Respirando

Nerine parpadeó cuando la enfermera se levantó y comenzó a alejarse, y se sorprendió porque no la había escuchado despedirse y pensó que tal vez se había quedado ensimismada con algo.
- ¡Adiós Arsi! ¡Gracias por las piruletas! - le gritó a la mujer de espaldas, saludándola enérgicamente con la mano. Luego se giró hacia Tomas, que seguía con expresión aturdida y mareada, y ladeó la cabeza. Quería preguntarle algo, o animarle, o decirle algo que lo alegrse un poco, pero... Se le escapó una sonrisa y se tapó la boca. - Estás horrible - le dijo, bromeando.

Tomas miró hacia la niña mostrando algo de fastidio, y liberándose al fin de sus pensamientos sobre parecidos y presentimientos. La enfermera se había marchado, no merecía la pena que siguiera reflexionando.
Sin embargo, ahora a Tomas no le molestaba tanto tener que llevar la nariz tan vendada, ni que hubiese demostrado tanto ser un blando. Había conocido a la enfermera. La enfermera lo conocía a él. Aquello no habría pasado si Nerine no se hubiera empeñado en que un enfermero tenía que verlo.
Así que Tomas borró su expresión enfuruñada y siguió la broma de la chica, mostrando un lejano toque de amargura.
-Sé que lo estoy -reconoció, sonriendo, cerrando los ojos y acariciando su nariz recién "curada"- Así que ríete si quieres, Neri; yo también... me reiría si me viese -entonces, Tomas se percató de que había vuelto a acortar su nombre. La miró de reojo y, como si aquello fuese un tema extremadamente serio, musitó- Porque... puedo... llamarte Neri, ¿no? Es... más corto, y... me gusta más como suena, bueno... no sé si a ti...

Ella le devolvió la sonrisa, aguantandose la risa con el tono falsamente dolido de Tomas, haciéndole gracia como fingía sufrir por su apariencia y, sobre todo, el haber sido capaz de darse cuenta de que bromeaba. Eso significaba que comenzaban a conocerse bien, y aquello a Nerine le gustaba.
- Porque... puedo... llamarte Neri, ¿no? Es... más corto, y... me gusta más como suena, bueno... no sé si a ti...
- Mi madre decía que eso de robarle letras a los nombres es feo y de muy mal gusto, y que las señoritas educadas no llaman "Aya" a sus hermanos mayores ni dejan que ellos la llamen "Neri" - dijo, mirándole entre seria y divertida. Se inclinó hacia delante y soltó una risita rebelde. - De modo que... Puedes llamarme como quieras. A mi me gusta.

Tomas asintió levemente con la cabeza, mostrando una, también, entrecortada sonrisa. Sin embargo, existía algo en las palabras de Nerine a lo que no paraba de darle vueltas. Era la segunda vez que la oía hablar sobre sus padres, y en la anterior tampoco se había mostrado muy positiva. Recordó lo que Ren le había contado acerca de su familia, pero no pudo ni siquiera intuir que la situación de Nerine podía ser la misma; una familia que no la quisiera. Nadie podía no querer a Nerine.
-A lo mejor es... una tontería, pero... -Tomas se rascó la cabeza. No sabía cómo inquirir aquello- el día que nos... vimos en el parque, me dijiste que dormías por allí huyendo de tus padres, y... de... tu madre... -no le terminaba de convencer el tono con el que había pronunciado sus palabras, aparte de haber usado el tiempo pasado. Pero prefería preguntar sin pronunciar sus pensamientos en voz alta- ¿Qué ocurrió? ¿O... qué ocurre? ¿Puedo... preguntártelo?

Nerine siguió sonriendo aunque la sonrisa no llegó a sus ojos, y levantó un poco la mirada para mirar a Tomas y soltar una risita.
- A mis padres no les gusto y llevo más de siete años sin ver a ninguno de los dos - admitió encogiéndose de hombros, como si fuera lo más normal del mundo aunque sabía que no lo era. Observó al muchacho y vio que la miraba con los ojos abiertos, pareciendo un preocupado. La idea que pudiera estar preocupándose por ella le desagradó lo suficiente como para querer sonreírle y decirle que no pasaba nada y que no le importaba aunque no fuera así. Se inclinó un poco más hacia delante para mirarlo más fijamente y ladeó la cabeza. - Pero no pasa nada.

Tomas escuchó la respuesta de Nerine con unos ojos repletos de preocupación. A ella no parecía gustarle esa mirada, pero Tomas no podía forjar ninguna otra ante aquellas palabras. Quiso corresponderla con un alentador "no digas que no les gustas. Algo les tienes que gustar", pero seguía recordando el caso de Ren, y seguramente el caso de muchos otros compañeros suyos. Él siempre había tenido una familia excelente a la que había querido por encima de todo, pero no todas eran así. De hecho, estaba comprobando que la mayoría no eran así. Por desgracia.
Tomas no sabía qué decir. Sólo suponía que Nerine prefería cambiar de tema, pero al muchacho no se le daba muy bien sacar nuevos temas de conversación.
Así que, finalmente, no tuvo más remedio que permanecer en silencio.

Nerine estiró las manos y tomó las de Tomas entre las suyas, aunque eran más pequeñas y apenas podía rodearlas. Lo miró y sonrió, tratando de verse más alegre que antes y así animarlo.
- No te preocupes, de verdad - le dijo, flojito. - Te acostumbras. Yo tengo a Ayashi, y él sí que me quiere y me cuida. No estoy sola - Y aquello era más de lo que otros, como Abby, podían decir. Ella no había perdido a nadie. - Además, tengo amigos - le recordó. - Uno nunca está solo si tiene amigos.
A Nerine no le gustaba hablar de sus padres, porque cuando se acordaba de ellos y de como eran las cosas cuando vivían los cuatro juntos, se ponía triste. No le gustaba nada estar triste. Por eso sonrió y estiró a Tomas de las manos para que le hiciera caso y dejara de pensar en cosas tristes.
- Eso no importa, ahora estamos aquí y ¡vamos a aprender magia!

Tomas le devolvió la sonrisa, tan pronto como acabó sus palabras. Todavía seguía sorprendiéndose por la enorme felicidad de Nerine. Nada parecía ser capaz de hacerla caer de su inocencia y su alegría infantil. A veces, incluso la envidiaba.
Mientras la niña le toqueteaba las manos, Tomas determinó lo que le iba a preguntar a continuación. Ya se había percatado algunas veces de lo poco que sabía sobre ella...
-¿Ayashi... es tu hermano? -ella asintió rápidamente con la cabeza. Mirando hacia sus manos, Tomas prosiguió- ¿Y está... dando clases aquí? ¿O es... estudiante, también...?

Nerine sonrió al pensar en su hermano y sus ojos volvieron a brillar con la alegría de siempre, porque ella adoraba a Ayashi y adoraba pensar en él.
- Síp, es mi hermano mayor, y no, no es ni profesor ni estudiante. Hasta hace poco él y yo vivíamos lejos, en Ënnya, pero regresamos para que yo pudiera venir aquí, y él tiene ahora relación con la Academia, porque es comerciante de libros y proveedor de la biblioteca. Además... - soltó una risa y se tapó la boca poniéndose un poco roja. - Ahora él y la profesora Aurora son novios.
Sonrió soñadoramente. Aquella profesora le gustaba mucho, porque era muy dulce y muy atenta con ella, y le había regalado un peluche muy bonito. Abrió la boca y miró a Tomas con un asentimiento.
- ¿Nunca lo has visto por aquí? Es moreno y alto y no se parece mucho a mí pero es muy guapo - dio una explicación vaga y rodó los ojos porque se dio cuenta de que así no le reconocerían nunca. - Después del baile pasó varios días aquí, vigilando a Ren, por lo del accidente...

Tomas se alegró, al fin, de haber hallado un tema sobre el que a Nerine le gustase hablar, y le hiciese conocerla mejor. Parecía que Ayashi era muy importante para ella. Cuando le cuestionó si alguna vez había visto a su hermano por la academia, abrió la boca y se preparó para responder que no. Aunque ella reconociese que no se parecían mucho, si lo hubiese visto, algún parecido le habría sacado... ¿no?
Sin embargo, sus pensamientos cambiaron cuando la niña mencionó a Ren. Una escena acudió a su memoria, una escena en la que salía un hombre al que no había reconocido... en ese momento.
-Espera un segundo -meditó, acariciándose la barbilla. Entonces, el hombre que había encontrado en la azotea, ¿era el hermano de Nerine? No era que no se pareciesen mucho; quizá no se había fijado bien, pero Tomas no había hallado ningún parecido. Era raro. Pero Ren y él habían estado hablando sobre alguna mujer; sin duda tenía que ser la tal profesora Aurora... parecía que todo encajaba.
Se rascó la cabeza.
-Si, me acuerdo. Sí que vi a tu hermano, en la azotea... estaba con Ren, hablando -y había sido quien había evitado que se descontrolase, además. Tomas prefirió no recordar aquello. Miró hacia Nerine y le sonrió- Parecía... buena persona. Seguro que te cuida bien.

- ¡Si! ¡Es la persona más buena del mundo! - Nerine sonrió y dio un botecito animadamente cuando Tomas dijo que si que conocía a su hermano, contenta, como siempre que pensaba en él. - Ha sido casi más un padre que un hermano, aunque... He sido yo quién ha cuidado siempre de él - dijo, orgullosa. Ayashi nunca había sabido cocinar, ni limpiar, ni hacer ningún tipo de tarea, y desde siempre Nerine se había encargado de los dos mientras él los mantenía a ambos. - De no haber sido por él, yo... - Se calló porque se dio cuenta de que volvía a hablar de cosas tristes y aquello no le gustaba. Se rió y levantó la mirada hacia el chico, curiosa, queriendo cambiar de tema. - ¿Y tu? No sé si tienes hermanos... No sé por qué, pero tienes pinta de ser un gran hermano mayor

Tomas rió amargamente ante aquella última frase de Nerine. No sabía si habría sido un buen hermano mayor o no, pero, desde luego, sí sabía que habría sido muy feliz intentándolo. Antes de sumergirse en sus pensamientos, se apresuró a responder.
-No, no tengo, pero... siempre... siempre quise tener una hermanita pequeña, ¿sabes? Como tú, más o menos... o más pequeña. Mamá me decía que sí, que ella también quería una hija. A lo mejor si... hubiesen tenido más tiempo...-Tomas cabeceó, intentando librarse de aquel pensamiento. Cuando prosiguió, soltó una leve risa- O a lo mejor me lo decía para que me callase; llegué a ponerme bastante pesado con el tema... -dejó de hablar al percatarse de que su pregunta era directa; o si, o no. ¿Por qué le estaba contando toda su vida?- Pero... no, no, no tengo hermanos.

Nerine abrió la boca para quejarse. "¡No soy pequeña!", le quiso decir, pero no lo hizo porque percibió la extraña expresión que había adoptado la cara de Tomas al decir aquello. Ladeó la cabeza, pensativa. ¿Había dicho algo mal? Parecía que su amigo se había puesto triste. "Mama me decía...", "Si hubiesen tenido más tiempo...". No hacía falta ser un lumbreras para imaginar lo que ocurría.
- Oh - soltó, como toda respuesta a la explicación de Tomas. Quiso disculparse pero ya lo había hecho muchas veces aquella tarde y, además, supuso que aquello lo haría sentir peor (como a ella, que odiaba que los demás le tuvieran lástima). Pese a todo, quiso decirle algo que lo hiciera sonreír, aunque fuera solo un poquito. - Es una lástima... A mi, me habrías gustado mucho como hermano mayor.

Tomas le sonrió levemente, casi sin necesidad de forzarse para ello. Cada vez le resultaba más cómodo sonreír estando cerca de aquella chica.
-Y a mi... a mi tú de hermana pequeña -le dedicó la más tierna de sus miradas, enseguida, emocionándose sólo de pensarlo- ¿No habría sido genial? Saldríamos juntos, te compraría dulces y te tomaría el pelo de vez en cuando... vaaale, no, eso no -miró a Nerine y rió por lo bajo, sin saber qué más agregar. Quedándose un poco más serio, sólo atinó a musitar- Apuesto a que Ayashi no sabe la suerte que tiene.

Nerine se emocionó solo de escuchar la palabra dulces. Algo le dijo que, de haber sido tal y como Tomas decía, habría terminado con caries más de una vez (porque vale, Nerine había tenido caries un par de veces, pero mantenía una correctísima higiene bucal). Se rió y aplaudió, contenta.
- Claro que no lo sabe - se quejó, divertida. - Siempre dice que soy una pesada y un engorro, y le gusta tomarme el pelo. A tí no te dejaría - sus ojos brillaron traviesamente. - Apuesto a que a tí te lo tomaría yo. Y me acabarías comprando dulces de todos modos...

-¿Cóoomo? -se extrañó Tomas, sin embargo, también sonriente. Le gustaba esa especie de historia mental que ambos acababan de imaginarse. Creer por un sólo segundo que Nerine era su hermanita pequeña ya lo emocionaba- ¿Pero qué pasa, que te dejé ganar una vez y ahora ya hasta te crees capaz de tomarme el pelo? ¡Pues no! ¡No habría nada de dulces hasta que no respetases a tu hermano mayor!

- ¡No! - se rió ella, dandole un suave golpecito a Tomas en el pecho, divertida. No era la primera vez que ellos dos hacían algo así, imaginarse cosas y hablar de ellas como si fueran reales, y la niña no podía explicarlo con claridad, pero le gustaba. - Te tomaría el pelo y ni te darías cuenta - lo picó, entrecerrando los ojos con chulería. - Y no me dejaste ganar. Te gané, aunque te duela.

Tomas se cruzó de brazos, mirando a Nerine con una leve expresión enfuruñada. Pero era imposible mantenerse enfuruñado por mucho tiempo delante de esa chica. Cuando vio una sonrisita asomando por sus labios, Tomas fue incapaz de no devolvérsela.
- Vale... puede ser que me ganases. Eres muy ágil -reconoció, volviendo a dejar que sus brazos le cayesen a ambos lados del cuerpo, y dedicándole una cortada sonrisa.

- Me alegro de que al fin lo reconozcas - dijo ella a modo de broma, porque en realidad era la primera que sabía que había tenido muchísima suerte la otra tarde en el parque. Lo miró y ambos se rieron un poco. - Con algo tendré que compensar mi falta de fuerza -, acompañó la frase con un movimiento de su mano contra el brazo de Tomas, intentando moverlo. Lo consiguió al principio, porque el muchacho había dejado ambas extremidades inertes, pero enseguida opuso un poquito de resistencia y Nerine ya no fue capaz de hacer que se moviera por más que se esforzó. Lanzó un suspiro divertido. - ¿Ves? Lo que yo decía.

Tomas no pudo evitar echarse a reír cuando Nerine intentó moverle el brazo, y él lo forzó justo lo suficiente como para impedírselo. Cuando se rindió, Tomas le acarició levemente la cabeza.
-Bueno, nada que no puedas mejorar entrenándote un poco -la animó, sonriéndole.
Sin embargo, Tomas no fue capaz de añadir nada más. Si bien seguramente no era la primera vez que le pasaba la mano a Nerine por el pelo, sí que era la primera vez que percibía lo suave que éste era. Mientras retorcía varios mechones entre sus dedos, pensó en pronunciar un sincero "me gusta tu pelo", pero no podía. Los piropos no se le daban bien.

-Bueno, nada que no puedas mejorar entrenándote un poco.
Nerine sonrió. - ¿Y tú me vas a ayudar a entrenarme? - le preguntó animadamente, imaginándose que sería divertido hacer aquello, y entrenar y jugar con Tomas hasta aprender o hasta sacarlo un poco de quicio. El muchacho le acarició el cabello y su mano se quedó allí, reposando, haciendo que ella bajase levemente la cabeza y casi ronronease (porque le encantaba que le tocaran la cabeza). Levantó un poco la mirada para observar a Tomas y peguntó - ¿Ocurre algo? -, pero no porque la molestase, sino porque se le hacía curioso el modo en que él parecía haberse quedado ausente.

(aaah pero si has hecho hasta unos minichibiss! XD! Que graciosines!)

Tomas se quedó patidifuso ante aquella pregunta, a pesar de que era bastante lógica. Se había quedado ensimismado mientras le acariciaba el pelo, ya que, que él supiese, nunca le había tocado así el pelo a nadie. Rápidamente, apartó su mano del cabello de la niña y se apresuró a responder.
-No, no... -le sonrió, un tanto avergonzado. De hecho, estaba seguro de que se había sonrojado levemente- ¿Qué... qué me habías preguntado antes...?

Nerine sonrió, curiosa, porque le hacía gracia la cara de confusión de su amigo y su sonrisa distraída y sus mejillas sonrojadas. Tomas estaba realmente ausente, ¿qué le ocurriría?
- Te he preguntado que si tu me ayudarías a entrenar - le dijo con una sonrisa tímida, sin saber si a él le haría mucha gracia. Tomas la miraba fijamente y, de repente, ella se sintió un poco pequeña.

-Ah... -sin embargo, pese a que en aquel momento sí que había escuchado las palabras de la niña, Tomas no pudo prestarles demasiada atención. O, tal vez, no quiso.
Algo que no era la primera vez que sentía acababa de sorprenderlo, aquello que siempre aceleraba su corazón, como cuando Nerine lo abrazaba inesperadamente, o le besaba en la mejilla. Abrió sus labios para responderle, todavía sumergido en sus reflexiones.
-Sí, claro que te ayudaría... -miró hacia la hierba, algo confundido- Oye, Neri... -no sabía muy bien qué pretendía decirle con aquella llamada. Pero necesitaba decirle algo, algo que ni siquiera él sabía qué era, algo que le estaba comiendo el corazón y necesitaba compartir- Yo... creo... creo que...
La miró. Miró hacia esos pequeños ojillos dorados, hacia su rostro inocente, hacia ese rostro que no parecía comprender, ni siquiera intuir, lo que Tomas buscaba decirle sin tener palabras con qué expresarlo. Porque ni siquiera se había percatado hasta entonces. Tomó aire, como si hasta pensarlo le costase trabajo.
Y al suspirar, al bajar de nuevo la mirada, el pensamiento corrió de manera automática por su mente: "Creo que estoy enamorado de ti"

(Awwwwwwwwwwwwwwwwww T___T Pero que dulce)


La niña ladeó la cabeza con curiosidad, preguntándose todavía con más insistencia que antes qué debía ocurrirle a Tomas para haberse puesto de aquel modo, tan callado y tan serio. Un momento antes le había parecido divertido el modo en que fruncía el ceño y parecía perderse en sus propios pensamientos, pero ahora... Ahora ya no era divertido, porque se había perdido de verdad.
- ¿Qué? - cuestionó, confundida. - ¿Qué es lo que crees? No te he entendido... - De hecho, ni siquiera lo había escuchado llegar a decir nada. Ladeó la cabeza hacia otra dirección y miró un segundo a su alrededor, preguntándose si era una especie de broma o realmente pasaba algo malo.