De paseo con dos amigos: Nerine y mi sed. (priv Nerine y Lugat)

Lugat aterrizó a las puertas de la muralla del pueblo. Lo izó allí para poder dejar a Nerine en le suelo y para esconder sus alas.
- Ya hemos llegado. ¿A sido divertido el viaje?Lugat cogió la mano de la chica y se adentró por el portón de la entrada al pueblo.

En cuando L echó a volar, Nerine chilló y se agarró a su cuello con fuerza, cerrando los ojos y escondiendo la cara sobre su pecho. Apenas vio las alas del vampiro, que eran enormes y como las de un murciélago, porque la familiar sensación de vértigo que volar le causaba inundó su estómago y no la dejó mirar. "Baja, baja, baja", pensó con fuerza, pero no pudo decirlo. ¡Aquello era bastante diferente al paseo que había dado días atrás con Alon!
Finalmente, tras unos minutos que se le hicieron larguísimos, L aterrizó y la depositó suavemente en el suelo. Los brazos de Nerine se volvieron gelatina y soltaron el cuello del muchacho.
- Definitivamente me gusta más tocar de pies en el suelo - lloriqueó, mientras L la arrastraba hacia el pueblo.

Lugat escuchó el comentario de Nerine y como respuesta soltó una pequeña carcajada. Con Nerine todavía de la mano, pasearon por las calles del pueblo mirando tiendas y pastelerías. Se sentaron en el filo de la gran fuente de la plaza mayor del pueblo y mientas la chica jugaba con el agua Lugat dijo:
- Pequeña que es lo que quieres comer?

Nerine, al principio, andaba dejándose guiar por L porque estaba un poco mareada, pero cuando empezó a recuperarse, fue ella la que comenzó a tirar del muchacho. La niña lo miraba todo con curiosidad y pegaba la cara en los escaparates de las tiendas y paraditas, tocandolo todo, queriendo comprarlo todo. El vampiro la llevo hasta el centro del pueblo y ella enseguida se distrajo jugando con el agua.
- Pequeña, ¿que es lo que quieres comer? - Nerine levantó la cabeza y su sonrisa se borró. Se golpeó la frente.
- ¡Es verdad! ¡Que tengo hambre! - miró a su alrededor, pensativa. - Quiero... Quiero... ¡Eso! - señaló con el dedo hacia una paradita de comida ambulante, donde vendían unos dulces de harina de arroz que hacían muy buena pinta.

Lugat rió al ver lo que había escogido para comer. Su amiga era muy chuchona y todos los dulces le encantaban. El muchacho se levantó suavemente y le dedico una tierna sonrisa a Nerine.
- De acuerdo, espérame aquí ahora vengo con tus dulce.
Lugat se alejó de la fuente y fue hacía el carrito de los dulces.

Nerine sonrió y lo despidió con una mano. Sacó los pies del agua y buscó a ver dónde había dejado sus botas, y mientras se las ponía, una mariposa con las alas negras y de color cyan se posó sobre sus rodillas.
- Waaa... - Nerine la miró con una sonrisa y se sonrojó. Quiso agarrar a la mariposa sin hacerle daño, pero en cuanto acercó sus manos a ella, echó a volar. - ¡Espera! - se rió la niña, levantándose. Salió corriendo tras ella, que parecía haberse elevado por encima de las cabezas de la multitud, y pronto alcanzó uno de los extremos de la plaza. Inconscientemente, siguió a la mariposa por diversas calles, sin fijarse por donde tiraba a cada rato, hasta que esa que colocó sobre la repisa de una ventana. Nerine se acercó y todavía quiso atraparla, pero la mariposa irguió de nuevo el vuelo y se elevó por encima de sus posibilidades, huyendo de ella hasta volar por encima de las casas.
No fue hasta que la hubo perdido de vista que Nerine se dio cuenta de lo pequeña que era la calle en la que estaba. Mejor dicho, era un callejón: las casas estaban muy juntas, formando un pasillo estrecho y oscuro, con el suelo húmedo y desigual. Además, no había nadie, cosa que la sorprendió bastante, pues el pueblo en general y la plaza sobretodo estaban siempre abarrotados de gente. Hizo un puchero. "¿Dónde estoy?", se preguntó, pensando también en L, al que sin acordarse había dejado atrás. Miró a su alrededor, preguntándose por dónde debería tirar para regresar a la plaza, y no se dio cuenta que una de las portezuelas del callejón se abrió.
- Vaya, vaya, vaya - dijo la voz de un hombre. - Mira lo que tenemos aquí.
Nerine se dio la vuelta y vio a cuatro hombres salir de aquel lugar, que parecía un tugurio de mala muerte, igual de sucio y mal iluminado que el resto del callejón. Los cuatro la miraron.
- ¿Te has perdido, pequeña? - preguntó uno de ellos, dirigiéndole una mirada malevola y una sonrisa torcida. Otro se rió por lo bajo cuando Nerine, lentamente, asintió. - ¿Habéis visto? Se ha perdido...
Los cuatro rompieron a reir y volvieron a mirarla. Nerine dio instintivamente un paso hacia atrás, porque no le gustó nada el brillo que tenían sus ojos.
- No pasa nada - susurró. - Ya me iba y...
Los hombres rieron y avanzaron hacia ella.

Lugat pagó los dulces al dependiente. Se entretuvo un rato porque una lugareña estaba a gritos con el pobre hombre ya que decía que la había estafado. Pues bien, cunado Lugat hubo acabado con el encargo, y se disponía a volver a la fuente, vio en el escaparate de una tienda un colgante con una lágrima de cristal en el extremo. Estaba echo de plata y la lágrima la enganchaba al colgante una hermosa filigrana del mismo material. El vampiro pensó que ese colgante le quedaría muy bien a su amiga, por lo que entró en la tienda y lo compró. Estaba envuelto en un precioso papel de color rosa con un enorme lazo de satén violeta en el centro. En parte Lugat compró el collar para pedir disculpas a Nerine, por lo sucedido en el bosque con Tomas. Con el regalo en una mano y los bollos en otra se dirigió a la fuente. Iba derecho a su amiga que estaba jugueteando con el agua de la fuente. Antes de llegar hasta donde estaba la chica Lugat se percató de algo. Aquella niña no era Nerine. Lugat se agitó y empezó a mirar por encima de las cabezas de la gente, a todos lados de la plaza. Nerine no estaba por ningún lado.Donde te has metido Pensó el vampiro. Sabía que Nerine tenía la mala costumbre de perderse con mucha facilidad. Y Lugat sabía que había muchos sitios de aquel pueblo donde una niña sola estaba en peligro.Espero que su ingenuidad no le cause problemas y que este bien.
Lugat preguntó a muchas personas del pueblo, pero nadie le pudo decir donde estaba. Cuando ya estaba al borde de la desesperación y su enorme rabia, al pensar que Nerien podría estar en peligro, su sed volvió a quemar-le en la garganta y fue entonces, cuando de entre los olores de todas las personas del pueblo, pudo distinguir su olor favorito. Aquel olor a flores silvestres y a hierba húmeda. Nerine! Nerine esta cerca. Y seguidamente echo a correr en dirección de aquel olor.

Nerine tragó saliva, asustada. Iba alejándose cada vez más del lugar dónde se había encontrado con los hombres, pero solo podía hacerlo en una dirección porque ellos bloqueaban el otro extremo, y pronto se encontró con que el callejón no tenía salida. Volteó hacaa donde los hombres se acercaban a ella, tambaleándose un poco, y tragó saliva de nuevo.
- No huyas, ratoncito - dijo uno de ellos, con un accento extraño y cerrado, como si la lengua se le encanchase en el paladar. Era el más bajito de los cuatro y estaba bastante seco, pero tenía unos ojos enormes y saltones que le daban tanto miedo a Nerine como el enorme tamaño de los demás. - No tienes ningún sitio al que huir - dijo otro, que tenía además una enorme cicatriz sobre la mejilla. Nerine se apretó todo lo que pudo sobre la pared, como queriendo fundirse con ella, y paseó la mirada por el callejón en busca de alguna puerta o algun lugar por el que escaparse. Sintió ganas de llorar.
Los hombres llegaron hasta dónde ella se encontraba, y uno de ellos, después de soltar una risa, la agarró por la muñeca.
- ¡No! - gritó ella, tratando de resistirse sin mucho éxito, pues el hombre no parecía ni inmutarse con sus tirones. Los otros hombres rieron más alto. - ¡L!!! - gritó. El suelo de piedra bajo sus pies pareció temblar un poco (¿Aquello lo había hecho ella?), y el hombre que la sujetaba tropezó y tuvo que soltarla. Nerine trató de salir corriendo, pero otro de los hombres, menos sonriente que antes, volvió a agarrarla, esta vez más fuerte, haciéndole daño en los brazos.
- ¿Habéis visto lo que ha hecho la puta esta? - dijo, tirando de ella hasta que Nerine cayó y golpeó el suelo. Un asqueroso hedor a alcohol llegó hasta ella, y rompió a llorar. - ¡Hemos cogido a una pequeña maga!
- Átala - gruñó otro de ellos. - Que no vuelva a hacerlo.
Nerine bajó la cabeza, asustada, sin entender nada. Llamó a L otra vez, en voz baja.

Lugat corría sin descanso siguiendo aquel olor. El rastro lo llevó asta una callejuela donde las casa estaban muy pegas y apenas dejaban entrar los rallos del sol. ¡L!!! Lugat lo escuchó muy claramente. Era la voz de Nerine y sonaba a terror. Pudo oler a cuatro personas más. Cuatro hombres, cullo olor se simplificaba a alcohol y sudor. Lugat se puso echo una furia. Agachó la cabeza en una mueca de de rabia. Se le empequeñecieron los ojos y se le alargaron los colmillos. En aquel momento no podía pensar en otra cosa que no fuese en Nerine. Estaba tan cabreado que ni se percató del pequeño temblor de tierra. De un salto se elevó y abrió sus enormes alas, ya sin importarle que algún lugareño lo pudiera ver. Lugat apareció deprisa donde estaban los cuatro hombre. Cundo se percató de como tenían a Nerine la cara se le desencajó.
- Asquerosos humanos de mierda...¿ Creéis que podéis abusar de cualquier chica que se pierda en el pueblo a vuestro antojo y salir ilesos luego? Miró hacia el sucio y asqueroso humano que tenía a Nerine retenida por las muñecas. Hijo de puta, sueltala o te mato.
- Y porque debería, mierda de mocoso. Me vas a obligar.
Al ver la negatiba bacilona del humano Lugat añadio:
- A perfecto, entonces quieres morir!!! Y de un salto se puso al lado donde estaba aquel hombre y lo empujo sin miramiento ninguno. Cuando tubo a Nerine a su lado la atrajo hacia si. Pequeña toma mi abrigo y cúbrete la cara no mires. Estate aquí escondida hasta que te diga que puedes salir.Lugat beso la frente de la chica y la tapo. La puso al lado de unos bidones de bino bacíos que habían al lado.
- Muy bien hijos de perra. Ahora os vais a enterar.
El primer valiente de todos fue corriendo en su dirección con una porra en la mano con intención de pegarle. Lugat con un ágil movimiento paró el garrote y le propinó un fuerte puñetazo en el estomago al tío. Al ver a su compañero medio inconsciente por el dolor el segundo de ellos se abalanzó sobre Lugat con una navaja. Pero este se la quito de la mano y el cortó la camisa que llevaba dejando su piel al descubierto. Y con un rápido movimiento de mano estampo al hombre contra la pared de la casa que había a su derecha. El tercer de ellos cogió por sorpresa al muchacho y pudo golpearle en la cara. Pero tan rápido como se recupero estampó en su cabeza una caja de madera que había cerca. Solo quedaba el hombre que tubo retenida a Nerine por las muñecas.
- Maricón de mierda solo quedamos los dos. Te voy a rajar y voy a echar tus tripas a los buitres.
Lugat se bufó de lo que dijo el humano.
- No creo que puedas cortar mi piel con un cuchillo tan rudimentario como el que llevas. Te crees que soy uno de tu mierda de especie. Pues vas claro Soy tu pero pesadilla. Y diciendo esto enseño sus enormes y blancos colmillos, y de un salto se elevó en el aire. Fue tan rápido su movimiento que el humano no pudo ni percatarse de donde estaba ahora. Lugat apareció justo detras de el hombre y lo agarró por la cabeza.
- Esto es por abusar de la chica. Y mordió rabiosamente el cuello del hombre y succionó mucha sangre. Contra más chillaba más disfrutaba el vampiro. Y esto es por hacerme rabiar. Y volvió a morder al humano.
Paró justo cuando notaba que el pulso del hombre disminuía. Lo odiaba mucho pero no quería matarlo. Quería que viviera eternamente, hasta el fin de sus días, con el terrible recuerdo de aquel día. Lo soltó y lo arrojo al suelo.
- Ahora coge a tus "amigos" y moved el culo de aquí. Como os vuelva a ver os mato a todos.
El humano despertó a los otros tres hombres y se fueron. Dos de ellos acarreando con el mal herido de su compañero. Lugat no se movió hasta que pudo cercionarse que se habían ido. Con el puño de su camisa limpió su boca de sangre y puso una mueca de asco. Odio la sangre de los hombre y más aún la sangre con alto contenido de alcohol. Fue lo último que pensó Lugat hasta que vio el bultito al lado de los barriles. Se acercó y levantó la chaqueta.
- Ya puedes salir pequeña. Ya a pasado el peligro. Lugat miró muy tiernamente a la pequeña Nerine que estaba temblando.

Nerine se tapó las orejas y cerró los ojos, aunque aquel segundo gesto resultaba innecesario, ya que el chaquetón de L la cubría y lo dejaba todo a oscuras. Las palabras de aquellos hombres martillearon sus oídos, asustándola, igual que su desagradable olor, que se había clavado con fuerza en su cerebro. Pero aquello, el recuerdo de lo sucedido segundos antes, era mejor que lo que sucedía ahora. Nerine se tapaba los oídos para no escuchar los gritos, porque ya estaba suficientemente asustada y no quería ver ni oír nada más.
Cuando L apartó la chaqueta, Nerine tenía la cara apoyada sobre las rodillas y se tapaba las orejas con ambas manos. Todavía lloraba, y temblaba, y no quería abrir los ojos ni mirar.

Lugat vio llorar a Nerine. Se acuclillo a su lado y acarició tiernamente su cabeza.
- Pequeña, deja de llorar. Ya estas a salvo. No hay peligro. Los hombres malos ya los e ahuyentado. Lugat levantó a la chica y la puso entre sus piernas y la abrazó tiernamente. Ya esta criatura, deja de llorar. Busca en el bolsillo de su chaqueta i saca la bolsa de los bollos.Si dejas de llorar creo que te daré los bollos que e comprado para ti.

Nerine siguió llorando, sollozando con más fuerza que antes cuando L la abrazó, exteriorizando todo su nerviosismo. Las dulces palabras de L, así como su abrazo, pero, terminaron por hacer que se calmase.
- L... - se quejó, haciendo un puchero y mirando a su alrededor, ya que todavía estaban en aquel horrible callejón. - Vámonos de aquí... No me gusta... Está oscuro...
El vampiro asintió y cargó con ella, de modo que Nerine, en silencio, se agarró a su cuello mientras la llevaba de nuevo hasta la plaza. Nerine se negó a soltarle todavía, pues aun estaba asustada, y no fue hasta que se calmó del todo y sus tripas sonaron, que levantó la mirada, avergonzada, y miró a su amigo.
- ¿Dónde dices que estan esos bollos? Q___Q

Lugat rió. Sabía que con dulces te ganabas a aquella pequeña criatura...
- Aquí están. Le tendió la bolsa muy amablemente a la pequeña.

Nerine tomó la bolsa en silencio, aun un poco recelosa, y comenzó a comer. Mientras mordisqueaba uno de los deliciosos dulces de arroz, levantó la cabeza hacia L y miró el cuello de su camisa, manchado de carmín.
- Lo siento mucho... - susurró. - Ha sido mi culpa... Yo no quería que tuvieras que pelearte con... Con esos hombres - bajó la cabeza y se sonrojó. - ¿Todavía tienes hambre? - volvió a sentirse culpable. Desde que habían llegado al pueblo, no había pensado ni una sola vez en la sed del vampiro.

Lugat sentía mucha hambre, pero no debía preocupar a su amiga.
- Ya he comido suficiente. Eso era mentira, aquella sangre solo le había producido nauseas y no había saciado ni la mas mínima ansia por beber. Pero no te preocupes por mi pequeña. ¿Como están esos dulces? Lugat intentó cambiar de tema para así no preocupar a su amiga. Con que saliera aquella noche de caza tendría suficiente para por lo menos dos semanas.

- ¿Seguro? - Nerine terminó de comer el bollo y se relamió los labios sin dejar de mirar a L, poco convencida. Imaginaba que la sangre, como la comida, debía tener sabores diferentes dependiendo de la persona Y aquellos hombres (tuvo un escalofrío) no precían muy apetitosos. Puso cara de concentración. - Eso parecía como comer brócoli.

Lugat rió. A aquella chiquilla no se le podía mentir
- Bueno los brócoli, que yo recuerde, estaban buenos en comparación con su sangre. Pero creo que comí suficiente. No te preocupes. Cuando hubo acabado de decir eso, miró el rostro de Nerine, y vio que en la comisura de su boca había rastros de azúcar glas del bollo que se había comido. Con su dedo indice quitó los restos de ese polvillo blanco y se llevó el dedo a la boca.

Nerine entreabrió los labios, horrorizada. ¡Peor que el brócoli!! ¡No había nada en el mundo peor que el brócoli!! L se rió de su expresión y limpió los restos de comida que quedaban en sus labios, llevándose el dedo luego a la boca sin dejar de sonreírle. Nerine apretó los labios y lo miró, pensativa.
- Y... ¿Y la sangre que bebes normalmente? ¿Es más buena? -L irguió una ceja y ella bajó la mirada, poniéndose roja. - No... Es que yo... Pensaba... ¿No querrías beber de mi sangre? Como tantas chucherías que debo tener mucho azucar en ella - se apresuró a añadir.

Lugat se quedó casi sin habla. ¿No querrías beber de mi sangre? Pues claro que quería pero con el solo mero echo de pensar en que podía hacerle daño a su amiga, se le quitaban las ganas.
- Si, la sangre que normalmente bebo esta mas buena. Porque elijo a gente sana y buena. Ademas la sangre femenina también esta mas buena que la masculina. Intentaba evitar tenerle que dar una contestación para su segunda pregunta.

Nerine escuchó atentamente, tratando de imaginarse a las personas como algo comestible. Le pareció evidentemente que alguien como L, como ella, como Paige o la profesora Aurora... eran mil veces más apetitosos que los hombres del callejón. Asintió.
- Yo estoy sana y soy buena - insistió, acercándose a él y apretando su brazo. - Y soy una chica. - L la miró con el ceño fruncido, como si ella no estuviera meditando sus palabras con suficiente claridad. Pero ella lo tenía muy claro. - Tu no me harás daño - le dijo, convencida. - Ni siquiera le has hecho daño a aquel hombre. Sé que no me vas a hacer daño - le sonrió. - Yo te doy permiso para beber de mi sangre.

Lugat no se creía lo que estaba oyendo. Su amiga Nerine se le estaba ofreciendo para ser su fuente de alimento. Clao que había deseado beber de su sangre. Tantas veces que se había sentido culpable por ello. Pero estaba tan hambriento que no sabía como decirle a Nerine que no.
- Pequeña creo que no te gustaría verme cuando estoy comiendo. Doy mucho miedo. Y no quiero asustarte. Lugat acarició suavemente la mejilla de la chica y pudo ver como esta se sonrojaba. Aquello era lo que más le gustaba de las chicas. La facilidad con la que la sangre tintaba sus mofletes al sentir el contacto de las manso de él recorrer sus cuerpos.

Nerine hizo un puchero y bajó la cabeza. Se sentía culpable, muy culpable, por no poder ayudar a L. Al fin y al cabo, él ya habría comido si no estuviera con ella, si no hubiera tenido que salvarla de aquellos hombres extraños y malolientes... Al menos, habría comido en condiciones.
Hinchó los mofletes cuando todavía las estaba acariciando y volvió a mirarle, obstinada.
- No miraré - insistió. Cuando algo se le metía entre ceja y ceja, era muy difícil hacerla cambiar de opinión. - Jo L...

Lugat miró muy serio a su amiga. Sabía de sobras que no podría hacerla cambiar de opinión. De verdad que tenia hambre, mucha hambre. Pero no se podía permitir utilizar de esa manera a su amiga. Pero también sabía que no la haría cambiar de opinión.
- Neri, te haré daño. Tengo que clavarte los colmillos en tu pequeño cuello. Nerine miraba con carita de corderillo degollado a su amigo. Lugat podía ver su reflejo en los ojos color miel de la chica. De acuerdo. Lo haremos. Pero no aquí. Hay mucha gente y me puedo meter en un gran lío.

Nerine sonrió anchamente, sabiendo que se había salido con la suya. Un leve estremecimiento, mezcla de la emoción y el temor, recorrió su espina dorsal, pero luego meneó la cabeza para apartar los pensamientos negativos de su cabeza y quedarse tranquila. Sabía que L no le haría daño. Podría soportar un simple pinchazo sobre su cuello, cosas peores le habían pasado.
- Claro, claro. ¿A dónde vamos? - se apresuró a preguntar, antes que a L le diera por cambiar de opinión otra vez. El vampiro se levantó y volvió a cojerla de la mano, de modo que Nerine se dejó llevar dócilmene (sin correr, y sin desviarse hacia escaparates ni paraditas) entre las calles hasta que alcanzaron de nuevo la zona angosta del pueblo. Aquella vez, la oscuridad y la estrechez no le dio miedo a la niña, que andaba con la mano de Lugat estrechando fuertemente la suya y la protegía. Estaba a punto de preguntar a dónde iban cuando llegaron a su destino: otra plazoleta, esta muchísimo más pequeña, de apenas cuatro o cinco metros de diámetro, que parecía más bien un discreto patio trasero que una plaza de verdad. En el centro, había un pequeño banco de piedra junto a un sauce nudoso y tristón.
Había mucho silencio, como si ninguna alma se moviera por los alrededores del lugar, y Nerine miró el lugar con ojos atentos, soltando la mano de L para acercarse finalmente al banco y sentarse, bañado ténuemente por la luz del mediodía.

Lugat eligió ese lugar ya que no era muy transitado por la gente a esas horas del día. Siguió a su amiga hacía el banco donde se sentó a su lado en la parte hombría, junto al enorme sauce. Desde allí miraba a Nerine. Los rallos del sol iluminaban su pequeño rostro y hacía brillar su largo pelo. La sed del vampiro se agudizaba con cada segundo que pasaba.
- Neri, ahora siéntate junto a mi. Vio como la chica obedecía dócil mente sin necesidad de la hipnosis. Ella se fiaba ciegamente en su amigo. El vampiro acarició suavemente el rostro de la chica y condujo sus largos dedos hacia el cuello de esta. Ahora pequeña cierra los ojos. Y cuando estés preparada me lo haces saber.