todavía tenía esa oscura sensación de que iba a volver a caerse.
-Pero... p-pero... -estaba tan asustado y enfurecido al mismo tiempo que casi no le salía la voz- ¿pero qué estabas haciendo? ¡¿Esperas que aprenda a volar en cinco minutos?! ¡No soy un niño prodigio, llevo sin volar la mitad de mi vida, no...! ¡N-no vuelvas a soltarme así, Helio! ¡Casi me...matas!

Arqueé una ceja. - Tomas... escuchame bien: No dejaré que te pase nada. - Dije mientras agachaba un poco la mirada para verlo a los ojos. - No dejaré que te hagan daño, eso me incluye. ¡No te iba a dejar terminar en el suelo! Tranquilo. - Sonreí mientras acariciaba su cabello. - No ibas a morir... no esperaba que aprendieras en cinco minutos... y no volveré a soltarte a más de un metro de altura... te lo prometo. - Dije mientras me bajaba de la barandilla y le estiraba la mano al muchacho. - Ahora, comencemos de nuevo. Mueve las alas. - Sonreí, esto era como un calentamiento previo.

Una parte dentro de Tomas le impedía confiar en aquellas palabras después de que Helio le hubiese dado semejante susto. Parecía decir aquello bastante convencido, pero... tampoco hubiese esperado que lo soltase en mitad de la nada para ver si "volaba"
Así que, antes de cumplir su orden, se aseguró de bajar, también, de la barandilla, y poder sujetarse bien en tierra firme. Comenzó a menear sus alas de arriba abajo pero, esa vez, percibiendo una mayor fuerza y coordinación en cada movimiento. Aquello le alivió un poco. Si al menos aquella brusca subida de adrenalina servía para algo...

- Bien... - Me rasqué la nuca mientras veía como el muchacho movía las alas. - Ahora... aletea. - Sonreí mientras aleteaba un poco. - Intenta elevarte, primeramente, unos 5 centímetros.