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Un favor pequeñito (priv.)
2 participantes
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Un favor pequeñito (priv.)
(Qué horror, me he rayado muchísimo, y he tardado tmb... En fin, para k tenga más sentido voy a poner que sea Tomas quien quiera pedirle ayuda a Neri... xD Para k lo sepas jeje!)
Si bien Tomas ya no sabía las horas que había pasado revoloteando alrededor de la Academia, algo lo había llevado a parar repentinamente allí, en el camino de los cerezos.
Desde que había dominado lo suficiente a sus alas para, por lo menos, ser capaz de mantenerse en el aire sin caer cada vez que buscase aterrizar, debía reconocer que les había sacado mucho, mucho provecho. Sin embargo, en ese momento volar era casi una necesidad. Gracias a esa profunda herida de su estómago que tanto tiempo tardaba en cicatrizar, andar le costaba un tremendo esfuerzo que sus alas inquebrantables le evitaban. Si quería salir de su habitación en algún momento para respirar el aire puro de los alrededores o, simplemente, hacer algo, tenía que ser volando. Y, por supuesto, se alegraba de poder salir de esa manera, al menos.
En cualquier caso, su aleteo flojo y casi automático se había detenido al ver a una niña caminando despreocupadamente por esa zona, con esa despreocupación que sólo podía caracterizarla a ella, con esos pasitos alegres que sólo eran de una persona.
Sonriendo (porque ver a Nerine siempre era razón suficiente para hacerlo sonreír), Tomas bajó un poco hasta ella, acercándose por su espalda y sin dejar de aletear cuando la chica se giró para observarlo. Estaba más cómodo en el aire.
- Hola... -la saludó, encogiendo un poco sus hombros. Sin alargar mucho esa pausa, prosiguió hablando, poco concentrado en las palabras que pronunciaba- Esto... bueno, estaba volando por aquí, y te he visto, y, por eso... yo... he bajado a... -sus titubeos parecían estar conduciéndolo hasta un callejón sin salida; cada vez más flojos e incomprensibles.
Mientras se rendía ante la perspectiva de poder concluir esa frase que había dejado incompleta (ni siquiera recordaba lo que pretendía añadir después), Tomas dejó su mirada fija en el cuerpo de Nerine prácticamente sin percatarse de ello. Parecía como si el vestido que llevaba puesto esa tarde se ajustase a todo su cuerpo, tal y como si estuviese hecho de manera especial para ella. Parecía como si no se hubiese fijado nunca en esas pequeñas curvas que dibujaba su cuerpo. En sus piernas delgadas. En su...
Ahogando un ligero carraspeo, Tomas dio por finalizados esos pensamientos, y bajó al suelo casi sin darse cuenta, como si también buscase que esos mismos pensamientos pisaran tierra y dejasen de volar.
- En fin... ¿qué hacías? -le preguntó, apoyándose sobre uno de esos cerezos y cruzando un poco sus brazos. En realidad, no sólo había bajado a saludar a Nerine para hacerle esa simple pregunta, ni siquiera para quedarse embobado en su figura como no se había quedado nunca desde que la conocía (todas esas sensaciones nuevas aun lo ponían un poco nervioso) Verdaderamente, él quería pedirle algo. Un favor pequeñito, o no tan pequeñito. Un favor al fin y al cabo.
Si bien Tomas ya no sabía las horas que había pasado revoloteando alrededor de la Academia, algo lo había llevado a parar repentinamente allí, en el camino de los cerezos.
Desde que había dominado lo suficiente a sus alas para, por lo menos, ser capaz de mantenerse en el aire sin caer cada vez que buscase aterrizar, debía reconocer que les había sacado mucho, mucho provecho. Sin embargo, en ese momento volar era casi una necesidad. Gracias a esa profunda herida de su estómago que tanto tiempo tardaba en cicatrizar, andar le costaba un tremendo esfuerzo que sus alas inquebrantables le evitaban. Si quería salir de su habitación en algún momento para respirar el aire puro de los alrededores o, simplemente, hacer algo, tenía que ser volando. Y, por supuesto, se alegraba de poder salir de esa manera, al menos.
En cualquier caso, su aleteo flojo y casi automático se había detenido al ver a una niña caminando despreocupadamente por esa zona, con esa despreocupación que sólo podía caracterizarla a ella, con esos pasitos alegres que sólo eran de una persona.
Sonriendo (porque ver a Nerine siempre era razón suficiente para hacerlo sonreír), Tomas bajó un poco hasta ella, acercándose por su espalda y sin dejar de aletear cuando la chica se giró para observarlo. Estaba más cómodo en el aire.
- Hola... -la saludó, encogiendo un poco sus hombros. Sin alargar mucho esa pausa, prosiguió hablando, poco concentrado en las palabras que pronunciaba- Esto... bueno, estaba volando por aquí, y te he visto, y, por eso... yo... he bajado a... -sus titubeos parecían estar conduciéndolo hasta un callejón sin salida; cada vez más flojos e incomprensibles.
Mientras se rendía ante la perspectiva de poder concluir esa frase que había dejado incompleta (ni siquiera recordaba lo que pretendía añadir después), Tomas dejó su mirada fija en el cuerpo de Nerine prácticamente sin percatarse de ello. Parecía como si el vestido que llevaba puesto esa tarde se ajustase a todo su cuerpo, tal y como si estuviese hecho de manera especial para ella. Parecía como si no se hubiese fijado nunca en esas pequeñas curvas que dibujaba su cuerpo. En sus piernas delgadas. En su...
Ahogando un ligero carraspeo, Tomas dio por finalizados esos pensamientos, y bajó al suelo casi sin darse cuenta, como si también buscase que esos mismos pensamientos pisaran tierra y dejasen de volar.
- En fin... ¿qué hacías? -le preguntó, apoyándose sobre uno de esos cerezos y cruzando un poco sus brazos. En realidad, no sólo había bajado a saludar a Nerine para hacerle esa simple pregunta, ni siquiera para quedarse embobado en su figura como no se había quedado nunca desde que la conocía (todas esas sensaciones nuevas aun lo ponían un poco nervioso) Verdaderamente, él quería pedirle algo. Un favor pequeñito, o no tan pequeñito. Un favor al fin y al cabo.
Tomas- Mensajes : 773
Fecha de nacimiento : 20/06/1993
Fecha de inscripción : 23/01/2011
Edad : 31
Humor : Puedo forzarlo
Re: Un favor pequeñito (priv.)
(Te quiero. ¡Mira que largo! XDDD)
Encontrar la campana de luz para la clase de Jardinería había resultado ser, al final, pan comido.
Nerine había salido esa mañana de su habitación sin pararse a pensar ni por un momento que era sábado y que, por lo tanto, lo mejor que podía hacer era quedarse en la cama durmiéndo cómodamente. Porque, vamos a ver, ella no era una persona que pudiera estarse quieta mucho rato después de despertarse, menos cuando allí fuera hacía tanto sol y ella tenía una flor por buscar (nada más y nada menos que una flor. Supuso que si hubiera tenido que buscar una piedra, le habría dado más pereza). Salió sin molestarse siquiera en echarse una chaqueta sobre el vestido (aunque en realidad tenía que reconocer que eso que llevaba puesto no era realmente un vestido. Era un pijama. Pero a ella le gustaba y a los demás les colaba, así que...) porque hacía sol y calor y se estaba maravillosamente al aire libre, y enseguida se había dirigido al camino de cerezos para buscar la campanilla para la clase del profesor Helio.
Sonriendo, divertida, la niña había encontrado un arbusto lleno de esas flores en menos de quince minutos. Era como si la hubieran estado llamando insistentemente, y ella solo había tenido que dejar que sus pasos la llevasen solos hasta allí. Recogió unas pocas flores con cariño (una para ella, otra para L -ya que dudaba que el vampiro fuese a hacer la tarea voluntariamente-, alguna más por si le hacía falta y unas pocas más que colocó entre su pelo y enrredó para que se quedaran sujetas).
Se volvió hacia el paseo principal del camino de cerezos y echó a andar de nuevo hacia la Academia, intercalando pequeños saltitos entre los pasos y canturreando una canción sin letra ni ritmo concreto. Entonces observó aparecer una sombra en el suelo, cerca de la de ella, y notó que el aire se agitaba a su espalda, y se giró a tiempo de ver como Tomas se paraba delante de ella y le regalaba una sonrisa.
- Hola... Esto... bueno, estaba volando por aquí, y te he visto, y, por eso... yo... he bajado a... - Nerine se quedó con las ganas de saber a qué había bajado Tomas, porque el muchacho se quedó callado y distraído y no reaccionó aunque Nerine agitó una mano hacia él y lanzó un "Hey Jude" que actuaba a modo de saludo.
El muchacho suspiró y apoyó los pies en el suelo, lanzando un fugaz jadeo de dolor que a la niña no le pasó desapercibido. Maldita herida.
- En fin... ¿qué hacías?
Nerine se acercó a él, que estaba apoyado sobre un árbol, y le lanzó una ligera sonrisa, asegurándose esta vez que él que la veía. Estiró una mano y colocó una de las flores para la clase sobre la oreja de Tomas, y luego sonrió un poquito más.
- Jardinería - respondió alegremente, mostrándole el ramo que llevaba después. Tal vez exagerado, quién sabe. Le había gustado el olor de esas flores...
Encontrar la campana de luz para la clase de Jardinería había resultado ser, al final, pan comido.
Nerine había salido esa mañana de su habitación sin pararse a pensar ni por un momento que era sábado y que, por lo tanto, lo mejor que podía hacer era quedarse en la cama durmiéndo cómodamente. Porque, vamos a ver, ella no era una persona que pudiera estarse quieta mucho rato después de despertarse, menos cuando allí fuera hacía tanto sol y ella tenía una flor por buscar (nada más y nada menos que una flor. Supuso que si hubiera tenido que buscar una piedra, le habría dado más pereza). Salió sin molestarse siquiera en echarse una chaqueta sobre el vestido (aunque en realidad tenía que reconocer que eso que llevaba puesto no era realmente un vestido. Era un pijama. Pero a ella le gustaba y a los demás les colaba, así que...) porque hacía sol y calor y se estaba maravillosamente al aire libre, y enseguida se había dirigido al camino de cerezos para buscar la campanilla para la clase del profesor Helio.
Sonriendo, divertida, la niña había encontrado un arbusto lleno de esas flores en menos de quince minutos. Era como si la hubieran estado llamando insistentemente, y ella solo había tenido que dejar que sus pasos la llevasen solos hasta allí. Recogió unas pocas flores con cariño (una para ella, otra para L -ya que dudaba que el vampiro fuese a hacer la tarea voluntariamente-, alguna más por si le hacía falta y unas pocas más que colocó entre su pelo y enrredó para que se quedaran sujetas).
Se volvió hacia el paseo principal del camino de cerezos y echó a andar de nuevo hacia la Academia, intercalando pequeños saltitos entre los pasos y canturreando una canción sin letra ni ritmo concreto. Entonces observó aparecer una sombra en el suelo, cerca de la de ella, y notó que el aire se agitaba a su espalda, y se giró a tiempo de ver como Tomas se paraba delante de ella y le regalaba una sonrisa.
- Hola... Esto... bueno, estaba volando por aquí, y te he visto, y, por eso... yo... he bajado a... - Nerine se quedó con las ganas de saber a qué había bajado Tomas, porque el muchacho se quedó callado y distraído y no reaccionó aunque Nerine agitó una mano hacia él y lanzó un "Hey Jude" que actuaba a modo de saludo.
El muchacho suspiró y apoyó los pies en el suelo, lanzando un fugaz jadeo de dolor que a la niña no le pasó desapercibido. Maldita herida.
- En fin... ¿qué hacías?
Nerine se acercó a él, que estaba apoyado sobre un árbol, y le lanzó una ligera sonrisa, asegurándose esta vez que él que la veía. Estiró una mano y colocó una de las flores para la clase sobre la oreja de Tomas, y luego sonrió un poquito más.
- Jardinería - respondió alegremente, mostrándole el ramo que llevaba después. Tal vez exagerado, quién sabe. Le había gustado el olor de esas flores...
Nerine- Mensajes : 739
Fecha de inscripción : 19/01/2011
Re: Un favor pequeñito (priv.)
(No me puede haber quedado bien porque esta tarde no he salido de la biblio y vengo muerta ;_; Pero me he empeñado en contestar y he contestao xD!)
(Me quieeres? Yo tmmb! (?) XD!)
Tomas no pudo evitar mostrar una ligera sorpresa cuando Nerine respondió a su interrogante acercándose a él. Y sonriéndole, segundos después. Y acercándole una mano con una florecita hasta el pelo, para dejarla enganchada ahí.
Pero su asombro se incrementó hasta el punto de dejarlo bloqueado por un momento, cuando la niña respondió tranquilamente, y no con algo parecido a "estoy cogiendo flores" o "dando una vuelta por aquí"
- Jardinería
Tomas se permitió meditar mientras cogía la flor que había dejado cariñosamente en su oreja y la analizaba con fijeza, ahogando una risita después. Nerine llevaba un ramo de flores que daba para hacer la clase de jardinería de media academia, pero verdaderamente, él no reía por eso. Reía porque él había bajado a hablar con ella precisamente por esa clase en especial.
- Jardinería... -murmuró, como si quisiera confirmarlo. Nerine asintió frenéticamente con la cabeza, mientras Tomas hacía girar a esa florecita entre sus dedos, preguntándose cuánto habría tardado la niña en encontrarla. A él le gustaban tan poco las flores... se había salvado en su primera clase, pero ni siquiera sabía cómo. Suspiró por lo bajo, ahogando una sonrisa nerviosa- Sí, yo también... Lo he intentado, quiero decir -se explicó, rascándose la cabeza- Tengo la impresión de que la flor que... tenemos que buscar nosotros... no existe.
No era que creyese eso con certeza, sino que, simplemente, le gustaba más consolarse con ello que determinar que era un inútil que no valía para buscar flores revoloteando por el pueblo.
Por eso mismo estaba allí. Porque necesitaba ayuda. Y la persona que mejor podía dársela estaba justo frente a él, sosteniendo un ramo enorme de flores y sonriendo tan alegremente como siempre.
(Me quieeres? Yo tmmb! (?) XD!)
Tomas no pudo evitar mostrar una ligera sorpresa cuando Nerine respondió a su interrogante acercándose a él. Y sonriéndole, segundos después. Y acercándole una mano con una florecita hasta el pelo, para dejarla enganchada ahí.
Pero su asombro se incrementó hasta el punto de dejarlo bloqueado por un momento, cuando la niña respondió tranquilamente, y no con algo parecido a "estoy cogiendo flores" o "dando una vuelta por aquí"
- Jardinería
Tomas se permitió meditar mientras cogía la flor que había dejado cariñosamente en su oreja y la analizaba con fijeza, ahogando una risita después. Nerine llevaba un ramo de flores que daba para hacer la clase de jardinería de media academia, pero verdaderamente, él no reía por eso. Reía porque él había bajado a hablar con ella precisamente por esa clase en especial.
- Jardinería... -murmuró, como si quisiera confirmarlo. Nerine asintió frenéticamente con la cabeza, mientras Tomas hacía girar a esa florecita entre sus dedos, preguntándose cuánto habría tardado la niña en encontrarla. A él le gustaban tan poco las flores... se había salvado en su primera clase, pero ni siquiera sabía cómo. Suspiró por lo bajo, ahogando una sonrisa nerviosa- Sí, yo también... Lo he intentado, quiero decir -se explicó, rascándose la cabeza- Tengo la impresión de que la flor que... tenemos que buscar nosotros... no existe.
No era que creyese eso con certeza, sino que, simplemente, le gustaba más consolarse con ello que determinar que era un inútil que no valía para buscar flores revoloteando por el pueblo.
Por eso mismo estaba allí. Porque necesitaba ayuda. Y la persona que mejor podía dársela estaba justo frente a él, sosteniendo un ramo enorme de flores y sonriendo tan alegremente como siempre.
Tomas- Mensajes : 773
Fecha de nacimiento : 20/06/1993
Fecha de inscripción : 23/01/2011
Edad : 31
Humor : Puedo forzarlo
Re: Un favor pequeñito (priv.)
A la niña le hizo gracia la cara que puso Tomas cuando colocó la campana de luz en su cabello, como si aquel gesto no fuera con él (aunque en su humilde opinión, se veía muy adorable), y luego la cogió para hacerla girar entre sus dedos. Ladeó la cabeza mientras lo miraba, preguntándose por qué se reía, y Tomas la miró fijamente y entrecerró los ojos con una sonrisa que la dejó un poco embobada.
- Jardinería - Nerine asintió enérgicamente, para despejarse, y enseñó las flores una vez más -. Sí, yo también... Lo he intentado, quiero decir. Tengo la impresión de que la flor que... tenemos que buscar nosotros... no existe.
- ¿Qué? - Fue el turno de ella para soltar una risita divertida. Tomas se rascó la cabeza y la miró, como pidiendo disculpas por su torpeza, y a Nerine le entraron ganas de abrazarle para decirle que no pasaba nada -. Bueno, tranquilo. Tu eres un alumno de viento, así que tienes que buscar... - hizo memoria y retrocedió hasta el día de la clase de jardinería, cuando el profesor Helio les había explicado a todos lo que tenían que hacer -. ¡Nubes de azúcar!
Ladeó la cabeza en la otra dirección y acomodó las flores entre sus manos. Tomas parpadeó como si no supiera lo que acababa de decirle pero de todos modos asintió, dándole la razón (arrancando otra risita en Nerine ya que estaba), y se rascó la cabeza otra vez antes de bajar los brazos. Los ojos de la niña relucieron.
- ¿Quieres que te ayude? - se ofreció, antes que él tuviera que pedírselo. Aun en el caso que no fuera para buscar una flor, aunque hubiese tenido que ayudarle a realizar una tarea más engorrosa o desagradable, Nerine se habría ofrecido igualmente. Cualquier excusa era buena para pasar un rato con él.
- Jardinería - Nerine asintió enérgicamente, para despejarse, y enseñó las flores una vez más -. Sí, yo también... Lo he intentado, quiero decir. Tengo la impresión de que la flor que... tenemos que buscar nosotros... no existe.
- ¿Qué? - Fue el turno de ella para soltar una risita divertida. Tomas se rascó la cabeza y la miró, como pidiendo disculpas por su torpeza, y a Nerine le entraron ganas de abrazarle para decirle que no pasaba nada -. Bueno, tranquilo. Tu eres un alumno de viento, así que tienes que buscar... - hizo memoria y retrocedió hasta el día de la clase de jardinería, cuando el profesor Helio les había explicado a todos lo que tenían que hacer -. ¡Nubes de azúcar!
Ladeó la cabeza en la otra dirección y acomodó las flores entre sus manos. Tomas parpadeó como si no supiera lo que acababa de decirle pero de todos modos asintió, dándole la razón (arrancando otra risita en Nerine ya que estaba), y se rascó la cabeza otra vez antes de bajar los brazos. Los ojos de la niña relucieron.
- ¿Quieres que te ayude? - se ofreció, antes que él tuviera que pedírselo. Aun en el caso que no fuera para buscar una flor, aunque hubiese tenido que ayudarle a realizar una tarea más engorrosa o desagradable, Nerine se habría ofrecido igualmente. Cualquier excusa era buena para pasar un rato con él.
Nerine- Mensajes : 739
Fecha de inscripción : 19/01/2011
Re: Un favor pequeñito (priv.)
Cuando Nerine pronunció el nombre de la flor que él supuestamente debía buscar, Tomas se quedó sin saber qué decir por un buen rato. Como si le hubiese querido decir "nubes de algodón" No tenía ni idea de cómo se llamaba su flor, sólo un vago recuerdo de su color y su forma, lo suficiente para intentar buscarla y poco más.
Cuando fue capaz de reaccionar, asintió levemente con la cabeza (como si supiera de lo que le estaba hablando la niña) provocándole una ligera risita a ella. Tomas suspiró y también sonrió un poco, no porque le hiciera gracia lo que quisiera que a Nerine le había llamado la atención, sino porque escuchar esa risita era suficiente para hacer que se olvidase de cualquier otro pensamiento y sonriese automáticamente. Pero, ahora, él sí que tenía otra idea en su mente, una idea que hizo que su sonrisa se fuese borrando poco a poco, para pasar a una mirada nerviosa. Necesitaba urgentemente saber cómo iba a pedirle a Nerine que le ayudase a hacer su tarea. A lo mejor no necesitaba estrictamente ayuda; sólo bastaba con que le diese algún consejo... o quizá podía ofrecerle él algo a cambio de salvarlo de su clase de jardinería...
Ya estaba despegando los labios y preparándose para soltarle algún halago con el que comenzar su petición, e improvisar el resto, cuando Nerine se le adelantó:
- ¿Quieres que te ayude?
Tomas boqueó un poco, hasta terminar cerrando la boca sin dejar escapar ningún sonido. No le había dejado tiempo ni siquiera para pedírselo. Ni había agregado nada detrás pidiendo algo a cambio. Nerine se había ofrecido a ayudarle porque sí.
Dejó escapar una sonrisa, sin saber qué alegar. Si bien era eso lo que había buscado desde un principio, ahora... en ese instante, le daba la impresión de que estaba aprovechándose de la bondad infinita de la niña, y de su gran experiencia reconociendo flores, claro.
Así que sólo pudo murmurar, algo nervioso:
- ¿Tanto... se me nota...?
Cuando fue capaz de reaccionar, asintió levemente con la cabeza (como si supiera de lo que le estaba hablando la niña) provocándole una ligera risita a ella. Tomas suspiró y también sonrió un poco, no porque le hiciera gracia lo que quisiera que a Nerine le había llamado la atención, sino porque escuchar esa risita era suficiente para hacer que se olvidase de cualquier otro pensamiento y sonriese automáticamente. Pero, ahora, él sí que tenía otra idea en su mente, una idea que hizo que su sonrisa se fuese borrando poco a poco, para pasar a una mirada nerviosa. Necesitaba urgentemente saber cómo iba a pedirle a Nerine que le ayudase a hacer su tarea. A lo mejor no necesitaba estrictamente ayuda; sólo bastaba con que le diese algún consejo... o quizá podía ofrecerle él algo a cambio de salvarlo de su clase de jardinería...
Ya estaba despegando los labios y preparándose para soltarle algún halago con el que comenzar su petición, e improvisar el resto, cuando Nerine se le adelantó:
- ¿Quieres que te ayude?
Tomas boqueó un poco, hasta terminar cerrando la boca sin dejar escapar ningún sonido. No le había dejado tiempo ni siquiera para pedírselo. Ni había agregado nada detrás pidiendo algo a cambio. Nerine se había ofrecido a ayudarle porque sí.
Dejó escapar una sonrisa, sin saber qué alegar. Si bien era eso lo que había buscado desde un principio, ahora... en ese instante, le daba la impresión de que estaba aprovechándose de la bondad infinita de la niña, y de su gran experiencia reconociendo flores, claro.
Así que sólo pudo murmurar, algo nervioso:
- ¿Tanto... se me nota...?
Tomas- Mensajes : 773
Fecha de nacimiento : 20/06/1993
Fecha de inscripción : 23/01/2011
Edad : 31
Humor : Puedo forzarlo
Re: Un favor pequeñito (priv.)
Nerine asintió enérgicamente por segunda vez aquella mañana, divertida, viendo como los ojos de Tomas se entrecerraban un poco más y brillaban con algo parecido a la verguenza.
- Sí, un poco - sonrió, encogiéndose de hombros -. Pero no importa. Quiero ayudarte. De hecho... Si no me necesitaras, probablemente te haría aguantarme de todos modos. Si, eso. Quiso quitarle hierro al asunto y añadió además un gesto con la mano, como si espantara moscas, cosa que provocó que se le cayeran algunas flores y tuviese que soltar un "uuuuui" ahogado. Se agachó rápidamente para recogerlas, indicándole a Tomas que no hacía falta que la ayudase (porque él estaba herido y ella lo sabía, y seguro que si se agachaba, la tripa le haría daño), y mientras lo hacía se dio cuenta que su vestido blanco se había manchado un poco de verde por culpa de los tallos de las camanillas. Frunció el ceño.
- ¿Podemos ir a dejar esto? Me cambio de ropa y luego buscamos las Nubes de azúcar - hizo una pausa y añadió -. Tu flor, hombre...
- Sí, un poco - sonrió, encogiéndose de hombros -. Pero no importa. Quiero ayudarte. De hecho... Si no me necesitaras, probablemente te haría aguantarme de todos modos. Si, eso. Quiso quitarle hierro al asunto y añadió además un gesto con la mano, como si espantara moscas, cosa que provocó que se le cayeran algunas flores y tuviese que soltar un "uuuuui" ahogado. Se agachó rápidamente para recogerlas, indicándole a Tomas que no hacía falta que la ayudase (porque él estaba herido y ella lo sabía, y seguro que si se agachaba, la tripa le haría daño), y mientras lo hacía se dio cuenta que su vestido blanco se había manchado un poco de verde por culpa de los tallos de las camanillas. Frunció el ceño.
- ¿Podemos ir a dejar esto? Me cambio de ropa y luego buscamos las Nubes de azúcar - hizo una pausa y añadió -. Tu flor, hombre...
Nerine- Mensajes : 739
Fecha de inscripción : 19/01/2011
Re: Un favor pequeñito (priv.)
Las palabras de Nerine no lo convencieron demasiado, y no sólo porque ese "no importa" a Tomas no terminaba de dejarlo completamente tranquilo... sino porque él tampoco consideraba que estar con ella fuese tener que "aguantarla" ¿No era al revés?
En cualquier caso, no pudo concluir sus reflexiones cuando Nerine trató de hacer un gesto con una mano, y varias de sus flores cayeron al suelo. Quiso ayudarla a recogerlas, pero antes de que él tuviese tiempo siquiera de agachar un poco las piernas, ella ya las tenia todas otra vez entre sus manos y fruncía el ceño por algo.
- ¿Podemos ir a dejar esto? Me cambio de ropa y luego buscamos las Nubes de azúcar -luego, se quedaron por un segundo en silencio, mientras él asentía un poco con la cabeza, y Nerine agregó-. Tu flor, hombre...
Tomas dejó escapar un suspiro ahogado.
- Ya sé que es mi flor... -musitó, cruzándose de brazos- Que no entienda de flores, no quiere decir que sea tonto; me acabas de decir cómo se llama... -luego, se rascó un poco la cabeza, y agregó, sonriendo- Anda... vamos.
Comenzaron a caminar hacia la academia en silencio (¡Caminar! Dar dos simples pasos le costaba un tremendo esfuerzo, ahora que se había acostumbrado a volar la mayor parte del tiempo), mientras Tomas proseguía pensando en aquello que había dejado a medias cuando a Nerine se le habían caído las flores. La solución para eso era bastante fácil. No tardó demasiado en encontrar una manera de aceptar su ayuda sin tener que sentirse culpable por ello.
Le pasó una mano por la cintura mientras andaban (habría optado por cogerle una mano, si hubiese tenido alguna libre) y le dedicó una pequeña sonrisa:
- Bueno... pero si tú me ayudas a encontrar la maldita flor... yo tengo que compensarte con algo -pensó por un momento, todavía con la cintura de Nerine cogida con su mano. Ahora, sabía de muchas cosas que le gustasen a esa chica- ¿Y si te compro algo en Mondphase? Podemos ir a la tienda de golosinas... o a la heladería... -aquella última opción le gustaba hasta a él- O te podría ayudar con otra clase a ti. Sí, eso también estaría bien...
Pensaba en voz alta sin ni siquiera dejarle a Nerine tiempo para responder. Pero sabía que con algo de todo eso tenía que haberla convencido. Seguro.
En cualquier caso, no pudo concluir sus reflexiones cuando Nerine trató de hacer un gesto con una mano, y varias de sus flores cayeron al suelo. Quiso ayudarla a recogerlas, pero antes de que él tuviese tiempo siquiera de agachar un poco las piernas, ella ya las tenia todas otra vez entre sus manos y fruncía el ceño por algo.
- ¿Podemos ir a dejar esto? Me cambio de ropa y luego buscamos las Nubes de azúcar -luego, se quedaron por un segundo en silencio, mientras él asentía un poco con la cabeza, y Nerine agregó-. Tu flor, hombre...
Tomas dejó escapar un suspiro ahogado.
- Ya sé que es mi flor... -musitó, cruzándose de brazos- Que no entienda de flores, no quiere decir que sea tonto; me acabas de decir cómo se llama... -luego, se rascó un poco la cabeza, y agregó, sonriendo- Anda... vamos.
Comenzaron a caminar hacia la academia en silencio (¡Caminar! Dar dos simples pasos le costaba un tremendo esfuerzo, ahora que se había acostumbrado a volar la mayor parte del tiempo), mientras Tomas proseguía pensando en aquello que había dejado a medias cuando a Nerine se le habían caído las flores. La solución para eso era bastante fácil. No tardó demasiado en encontrar una manera de aceptar su ayuda sin tener que sentirse culpable por ello.
Le pasó una mano por la cintura mientras andaban (habría optado por cogerle una mano, si hubiese tenido alguna libre) y le dedicó una pequeña sonrisa:
- Bueno... pero si tú me ayudas a encontrar la maldita flor... yo tengo que compensarte con algo -pensó por un momento, todavía con la cintura de Nerine cogida con su mano. Ahora, sabía de muchas cosas que le gustasen a esa chica- ¿Y si te compro algo en Mondphase? Podemos ir a la tienda de golosinas... o a la heladería... -aquella última opción le gustaba hasta a él- O te podría ayudar con otra clase a ti. Sí, eso también estaría bien...
Pensaba en voz alta sin ni siquiera dejarle a Nerine tiempo para responder. Pero sabía que con algo de todo eso tenía que haberla convencido. Seguro.
Tomas- Mensajes : 773
Fecha de nacimiento : 20/06/1993
Fecha de inscripción : 23/01/2011
Edad : 31
Humor : Puedo forzarlo
Re: Un favor pequeñito (priv.)
Nerine andaba mucho más lentamente de lo habitual.
Los pasos de Nerine nunca (nunca) solían ser tan lentos y calmados. Ella siempre se movía con energía, con decisión, esirando las piernas todo lo que podía porque a lo largo de los años había aprendido que, si no lo hacía, los demás la dejaban atrás, y solía intercalar además, inconscientemente, pequeños saltitos entre los pasos, como si andar fuera la cosa que la hiciera más feliz del mundo.
Pero, en ese momento, la niña andaba muy lentamente. Tranquila. Relajada. Apenas y dirigía la mirada hacia Tomas muy de vez en cuando, preocupada, porque veía que su cara se había puesto tensa de repente y parecía costarle mucho esfuerzo avanzar. Nerine no quería preguntarle nada, en parte porque no quería demostrarle que estaba preocupada y en parte porque, además, había comenzado a conocer lo suficiente a Tomas como para saber que a él no le gustaba sentirse débil, y menos con ella, y decirle algo en ese momento solo sería hacerle darse cuenta de su debilidad... Y Nerine no quería hacerlo sentir mal. Para nada.
Un brazo sujetándola de repente por la cintura la distrajo y la hizo volverse otra vez hacia su novio, abandonando el limbo de los pensamientos para observarle con una sonrisa enternecida.
- ¿Uh? - preguntó, escudriñando un poco en sus ojos verdes.
- Bueno... pero si tú me ayudas a encontrar la maldita flor... yo tengo que compensarte con algo. ¿Y si te compro algo en Mondphase? - anunció Tomas, haciendo que Nerine ladease la cabeza con curiosidad. ¿Por qué? ¿Acaso no había dicho que lo hacía porque quería? No necesitaba ninguna... -. Podemos ir a la tienda de golosinas... o a la heladería... - La expresión de la niña cambió notablemente.
- ¿Helado? - preguntó, y casi podría haber asegurado que sus orejas se habían puesto tiesas de golpe -. ¡Vale! ¡Un helado! ¡Grande, de fresa y menta, para compartir! - sonrió anchamente y no pudo reprimir un saltito que no repitió porque, al estirar sin querer el brazo de Tomas, notó un ligero ramalazo de dolor en su mirada. Se detuvo, haciéndose la loca, y lo semiabrazó para ayudarle a caminar sin que se notara demasiado.
Los pasos de Nerine nunca (nunca) solían ser tan lentos y calmados. Ella siempre se movía con energía, con decisión, esirando las piernas todo lo que podía porque a lo largo de los años había aprendido que, si no lo hacía, los demás la dejaban atrás, y solía intercalar además, inconscientemente, pequeños saltitos entre los pasos, como si andar fuera la cosa que la hiciera más feliz del mundo.
Pero, en ese momento, la niña andaba muy lentamente. Tranquila. Relajada. Apenas y dirigía la mirada hacia Tomas muy de vez en cuando, preocupada, porque veía que su cara se había puesto tensa de repente y parecía costarle mucho esfuerzo avanzar. Nerine no quería preguntarle nada, en parte porque no quería demostrarle que estaba preocupada y en parte porque, además, había comenzado a conocer lo suficiente a Tomas como para saber que a él no le gustaba sentirse débil, y menos con ella, y decirle algo en ese momento solo sería hacerle darse cuenta de su debilidad... Y Nerine no quería hacerlo sentir mal. Para nada.
Un brazo sujetándola de repente por la cintura la distrajo y la hizo volverse otra vez hacia su novio, abandonando el limbo de los pensamientos para observarle con una sonrisa enternecida.
- ¿Uh? - preguntó, escudriñando un poco en sus ojos verdes.
- Bueno... pero si tú me ayudas a encontrar la maldita flor... yo tengo que compensarte con algo. ¿Y si te compro algo en Mondphase? - anunció Tomas, haciendo que Nerine ladease la cabeza con curiosidad. ¿Por qué? ¿Acaso no había dicho que lo hacía porque quería? No necesitaba ninguna... -. Podemos ir a la tienda de golosinas... o a la heladería... - La expresión de la niña cambió notablemente.
- ¿Helado? - preguntó, y casi podría haber asegurado que sus orejas se habían puesto tiesas de golpe -. ¡Vale! ¡Un helado! ¡Grande, de fresa y menta, para compartir! - sonrió anchamente y no pudo reprimir un saltito que no repitió porque, al estirar sin querer el brazo de Tomas, notó un ligero ramalazo de dolor en su mirada. Se detuvo, haciéndose la loca, y lo semiabrazó para ayudarle a caminar sin que se notara demasiado.
Nerine- Mensajes : 739
Fecha de inscripción : 19/01/2011
Re: Un favor pequeñito (priv.)
- ¿Helado?
Tomas no pudo evitar dejar escapar una sonrisa cuando Nerine casi ni le permitió terminar la última parte de su frase, quedándose, definitivamente, convencida con la idea del helado. Desde luego, hacer feliz a Nerine era extremadamente sencillo. Sin embargo, Tomas frunció disimuladamente el ceño cuando la niña pronunció lo que quería con un "para compartir" al final (¿Fresa y menta? A él sólo le gustaba la vainilla...) Pensó en objetar algo o sólo romper el silencio...
Pero para cuando quiso hablar de nuevo, Nerine pegó un alegre saltito que se llevó arrastrado su brazo, provocándole un movimiento brusco que, claro, repercutió inevitablemente en su herida. Se tragó un gemido por la fuerza, pero supuso que Nerine no se había percatado de ello cuando se detuvo y lo semiabrazó alegremente, como si le estuviese dando una especie de agradecimiento, o algo así quiso entender él.
Porque, cuando llegaron a la Academia, Tomas se percató de que lo que verdaderamente había hecho Nerine era cargar casi la mitad de su peso para que él pudiese andar medio en condiciones. Gruñó por lo bajo, retirando su brazo de la cintura de Nerine y metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón mientras la observaba.
- Bueno... te espero aquí, ¿vale?
Intentó sonreírle levemente, pero era lo último que le apetecía hacer en ese momento. Estaba harto de esa herida, y harto de dejarse debilitar por ella casi sin enterarse. Incluso le estaba dando pinchazos de dolor en ese instante. Tomas miró hacia el suelo y trató de cubrir su mirada todo lo posible. En cuanto Nerine se marchase, aletearía y la esperaría en el aire, porque no aguantaba más a ras de suelo.
Y el dolor se le pasaría. Se le tenía que pasar. Aunque sólo fuese durante el rato que pasase con ella... no pedía nada más que eso.
Tomas no pudo evitar dejar escapar una sonrisa cuando Nerine casi ni le permitió terminar la última parte de su frase, quedándose, definitivamente, convencida con la idea del helado. Desde luego, hacer feliz a Nerine era extremadamente sencillo. Sin embargo, Tomas frunció disimuladamente el ceño cuando la niña pronunció lo que quería con un "para compartir" al final (¿Fresa y menta? A él sólo le gustaba la vainilla...) Pensó en objetar algo o sólo romper el silencio...
Pero para cuando quiso hablar de nuevo, Nerine pegó un alegre saltito que se llevó arrastrado su brazo, provocándole un movimiento brusco que, claro, repercutió inevitablemente en su herida. Se tragó un gemido por la fuerza, pero supuso que Nerine no se había percatado de ello cuando se detuvo y lo semiabrazó alegremente, como si le estuviese dando una especie de agradecimiento, o algo así quiso entender él.
Porque, cuando llegaron a la Academia, Tomas se percató de que lo que verdaderamente había hecho Nerine era cargar casi la mitad de su peso para que él pudiese andar medio en condiciones. Gruñó por lo bajo, retirando su brazo de la cintura de Nerine y metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón mientras la observaba.
- Bueno... te espero aquí, ¿vale?
Intentó sonreírle levemente, pero era lo último que le apetecía hacer en ese momento. Estaba harto de esa herida, y harto de dejarse debilitar por ella casi sin enterarse. Incluso le estaba dando pinchazos de dolor en ese instante. Tomas miró hacia el suelo y trató de cubrir su mirada todo lo posible. En cuanto Nerine se marchase, aletearía y la esperaría en el aire, porque no aguantaba más a ras de suelo.
Y el dolor se le pasaría. Se le tenía que pasar. Aunque sólo fuese durante el rato que pasase con ella... no pedía nada más que eso.
Tomas- Mensajes : 773
Fecha de nacimiento : 20/06/1993
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Re: Un favor pequeñito (priv.)
Nerine asintió y se esfumó rápidamente hacia su habitación para que Tomas pudiera dejar de fingir que no le pasaba nada y al menos se relajara un poco. Le gustaría que el muchacho fuera menos reaccio a la hora de mostrar sus emociones, sus debilidades (sobre todo porque, pese a todo, Nerine nunca le había pedido explicaciones, ni lo había presionado para saber nada de lo que había ocurrido, respetando siempre su derecho a la intimidad aunque en realidad se muriera de ganas de saberlo todo y salir en su defensa para patearle el trasero a quienquiera que se hubiera atrevido a hacerle daño), y que no le importara admitir frente a ella que la herida le dolía, para que ella pudiera cuidarle y estar por él como se supone que debería estar... Pero Tomas era así. Y Nerine lo quería como era.
Una vez en su habitación (que, para variar, estaba vacía. ¿Dónde diablos se metía Paige durante el día?), la niña se apresuró a dejar todas las flores esparcidas sobre su escritorio, y se quitó el vestido, dejándolo tirado de cualquier manera por el suelo, antes de escoger uno nuevo. Abrió la ventana para que entrara un poco de aire fresco y, mientras iba colocando todas las campanas de luz en un jarrón (dónde no se marchitarían aunque pasaran semanas, porque aquello era lo único que Nerine sabía hacer con precisión aunque no supiera exactamente como lo hacía), se asomó hacia fuera y lanzó un silbido hacia el muchacho que revoloteaba arrás de suelo.
- ¡Tomaaaas!! - canturreó, ladeando la cabeza y sin dejar de mirarlo -. ¿Qué? ¿Un buen día para volar? - y, acto seguido, cuando terminó, en lugar de sacudirse las manos y correr de nuevo hasta abajo para reunirse con él, se asomó del todo a la ventana y apoyó las manos en la repisa, sonriéndole.
Una vez en su habitación (que, para variar, estaba vacía. ¿Dónde diablos se metía Paige durante el día?), la niña se apresuró a dejar todas las flores esparcidas sobre su escritorio, y se quitó el vestido, dejándolo tirado de cualquier manera por el suelo, antes de escoger uno nuevo. Abrió la ventana para que entrara un poco de aire fresco y, mientras iba colocando todas las campanas de luz en un jarrón (dónde no se marchitarían aunque pasaran semanas, porque aquello era lo único que Nerine sabía hacer con precisión aunque no supiera exactamente como lo hacía), se asomó hacia fuera y lanzó un silbido hacia el muchacho que revoloteaba arrás de suelo.
- ¡Tomaaaas!! - canturreó, ladeando la cabeza y sin dejar de mirarlo -. ¿Qué? ¿Un buen día para volar? - y, acto seguido, cuando terminó, en lugar de sacudirse las manos y correr de nuevo hasta abajo para reunirse con él, se asomó del todo a la ventana y apoyó las manos en la repisa, sonriéndole.
Nerine- Mensajes : 739
Fecha de inscripción : 19/01/2011
Re: Un favor pequeñito (priv.)
Nada más levantar los pies del suelo, Tomas percibió que su dolor fraguaba y volvía a ser algo secundario, algo a lo que ya no le tenía que prestar atención.
No entendía por qué ocurría aquello exactamente, por qué caminar y sostenerse en el suelo le costaba ahora un tremendo esfuerzo, y mantenerse en el aire meneando sus alas lo sentía como algo natural, como algo que lo evadía de todo su dolor; que, en definitiva, era cómodo. Ni siquiera había necesitado levantarse más de un palmo del suelo para poder dejar de agarrarse la herida... y olvidarse de que existía.
Todavía sumergido en sus pensamientos, Tomas no reaccionó al oir un silbido lejano. Sin embargo, cuando escuchó a Nerine chillando su nombre supo que eso sólo podía estar llamándolo a él. Se giró en el aire y la observó, asomada a la ventana y sonriendo abiertamente. Tomas no pudo evitar forjar una pequeña sonrisa al ver la suya.
Ya empezaba a levantarse un leve vientecillo alrededor de él.
- ¿Qué? ¿Un buen día para volar?
Tomas rió, y revoloteó hasta la ventana de la habitación de la niña en un momento, viendo que no parecía tener pensamientos de bajar. Se quedó un rato aleteando debajo de la repisa de su ventana, como si no quisiera que lo viese.
- Todos los días son buenos para volar, Neri -matizó, apoyando sus manos en la repisa, dejando una justo sobre la de la chica, para así alzarse y poder regalarle un beso inesperado (Porque sí. Porque le apetecía)
Tardó un buen rato en separar su rostro del de Nerine, y cuando lo hizo le dedicó una sonrisa más amplia que la que había forjado anteriormente. Adoraba besarla. Sentir sus labios rozándose lo apartaba de cualquier otra sensación exterior, e interior. Lo alejaba de todo, lo calmaba más incluso de lo que lo tranquilizaba volar.
Se mantuvieron unos segundos en silencio, hasta que Tomas se atrevió a musitar:
- Sí... la verdad es que hoy hace buen tiempo para volar. Y va a ser mejor cuando vayamos al...
Sin embargo, no pudo evitar dejar esa frase incompleta. Tomas acababa de darse cuenta de algo muy importante, que no se había parado a pensar antes. Para encontrar su flor, había que volar. Y Nerine odiaba volar.
Tomas dejó escapar un "oh" ahogado, sin transmitir sus pensamientos en voz alta y mirando a Nerine fijamente, como si estuviera esperando que le pidiese bajarla de su habitación volando, o que le dijese que no ocurría nada y que volaría con él encantada. Definitivamente, le echaba mucha imaginación.
Porque, en realidad, Tomas suponía más posible que ni todos los helados grandes de fresa y menta pudiesen convencer a la niña para volar por el pueblo en los brazos de alguien.
No entendía por qué ocurría aquello exactamente, por qué caminar y sostenerse en el suelo le costaba ahora un tremendo esfuerzo, y mantenerse en el aire meneando sus alas lo sentía como algo natural, como algo que lo evadía de todo su dolor; que, en definitiva, era cómodo. Ni siquiera había necesitado levantarse más de un palmo del suelo para poder dejar de agarrarse la herida... y olvidarse de que existía.
Todavía sumergido en sus pensamientos, Tomas no reaccionó al oir un silbido lejano. Sin embargo, cuando escuchó a Nerine chillando su nombre supo que eso sólo podía estar llamándolo a él. Se giró en el aire y la observó, asomada a la ventana y sonriendo abiertamente. Tomas no pudo evitar forjar una pequeña sonrisa al ver la suya.
Ya empezaba a levantarse un leve vientecillo alrededor de él.
- ¿Qué? ¿Un buen día para volar?
Tomas rió, y revoloteó hasta la ventana de la habitación de la niña en un momento, viendo que no parecía tener pensamientos de bajar. Se quedó un rato aleteando debajo de la repisa de su ventana, como si no quisiera que lo viese.
- Todos los días son buenos para volar, Neri -matizó, apoyando sus manos en la repisa, dejando una justo sobre la de la chica, para así alzarse y poder regalarle un beso inesperado (Porque sí. Porque le apetecía)
Tardó un buen rato en separar su rostro del de Nerine, y cuando lo hizo le dedicó una sonrisa más amplia que la que había forjado anteriormente. Adoraba besarla. Sentir sus labios rozándose lo apartaba de cualquier otra sensación exterior, e interior. Lo alejaba de todo, lo calmaba más incluso de lo que lo tranquilizaba volar.
Se mantuvieron unos segundos en silencio, hasta que Tomas se atrevió a musitar:
- Sí... la verdad es que hoy hace buen tiempo para volar. Y va a ser mejor cuando vayamos al...
Sin embargo, no pudo evitar dejar esa frase incompleta. Tomas acababa de darse cuenta de algo muy importante, que no se había parado a pensar antes. Para encontrar su flor, había que volar. Y Nerine odiaba volar.
Tomas dejó escapar un "oh" ahogado, sin transmitir sus pensamientos en voz alta y mirando a Nerine fijamente, como si estuviera esperando que le pidiese bajarla de su habitación volando, o que le dijese que no ocurría nada y que volaría con él encantada. Definitivamente, le echaba mucha imaginación.
Porque, en realidad, Tomas suponía más posible que ni todos los helados grandes de fresa y menta pudiesen convencer a la niña para volar por el pueblo en los brazos de alguien.
Tomas- Mensajes : 773
Fecha de nacimiento : 20/06/1993
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Re: Un favor pequeñito (priv.)
- Todos los días son buenos para volar, Neri.
La niña cerró los ojos justo cuando terminó de de escuchar aquellas palabras, porque Tomas había apoyado una mano sobre la de ella y se había impulsado en su dirección para besarla.
Siempre le gustaban los besos de Tomas. Eran dulces, cálidos y, a menudo, se los daba en los momentos más inesperados, lo que los hacían todavía más interesantes y especiales. Nerine adoraba aquella sensación que la inundaba por dentro (y también por fuera, con los sonrojos y las cosquillas que le arrancaba) cada vez que él la besasa, algo parecido al torrente de un río, y, si por ella fuera, se habría quedado para siempre en esa posición.
Pero, como todo lo bueno, se acabó (tal vez cuando ambos se dieron cuenta que necesitaban respirar), y Nerine se quedó como anonada mientras sonreía, en silencio, y pensaba en lo mucho que le encantaban aquellos gestos suyos. Tomas fue, otra vez, el primero en romper el silencio.
- Sí... la verdad es que hoy hace buen tiempo para volar. Y va a ser mejor cuando vayamos al... - La niña ladeó la cabeza. ¿Al pueblo? ¿Por qué no había terminado la frase? ¿Por qué de repente se había puesto serio? El aleteo ininterrumpido de sus alas llamó la atención de Nerine, que cayó en la cuenta de la respuesta a aquellas preguntas.
- Oh - murmuró, ladeando la cabeza, coincidiendo sin querer con el mismo jadeo que había soltado Tomas (como si hubiesen compenetrado sus pensamientos para que reaccionaran a la vez).
La verdad era que, en un primer momento, a Nerine ni siquiera se le había pasado por la cabeza ir hasta el pueblo volando. A ella le encantaba andar (y correr y saltar y, en general, moverse mucho con los pies sobre el suelo), y el camino que separaba el pueblo y la academia, y que pasaba por el camino de cerezos, le parecía solamente encantador, pero... Tomas no podía andar, y ella lo sabía.
Se mordió los labios y asintió torpemente sin saber exactamente a qué cuestión asentía en realidad, y esperó a que él añadiera algo más. Ella no iba a pedirle que la llevara en brazos. Y no solo porque volar le diera (tal vez) un poco de miedo, sino porque también tenía sus dudas sobre que él pudiera sujetarla en las condiciones en las que se encontraba. Nerine no quería que su herida se volviera a abrir y, sobre todo, no quería que volvieran a caerse.
No estaba muy segura de poder volver a mover un árbol por segunda vez.
La niña cerró los ojos justo cuando terminó de de escuchar aquellas palabras, porque Tomas había apoyado una mano sobre la de ella y se había impulsado en su dirección para besarla.
Siempre le gustaban los besos de Tomas. Eran dulces, cálidos y, a menudo, se los daba en los momentos más inesperados, lo que los hacían todavía más interesantes y especiales. Nerine adoraba aquella sensación que la inundaba por dentro (y también por fuera, con los sonrojos y las cosquillas que le arrancaba) cada vez que él la besasa, algo parecido al torrente de un río, y, si por ella fuera, se habría quedado para siempre en esa posición.
Pero, como todo lo bueno, se acabó (tal vez cuando ambos se dieron cuenta que necesitaban respirar), y Nerine se quedó como anonada mientras sonreía, en silencio, y pensaba en lo mucho que le encantaban aquellos gestos suyos. Tomas fue, otra vez, el primero en romper el silencio.
- Sí... la verdad es que hoy hace buen tiempo para volar. Y va a ser mejor cuando vayamos al... - La niña ladeó la cabeza. ¿Al pueblo? ¿Por qué no había terminado la frase? ¿Por qué de repente se había puesto serio? El aleteo ininterrumpido de sus alas llamó la atención de Nerine, que cayó en la cuenta de la respuesta a aquellas preguntas.
- Oh - murmuró, ladeando la cabeza, coincidiendo sin querer con el mismo jadeo que había soltado Tomas (como si hubiesen compenetrado sus pensamientos para que reaccionaran a la vez).
La verdad era que, en un primer momento, a Nerine ni siquiera se le había pasado por la cabeza ir hasta el pueblo volando. A ella le encantaba andar (y correr y saltar y, en general, moverse mucho con los pies sobre el suelo), y el camino que separaba el pueblo y la academia, y que pasaba por el camino de cerezos, le parecía solamente encantador, pero... Tomas no podía andar, y ella lo sabía.
Se mordió los labios y asintió torpemente sin saber exactamente a qué cuestión asentía en realidad, y esperó a que él añadiera algo más. Ella no iba a pedirle que la llevara en brazos. Y no solo porque volar le diera (tal vez) un poco de miedo, sino porque también tenía sus dudas sobre que él pudiera sujetarla en las condiciones en las que se encontraba. Nerine no quería que su herida se volviera a abrir y, sobre todo, no quería que volvieran a caerse.
No estaba muy segura de poder volver a mover un árbol por segunda vez.
Nerine- Mensajes : 739
Fecha de inscripción : 19/01/2011
Re: Un favor pequeñito (priv.)
(Perdón... no sé por que ha quedado tan exageradamente largo, pero no sé que quitarle ¬¬)
Aunque soltar ese idéntico ruido sorprendido al mismo tiempo hubiese sonado casi gracioso, Tomas no volvió a dibujar ninguna sonrisa en sus labios al escucharse. Nerine también había cambiado su mirada alegre y despreocupada por unos ojos pensativos, sumergidos en unos pensamientos a los que Tomas no tenía acceso.
Sin embargo, sí los podía intuir. Nerine no quería volar; no podía confiar de nuevo en sus alas por un error que él había cometido hacía ya bastante tiempo... pero si no volaban, no iban a encontrar la flor. No merecería la pena que fueran al pueblo. Y no merecería la pena, tampoco, confiar en que él aprobaría jardinería si no era de esa manera.
Finalmente, y tras un interminable silencio incómodo, Tomas agachó la mirada, preguntándose si de veras sería capaz de obligar a Nerine a volar sólo buscando conseguir una buena nota en una clase. ¿Por qué no daba media vuelta, y le decía que no se preocupara, que ya se buscaría él la vida; que eso, simplemente, no era un problema suyo...?
Tomas no tardó en darse cuenta de que tal vez no era su clase de jardinería lo que estaba en su cabeza en ese momento. No. Lo que paseaba por su mente en esos instantes eran los instantes que él había deseado pasar volando con Nerine en cada una de las clases de vuelo. Sus atardeceres juntos. La cantidad de mundo que podrían explorar los dos, dejándose llevar por el viento que él adoraba, y teniendo con él a una persona que también adoraba, mucho más que cualquier otra cosa.
Pero Nerine adoraba la tierra, y la hierba, y las florecillas, y todo lo que crecía en ella. Entremezclar sus elementos era complicado.
Sacudió un poco la cabeza, y finalmente se decidió a tratar de convencerla. No por esa simple clase. Sino por el mundo que Tomas necesitaba enseñarle a la niña.
- Neri... escucha, no vamos a... volver a volar si no quieres, pero... escúchame, por... lo menos -algo entrecortado, Tomas se atrevió a llevar una de sus manos al cabello de la niña, para acariciarlo mientras hablaba- Siento... lo que pasó la primera vez que volamos. Y... y lo siento porque... te llevaste una impresión que... no es real. Ya sé que le tienes miedo desde ese día, pero... por favor, dame otra oportunidad. No va a volver a ocurrir... ya he volado muchas veces, es como andar para mí -en esa situación, incluso mejor, pero no se atrevió a decirlo- Te prometo que... te prometo que si ocurriese algo no volveremos a volar. Y te compraré dos helados en vez de uno.
Tomas se atrevió a forjar una frágil sonrisa, todavía acariciando el suave cabello de Nerine, después de pronunciar todo lo que sentía que necesitaba pronunciar. No sabía si iba a servir para algo. Pero necesitaba urgentemente que Nerine le cediese un poco de confianza... y, casi de manera inconsciente, estaba convencido de que ella tenía que disfrutar de sus alas como lo hacía él.
Aunque soltar ese idéntico ruido sorprendido al mismo tiempo hubiese sonado casi gracioso, Tomas no volvió a dibujar ninguna sonrisa en sus labios al escucharse. Nerine también había cambiado su mirada alegre y despreocupada por unos ojos pensativos, sumergidos en unos pensamientos a los que Tomas no tenía acceso.
Sin embargo, sí los podía intuir. Nerine no quería volar; no podía confiar de nuevo en sus alas por un error que él había cometido hacía ya bastante tiempo... pero si no volaban, no iban a encontrar la flor. No merecería la pena que fueran al pueblo. Y no merecería la pena, tampoco, confiar en que él aprobaría jardinería si no era de esa manera.
Finalmente, y tras un interminable silencio incómodo, Tomas agachó la mirada, preguntándose si de veras sería capaz de obligar a Nerine a volar sólo buscando conseguir una buena nota en una clase. ¿Por qué no daba media vuelta, y le decía que no se preocupara, que ya se buscaría él la vida; que eso, simplemente, no era un problema suyo...?
Tomas no tardó en darse cuenta de que tal vez no era su clase de jardinería lo que estaba en su cabeza en ese momento. No. Lo que paseaba por su mente en esos instantes eran los instantes que él había deseado pasar volando con Nerine en cada una de las clases de vuelo. Sus atardeceres juntos. La cantidad de mundo que podrían explorar los dos, dejándose llevar por el viento que él adoraba, y teniendo con él a una persona que también adoraba, mucho más que cualquier otra cosa.
Pero Nerine adoraba la tierra, y la hierba, y las florecillas, y todo lo que crecía en ella. Entremezclar sus elementos era complicado.
Sacudió un poco la cabeza, y finalmente se decidió a tratar de convencerla. No por esa simple clase. Sino por el mundo que Tomas necesitaba enseñarle a la niña.
- Neri... escucha, no vamos a... volver a volar si no quieres, pero... escúchame, por... lo menos -algo entrecortado, Tomas se atrevió a llevar una de sus manos al cabello de la niña, para acariciarlo mientras hablaba- Siento... lo que pasó la primera vez que volamos. Y... y lo siento porque... te llevaste una impresión que... no es real. Ya sé que le tienes miedo desde ese día, pero... por favor, dame otra oportunidad. No va a volver a ocurrir... ya he volado muchas veces, es como andar para mí -en esa situación, incluso mejor, pero no se atrevió a decirlo- Te prometo que... te prometo que si ocurriese algo no volveremos a volar. Y te compraré dos helados en vez de uno.
Tomas se atrevió a forjar una frágil sonrisa, todavía acariciando el suave cabello de Nerine, después de pronunciar todo lo que sentía que necesitaba pronunciar. No sabía si iba a servir para algo. Pero necesitaba urgentemente que Nerine le cediese un poco de confianza... y, casi de manera inconsciente, estaba convencido de que ella tenía que disfrutar de sus alas como lo hacía él.
Tomas- Mensajes : 773
Fecha de nacimiento : 20/06/1993
Fecha de inscripción : 23/01/2011
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Re: Un favor pequeñito (priv.)
Nerine entrecerró los ojos cuando la mano de Tomas paseó sobre su cabeza y la acarició, porque sentía que de este modo le resultaba más fácil no distraerse mirándole y podía prestar atención a su voz, que le gustaba mucho de todos modos. Prestó atención a su explicación y a su intento de convencerla de que tenían que volar juntos (porque eso fue lo que Neri entendió, que tenían que volar juntos, que eso sería algo muy importante para ambos). Tomas intentaba excusarse por aquel desastroso primer vuelo que habían tenido, el culpable del miedo de la niña a las alturas -que vale, no es que antes le gustaran mucho, porque al fin y al cabo ya la mareaban. Pero al menos las toleraba-, y ella misma se preguntaba si de verdad todavía podía reprocharle aquello. Al fin y al cabo, como Tomas se había encargado de recordarle, aquello había sucedido hacía ya muchas semanas, cuando todavía no controlaba sus alas, y estaba más que claro que el muchacho hacía tiempo que ya había aprendido a volar, y que se sentía más cómodo que nunca en el aire.
A Nerine casi le hizo gracia recordar lo mucho que habían cambiado las cosas desde aquella mañana de principio de curso, cuando había conocido a aquel extraño chico que ocultaba las alas debajo de una camiseta grande que le servía ahora a ella de pijama, y le había preguntado aquello de "¿Eres un ángel...?".
Negó con la cabeza y abrió los ojos con lentitud cuando supuso que Tomas había terminado de hablar, con aquella brillante frase sobre el helado.
- No me dejan comer tanto dulce de golpe - susurró -. Abby y Paige me regañarán si empieza a dolerme la tripa - hizo una pausa y observó a Tomas. La cara del muchacho pareció transformarse a una dolida, entendiendo que Nerine estaba rechazando su petición, pero... Entonces, la niña sonrió -. Así que, si nos caemos, tendrás que comprarme semillas de Sol.
Se hizo una especie de silencio tenso entre los dos, mientras Nerine observaba a Tomas y este parecía ir asimilando las palabras de esta. El muchacho abrió mucho los ojos y ella soltó una risa.
- ¿Seguro que podrás? ¿No te va a doler la herida? - cuestionó, ahora ya no interesada en hacerle creer a Tomas que no sabía nada de ella -. ¿Soportarás mi peso? Porque... Confío en tí - le aseguró, con cierto tono de advertencia mezclado con la dulzura -. Pero será la última vez que confíe en tus alas.
A Nerine casi le hizo gracia recordar lo mucho que habían cambiado las cosas desde aquella mañana de principio de curso, cuando había conocido a aquel extraño chico que ocultaba las alas debajo de una camiseta grande que le servía ahora a ella de pijama, y le había preguntado aquello de "¿Eres un ángel...?".
Negó con la cabeza y abrió los ojos con lentitud cuando supuso que Tomas había terminado de hablar, con aquella brillante frase sobre el helado.
- No me dejan comer tanto dulce de golpe - susurró -. Abby y Paige me regañarán si empieza a dolerme la tripa - hizo una pausa y observó a Tomas. La cara del muchacho pareció transformarse a una dolida, entendiendo que Nerine estaba rechazando su petición, pero... Entonces, la niña sonrió -. Así que, si nos caemos, tendrás que comprarme semillas de Sol.
Se hizo una especie de silencio tenso entre los dos, mientras Nerine observaba a Tomas y este parecía ir asimilando las palabras de esta. El muchacho abrió mucho los ojos y ella soltó una risa.
- ¿Seguro que podrás? ¿No te va a doler la herida? - cuestionó, ahora ya no interesada en hacerle creer a Tomas que no sabía nada de ella -. ¿Soportarás mi peso? Porque... Confío en tí - le aseguró, con cierto tono de advertencia mezclado con la dulzura -. Pero será la última vez que confíe en tus alas.
Nerine- Mensajes : 739
Fecha de inscripción : 19/01/2011
Re: Un favor pequeñito (priv.)
En las pocas palabras que la niña acababa de pronunciar, Nerine había hecho cambiar tanto la mirada de Tomas (primero, dolida. Luego, de nuevo tranquila. Después, dolida otra vez), que el muchacho ya no sabía ni cómo sentirse. Él quería volar, y con ella, mejor, e incluso quería cogerla en brazos, dar por zanjada la conversación y salir volando sin dar mayores explicaciones, pero... con esas frases, Nerine de veras estaba logrando que Tomas percibiese un nerviosismo y una desconfianza que hacia mucho, mucho que no sentía.
"Porque... Confío en tí. Pero será la última vez que confíe en tus alas." ¿Qué había querido decir con eso? Podía ser que al principio su vuelo fuese así, pero... ahora, sus alas y él eran la misma cosa. Esas alas extravagantes y de murciélago eran una parte más de él; para Tomas, aquello había sonado como si le hubiese asegurado que no confiaba en sus brazos, o en su cabeza. Que no confiaba en él, directamente.
Y luego, estaba la herida. La maldita y asquerosa herida.
Giró la cabeza hacia otro lado y, finalmente, se decidió a murmurar, en voz baja.
- Bueno... -sabía a la perfección lo que tenía pensado agregar después de ese leve susurro, y, por ello, hizo una larga pausa. No. No iba a rendirse ahora. Nerine tenía que aprender a volar con él, que encontrarse cómoda en sus brazos... debía confiar en sus alas y en él. Cogió aire, y prosiguió- Por supuesto que soportaré tu peso. La... herida... -frunció los labios, llevándose una mano al estómago sin darse cuenta y pronunciando sus siguientes palabras con algo de molestia- La herida se supone que ya está curada. Si no, seguiría en la enfermería, ¿no...? No va a pasar nada, Neri. Quiero que confíes en mí, y eso implica que confíes también en que pueda volar...
Se lo pidió porque de veras lo necesitaba. Porque sabía que no volaría tranquilo si no se lo aseguraba. Porque era consciente de que, si bien sus alas no se habían bloqueado desde que habían dado por concluidas las clases de vuelo, de un momento a otro podían quedarse paradas en mitad del aire, si las sometía a tanta tensión.
La tensión de cargar con alguien que odiaba volar en sus brazos, y a quien no podía convencer de que sus alas ya funcionaban correctamente.
"Porque... Confío en tí. Pero será la última vez que confíe en tus alas." ¿Qué había querido decir con eso? Podía ser que al principio su vuelo fuese así, pero... ahora, sus alas y él eran la misma cosa. Esas alas extravagantes y de murciélago eran una parte más de él; para Tomas, aquello había sonado como si le hubiese asegurado que no confiaba en sus brazos, o en su cabeza. Que no confiaba en él, directamente.
Y luego, estaba la herida. La maldita y asquerosa herida.
Giró la cabeza hacia otro lado y, finalmente, se decidió a murmurar, en voz baja.
- Bueno... -sabía a la perfección lo que tenía pensado agregar después de ese leve susurro, y, por ello, hizo una larga pausa. No. No iba a rendirse ahora. Nerine tenía que aprender a volar con él, que encontrarse cómoda en sus brazos... debía confiar en sus alas y en él. Cogió aire, y prosiguió- Por supuesto que soportaré tu peso. La... herida... -frunció los labios, llevándose una mano al estómago sin darse cuenta y pronunciando sus siguientes palabras con algo de molestia- La herida se supone que ya está curada. Si no, seguiría en la enfermería, ¿no...? No va a pasar nada, Neri. Quiero que confíes en mí, y eso implica que confíes también en que pueda volar...
Se lo pidió porque de veras lo necesitaba. Porque sabía que no volaría tranquilo si no se lo aseguraba. Porque era consciente de que, si bien sus alas no se habían bloqueado desde que habían dado por concluidas las clases de vuelo, de un momento a otro podían quedarse paradas en mitad del aire, si las sometía a tanta tensión.
La tensión de cargar con alguien que odiaba volar en sus brazos, y a quien no podía convencer de que sus alas ya funcionaban correctamente.
Tomas- Mensajes : 773
Fecha de nacimiento : 20/06/1993
Fecha de inscripción : 23/01/2011
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Re: Un favor pequeñito (priv.)
Nerine ladeó la cabeza y se encogió un poco ante la seriedad de las palabras de Tomas. ¡Jopetas! Ella acababa de decirle que vale, que lo iba a acompañar, no hacía falta que la mirase con esa cara de molestia y los labios tan fruncidos.
- Entonces... ¿Volamos? - preguntó, no demasiado entusiasmada con la perspectiva pero, al menos, resignada. Clavó los ojos un momento en la mano del muchacho, que reposaba mansamente sobre su herida, y tragó saliva. Nerine sabía que tenía que confíar en él, en sus alas y en que iba a hacer cualquier cosa por protegerla e impedir que volviera a pasarle nada malo... Y confiaba. Nerine confiaba, lo hacía, pero... Bueno, seguía teniendo miedo.
Negó con la cabeza antes de volver a ponerse a dudar por eso y, apartando la mano de Tomas que todavía la acariciaba en el cabello, se sentó en el alfeizar de la ventana y dejó que sus pies colgaran hacia fuera. Se mordió los labios y miró al chico, aterrada pero decidida.
- Vamos - jadeó, entre dientes, dirigiéndole a Tomas una mirada chispeante -. Antes de que me arrepienta...
(Es cortito, pero... Bueno XD Eso)
- Entonces... ¿Volamos? - preguntó, no demasiado entusiasmada con la perspectiva pero, al menos, resignada. Clavó los ojos un momento en la mano del muchacho, que reposaba mansamente sobre su herida, y tragó saliva. Nerine sabía que tenía que confíar en él, en sus alas y en que iba a hacer cualquier cosa por protegerla e impedir que volviera a pasarle nada malo... Y confiaba. Nerine confiaba, lo hacía, pero... Bueno, seguía teniendo miedo.
Negó con la cabeza antes de volver a ponerse a dudar por eso y, apartando la mano de Tomas que todavía la acariciaba en el cabello, se sentó en el alfeizar de la ventana y dejó que sus pies colgaran hacia fuera. Se mordió los labios y miró al chico, aterrada pero decidida.
- Vamos - jadeó, entre dientes, dirigiéndole a Tomas una mirada chispeante -. Antes de que me arrepienta...
(Es cortito, pero... Bueno XD Eso)
Nerine- Mensajes : 739
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Re: Un favor pequeñito (priv.)
(Yo no sé lo que he puesto; no se que será peor)
Tomas le dedicó una leve sonrisa, intentando demostrarle que él estaba tranquilo, para así poder transferirle algo de esa tranquilidad a Nerine. Aunque la niña había aceptado su petición, sus ojos dorados mostraban un nerviosismo que a Tomas no le gustaba. No le gustaba en absoluto.
Empleando todo el cuidado y el tiempo que le fue posible, Tomas pasó uno de sus brazos por detrás de las piernas de la chica, y dejó que se agarrase a él con toda la fuerza que había empleado, también, en esa mañana lejana que no quería ni recordar -oh, si. Una fuerza que casi le cortaba la respiración. Se acordaba bien de eso-. Intentó sujetarla con toda la fuerza que tuviese en sus brazos para hacerla sentir más segura, y luego comenzó a aletear lo más suavemente que pudo, sintiendo como los brazos enroscados alrededor de su cuello se tensaban al comenzar a moverse. Suspiró por lo bajo. Con esa lentitud, de que quisieran llegar al pueblo Nerine lo habría ahogado.
Trató de romper el silencio y distraerla un poco, al menos. Sus alas se movían solas y ya no tenía que preocuparse por ellas. Ahora quien debía preocuparle era esa chica todavía intranquila que llevaba en sus brazos.
- Por cierto... ¿qué son las semillas de Sol?
Sabía que no era una pregunta que viniese a cuento, e incluso imaginaba que podía ser algo excesivamente lógico... pero, en cualquier caso, era algo suficiente para mantener a Nerine entretenida. ¿No?
Tomas le dedicó una leve sonrisa, intentando demostrarle que él estaba tranquilo, para así poder transferirle algo de esa tranquilidad a Nerine. Aunque la niña había aceptado su petición, sus ojos dorados mostraban un nerviosismo que a Tomas no le gustaba. No le gustaba en absoluto.
Empleando todo el cuidado y el tiempo que le fue posible, Tomas pasó uno de sus brazos por detrás de las piernas de la chica, y dejó que se agarrase a él con toda la fuerza que había empleado, también, en esa mañana lejana que no quería ni recordar -oh, si. Una fuerza que casi le cortaba la respiración. Se acordaba bien de eso-. Intentó sujetarla con toda la fuerza que tuviese en sus brazos para hacerla sentir más segura, y luego comenzó a aletear lo más suavemente que pudo, sintiendo como los brazos enroscados alrededor de su cuello se tensaban al comenzar a moverse. Suspiró por lo bajo. Con esa lentitud, de que quisieran llegar al pueblo Nerine lo habría ahogado.
Trató de romper el silencio y distraerla un poco, al menos. Sus alas se movían solas y ya no tenía que preocuparse por ellas. Ahora quien debía preocuparle era esa chica todavía intranquila que llevaba en sus brazos.
- Por cierto... ¿qué son las semillas de Sol?
Sabía que no era una pregunta que viniese a cuento, e incluso imaginaba que podía ser algo excesivamente lógico... pero, en cualquier caso, era algo suficiente para mantener a Nerine entretenida. ¿No?
Tomas- Mensajes : 773
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Re: Un favor pequeñito (priv.)
Toda la (aparente) seguridad que Nerine había sentido mientras acceptaba la petición de Tomas y mientras pasaba sus piernas a través de la ventana para dejarlas colgando por ahí, desapareció en cuanto el muchacho la tomó en brazos y dejó de sentir la seguridad del suelo firme bajo su cuerpo. Algo parecido a aquella sensación de caerse al vacío que algunas veces la sacudía porque sí se adueñó de ella, y Nerine se aferró con toda la fuerza de sus pequeños brazos al cuello de Tomas porque no quería caerse, y hundió la cabeza en su pecho para no mirar al suelo. Los brazos de Tomas la ciñeron con fuerza, con más seguridad de la que habían empleado las otras veces que también habían volado (o tal vez con la misma, y era ella la que de repente se daba cuenta de la fuerza que tenía), y una vocecilla dentro de su cabeza se despertó y le exigió que no se pusiera tan nerviosa, porque no iba a ocurrir nada y Tomas la iba a proteger. El agarre entorno al cuello del muchacho se aflojó levemente.
- Por cierto... ¿qué son las semillas de Sol?
- Pues son unas semillas que cuestan mucho de conseguir aquí, aunque en Ënnya había a montones - susurró, después de tragar saliva y con la mirada perdida en el suelo. Se concentró en seguir hablando sin que su voz sonara demasiado asustada -. De ellas nacen unos helechos con las hojas doradas. Son preciosos, y van muy bien para preparar algunas medicinas... - quiso añadir que seguro que a Helio le encantaría tener algún ejemplar en el invernadero, o que en la enfermería les sería de mucha utilidad contar con reservas de esa planta, pero en ese momento atravesaron una corriente de aire que los sacudió un poco y a Nerine se le fue la voz otra vez.
Se agarró de nuevo al cuello de Tomas con fuerza y este la semiabrazó un poco, lo que impidió que se pusiera a temblar. Reprimió las ganas de pedirle que bajaran al suelo porque sabía que no era lo que Tomas deseaba y, diablos, Nerine quería hacerlo sentir bien, y se lamentaba porque sabía que no lo estaba conseguiendo. Seguro que era una novia pésima, no se explicaba como él todavía no se había cansado de intentar convencerla.
Tragando saliva, Nerine volvió a atreverse a echar un vistazo a su alrededor, y se dio cuenta que volvían a estar sobrevolando el camino de cerezos y entonces... Algo se encajó.
- Uau... - soltó, casi sin darse cuenta, abriendo mucho los ojos al darse cuenta de lo diferentes que se veían los colores y las cosas de los árboles desde allí arriba. Se inclinó un poco hacia allí para verlo mejor, y el reflejo del sol sobre el agua del lago allí a lo lejos capturó también su atención -. ¡Uao! - repitió.
- Por cierto... ¿qué son las semillas de Sol?
- Pues son unas semillas que cuestan mucho de conseguir aquí, aunque en Ënnya había a montones - susurró, después de tragar saliva y con la mirada perdida en el suelo. Se concentró en seguir hablando sin que su voz sonara demasiado asustada -. De ellas nacen unos helechos con las hojas doradas. Son preciosos, y van muy bien para preparar algunas medicinas... - quiso añadir que seguro que a Helio le encantaría tener algún ejemplar en el invernadero, o que en la enfermería les sería de mucha utilidad contar con reservas de esa planta, pero en ese momento atravesaron una corriente de aire que los sacudió un poco y a Nerine se le fue la voz otra vez.
Se agarró de nuevo al cuello de Tomas con fuerza y este la semiabrazó un poco, lo que impidió que se pusiera a temblar. Reprimió las ganas de pedirle que bajaran al suelo porque sabía que no era lo que Tomas deseaba y, diablos, Nerine quería hacerlo sentir bien, y se lamentaba porque sabía que no lo estaba conseguiendo. Seguro que era una novia pésima, no se explicaba como él todavía no se había cansado de intentar convencerla.
Tragando saliva, Nerine volvió a atreverse a echar un vistazo a su alrededor, y se dio cuenta que volvían a estar sobrevolando el camino de cerezos y entonces... Algo se encajó.
- Uau... - soltó, casi sin darse cuenta, abriendo mucho los ojos al darse cuenta de lo diferentes que se veían los colores y las cosas de los árboles desde allí arriba. Se inclinó un poco hacia allí para verlo mejor, y el reflejo del sol sobre el agua del lago allí a lo lejos capturó también su atención -. ¡Uao! - repitió.
Nerine- Mensajes : 739
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Re: Un favor pequeñito (priv.)
A Tomas no le había resultado cómoda esa vocecilla apagada con la que Nerine había respondido a su cuestión, ni la fuerza exagerada que la niña comenzaba a emplear, de nuevo, para agarrarse a él. Casi no prestó atención a su respuesta (a pesar de que no le hizo mucha gracia eso de que costaba mucho conseguirlas allí; ¿cómo le compraría él esas semillas de Sol, entonces? Sacudió la cabeza, llegando a la conclusión de que no iban a caer y no tendría que preocuparse por esas estupideces en ese instante)
Intentó pronunciar cualquier otra cuestión semejante para volver a distraerla, a pesar de que sus preguntas no parecían funcionar como él esperaba que funcionasen. Ya estaba a punto de ahogar un suspiro y acabar rindiéndose de manera definitiva, cuando escuchó una exclamación que lo dejó confundido por un momento y casi le hizo ralentizar aun más su velocidad (si eso era posible)
- Uau...
Tomas miró a Nerine una vez, como si buscase cerciorarse de que había sido ella quien había pronunciado eso (aunque, ¿quién iba a ser si no?), y luego dirigió su mirada hacia el suelo, buscando aquello que había sorprendido a la niña para, de repente, escuchar otra exclamación igual de emocionada que la primera. Además, la presión sobre su cuello había cedido notablemente, y Nerine... Nerine... ¡Nerine estaba mirando hacia el suelo!
Tomas dibujó una sonrisa en sus labios casi de manera inmediata. No sabía si la niña estaba aparentando, con más eficacia que antes, una tranquilidad que en realidad no estaba allí, pero en cualquier caso le gustaba. Y él la había creído.
- Ah... ya te dije que las vistas eran geniales, pero... no me hacías caso -igualmente, Tomas rió un poco tras esas palabras y comenzó a señalar lugares que se veían desde allí, con una claridad y belleza que no se poseía desde el suelo- Mira, allí están las áreas verdes... ¡y el campo de prácticas...! Ya hay gente entrenando por allí y todo, ¿los ves...?
A medida que señalaba nuevos sitios, como si él no se supiese todos esos recorridos de memoria, la emoción de Tomas iba creciendo hasta casi hacerle olvidar que llevaba a una chica con miedo a volar con él entre sus brazos. Si bien continuó aplicando la misma fuerza para agarrar a Nerine, sus alas no tardaron en batir el aire con una velocidad a la que él estaba más acostumbrado, y que los hizo acelerar levemente sin que ninguno de los dos se percatase.
Intentó pronunciar cualquier otra cuestión semejante para volver a distraerla, a pesar de que sus preguntas no parecían funcionar como él esperaba que funcionasen. Ya estaba a punto de ahogar un suspiro y acabar rindiéndose de manera definitiva, cuando escuchó una exclamación que lo dejó confundido por un momento y casi le hizo ralentizar aun más su velocidad (si eso era posible)
- Uau...
Tomas miró a Nerine una vez, como si buscase cerciorarse de que había sido ella quien había pronunciado eso (aunque, ¿quién iba a ser si no?), y luego dirigió su mirada hacia el suelo, buscando aquello que había sorprendido a la niña para, de repente, escuchar otra exclamación igual de emocionada que la primera. Además, la presión sobre su cuello había cedido notablemente, y Nerine... Nerine... ¡Nerine estaba mirando hacia el suelo!
Tomas dibujó una sonrisa en sus labios casi de manera inmediata. No sabía si la niña estaba aparentando, con más eficacia que antes, una tranquilidad que en realidad no estaba allí, pero en cualquier caso le gustaba. Y él la había creído.
- Ah... ya te dije que las vistas eran geniales, pero... no me hacías caso -igualmente, Tomas rió un poco tras esas palabras y comenzó a señalar lugares que se veían desde allí, con una claridad y belleza que no se poseía desde el suelo- Mira, allí están las áreas verdes... ¡y el campo de prácticas...! Ya hay gente entrenando por allí y todo, ¿los ves...?
A medida que señalaba nuevos sitios, como si él no se supiese todos esos recorridos de memoria, la emoción de Tomas iba creciendo hasta casi hacerle olvidar que llevaba a una chica con miedo a volar con él entre sus brazos. Si bien continuó aplicando la misma fuerza para agarrar a Nerine, sus alas no tardaron en batir el aire con una velocidad a la que él estaba más acostumbrado, y que los hizo acelerar levemente sin que ninguno de los dos se percatase.
Tomas- Mensajes : 773
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Re: Un favor pequeñito (priv.)
Ni siquiera la misma Nerine era capaz de comprender cómo era posible que, de repente, aquel miedo agudo e intenso que la invadía cada vez que Tomas la cogía en brazos y echaba a volar, se hubiera evaporado tan facilmente. Las vistas desde allí arriba, aunque espectaculares y embriagadoras, eran las mismas que las otras dos veces que habían volado, y la sensación de vértigo que sentía cada vez que abandonaba el suelo seguía allí, anidada en su estómago como si se tratara de una pesada losa de piedra que le impedía respirar con normalidad. Pero, aunque seguía estando asustada y seguía sin gustarle ni un pelo aquello de estar volando, había dejado de sentir aquel miedo tan primario de siempre, e incluso se había visto capaz, casi sin darse cuenta, de aflojar el agarre entorno al cuello de Tomas para poder girarse un poco y observar todas las maravillas de las que él hablaba. Entonces se preguntó, si todavía tenía miedo... ¿Por qué ahora era capaz de reprimirlo y tan solo dejarse llevar?
Ah, claro. Era porque ahora estaba segura de que podía confiar en él.
Nerine ladeó un poco la cabeza y la volvió hacia Tomas. Sus brazos todavía estaba enredados entorno a su cuello aunque (ahora se daba cuenta) no fuera necesario, ya que él la sujetaba con fuerza y firmeza y sería incapaz de dejarla caer, pero de todos modos a Nerine le gustaba estar así, en esa posición, y no los apartó. Observó la expresión de radiante felicidad que emmanaba de la mirada de Tomas mientras volaba, y sonreía, y le señalaba lugares con los ojos y las palabras porque de ningún modo iba a soltarla, y la niña soltó una risa ligera y se sintió en paz con el mundo y consigo misma.
- Realmente amas esto, ¿verdad? - preguntó, aunque era una cuestión realmente obvia. Sintió un pequeño pinchazo de celos y se preguntó si ella sería capaz algún día de inspirar en Tomas aquella misma sonrisa que empleaba cuando volaba, y luego solo se acurrucó un poco y se dedicó a disfrutar del paisaje que los separaba todavía de Mondphase.
Ah, claro. Era porque ahora estaba segura de que podía confiar en él.
Nerine ladeó un poco la cabeza y la volvió hacia Tomas. Sus brazos todavía estaba enredados entorno a su cuello aunque (ahora se daba cuenta) no fuera necesario, ya que él la sujetaba con fuerza y firmeza y sería incapaz de dejarla caer, pero de todos modos a Nerine le gustaba estar así, en esa posición, y no los apartó. Observó la expresión de radiante felicidad que emmanaba de la mirada de Tomas mientras volaba, y sonreía, y le señalaba lugares con los ojos y las palabras porque de ningún modo iba a soltarla, y la niña soltó una risa ligera y se sintió en paz con el mundo y consigo misma.
- Realmente amas esto, ¿verdad? - preguntó, aunque era una cuestión realmente obvia. Sintió un pequeño pinchazo de celos y se preguntó si ella sería capaz algún día de inspirar en Tomas aquella misma sonrisa que empleaba cuando volaba, y luego solo se acurrucó un poco y se dedicó a disfrutar del paisaje que los separaba todavía de Mondphase.
Nerine- Mensajes : 739
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Re: Un favor pequeñito (priv.)
Tomas no pudo evitar dejar que su sonrisa se ampliase al escuchar aquella cuestión, aquella sencilla pregunta que Nerine acababa de pronunciar y tras la cual se había acurrucado tranquilamente entre sus brazos. Podía suponer que ambos sabían la respuesta, esa respuesta plenamente afirmativa; porque desde que sus alas habían aprendido a moverse, el muchacho adoraba surcar el cielo y descubrir todos aquellos lugares innacesibles e invisibles cuando caminaba, se enamoraba de contemplar los amaneceres desde la rama de un árbol, o de simplemente poder escaparse por su ventana cada mañana para saludar a los días.
Sin embargo, Tomas percibía que, ahora, el "sí" que le podía dar a la niña estaba mucho más completo que cualquier otra semana, o incluso día anteriores. Y sabía exactamente por qué.
- Claro que sí... -musitó, al fin, después de un ratito en silencio sintiendo la brisa que les golpeaba suavemente en la cara y vislumbrando la Academia que comenzaban a dejar atrás. Miró a Nerine antes de proseguir- Pero... ahora me gusta un poco más. Es todo más... bonito... si estoy contigo.
Después de murmurar aquella última frase, Tomas no pudo evitar que un ligero rubor le cubriera las mejillas (¡Maldita sea! ¿Por qué se sonrojaba tan a menudo?), seguido de una risa que no supo muy bien por qué sintió la necesidad de desatar. Quizá porque, tras meditar esas frases que pronunciaba, se daba cuenta de que no podía ser que él sintiese deseos de dedicarle esas palabras a Nerine, esas palabras que la mayoría de las veces le sonaban tontas y sin ningún sentido.
Pero, en cualquier caso, palabras que sólo podían salirle del corazón.
Sin embargo, Tomas percibía que, ahora, el "sí" que le podía dar a la niña estaba mucho más completo que cualquier otra semana, o incluso día anteriores. Y sabía exactamente por qué.
- Claro que sí... -musitó, al fin, después de un ratito en silencio sintiendo la brisa que les golpeaba suavemente en la cara y vislumbrando la Academia que comenzaban a dejar atrás. Miró a Nerine antes de proseguir- Pero... ahora me gusta un poco más. Es todo más... bonito... si estoy contigo.
Después de murmurar aquella última frase, Tomas no pudo evitar que un ligero rubor le cubriera las mejillas (¡Maldita sea! ¿Por qué se sonrojaba tan a menudo?), seguido de una risa que no supo muy bien por qué sintió la necesidad de desatar. Quizá porque, tras meditar esas frases que pronunciaba, se daba cuenta de que no podía ser que él sintiese deseos de dedicarle esas palabras a Nerine, esas palabras que la mayoría de las veces le sonaban tontas y sin ningún sentido.
Pero, en cualquier caso, palabras que sólo podían salirle del corazón.
Tomas- Mensajes : 773
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Re: Un favor pequeñito (priv.)
Nerine notaba como, a cada segundo que pasaba surcando el cielo en brazos de Tomas, el miedo a caer se iba haciendo cada vez más y más pequeño, aplastado por la belleza apabullante de las vistas y el paisaje, y finalmente casi desapareció sin dejar rastro. Era... Increíble. Extrañamente increíble. Nerine notaba que su estómago seguía estremeciéndose, pero aquella sensación había dejado de resultarle desagradable, porque aquellos brazos fuertes y cálidos que la ceñían por las piernas y la cintura, impedían que pudiera sentir nada salvo seguridad.
- Claro que sí... Pero... ahora me gusta un poco más. Es todo más... bonito... si estoy contigo.
La niña apartó la mirada del paisaje (¡Vaya! ¡Que lejos había quedado la academia ya!) y volvió a clavarla en Tomas, notando que las mejillas se le calentaban gradualmente y su sonrisa crecía un poquito más hasta abarcar toda la extensión de su cara, exultante, feliz.
- Yo también soy más feliz si estoy contigo - murmuró, pasando el dorso de la mano sobre la mejilla de Tomas. Y luego, sin importarle que estuvieran volando a muchos pies de altura, o que pudiera desconcentrar al muchacho y hacerlos caer a ambos nefastamente contra el suelo, estiró la cabeza y lo besó.
Y sí. Todo fue maravilloso.
- ¿Falta mucho para llegar al pueblo? - preguntó, sonrojada, apartando la mirada y regresándola hasta el frente.
Sus brazos se enredaron entorno a su cuello otra vez.
- Claro que sí... Pero... ahora me gusta un poco más. Es todo más... bonito... si estoy contigo.
La niña apartó la mirada del paisaje (¡Vaya! ¡Que lejos había quedado la academia ya!) y volvió a clavarla en Tomas, notando que las mejillas se le calentaban gradualmente y su sonrisa crecía un poquito más hasta abarcar toda la extensión de su cara, exultante, feliz.
- Yo también soy más feliz si estoy contigo - murmuró, pasando el dorso de la mano sobre la mejilla de Tomas. Y luego, sin importarle que estuvieran volando a muchos pies de altura, o que pudiera desconcentrar al muchacho y hacerlos caer a ambos nefastamente contra el suelo, estiró la cabeza y lo besó.
Y sí. Todo fue maravilloso.
- ¿Falta mucho para llegar al pueblo? - preguntó, sonrojada, apartando la mirada y regresándola hasta el frente.
Sus brazos se enredaron entorno a su cuello otra vez.
Nerine- Mensajes : 739
Fecha de inscripción : 19/01/2011
Re: Un favor pequeñito (priv.)
De haber sido capaz de mostrar mayor felicidad en su rostro, la sonrisa de Tomas habría vuelto a ampliarse cuando escuchó a Nerine corresponder a sus palabras con ese suave murmullo. Y se habría colmado todavía más cuando, olvidando que se encontraban en mitad del aire, haciendo que él olvidase que debía estar concentrado en no chocar contra nada... Nerine le robó aquel beso de sus labios sin que él pudiese verlo venir.
Entornó un poco los párpados, lo suficiente para poder seguir viendo por donde volaba y, a la vez, saborear ese beso como le gustaba saborear todos aquellos besos que esos otros labios le daban, y continuó sonriendo ampliamente en cuanto Nerine volvió a separarse de él.
Notaba que esa felicidad ya casi no cabía dentro de su cuerpo, poco acostumbrado a ella.
- ¿Falta mucho para llegar al pueblo?
Tomas se rió, de nuevo. Rió porque tenía la necesidad de reírse, porque le gustaba el rubor que había cubierto las mejillas de Nerine, porque le gustaba estar volando con ella y estar con ella, en definitiva. Rió porque aquella pregunta no tenía ninguna respuesta que él quisiera escuchar.
- Que falte lo que quiera.
Y, tras echar un rápido vistazo frente a él, asegurándose de que no había árboles ni nada contra lo que pudiese chocar, entornó de nuevo los ojos y le devolvió el beso que antes le había dedicado, pegándola un poco más a él como si nunca fuera a dejarla escapar.
- Ah, mira. Ahí está Mondphase.
Tras unos minutos más de ágil vuelo, el paisaje cargado de árboles y caminos perdidos se vio sustituido por el pueblito al que se dirigían. Tomas no pudo evitar pronunciar aquella frase con algo de tristeza, ya que, verdaderamente, estaba disfrutando mucho de aquel vuelo y sabía que no iba a disfrutar tanto cuando tuviera que comer con Nerine aquel helado grande de dos sabores que no le gustaban.
En cualquier caso, a Tomas aquella estupidez no lo preocupó. Bajó un poco hasta quedar al nivel de los tejados, y comenzó a mirar a ambos lados, incluyendo entre sus miradas el rostro de la niña.
- Helio dijo que... esa flor, la nube de noseque -ya se le había olvidado otra vez- estaba en los tejados. Pero yo en los tejados no veo nada...
Sin embargo, si bien él no había visto nada significativo en los tejados, sí que encontró algo especial al mirar hacia el cielo. El sol acababa de esconderse tras una nube. Una fea nube gris.
"¿Por qué tengo tan mala suerte?" gruñó en sus pensamientos.
(Si no la lio no soy persona xDDD!!)
Entornó un poco los párpados, lo suficiente para poder seguir viendo por donde volaba y, a la vez, saborear ese beso como le gustaba saborear todos aquellos besos que esos otros labios le daban, y continuó sonriendo ampliamente en cuanto Nerine volvió a separarse de él.
Notaba que esa felicidad ya casi no cabía dentro de su cuerpo, poco acostumbrado a ella.
- ¿Falta mucho para llegar al pueblo?
Tomas se rió, de nuevo. Rió porque tenía la necesidad de reírse, porque le gustaba el rubor que había cubierto las mejillas de Nerine, porque le gustaba estar volando con ella y estar con ella, en definitiva. Rió porque aquella pregunta no tenía ninguna respuesta que él quisiera escuchar.
- Que falte lo que quiera.
Y, tras echar un rápido vistazo frente a él, asegurándose de que no había árboles ni nada contra lo que pudiese chocar, entornó de nuevo los ojos y le devolvió el beso que antes le había dedicado, pegándola un poco más a él como si nunca fuera a dejarla escapar.
- Ah, mira. Ahí está Mondphase.
Tras unos minutos más de ágil vuelo, el paisaje cargado de árboles y caminos perdidos se vio sustituido por el pueblito al que se dirigían. Tomas no pudo evitar pronunciar aquella frase con algo de tristeza, ya que, verdaderamente, estaba disfrutando mucho de aquel vuelo y sabía que no iba a disfrutar tanto cuando tuviera que comer con Nerine aquel helado grande de dos sabores que no le gustaban.
En cualquier caso, a Tomas aquella estupidez no lo preocupó. Bajó un poco hasta quedar al nivel de los tejados, y comenzó a mirar a ambos lados, incluyendo entre sus miradas el rostro de la niña.
- Helio dijo que... esa flor, la nube de noseque -ya se le había olvidado otra vez- estaba en los tejados. Pero yo en los tejados no veo nada...
Sin embargo, si bien él no había visto nada significativo en los tejados, sí que encontró algo especial al mirar hacia el cielo. El sol acababa de esconderse tras una nube. Una fea nube gris.
"¿Por qué tengo tan mala suerte?" gruñó en sus pensamientos.
(Si no la lio no soy persona xDDD!!)
Tomas- Mensajes : 773
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Re: Un favor pequeñito (priv.)
Tomas la besó una segunda vez mientras todavía volaban, y a Nerine dejó de importarle que faltara mucho o faltara poco para llegar a su destino, y dejó de importarle cuan alto volaran o cuanto tiempo faltara para aterrizar, porque su cerebro echó a volar mucho más alto que ellos y flotó alegremente sin dejarla pensar en nada.
- Ah, mira. Ahí está Mondphase - anunció Tomas unos segundos después, haciéndola regresar rápidamente hasta el mundo real. Nerine aflojó su agarre entorno al cuello del muchacho (que era fuerte y ceñido, pero muy diferente a aquel primer agarre aterrado que había practicado al echar a volar) y se volvió hacía delante de nuevo para ver como los tejados de las casitas de Mondphase se acercaban a ellos -aunque en realidad fuera al revés.
- Ve hacia allí - indicó Nerine, señalando con el dedo un conjunto de casas que quedaban apartadas del anillo central del pueblo sin salir realmente del núcleo antiguo. Los tejados de aquellas casas eran de pizarra, torcidos e inclinados como si llevaran encima todo el peso de los años, y se elevaban un poco por encima de los tejados a su alrededor, de modo que la luz del sol impactaba plenamente sobre ellos -. Tiene que haber núbes de azúcar allí. Sí o sí.
Sonrió satisfecha incluso antes de encontrar la flor, porque Nerine sabía que no podía ser que se equivocase y no encontrasen lo que buscaban allí.
Pero entonces el sol se ocultó, y al levantar la cabeza, Nerine observó aquel feo nubarrón gris que anunciaba tormenta. Y, igual que Tomas, gimoteó.
- ¿Eh? Vamos, no. No me digas... - una gota de agua cayó sobre su nariz.
Parecía que el tiempo quería arruinarles aquella especie de "cita" que estaban teniendo. Estupendo.
- Ah, mira. Ahí está Mondphase - anunció Tomas unos segundos después, haciéndola regresar rápidamente hasta el mundo real. Nerine aflojó su agarre entorno al cuello del muchacho (que era fuerte y ceñido, pero muy diferente a aquel primer agarre aterrado que había practicado al echar a volar) y se volvió hacía delante de nuevo para ver como los tejados de las casitas de Mondphase se acercaban a ellos -aunque en realidad fuera al revés.
- Ve hacia allí - indicó Nerine, señalando con el dedo un conjunto de casas que quedaban apartadas del anillo central del pueblo sin salir realmente del núcleo antiguo. Los tejados de aquellas casas eran de pizarra, torcidos e inclinados como si llevaran encima todo el peso de los años, y se elevaban un poco por encima de los tejados a su alrededor, de modo que la luz del sol impactaba plenamente sobre ellos -. Tiene que haber núbes de azúcar allí. Sí o sí.
Sonrió satisfecha incluso antes de encontrar la flor, porque Nerine sabía que no podía ser que se equivocase y no encontrasen lo que buscaban allí.
Pero entonces el sol se ocultó, y al levantar la cabeza, Nerine observó aquel feo nubarrón gris que anunciaba tormenta. Y, igual que Tomas, gimoteó.
- ¿Eh? Vamos, no. No me digas... - una gota de agua cayó sobre su nariz.
Parecía que el tiempo quería arruinarles aquella especie de "cita" que estaban teniendo. Estupendo.
Nerine- Mensajes : 739
Fecha de inscripción : 19/01/2011
Re: Un favor pequeñito (priv.)
Tomas obedeció rápidamente la primera petición de la niña, esperando que llevase razón y su flor (nubes de azúcar, nubes de azúcar. No se le iba a olvidar más) estuviese allí tal y como ella intuía. Porque si no, algo le decía que iban a acabar como una sopa y sin lograr lo que andaban buscando.
Paró a toda velocidad en uno de esos tejados que Nerine señalaba, y la dejó apoyada allí (confiando plenamente en que no iba a caerse), bajando él de un salto. Un salto que le revolvió el estómago y casi le hizo caerse, en vez de a ella, a él.
Ya comenzaba a notar pequeñas gotas de agua cayendo sobre el tejado.
- Voy a cogerla. Iré en un momento...
Pero el tiempo que tardó en hallar la flor, cogerla, y volver hasta donde se encontraba Nerine fue suficiente para que comenzase a llover.
Tomó a la chica y la apretujó contra él, intuyendo que sus alas la taparían lo suficiente para que no se mojase mucho, y luego aleteo (como buenamente pudo) buscando algún lugar donde resguardarse. El agua caía con fuerza y casi no veía ni podía volar. Tomas nunca había volado con lluvia y mucho menos llevando a alguien consigo.
Pero le había prometido a Nerine que no se iban a caer. Así que iba a cumplir su promesa. Aunque sus alas tuvieran que acabar echas polvo por ello.
- Ah... allí...
Tras unos minutos revoloteando por las calles del pueblo y sin ver nada que no fuesen casas y casas, encontró un pequeño puentecillo adornando la mitad de una calle de piedra. Suspirando, hizo un último esfuerzo para aletear hasta él y volvió a bajar al suelo de un salto después de asegurarse de que Nerine había bajado bien.
- Arg... -gruñó, mientras respiraba fuerte, agotado como si hubiese pasado horas corriendo (porque era como si hubiese pasado horas corriendo) y, esta vez sí, dejándose caer en el suelo con una mano en el pecho, que fue resbalando lentamente hasta llegar al estómago. En cualquier caso, en su otra mano se escondían unas cuantas florecillas que le hacían pensar que destrozarse las alas había servido para algo...
Las alas... No pudo evitar extenderlas, y mirar esas alas que les habían hecho de paraguas con los labios fruncidos. Gruñó otra vez.
Paró a toda velocidad en uno de esos tejados que Nerine señalaba, y la dejó apoyada allí (confiando plenamente en que no iba a caerse), bajando él de un salto. Un salto que le revolvió el estómago y casi le hizo caerse, en vez de a ella, a él.
Ya comenzaba a notar pequeñas gotas de agua cayendo sobre el tejado.
- Voy a cogerla. Iré en un momento...
Pero el tiempo que tardó en hallar la flor, cogerla, y volver hasta donde se encontraba Nerine fue suficiente para que comenzase a llover.
Tomó a la chica y la apretujó contra él, intuyendo que sus alas la taparían lo suficiente para que no se mojase mucho, y luego aleteo (como buenamente pudo) buscando algún lugar donde resguardarse. El agua caía con fuerza y casi no veía ni podía volar. Tomas nunca había volado con lluvia y mucho menos llevando a alguien consigo.
Pero le había prometido a Nerine que no se iban a caer. Así que iba a cumplir su promesa. Aunque sus alas tuvieran que acabar echas polvo por ello.
- Ah... allí...
Tras unos minutos revoloteando por las calles del pueblo y sin ver nada que no fuesen casas y casas, encontró un pequeño puentecillo adornando la mitad de una calle de piedra. Suspirando, hizo un último esfuerzo para aletear hasta él y volvió a bajar al suelo de un salto después de asegurarse de que Nerine había bajado bien.
- Arg... -gruñó, mientras respiraba fuerte, agotado como si hubiese pasado horas corriendo (porque era como si hubiese pasado horas corriendo) y, esta vez sí, dejándose caer en el suelo con una mano en el pecho, que fue resbalando lentamente hasta llegar al estómago. En cualquier caso, en su otra mano se escondían unas cuantas florecillas que le hacían pensar que destrozarse las alas había servido para algo...
Las alas... No pudo evitar extenderlas, y mirar esas alas que les habían hecho de paraguas con los labios fruncidos. Gruñó otra vez.
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