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Buscando distracciones (priv.)
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Buscando distracciones (priv.)
- Quién me mandaba a mí invocar a un familiar...
Tomas llevaba refunfuñando prácticamente desde que había salido de la academia, con su pequeño familiar, un pequeño flamenquito llamado Icare, sentado en su hombro y mirándolo con cara de no estar comprendiendo nada. Cada vez que veía esa expresión en el animalito, Tomas gruñía más y apartaba la mirada, porque como mínimo su familiar podría entenderlo. ¿O no?
Lo cierto era que en esos últimos días estaba prácticamente siempre de mal humor, y, cuando no, deprimido. Estaba cansado de sentirse así y quería animarse un poco, pero... por algún motivo siempre notaba que le faltaba algo, y era incapaz de distraerse con algo. A pesar de que había conocido a su hermana hacía poco tiempo, ya no se metía en tantos problemas y todavía tenía gente a su lado que lo animaba... aun así, a Tomas le seguía faltando algo.
Y lo peor era que sabía lo que era.
Cuando llegó al lago (después de haber gruñido todo lo posible y más, mientras Icare lo ignoraba, como desde un principio), Tomas se sentó lo más alejado que pudo de la orilla y buscó una zona no muy profunda para dejar a su familiar.
- Venga, pato, da las vueltas que quieras que nos vamos -le espetó, casi al mismo dejarlo allí, viendo como el animalito nadaba y chapoteaba completamente feliz, sumergiendo la cabeza en el agua poco después para comer un poco. ¿Cómo podía tener un familiar tan distinto a él? Y eso que todavía no era de color rosa...
Sin darle más vueltas a aquello, Tomas sacó de su bolsillo una pequeña bolsita y, tras suspirar levemente, la abrió. A veces se preguntaba por qué todas las mañanas sin ninguna excepción tenía que comerse esas galletas, esas galletas que llegaban misteriosamente a su habitación cuando él no se enteraba. Quizá le empezaban a gustar los dulces. O quizá esas galletas no eran como las demás.
O quizá le traían demasiados recuerdos de los que Tomas no quería desprenderse todavía.
Masticó una galleta mientras se dedicaba a mirar a su familiar, y a distraerse completamente de todo.
Tomas llevaba refunfuñando prácticamente desde que había salido de la academia, con su pequeño familiar, un pequeño flamenquito llamado Icare, sentado en su hombro y mirándolo con cara de no estar comprendiendo nada. Cada vez que veía esa expresión en el animalito, Tomas gruñía más y apartaba la mirada, porque como mínimo su familiar podría entenderlo. ¿O no?
Lo cierto era que en esos últimos días estaba prácticamente siempre de mal humor, y, cuando no, deprimido. Estaba cansado de sentirse así y quería animarse un poco, pero... por algún motivo siempre notaba que le faltaba algo, y era incapaz de distraerse con algo. A pesar de que había conocido a su hermana hacía poco tiempo, ya no se metía en tantos problemas y todavía tenía gente a su lado que lo animaba... aun así, a Tomas le seguía faltando algo.
Y lo peor era que sabía lo que era.
Cuando llegó al lago (después de haber gruñido todo lo posible y más, mientras Icare lo ignoraba, como desde un principio), Tomas se sentó lo más alejado que pudo de la orilla y buscó una zona no muy profunda para dejar a su familiar.
- Venga, pato, da las vueltas que quieras que nos vamos -le espetó, casi al mismo dejarlo allí, viendo como el animalito nadaba y chapoteaba completamente feliz, sumergiendo la cabeza en el agua poco después para comer un poco. ¿Cómo podía tener un familiar tan distinto a él? Y eso que todavía no era de color rosa...
Sin darle más vueltas a aquello, Tomas sacó de su bolsillo una pequeña bolsita y, tras suspirar levemente, la abrió. A veces se preguntaba por qué todas las mañanas sin ninguna excepción tenía que comerse esas galletas, esas galletas que llegaban misteriosamente a su habitación cuando él no se enteraba. Quizá le empezaban a gustar los dulces. O quizá esas galletas no eran como las demás.
O quizá le traían demasiados recuerdos de los que Tomas no quería desprenderse todavía.
Masticó una galleta mientras se dedicaba a mirar a su familiar, y a distraerse completamente de todo.
Tomas- Mensajes : 773
Fecha de nacimiento : 20/06/1993
Fecha de inscripción : 23/01/2011
Edad : 31
Humor : Puedo forzarlo
Re: Buscando distracciones (priv.)
Nerine se sentía muchísimo mejor desde que había vuelto de Maine.
Sin que ella hubiese llegado ni siquiera a darse cuenta de hasta qué punto estar allí, en la academia, la estaba consumiendo, la profesora Aiwe la había sacado y la había obligado a sacar fuera todo lo que la estaba oprimiendo. Desde que lo había dejado con Tomas y L, Nerine había estado callada y meditabunda, con los ojos tristes y vacíos, arrastrándose por la academia como un alma en pena y sin armar el escándalo que armaba normalmente. Ahora que, de algún modo, se había librado de la carga que le oprimía el corazón (porque cualquier chica afrontaba mejor una ruptura con el armario lleno de ropa nueva, bonita y cara), le resultaba mucho más sencillo ver la situación con perspectiva, y ahora cada vez se parecía más a la Nerine de siempre. Una Nerine más adulta, algo más madura y menos inocente… Pero una chica normal, al fin y al cabo.
Con algunos pensamientos incoherentes dando vueltas por su cabeza, la muchacha vagabundeó por los terrenos de la academia y terminó en el lago, sin nada mejor que hacer. Con una sonrisa y dirigiendo una mirada al cielo despejado, Nerine juzgó que hacía suficiente buen tiempo como para remojarse los pies, así que se quitó los zapatos y se metió en el agua, y entonces un pequeño patito se acercó nadando a ella y, cuando la niña se fijó en él, este ya había gaznado.
- ¡Icare! – gritó, sonriente al reconocer al flamenquito (que no pato) nadar hacia ella. Nerine abrió los brazos y esperó a que el familiar saltara hacia ellos, importándole poco o nada que estuviera mojado, para acariciarle un poco -. Te echaba de menos, bonito – le dijo con voz aguda, como si hablase con un bebé -. ¿Qué haces aquí? ¿Estás so…??
Al levantar la cabeza y dirigirla hacia el tramo de orilla desde donde creía que Icare se había acercado, Nerine calló, porque se dio cuenta de que, evidentemente, el diminuto familiar no había venido solo, sino que estaba con su amo, quién lo esperaba sentado bajo un árbol y estaba…
A la niña casi le dio un vuelco el corazón al darse cuenta de que Tomas estaba allí, tranquilamente, sentado y comiéndose las galletas que ella misma había preparado la tarde anterior y que, como siempre, había dejado en la habitación del muchacho a escondidas.
Nerine pensaba, quizá irracionalmente, que dejando aquellas galletas estaba, de algún modo, pidiéndole perdón por todo el daño que le había hecho (por haberlo conocido, por haber hecho que se enamorase de ella, por haberlo hecho sufrir a su lado y, finalmente, por haberlo dejado hacía ya un par de larguísimas semanas). Lo que no había esperado, de ninguna manera, era que Tomas conservase esas galletas en lugar de tirarlas y, lo que parecía todavía más increíble, que se las estuviera comiendo, cuando la niña recordaba con absoluta claridad el rechazo que sentía por casi todo lo dulce.
Apretó un poquito a Icare entre sus brazos y dudó sobre lo qué tenía que hacer. No había hablado con él desde aquella fatídica tarde en el camino de cerezos, porque tanto Tomas como ella se habían estado esquivando (daba igual que Nerine se colase en su habitación para dejarle galletas, o que hubiese soñado que él la salvaba la tarde que Katya la había mordido, porque en realidad, en el fondo, se evitaban y Tomas no quería verla), y estaba segura que, lo que menos deseaba él ahora, era verla allí, con su familiar felizmente acomodado entre sus brazos…
No, iba a dejar a Icare en el agua y se volvería por donde había venido, antes de que Tomas levantase la cabeza y mirase en su dirección…
…Como acababa de hacer en ese instante.
Ups.
Sin que ella hubiese llegado ni siquiera a darse cuenta de hasta qué punto estar allí, en la academia, la estaba consumiendo, la profesora Aiwe la había sacado y la había obligado a sacar fuera todo lo que la estaba oprimiendo. Desde que lo había dejado con Tomas y L, Nerine había estado callada y meditabunda, con los ojos tristes y vacíos, arrastrándose por la academia como un alma en pena y sin armar el escándalo que armaba normalmente. Ahora que, de algún modo, se había librado de la carga que le oprimía el corazón (porque cualquier chica afrontaba mejor una ruptura con el armario lleno de ropa nueva, bonita y cara), le resultaba mucho más sencillo ver la situación con perspectiva, y ahora cada vez se parecía más a la Nerine de siempre. Una Nerine más adulta, algo más madura y menos inocente… Pero una chica normal, al fin y al cabo.
Con algunos pensamientos incoherentes dando vueltas por su cabeza, la muchacha vagabundeó por los terrenos de la academia y terminó en el lago, sin nada mejor que hacer. Con una sonrisa y dirigiendo una mirada al cielo despejado, Nerine juzgó que hacía suficiente buen tiempo como para remojarse los pies, así que se quitó los zapatos y se metió en el agua, y entonces un pequeño patito se acercó nadando a ella y, cuando la niña se fijó en él, este ya había gaznado.
- ¡Icare! – gritó, sonriente al reconocer al flamenquito (que no pato) nadar hacia ella. Nerine abrió los brazos y esperó a que el familiar saltara hacia ellos, importándole poco o nada que estuviera mojado, para acariciarle un poco -. Te echaba de menos, bonito – le dijo con voz aguda, como si hablase con un bebé -. ¿Qué haces aquí? ¿Estás so…??
Al levantar la cabeza y dirigirla hacia el tramo de orilla desde donde creía que Icare se había acercado, Nerine calló, porque se dio cuenta de que, evidentemente, el diminuto familiar no había venido solo, sino que estaba con su amo, quién lo esperaba sentado bajo un árbol y estaba…
A la niña casi le dio un vuelco el corazón al darse cuenta de que Tomas estaba allí, tranquilamente, sentado y comiéndose las galletas que ella misma había preparado la tarde anterior y que, como siempre, había dejado en la habitación del muchacho a escondidas.
Nerine pensaba, quizá irracionalmente, que dejando aquellas galletas estaba, de algún modo, pidiéndole perdón por todo el daño que le había hecho (por haberlo conocido, por haber hecho que se enamorase de ella, por haberlo hecho sufrir a su lado y, finalmente, por haberlo dejado hacía ya un par de larguísimas semanas). Lo que no había esperado, de ninguna manera, era que Tomas conservase esas galletas en lugar de tirarlas y, lo que parecía todavía más increíble, que se las estuviera comiendo, cuando la niña recordaba con absoluta claridad el rechazo que sentía por casi todo lo dulce.
Apretó un poquito a Icare entre sus brazos y dudó sobre lo qué tenía que hacer. No había hablado con él desde aquella fatídica tarde en el camino de cerezos, porque tanto Tomas como ella se habían estado esquivando (daba igual que Nerine se colase en su habitación para dejarle galletas, o que hubiese soñado que él la salvaba la tarde que Katya la había mordido, porque en realidad, en el fondo, se evitaban y Tomas no quería verla), y estaba segura que, lo que menos deseaba él ahora, era verla allí, con su familiar felizmente acomodado entre sus brazos…
No, iba a dejar a Icare en el agua y se volvería por donde había venido, antes de que Tomas levantase la cabeza y mirase en su dirección…
…Como acababa de hacer en ese instante.
Ups.
Nerine- Mensajes : 739
Fecha de inscripción : 19/01/2011
Re: Buscando distracciones (priv.)
Tomas arqueó ligeramente una de sus cejas, y tuvo que parpadear un par de veces antes de corroborar que de veras estaba viendo a esa chica, concretamente, a Nerine, delante de él y con Icare en brazos, picoteándole inocentemente alguno de sus mechones de pelo y frotando su cabeza contra su cara. Por un momento, a Tomas se le ocurrió pensar que sería… un espejismo. Claro, porque él se estaba comiendo sus galletas, porque eso despertaba sus ganas de ver a Nerine, y porque… joder, aunque ella ya no quisiera saber nada más de él o lo hubiese olvidado… la echaba tanto de menos… El destino sólo le podía estar jugando una mala pasada para imaginársela delante de él, y…
“Hay que ser idiota” se dijo, después de parpadear por quinta vez y darse cuenta de que lo que él creía una ilusión no se iba por mucho que parpadease, y, lo que era más importante, dándose cuenta de que pensar que todo aquello lo estaba imaginando era completamente absurdo.
Se puso en pie, algo distraído y, por lo tanto, torpe, guardando las galletas en su bolsillo y extendiendo una mano hacia Icare, cuando se acercó lo suficiente como para que el flamenquito pudiera saltar e irse con él. Entonces, reparó en que ni siquiera había mirado a Nerine desde que se había acercado, y tomó aire intentando dedicarle algunas palabras que, a ser posible, no sonasen demasiado frías.
- ¿Querías algo?
Por supuesto, no lo logró.
Mantuvo la mano extendida mientras se sumergía en sus pensamientos. La última vez que había visto a Nerine había sido en el bosque negro, hacía ya bastante tiempo, donde la había encontrado en unas condiciones que no le apetecía ni recordar. Por un momento, Tomas se preguntó por qué narices no habría ido antes a verla (aunque ella no lo hubiera visto a él) para comprobar cómo estaba; a él también le había mordido Katya y sabía lo doloroso que era. Sin embargo, en ese momento el muchacho casi podía corroborar que Nerine estaba perfectamente; mientras no se había percatado de que él la observaba se había mantenido sonriente, parecía estar en plena forma de nuevo y, además, aunque no sabía dónde, se había enterado de que ese último fin de semana lo había pasado fuera de la academia.
Sin ninguna duda, Nerine estaba llevando esa ruptura mucho, muchísimo mejor que él.
Gruñó por lo bajo y, tratando de salir de sus pensamientos, agitó un poco la mano que tenía delante de su familiar, viendo que éste no le hacía el menor caso.
- Pato, ven aqu… ¡au!
Aparentemente agobiado, Icare le había picado un dedo (y no de forma cariñosa precisamente), saltando de los brazos de Nerine y volviendo al agua del lago como si nada. Tomas quiso gritarle algo o volverle a pedir que viniese allí, pero sus ojos se pararon de nuevo en Nerine y no fue capaz de decir nada.
Sólo se sujetó el dedo y esperó a que la niña respondiese, o a que simplemente hiciese algo.
“Hay que ser idiota” se dijo, después de parpadear por quinta vez y darse cuenta de que lo que él creía una ilusión no se iba por mucho que parpadease, y, lo que era más importante, dándose cuenta de que pensar que todo aquello lo estaba imaginando era completamente absurdo.
Se puso en pie, algo distraído y, por lo tanto, torpe, guardando las galletas en su bolsillo y extendiendo una mano hacia Icare, cuando se acercó lo suficiente como para que el flamenquito pudiera saltar e irse con él. Entonces, reparó en que ni siquiera había mirado a Nerine desde que se había acercado, y tomó aire intentando dedicarle algunas palabras que, a ser posible, no sonasen demasiado frías.
- ¿Querías algo?
Por supuesto, no lo logró.
Mantuvo la mano extendida mientras se sumergía en sus pensamientos. La última vez que había visto a Nerine había sido en el bosque negro, hacía ya bastante tiempo, donde la había encontrado en unas condiciones que no le apetecía ni recordar. Por un momento, Tomas se preguntó por qué narices no habría ido antes a verla (aunque ella no lo hubiera visto a él) para comprobar cómo estaba; a él también le había mordido Katya y sabía lo doloroso que era. Sin embargo, en ese momento el muchacho casi podía corroborar que Nerine estaba perfectamente; mientras no se había percatado de que él la observaba se había mantenido sonriente, parecía estar en plena forma de nuevo y, además, aunque no sabía dónde, se había enterado de que ese último fin de semana lo había pasado fuera de la academia.
Sin ninguna duda, Nerine estaba llevando esa ruptura mucho, muchísimo mejor que él.
Gruñó por lo bajo y, tratando de salir de sus pensamientos, agitó un poco la mano que tenía delante de su familiar, viendo que éste no le hacía el menor caso.
- Pato, ven aqu… ¡au!
Aparentemente agobiado, Icare le había picado un dedo (y no de forma cariñosa precisamente), saltando de los brazos de Nerine y volviendo al agua del lago como si nada. Tomas quiso gritarle algo o volverle a pedir que viniese allí, pero sus ojos se pararon de nuevo en Nerine y no fue capaz de decir nada.
Sólo se sujetó el dedo y esperó a que la niña respondiese, o a que simplemente hiciese algo.
Tomas- Mensajes : 773
Fecha de nacimiento : 20/06/1993
Fecha de inscripción : 23/01/2011
Edad : 31
Humor : Puedo forzarlo
Re: Buscando distracciones (priv.)
Nerine tragó saliva cuando vio a Tomas levantarse y acercarse a ella con aquella expresión seria y dolida en el rostro (una expresión diferente a la que lucía segundos antes de verla, cuando solamente parecía dolido) y, inconscientemente, apretó un poquito más a Icare contra su pecho, quién le picoteó el cabello con cierto cariño, para calmarla.
- ¿Querías algo? - preguntó el muchacho con frialdad, al llegar hasta dónde estaba ella, sorprendiéndola, porque Nerine no recordaba exactamente ese tono de voz en el muchacho, ni tampoco esa indfiferencia. Aunque, claro, quizá era simplemente porque a ella nunca le había hablado en ese tono. Y, de todos modos, Nerine se alegraba de escuchar su voz.
Reprimiéndose inmediatamente después por ello, la niña pensó también que ese cabello corto le quedaba muy bien. No era el momento ni la persona adecuada a la que admirar por su belleza.
- ¿Estaban ricas? - preguntó, con un hilo de voz, segundos después de que Icare picotease la mano de Tomas y saltase de nuevo al agua, hinchado como un pavo. Nerine sonrió levemente y le agradeció el gesto, porque así, de algun modo, sabía que Tomas no se iría aunque ella se quedase allí por el momento -. Las galletas, quiero decir - señaló, hurgando en su bolsillo para sacar un pañuelo -. He visto que te las estabas comiento. Y toma - le tendió el pañuelito con cautela, sonriendo muy levemente, por pura cortesía -. Te sale sangre del dedo.
- ¿Querías algo? - preguntó el muchacho con frialdad, al llegar hasta dónde estaba ella, sorprendiéndola, porque Nerine no recordaba exactamente ese tono de voz en el muchacho, ni tampoco esa indfiferencia. Aunque, claro, quizá era simplemente porque a ella nunca le había hablado en ese tono. Y, de todos modos, Nerine se alegraba de escuchar su voz.
Reprimiéndose inmediatamente después por ello, la niña pensó también que ese cabello corto le quedaba muy bien. No era el momento ni la persona adecuada a la que admirar por su belleza.
- ¿Estaban ricas? - preguntó, con un hilo de voz, segundos después de que Icare picotease la mano de Tomas y saltase de nuevo al agua, hinchado como un pavo. Nerine sonrió levemente y le agradeció el gesto, porque así, de algun modo, sabía que Tomas no se iría aunque ella se quedase allí por el momento -. Las galletas, quiero decir - señaló, hurgando en su bolsillo para sacar un pañuelo -. He visto que te las estabas comiento. Y toma - le tendió el pañuelito con cautela, sonriendo muy levemente, por pura cortesía -. Te sale sangre del dedo.
Nerine- Mensajes : 739
Fecha de inscripción : 19/01/2011
Re: Buscando distracciones (priv.)
A Tomas le fue inevitable quedarse algo pasmado cuando escuchó a Nerine preguntarle por sus galletas y hablándole con esa soltura, como si allí no hubiese pasado nada, como si no llevasen tanto tiempo evitándose y sin dirigirse la palabra. Tomó el pañuelo distraídamente, sin retirar su mirada de ella y empezando a notarse algo molesto, porque… en verdad, tampoco comprendía muy bien por qué.
Mantuvo el pañuelo apretando su dedo y, con la excusa de mirar la pequeña herida, bajó un poco la cabeza.
- No están mal. Ya sabes que el dulce no es lo mío –le recriminó, como si de alguna manera Nerine lo hubiese obligado a comerlas, cuando él lo hacía porque quería, porque era una forma de sentir que la niña no se había marchado de su vida del todo. Se tragó como buenamente pudo un suspiro, y se atrevió a proseguir, mirándola sin demasiada atención- ¿Por qué me las dejas? Porque… sé que eres tú.
No supo muy bien cual fue el motivo para pronunciar esa pregunta; quizá era que, por mucho que su expresión fría y distante dijese lo contrario, no quería que Nerine se marchase y por ello había decidido entretenerla con cualquier interrogante que se le cruzase por la cabeza. Al fin y al cabo, él tenía ganas de verla.
¿Por qué le costaba tanto reconocerlo?
Mantuvo el pañuelo apretando su dedo y, con la excusa de mirar la pequeña herida, bajó un poco la cabeza.
- No están mal. Ya sabes que el dulce no es lo mío –le recriminó, como si de alguna manera Nerine lo hubiese obligado a comerlas, cuando él lo hacía porque quería, porque era una forma de sentir que la niña no se había marchado de su vida del todo. Se tragó como buenamente pudo un suspiro, y se atrevió a proseguir, mirándola sin demasiada atención- ¿Por qué me las dejas? Porque… sé que eres tú.
No supo muy bien cual fue el motivo para pronunciar esa pregunta; quizá era que, por mucho que su expresión fría y distante dijese lo contrario, no quería que Nerine se marchase y por ello había decidido entretenerla con cualquier interrogante que se le cruzase por la cabeza. Al fin y al cabo, él tenía ganas de verla.
¿Por qué le costaba tanto reconocerlo?
Tomas- Mensajes : 773
Fecha de nacimiento : 20/06/1993
Fecha de inscripción : 23/01/2011
Edad : 31
Humor : Puedo forzarlo
Re: Buscando distracciones (priv.)
Nerine bajó un poco la cabeza cuando Tomas la miró, justo cuando este levantó la mirada de nuevo y habló, porque se vio incapaz de aguantarle los ojos del mismo modo que él parecía incapaz de aguantarle la mirada a ella. La niña suponía que eso pasaba porque se habían hecho mucho daño el uno al otro (bueno, ella le había hecho daño a Tomas, y hacerle daño a él, le había hecho daño a ella también, porque ella era la culpable de todo y eso no le gustaba), y cuando algo duele, es mejor dejarlo estar.
- ¿Por qué me las dejas? - preguntó el muchacho, refiriéndose a las dichosas galletas por las que ella acababa de preguntar. Luego añadió, con voz algo trémula y un poco lleno de reproche -. Porque… sé que eres tú.
Nerine meditó. Su intención al dejarle, al dejar a Tomas justo después de hacer lo propio con L, había sido matar todas sus esperanzas, dejarle claro que no podían estar juntos, hacerle creer, aunque fuera mentira, que ya no le quería ni quería saber nada de él. Nerine sabía que aquello le haría daño pero había presupuesto que era lo mejor, lo mejor para ambos, lo mejor para él, y había querido mantenerse firme...
Sin embargo, allí estaba ella, colándose en la habitación de Tomas sin falta, al menos una vez por semana, para dejarle galletas, porque pese a todo (pese a lo que había dicho, a lo que había hecho y a todo lo que se merecía)... Nerine no quería que él la olvidase.
- Son... - murmuró, cabizbaja y con un hilito de voz -. Son una manera de pedir perdón, por... Todo lo que te he hecho - una pesada losa le oprimió un poco lo que quedaba de su corazón, que desde hacía semanas estaba roto aunque hubiesen intentado remendarlo varias veces, y tragó saliva para pronunciar unas palabras que, en realidad, en cierto modo, no quería decir -. Si... No quieres... Dejaré de llevartelas...
Y, con ello, iba a dejarle del todo en paz.
Como debería haber sido desde un comienzo, quizá.
- ¿Por qué me las dejas? - preguntó el muchacho, refiriéndose a las dichosas galletas por las que ella acababa de preguntar. Luego añadió, con voz algo trémula y un poco lleno de reproche -. Porque… sé que eres tú.
Nerine meditó. Su intención al dejarle, al dejar a Tomas justo después de hacer lo propio con L, había sido matar todas sus esperanzas, dejarle claro que no podían estar juntos, hacerle creer, aunque fuera mentira, que ya no le quería ni quería saber nada de él. Nerine sabía que aquello le haría daño pero había presupuesto que era lo mejor, lo mejor para ambos, lo mejor para él, y había querido mantenerse firme...
Sin embargo, allí estaba ella, colándose en la habitación de Tomas sin falta, al menos una vez por semana, para dejarle galletas, porque pese a todo (pese a lo que había dicho, a lo que había hecho y a todo lo que se merecía)... Nerine no quería que él la olvidase.
- Son... - murmuró, cabizbaja y con un hilito de voz -. Son una manera de pedir perdón, por... Todo lo que te he hecho - una pesada losa le oprimió un poco lo que quedaba de su corazón, que desde hacía semanas estaba roto aunque hubiesen intentado remendarlo varias veces, y tragó saliva para pronunciar unas palabras que, en realidad, en cierto modo, no quería decir -. Si... No quieres... Dejaré de llevartelas...
Y, con ello, iba a dejarle del todo en paz.
Como debería haber sido desde un comienzo, quizá.
Nerine- Mensajes : 739
Fecha de inscripción : 19/01/2011
Re: Buscando distracciones (priv.)
Cuando Nerine mantuvo la mirada agachada y su voz se sostuvo en un hilo de voz, Tomas sintió que se veía obligado a bajar la mirada también, y a mantenerse entretenido toqueteándose las manos, sabiendo que definitivamente había metido la pata con su pregunta.
- Son una manera de pedir perdón, por... Todo lo que te he hecho
¿Todo lo que le había hecho? ¿Y qué le había hecho? Nerine le había hecho daño, mucho daño, cuando había roto con él, pero… Tomas consideraba que eso solo era algo que debía ocurrir. Nadie podía amar a dos personas al mismo tiempo. Tenía claro que Nerine debía elegir, y… por lo visto, en esa elección no estaba él. Suspiró un poco por lo bajo, pensando que, pese a todo, esa niña no le había hecho nada malo, ni él podría nunca reprocharle nada. No podía obligarla a que lo quisiera, eso era tan imposible como ridículo…
- Si... No quieres... Dejaré de llevartelas...
… pero tampoco podía olvidarla porque si.
De alguna manera, no quería dejar de ser consciente de que Nerine todavía guardaba un recoveco para acordarse de él, de que visitaba su habitación cada semana para dejarle algo tan simple como unas galletas, pero unas galletas que, sin saber por qué, para él significaban algo.
Antes de poder siquiera saber que estaba haciendo, los labios de Tomas se abrieron solos y hablaron por su cuenta, al tiempo que levantaba la vista.
- No.
No sabía muy bien qué estaba negando exactamente; quizá se negaba a sí mismo todos sus pensamientos, todo lo que él estaba negado a pensar; tal vez se negase que eso estaba ocurriendo, porque él no quería que sucediese, porque no soportaba pasar más días lejos de ella… Pero seguramente el único significado que Nerine podría darle era el de que no quería que dejase de visitar su habitación. Que no quería que se alejase. Que no podía permitir que ella ya no se acordase de él nunca más.
Carraspeó, percatándose de lo desesperada que había sonado esa negación, ese “no” que se le había escapado sin querer y que le había hecho variar por un momento su voz… y su expresión.
- Quiero decir… -corrigió, inmediatamente, aunque sabía que ya no había nada que corregir- Tú no me has hecho nada. No me has hecho nada malo, Nerine.
Pensó que su nombre completo se atascaba entre sus labios, pero que era de la única forma que podía llamarla en ese instante.
Él ya no podía considerarse más su amigo. Ya no podía considerarse nada suyo.
- Son una manera de pedir perdón, por... Todo lo que te he hecho
¿Todo lo que le había hecho? ¿Y qué le había hecho? Nerine le había hecho daño, mucho daño, cuando había roto con él, pero… Tomas consideraba que eso solo era algo que debía ocurrir. Nadie podía amar a dos personas al mismo tiempo. Tenía claro que Nerine debía elegir, y… por lo visto, en esa elección no estaba él. Suspiró un poco por lo bajo, pensando que, pese a todo, esa niña no le había hecho nada malo, ni él podría nunca reprocharle nada. No podía obligarla a que lo quisiera, eso era tan imposible como ridículo…
- Si... No quieres... Dejaré de llevartelas...
… pero tampoco podía olvidarla porque si.
De alguna manera, no quería dejar de ser consciente de que Nerine todavía guardaba un recoveco para acordarse de él, de que visitaba su habitación cada semana para dejarle algo tan simple como unas galletas, pero unas galletas que, sin saber por qué, para él significaban algo.
Antes de poder siquiera saber que estaba haciendo, los labios de Tomas se abrieron solos y hablaron por su cuenta, al tiempo que levantaba la vista.
- No.
No sabía muy bien qué estaba negando exactamente; quizá se negaba a sí mismo todos sus pensamientos, todo lo que él estaba negado a pensar; tal vez se negase que eso estaba ocurriendo, porque él no quería que sucediese, porque no soportaba pasar más días lejos de ella… Pero seguramente el único significado que Nerine podría darle era el de que no quería que dejase de visitar su habitación. Que no quería que se alejase. Que no podía permitir que ella ya no se acordase de él nunca más.
Carraspeó, percatándose de lo desesperada que había sonado esa negación, ese “no” que se le había escapado sin querer y que le había hecho variar por un momento su voz… y su expresión.
- Quiero decir… -corrigió, inmediatamente, aunque sabía que ya no había nada que corregir- Tú no me has hecho nada. No me has hecho nada malo, Nerine.
Pensó que su nombre completo se atascaba entre sus labios, pero que era de la única forma que podía llamarla en ese instante.
Él ya no podía considerarse más su amigo. Ya no podía considerarse nada suyo.
Tomas- Mensajes : 773
Fecha de nacimiento : 20/06/1993
Fecha de inscripción : 23/01/2011
Edad : 31
Humor : Puedo forzarlo
Re: Buscando distracciones (priv.)
Cuando Tomas terminó de hablar (porque, durante el lapso de tiempo que había pasado entre que había pronunciado ese "No" rotundo que le había puesto la piel de gallina y el resto de la frase, Nerine no había dicho nada, ni siquiera se había movido), la niña bajó todavía más la mirada y la clavó en un punto indeterminado entre los pies de ambos. Un leve escozor en los ojos, provocado por un punzante sentimiento de culpabilidad que nacía directamente de su cabeza, le indicó que estaba a punto de ponerse a llorar, pero no pudo hacer más que tragarse ese impulso igual que se tragó las ganas de preguntar en qué momento había vuelto a ser, simplemente, Nerine.
- ¿Como estás? - preguntó, todavía sin mirarle, señalando un poco con la mano su dedo envuelto en el pañuelo rosado de la niña. Estaba buscando cambiar de tema radicalmente (porque claro que Tomas no tenía razón. Por supuesto que era culpa suya y por supuesto que le había hecho muchas cosas malas, como destrozarle el corazón) y por eso le había preguntado aquella tontería pese a saber que al muchacho, con sus manos surcadas de heridas, aquel pequeño cortecito seguramente ni siquiera le dolía. Lo preguntó también, en parte, refiriéndose a él, a él en general y no solo a su mano, porque Nerine quería saber como estaba él.
Porque no le había olvidado, porque todavía le quería muchísimo. Porque ahora que lo tenía delante por primera vez desde que había roto con él, se daba cuenta de que todavía sentía lo mismo que entonces.
Y que, probablemente, aquello no iba a cambiar.
- Te has cortado el pelo - hizo notar un poco ausente, todavía algo perdida en sus pensamientos, que a ella misma le sorprendían. Se angustió un poco porque el pecho se le encogió, ya que si estasba sintiendo eso en ese momento, mirando a Tomas, nada le aseguraba que no fuera a pasarle lo mismo cuando volviera a ver a L, y eso significaría que todo aquel paripé no había servido para nada -. Te queda... Raro.
- ¿Como estás? - preguntó, todavía sin mirarle, señalando un poco con la mano su dedo envuelto en el pañuelo rosado de la niña. Estaba buscando cambiar de tema radicalmente (porque claro que Tomas no tenía razón. Por supuesto que era culpa suya y por supuesto que le había hecho muchas cosas malas, como destrozarle el corazón) y por eso le había preguntado aquella tontería pese a saber que al muchacho, con sus manos surcadas de heridas, aquel pequeño cortecito seguramente ni siquiera le dolía. Lo preguntó también, en parte, refiriéndose a él, a él en general y no solo a su mano, porque Nerine quería saber como estaba él.
Porque no le había olvidado, porque todavía le quería muchísimo. Porque ahora que lo tenía delante por primera vez desde que había roto con él, se daba cuenta de que todavía sentía lo mismo que entonces.
Y que, probablemente, aquello no iba a cambiar.
- Te has cortado el pelo - hizo notar un poco ausente, todavía algo perdida en sus pensamientos, que a ella misma le sorprendían. Se angustió un poco porque el pecho se le encogió, ya que si estasba sintiendo eso en ese momento, mirando a Tomas, nada le aseguraba que no fuera a pasarle lo mismo cuando volviera a ver a L, y eso significaría que todo aquel paripé no había servido para nada -. Te queda... Raro.
Nerine- Mensajes : 739
Fecha de inscripción : 19/01/2011
Re: Buscando distracciones (priv.)
Con la mirada todavía perdida en el suelo, Tomas entreabrió los labios y estuvo a punto de asegurar que estaba bien (como aseguraba siempre que le hacían esa pregunta, estuviera bien o no) seguido de una leve sorpresa por escuchar a Nerine haciéndole tal pregunta, y lanzando, finalmente, la cuestión de vuelta. Pero no hizo ni pronunció nada cuando, al levantar ligeramente la vista con la boca medio abierta para hablar, encontró que Nerine señalaba su dedo. No supo exactamente por qué motivo, pero en ese instante tuvo que contenerse para no gruñirle que su dedo estaba perfectamente, que Icare le picaba así, si no todos los días, casi todos (por una cosa o por otra) y tenía otras cuantas heridas que le dolían más que esa.
Se retiró levemente el pañuelo y jugueteó con él, bajando la mirada y dejando por contestada la pregunta cuando, al dejar los ojos fijos en la pequeña heridita, se percató de que casi ni siquiera la veía.
Aun así, no pronunció nada.
- Te has cortado el pelo –escuchó murmurar a Nerine al cabo de un rato, quizá, cansada de esperar a que él dijese algo. Tomas levantó ligeramente la vista pero reparó en que la chica parecía algo distraída, como si pensase en otra cosa mientras hablaba- Te queda... Raro.
Se acarició sin prestar mucha atención la cabeza, como pensando en las palabras de Nerine, y luego se encogió un poco de hombros. En realidad, no terminaba de comprender por qué había hecho eso con su peinado; siempre había llevado su cabello largo y ahora que lo había dejado más corto (y que, para colmo, había sido él mismo quien había cogido unas tijeras y había empezado a dar cortes a diestro y siniestro) no podía evitar sentirse… extraño. Aunque quizá no era sólo por su pelo por lo que se sentía así. Demasiados cambios en tan poco tiempo.
Tragó un poco de saliva y bajó la mano que tenía en su cabeza, desviando la mirada.
- Así voy más cómodo –musitó, no supo muy bien por qué, ya que realmente su pelo largo nunca le había molestado para nada. Quizá era como si buscase justificar un poco lo que había hecho. Cuando, en esos días, la mitad de sus actos no tenían justificación ninguna.
Varió un poco la mirada, después, hacia Nerine, y por unos instantes deseó preguntarle si a ella se le iba a ocurrir hacer algo parecido con su peinado. A Tomas todavía le gustaba demasiado el pelo de Nerine, y… estaba convencido de que le seguiría gustando siempre. Metió las manos en los bolsillos e, inconscientemente, fue bajando la mirada por todo su cuerpo, terminando en sus piernas… y en esos pequeños puntitos rojos que todavía estaban allí, a la altura de su tobillo. No pudo evitar percibir un leve vuelco en su estómago, recordando ese día con Katya, lo horrible que había sido para él sentir que casi… la perdía. Otra vez.
Finalmente, sólo se vio obligado a preguntar:
- ¿Cómo estás… tú?
Olvidando que a él se le había olvidado contestar primero.
Se retiró levemente el pañuelo y jugueteó con él, bajando la mirada y dejando por contestada la pregunta cuando, al dejar los ojos fijos en la pequeña heridita, se percató de que casi ni siquiera la veía.
Aun así, no pronunció nada.
- Te has cortado el pelo –escuchó murmurar a Nerine al cabo de un rato, quizá, cansada de esperar a que él dijese algo. Tomas levantó ligeramente la vista pero reparó en que la chica parecía algo distraída, como si pensase en otra cosa mientras hablaba- Te queda... Raro.
Se acarició sin prestar mucha atención la cabeza, como pensando en las palabras de Nerine, y luego se encogió un poco de hombros. En realidad, no terminaba de comprender por qué había hecho eso con su peinado; siempre había llevado su cabello largo y ahora que lo había dejado más corto (y que, para colmo, había sido él mismo quien había cogido unas tijeras y había empezado a dar cortes a diestro y siniestro) no podía evitar sentirse… extraño. Aunque quizá no era sólo por su pelo por lo que se sentía así. Demasiados cambios en tan poco tiempo.
Tragó un poco de saliva y bajó la mano que tenía en su cabeza, desviando la mirada.
- Así voy más cómodo –musitó, no supo muy bien por qué, ya que realmente su pelo largo nunca le había molestado para nada. Quizá era como si buscase justificar un poco lo que había hecho. Cuando, en esos días, la mitad de sus actos no tenían justificación ninguna.
Varió un poco la mirada, después, hacia Nerine, y por unos instantes deseó preguntarle si a ella se le iba a ocurrir hacer algo parecido con su peinado. A Tomas todavía le gustaba demasiado el pelo de Nerine, y… estaba convencido de que le seguiría gustando siempre. Metió las manos en los bolsillos e, inconscientemente, fue bajando la mirada por todo su cuerpo, terminando en sus piernas… y en esos pequeños puntitos rojos que todavía estaban allí, a la altura de su tobillo. No pudo evitar percibir un leve vuelco en su estómago, recordando ese día con Katya, lo horrible que había sido para él sentir que casi… la perdía. Otra vez.
Finalmente, sólo se vio obligado a preguntar:
- ¿Cómo estás… tú?
Olvidando que a él se le había olvidado contestar primero.
Tomas- Mensajes : 773
Fecha de nacimiento : 20/06/1993
Fecha de inscripción : 23/01/2011
Edad : 31
Humor : Puedo forzarlo
Re: Buscando distracciones (priv.)
La parte racional de Nerine, la misma parte de su cerebro que, en su momento, le había hecho darse cuenta del error que cometía al tener el corazón partido en dos, la misma parte que la había hecho convencerse de que debía romper con ambos, la misma parte que le había dicho a Tomas de forma cruel que ya no quería estar con él... Esa misma parte de ella misma, en ese instante, la golpeó con fuerza y le gritó en su cabeza qué demonios estaba haciendo allí.
- Yo... - murmuró, distraída, mirando hacia el suelo y sin atreverse a mirar -. Yo estoy... - fue vagamente consciente de nuevo de que estaba delante de Tomas. De Tomas. El mimso Tomas que había sido su novio y que ya no lo era. El mismo Tomas al que se quería quitar de la cabeza aunque no pudiera hacerlo en realidad -. Estoy bien y... - tragó saliva y se reprochó a sí misma el estar allí. ¿Qué estaba haciendo? Eso no era lo que había planeado, ella tenía que alejarse de él, y tenía que olvidarse de él, y tenía que dejarle en paz tal y como le había prometido, porque... -. De todos modos, no sé qué te importa - terminó, con gravedad.
Levantó la cabeza, decidida, y clavó los ojos en Tomas mientras los entrecerraba, conviertiéndolos en una rendija fina y dorada. Recordó las palabras que se habían dicho el uno al otro la última vez que se habían visto, y se las repitió a si misma en su cabeza, recordándose por qué no quería estar allí.
- Creo recordar que dijiste que no importaba - le recriminó, tratando de sonar dolida aunque sabía que no tenía derecho a sentirse así, porque ella misma se lo había buscado y él solo le había dicho lo que quería escuchar -. Que no te importaba...
Entonces dio un paso hacia atrás y ladeó la cabeza para mirar hacia el lago y no verle a él. Se habría sentido demasiado mala persona.
- Yo... - murmuró, distraída, mirando hacia el suelo y sin atreverse a mirar -. Yo estoy... - fue vagamente consciente de nuevo de que estaba delante de Tomas. De Tomas. El mimso Tomas que había sido su novio y que ya no lo era. El mismo Tomas al que se quería quitar de la cabeza aunque no pudiera hacerlo en realidad -. Estoy bien y... - tragó saliva y se reprochó a sí misma el estar allí. ¿Qué estaba haciendo? Eso no era lo que había planeado, ella tenía que alejarse de él, y tenía que olvidarse de él, y tenía que dejarle en paz tal y como le había prometido, porque... -. De todos modos, no sé qué te importa - terminó, con gravedad.
Levantó la cabeza, decidida, y clavó los ojos en Tomas mientras los entrecerraba, conviertiéndolos en una rendija fina y dorada. Recordó las palabras que se habían dicho el uno al otro la última vez que se habían visto, y se las repitió a si misma en su cabeza, recordándose por qué no quería estar allí.
- Creo recordar que dijiste que no importaba - le recriminó, tratando de sonar dolida aunque sabía que no tenía derecho a sentirse así, porque ella misma se lo había buscado y él solo le había dicho lo que quería escuchar -. Que no te importaba...
Entonces dio un paso hacia atrás y ladeó la cabeza para mirar hacia el lago y no verle a él. Se habría sentido demasiado mala persona.
Nerine- Mensajes : 739
Fecha de inscripción : 19/01/2011
Re: Buscando distracciones (priv.)
Tomas mantuvo su mirada detenida en Nerine durante el tiempo que titubeó, que dejó su mirada puesta en el suelo, que murmuró seguramente sin prestarse atención que se encontraba bien. La escuchó atento, preguntándose por un momento qué serían esos pensamientos que la mantenían tan absorta y cabizbaja.
Cuando lo supo, prefirió que hubiese seguido guardándoselo.
En un momento dado, Nerine levantó decididamente la mirada y Tomas por algún motivo no pudo apartar la suya. Mantuvo los ojos entrecerrados y le espetó aquello mismo que él le había soltado a ella el día en que todo se había terminado. “Me da igual. Me das igual” Claro que recordaba a la perfección haber pronunciado esas palabras, con una voz fría y cortante que no parecía ser suya.
Y claro que ninguna de ellas la había pronunciado en serio.
¿Cómo le iba a dar igual? Por muy frío y serio que aparentara estar exteriormente, esa ruptura le había dejado el corazón descompuesto, todo lo que había ocurrido al mismo tiempo, todos los problemas que parecían haberse acumulado a la vez. Haber dejado atrás a Nerine no podía darle igual. Su propio dolor lo había llevado a pronunciar aquello, como si de alguna manera fuera a sentirse mejor, o así calmase levemente el peso que le oprimía el pecho y a veces no le dejaba ni respirar.
Pero ella eso no parecía haberlo tenido en cuenta. O habérselo planteado, siquiera.
Cuando Nerine dejó la mirada perdida por el lago, Tomas bajó ligeramente la cabeza aunque en ningún momento dejó de observarla. No podía odiarla; no podía simplemente detestarla o sacársela de la cabeza como tenía que haber hecho hacía ya unos días.
Sin embargo, podía perfectamente entender que, por lo visto, ella ya no quería tener nada que ver con él.
Tragó saliva y casi empezó a hablar antes de percatarse:
- Si, es verdad –reconoció, porque era verdad que había pronunciado eso, y porque era verdad que eso era lo que realmente debía haber sentido. Metió las manos en los bolsillos, y prosiguió, sin mirarla a ella directamente-. No es... no es asunto mío.
Después de murmurar aquello entre dientes, se propuso a sí mismo coger a Icare y largarse de allí. Pero, por algún motivo, a pesar de que solo estaba sufriendo más y de que aquella conversación seguramente no les llevaría a ninguna parte, prefirió quedarse allí un poco más.
Sólo un ratito más para poder estar cerca de Nerine, aunque, realmente, cada vez la sentía más lejos.
Cuando lo supo, prefirió que hubiese seguido guardándoselo.
En un momento dado, Nerine levantó decididamente la mirada y Tomas por algún motivo no pudo apartar la suya. Mantuvo los ojos entrecerrados y le espetó aquello mismo que él le había soltado a ella el día en que todo se había terminado. “Me da igual. Me das igual” Claro que recordaba a la perfección haber pronunciado esas palabras, con una voz fría y cortante que no parecía ser suya.
Y claro que ninguna de ellas la había pronunciado en serio.
¿Cómo le iba a dar igual? Por muy frío y serio que aparentara estar exteriormente, esa ruptura le había dejado el corazón descompuesto, todo lo que había ocurrido al mismo tiempo, todos los problemas que parecían haberse acumulado a la vez. Haber dejado atrás a Nerine no podía darle igual. Su propio dolor lo había llevado a pronunciar aquello, como si de alguna manera fuera a sentirse mejor, o así calmase levemente el peso que le oprimía el pecho y a veces no le dejaba ni respirar.
Pero ella eso no parecía haberlo tenido en cuenta. O habérselo planteado, siquiera.
Cuando Nerine dejó la mirada perdida por el lago, Tomas bajó ligeramente la cabeza aunque en ningún momento dejó de observarla. No podía odiarla; no podía simplemente detestarla o sacársela de la cabeza como tenía que haber hecho hacía ya unos días.
Sin embargo, podía perfectamente entender que, por lo visto, ella ya no quería tener nada que ver con él.
Tragó saliva y casi empezó a hablar antes de percatarse:
- Si, es verdad –reconoció, porque era verdad que había pronunciado eso, y porque era verdad que eso era lo que realmente debía haber sentido. Metió las manos en los bolsillos, y prosiguió, sin mirarla a ella directamente-. No es... no es asunto mío.
Después de murmurar aquello entre dientes, se propuso a sí mismo coger a Icare y largarse de allí. Pero, por algún motivo, a pesar de que solo estaba sufriendo más y de que aquella conversación seguramente no les llevaría a ninguna parte, prefirió quedarse allí un poco más.
Sólo un ratito más para poder estar cerca de Nerine, aunque, realmente, cada vez la sentía más lejos.
Tomas- Mensajes : 773
Fecha de nacimiento : 20/06/1993
Fecha de inscripción : 23/01/2011
Edad : 31
Humor : Puedo forzarlo
Re: Buscando distracciones (priv.)
Nerine se peguntó vagamente, también, por qué no se iba de allí. Quizá era porque sus palabras no acompañaban para nada a sus sentimientos en realidad, quizá era porque su mente no iba en la harmonía correcta con su cuerpo, o quizá era, solamente, que no se quería alejar de él y punto.
El caso era que se quedó alli, palplantada, con la mirada perdida en alguna parte de la superfície del agua, observando como Icare hundía la cabeza de vez en cuando en el agua (porque a él si podía mirarle fijamente con libertad y sin sentirse culpable, y mirar a su familiar era, quizá, una manera de observar a Tomas) y repasando mentalmente la conversación que habían tenido la tarde que habían roto y que ahora le parecía tan estúpida y tan corta que no entendía como habían podido dejarlo así.
"Te he hecho venir para arreglarlo", le había dicho entonces, acompañado de un "Quiero dejarte en paz."
Resopló, porque entonces... ¿Por qué no estaba cumpliendo con lo que había dicho? ¿Por qué seguía allí, molestando, aunque sabía que aquello era precisamente lo que debía hacer? Quizá, lo que le ocurría, era que sabía que sus palabras habían carecido de sentido real y entonces su corazón se negaba a aceptarlas. Y quizá, de algún modo, también esperaba que las palabras que Tomas había pronunciado después, fueran mentira también, aunque ahora se las estuviera recordando de forma cruel, solo para mantenerse firme en sus propias mentiras.
Suspiró y volvió a clavar la vista en él, aprovechando que no la estaba mirando (porque claro, Nerine no era capaz de aguantarle la mirada en ese momento). Se preguntó en qué momento Tomas había cambiado tanto, porque se lo veía más alto, más cambiado y más maduro, además de simplemente más dolido. Se sorprendió a sí misma, también, pensando que le gustaba ese cambio, y luego, ignorando completamente a su cabeza, que le gritaba que se había vuelto loca y la regañaba, estiró la mano hacia él y le acarició la mejilla.
- Lo siento mucho - murmuró. No supo exactamente por qué se disculpaba, si por lo que había ocurrido entre ellos, por haberlo dejado, por haberle hecho daño o, simplemente, porque quería disculparse por algo y sentirse así menos culpable. Alargó todo lo que pudo ese contacto, mirándole, tratando de decirle con los ojos lo que ni su cabeza, ni su corazón, ni su boca sabían decir, y tensó la mano levemente al separarla de su rostro.
Y luego se giró y echó a andar, porque... Allí, ya no hacía nada.
El caso era que se quedó alli, palplantada, con la mirada perdida en alguna parte de la superfície del agua, observando como Icare hundía la cabeza de vez en cuando en el agua (porque a él si podía mirarle fijamente con libertad y sin sentirse culpable, y mirar a su familiar era, quizá, una manera de observar a Tomas) y repasando mentalmente la conversación que habían tenido la tarde que habían roto y que ahora le parecía tan estúpida y tan corta que no entendía como habían podido dejarlo así.
"Te he hecho venir para arreglarlo", le había dicho entonces, acompañado de un "Quiero dejarte en paz."
Resopló, porque entonces... ¿Por qué no estaba cumpliendo con lo que había dicho? ¿Por qué seguía allí, molestando, aunque sabía que aquello era precisamente lo que debía hacer? Quizá, lo que le ocurría, era que sabía que sus palabras habían carecido de sentido real y entonces su corazón se negaba a aceptarlas. Y quizá, de algún modo, también esperaba que las palabras que Tomas había pronunciado después, fueran mentira también, aunque ahora se las estuviera recordando de forma cruel, solo para mantenerse firme en sus propias mentiras.
Suspiró y volvió a clavar la vista en él, aprovechando que no la estaba mirando (porque claro, Nerine no era capaz de aguantarle la mirada en ese momento). Se preguntó en qué momento Tomas había cambiado tanto, porque se lo veía más alto, más cambiado y más maduro, además de simplemente más dolido. Se sorprendió a sí misma, también, pensando que le gustaba ese cambio, y luego, ignorando completamente a su cabeza, que le gritaba que se había vuelto loca y la regañaba, estiró la mano hacia él y le acarició la mejilla.
- Lo siento mucho - murmuró. No supo exactamente por qué se disculpaba, si por lo que había ocurrido entre ellos, por haberlo dejado, por haberle hecho daño o, simplemente, porque quería disculparse por algo y sentirse así menos culpable. Alargó todo lo que pudo ese contacto, mirándole, tratando de decirle con los ojos lo que ni su cabeza, ni su corazón, ni su boca sabían decir, y tensó la mano levemente al separarla de su rostro.
Y luego se giró y echó a andar, porque... Allí, ya no hacía nada.
Nerine- Mensajes : 739
Fecha de inscripción : 19/01/2011
Re: Buscando distracciones (priv.)
Justo cuando empezaba a percibir que ya no podía estarse más tiempo mirando hacia el lago sin ver nada realmente, cuando sus manos comenzaron a toquetear todo lo que estaba a su paso (su colgante, el cuello de su camisa, las galletas que todavía llevaba en el bolsillo…) Cuando la intranquilidad de Tomas le hizo ahogar un leve gruñido, mientras con sus propios dedos se acariciaba la mandíbula… otros dedos más suaves, más cálidos… le acariciaron una mejilla.
Al principio, llegó a pensar que se lo imaginaba. Nerine no quería saber nada de él, ¿por qué lo acariciaba? Su mano se quedó allí, quieta, y cuando el chico desvió la mirada hacia ella, con lentitud, con toda la lentitud que le fue posible… sus dedos estuvieron a punto de rozar esa mano, esa mano que se había puesto sobre su mejilla y Tomas no quería dejar marchar.
- Lo siento mucho.
Entreabrió ligeramente los labios. “¿Qué sientes?” fue la pregunta que le cruzó la mente en ese momento. Y no solo para inquirir por qué se estaba disculpando. También quería saber qué era lo que sentía. Por qué le estaba tocando la mejilla. Por qué sus ojos dorados parecían estar pidiéndole que no creyese sus propias palabras, que no creyese que se iba a ir, que incluso ya se había ido, que lo había dejado y en su vida él ya no estaba.
Sin embargo, nada más rozar su mano, los ojos de Nerine escaparon de su campo de visión y la niña se dio la vuelta, alejándose de él, del lago, de su mejilla y de su mirada.
¿Por qué todo era tan complicado? Él… él estaba más confundido a cada momento. No comprendía por qué los ojos de Nerine parecían haber negado todas las palabras que había pronunciado anteriormente; parecían haberlo mirado con pena, casi con… dolor. No comprendía por qué parecía preocupada por él y después volvía a observarlo con frialdad. No comprendía nada. Nada de nada.
Tan solo se mantuvo así, acariciando su mejilla, hasta que el flamenquito salió del agua y correteó detrás de Nerine sin mucha prisa, como si tuviera que seguirla pero no estuviese muy seguro de querer hacerlo. Por ello, cuando Tomas se agachó a su lado y lo cogió suavemente no opuso ninguna resistencia, y se quedó mirándolo sin más.
El muchacho sólo suspiró.
- Yo tampoco la entiendo, Icare… -le habló, no supo muy bien por qué. Quizá sólo necesitase hablar con alguien, y su familiar fuese el único que sabía que no lo traicionaría. Volvió a tomar aire, para después incorporarse- Vámonos, anda…
Se colocó al animalito en el hombro, y empezó a andar sin dirigir ni una sola mirada atrás.
Al principio, llegó a pensar que se lo imaginaba. Nerine no quería saber nada de él, ¿por qué lo acariciaba? Su mano se quedó allí, quieta, y cuando el chico desvió la mirada hacia ella, con lentitud, con toda la lentitud que le fue posible… sus dedos estuvieron a punto de rozar esa mano, esa mano que se había puesto sobre su mejilla y Tomas no quería dejar marchar.
- Lo siento mucho.
Entreabrió ligeramente los labios. “¿Qué sientes?” fue la pregunta que le cruzó la mente en ese momento. Y no solo para inquirir por qué se estaba disculpando. También quería saber qué era lo que sentía. Por qué le estaba tocando la mejilla. Por qué sus ojos dorados parecían estar pidiéndole que no creyese sus propias palabras, que no creyese que se iba a ir, que incluso ya se había ido, que lo había dejado y en su vida él ya no estaba.
Sin embargo, nada más rozar su mano, los ojos de Nerine escaparon de su campo de visión y la niña se dio la vuelta, alejándose de él, del lago, de su mejilla y de su mirada.
¿Por qué todo era tan complicado? Él… él estaba más confundido a cada momento. No comprendía por qué los ojos de Nerine parecían haber negado todas las palabras que había pronunciado anteriormente; parecían haberlo mirado con pena, casi con… dolor. No comprendía por qué parecía preocupada por él y después volvía a observarlo con frialdad. No comprendía nada. Nada de nada.
Tan solo se mantuvo así, acariciando su mejilla, hasta que el flamenquito salió del agua y correteó detrás de Nerine sin mucha prisa, como si tuviera que seguirla pero no estuviese muy seguro de querer hacerlo. Por ello, cuando Tomas se agachó a su lado y lo cogió suavemente no opuso ninguna resistencia, y se quedó mirándolo sin más.
El muchacho sólo suspiró.
- Yo tampoco la entiendo, Icare… -le habló, no supo muy bien por qué. Quizá sólo necesitase hablar con alguien, y su familiar fuese el único que sabía que no lo traicionaría. Volvió a tomar aire, para después incorporarse- Vámonos, anda…
Se colocó al animalito en el hombro, y empezó a andar sin dirigir ni una sola mirada atrás.
Tomas- Mensajes : 773
Fecha de nacimiento : 20/06/1993
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