De pajarillo a pajarillo

Aiwe se arrodilló en el suelo. Acarició la hierba que se extendía a su lado con la mirada perdida. Cerró los ojos y dejó que el viento, a su voluntad, le golpeara suavemente a la cara. Suspiró. Se dejó caer sobre sus piernas y abrió los ojos. Sacó de su bolsa un poco de comida, se la puso en la mano e hizo un ruido parecido a un silbido. Acto seguido unos cuantos pájaros se presentaron. La chica les sonrió. – Hacía tiempo que no venía, perdonadme. – Las aves como respuesta se acercaron a ella a comer de su mano.



Uno de los pájaros se elevó hasta llegar a su hombro. Aiwe lo miró de reojo, y esbozó una sonrisa. – Quieres que te explique algo, ¿eh? – A modo de respuesta el pájaro batió muy rápido las alas. – Muy bien, te contaré lo que pasa por mi mente, a ver si tú me puedes ayudar – le dijo mientras le acariciaba las plumas. Miró al frente, se encontraba en el lugar donde Evan le había regalado el collar que no se quitaba ni para dormir. – Aunque es un poco complicado y bastante largo. ¿Estás dispuesto a escuchar? – El ave volvió a batir las alas. Unos cuantos pájaros de los que estaban comiendo subieron la cabeza y la rodearon, atentos a sus palabras. - ¿Os acordáis que yo lo tenía todo muy claro? Yo amaba a Caelan – hizo una pausa preguntándose por qué había utilizado el verbo en pasado, pero siguió ante los ojitos de los pájaros. – Hace tiempo que solo él ocupa mi corazón. Dejé a Fred por él, me quedé a la academia como profesora en parte a él e intentó llamar siempre que puedo su atención. Aunque he estado con otros hombres – dirigió sus pensamientos hacía Ayashi y William – nunca he llegado a sentir nada al estar con ellos, supongo que se debe al hecho de que el amor que sentía por Cae era demasiado grande. – Hizo una pausa para respirar profundamente. Un pájaro se elevó y ella levantó la mano para que se posase encima de ella, cosa que hizo. Lo miró. – Al no obtener respuesta de él, al ver que solo soy una compañera más, decidí olvidarlo. – Sus ojos se humedecieron pero ella no quería llorar. El pajarillo que tenía en el hombro le besó en la mejilla, le sonrió como pudo. – Sabía que no sería fácil, pero era la mejor opción y aunque algo dentro de mí aún me dice que no puedo hacerlo, sé que es la mejor de las opciones, o no podré ser fe… - la voz se le quebró y una lágrima le cayó por la mejilla. A esa lágrima le siguieron varias, todas esas lágrimas que había estado guardando, que no querían que salieran, salían a la luz.
Aiwe dejó la mente en blanco y se puso las manos en la cara secándose los ojos e intentando relajarse. Pero no podía, el llanto era demasiado. Cogió aire, al estar llorando le costaba respirar, se puso nerviosa y eso hizo que muchos de las pájaros se fueran, solo se quedaron con ella cuatro. Se serenó un poco. Se secó las lágrimas acompañada del canto de los cuatro animalitos que volaban delante de ella. – Eso no acaba aquí. – Se cogió el collar y miró enfrente, en el lugar donde se lo habían entregado. – Este año han entrado profesores nuevos en la academia, y bueno… - se puso roja, acercó la mano hacía el pájaro que había tenido en el hombro hasta que se había puesto a llorar, éste se puso allí y ella lo acarició. – Digamos que he hecho una gran amistad con uno de ellos. Se llama Evan y… hace unos días nos besamos. Yo iba borracha, pero lo recuerdo y os puedo asegurar que ese beso fue muy especial para mí. Aunque… - hizo otra pausa para aclarar bien todo lo que le pasaba por la mente. – Mientras nos besábamos pensé en Cae. – suspiró recordando ese momento, si él no se hubiera aparecido en su mente no hubiera acabado llorando en los brazos del profesor de aire, hubiera acabado allí, pero de otra forma. – Después de eso hemos seguido hablando normal, sin mencionar lo ocurrido esa noche aunque… estoy segura de que me dijo que yo le gustaba. – Suspiró – Por culpa del alcohol que llevaba en sangre en ese momento, el día siguiente no lo recordé, pero poco a poco he estado haciendo memoria y creo que me lo dijo. – Se llevó la mano libre otra vez al collar y lo cogió con fuerza. – Y ahora mismo la verdad es que estoy muy confundida con mis sentimientos hacía él. No sé si es solo un amigo o si es algo más. – Tiró la cabeza hacía atrás. Cogiendo aire, lo soltó y se quedó mirando el pájaro que tenía en la mano. – Ha llegado tu turno, ¿qué piensas?
El ave ladeó la cabeza y salto un poco sobre la mano de Aiwe. Ella dejó ir una risa irónica, no sabía cómo se le había podido ocurrir que un pájaro podía ayudar a aclarar su mente y su corazón si ni ella misma podía. Miró arriba, entre las hojas de los árboles se podía ver el cielo, hacía muy buen día, no era un día para estar triste. Dirigió una última mirada al pájaro y éste empezó a entonar una canción. Aiwe prestó atención, le sonaba mucho. De golpe cayó, le sonaba porque ella la había cantado varias veces, la última el día que Ayashi había vuelto. Se puso las manos a la boca y susurró junto a la melodía del pájaro. – Sigo enamorada de ti. – Los ojos se le llenaron de lágrimas otra vez. De golpe todo estaba claro, el pájaro tenía razón. Se levantó. Sí, amaba a Caelan, con todas sus fuerzas y, tal y como había demostrado en los últimos días, no podía olvidarlo. Se puso una mano encima del corazón. Suspiró otra vez. Sabía que estaba destinada a él, solo era cuestión de tiempo que él se diera cuenta. Aiwe les sonrió a los pájaros que se estaban alejando.
Miró arriba al cielo y pidió un deseo, que él no tardara diez años más a darse cuenta de que la quería o lo pasaría demasiado mal.