Como al principio, pero peor (priv.)

(aah, pero qué mona! XD)

Tomas arqueó levemente una de sus cejas, preguntándose por qué Nerine habría reaccionado así ante su caída, una caída ante la que el chico no se había inmutado en absoluto. Levantó un poco su cabeza para que Nerine pudiese apartar sus brazos, y rápidamente la hizo descender de nuevo. Estaba cómodo allí.
Se acarició una zona del pecho que tenía un poco dolorida -ya que la barbilla de la chica había ido a golpearse justo ahí-, y comprobó que su acompañante todavía seguía algo asombrada, mirándolo con fijeza y con sus mejillas coloreadas de rojo. Tomas forjó una sonrisita inocente al ver esas mejillas, y retiró la mano de su pecho para acercarla hasta la chica.
- Jeje -rió, sin saber muy bien por qué. Tenía ganas de reír, eso era todo. De no haber estado así, seguramente él se habría sonrojado tres veces más que ella, y no estaría en ese momento acariciándole una mejilla como si no hubiese visto a alguien sonrojado en su vida. Sin borrar su sonrisa, agregó, despreocupadamente- Estás roja.

Nerine supuso que tendría que levantarse, porque Tomas levantó la cabeza y permitió que ella liberase su abrazo. De todos modos no lo hizo, y en lugar de apartarse y levantarse, posó ambas manos sobre el pecho del chico, a la altura de los hombros, y siguió mirándole, asombrada, cuando él comenzó a acariciarle la mejilla. Ladeó levemente la cabeza, lo justo para que Tomas no tuviera que apartar la mano y, avergonzada, le dio la razón.
- Es que me he asustado - trató de justificarse, aunque hasta a ella le sonó poco creíble. ¿Por qué se había puesto roja? ¿Y por qué no se apartaba ahora? Seguro que estaba aplastando a Tomas (aunque él sonreía y parecía distraído, sin ni siquiera notar el peso añadido de la chica sobre su cuerpo), y un ligero olor a alcohol todavía llegaba hasta ella y la hacía arrugar la nariz. Pero se quedó allí, quieta, disfrutando del agradable tacto de la caricia de Tomas y terminó devolviéndole la sonrisa, porque aunque fuera en esas circunstancias, se dio cuenta que le gustaba ver al muchacho reír.

- Ah -aceptó Tomas, sin embargo, percatándose tras un buen rato de que aquello no sonaba demasiado convincente. Borró su sonrisa por un segundo y arqueó otra vez una ceja, preguntándose por qué creía que podía existir otra razón oculta tras esa excusa, y, lo más importante de todo, por qué no sabía cual era esa razón real.
Finalmente, se obligó a dejar de pensar, porque le costaba y porque le dolía la cabeza. Tras deslizar sus dedos por la mejilla de Nerine un par de veces más, notó su brazo cansado y lo dejó caer al suelo, pero continuó mirándola fijamente. A pesar de que veía algo borroso -algo que ya había comprobado al tirarse hacia una rama que en realidad no estaba en ningún sitio-, le gustaba mirarla y detenerse en todos los mínimos detalles de su rostro, de su cuerpo... ¿Cómo podía gustarle tanto esa chica?

Fue el turno de Nerine de alargar las manos hasta la cara de su acompañante, y pronto las yemas de sus dedos se hundieron entre los rubios mechones de su frente, que estaban desordenados, y los comenzó a peinar. Se preguntó vagamente por qué lo hacía, se repitió mil veces por qué no se levantaba, y al final solo se dedicó a mirarle y fruncir el ceño y arrugar la nariz. Había pensado tantas cosas desde el lunes, había pensado tantas veces en Tomas y en todo lo que se refería a él, que ahora simplemente estaba confusa y no sabía lo que hacía. Solo sabía que para ella, él era especial y aquello era suficiente para mantenerla contenta.
Desvió la mirada, que había estado ocupada siguiendo el tranquilo ritmo de sus manos, y finalmente la posó en los ojos de Tomas. Casi dio un brinco de la sorpresa al ver el modo tan fijo en que él la miraba, aunque era lógico. Al fin y al cabo, ella estaba tumbada sobre su pecho. Tragó saliva, confusa, y detuvo sus manos hasta deslizarlas de nuevo hasta los hombros de Tomas, y apartó los ojos de la mirada verde de él porque la ponía nerviosa. La clavó en la parte inferior de su cara, allí donde terminaba la nariz y comenzaban los labios y la barbilla, y cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo, supo que solo había una cosa que pudiera hacer.
Tragó saliva lentamente, abrió la boca para inspirar y... Se levantó. No era el momento adecuado para pensar en esas cosas.

Justo cuando él dejó caer su brazo, Nerine comenzó a acariciar su pelo con soltura, como si peinarlo fuese sumamente importante. De cualquier modo, a Tomas aquel gesto le gustó, por lo que volvió a ampliar su gastada sonrisa... una sonrisa que titubeó cuando la encontró frunciendo el ceño y confundida otra vez. Ladeó un poco la cabeza, queriendo preguntarle algo como "¿qué pasa?", pero no le apetecía romper aquel silencio, así que permaneció quieto, sin más.
Cuando se cansó de deslizar sus dedos entre los mechones rubios de su pelo, Nerine bajó sus manos hacia sus hombros y permaneció así, mirándolo fijamente, durante un buen rato. Tomas parpadeó con fuerza un par de veces, sin que su mente adormecida le permitiese entender lo que estaba ocurriendo allí.
Y, finalmente, la chica se puso en pie. Tomas intentó agarrarla de una mano, de un brazo o de lo que fuese con tal de que no realizase ese gesto, pero los bajos reflejos que en ese momento tenía no le servían de mucho. Así que sólo pudo borrar su sonrisa y quejarse en voz baja:
- ¿T-te vas...?

Nerine se mordió los labios y reprimió una sonrisa. Aunque terminaba de levantarse, volvió a inclinarse para acercarse a él, pero esta vez lo hizo arrodillándose a su lado y no tumbándose encima.
- Creía que eras tú quién no me quería cerca - susurró, entre divertida y triste, recordando cómo se había pasado los últimos días persiguiendo a Tomas por toda la academia. Estiró la mano y la pasó de nuevo, una sola vez, sobre el cabello de Tomas, para luego incorporarse un poco y estirar ambas manos hacia él. - Vamos - le dijo, incitándole a agarrarse a ellas para ayudarle a levantarse. - No me voy. Nos vamos - especificó. - Te llevaré a tu cuarto, necesitas echarte a dormir... - porque estás borracho. Eso último no lo dijo, solo lo pensó, pero tampoco es que hiciera mucha falta. Con aquella expresión ausente y voluble que Tomas se gastaba en esos momentos, Nerine ni podía hacer ni pensar nada realmente serio que le concerniese solo a él. Se dijo a sí misma que, si Tomas hubiera estado sereno, ellos dos, en ese mismo momento... Bueno. Las cosas habían sido diferentes. Y por supuesto no se habrían caído, así que tampoco venía al caso ponerse a pensar.

Tomas dirigió sus ojos hacia el cielo cuando Nerine pronunció esa frase; esa frase que no habría necesitado ni siquiera meditar hacía un rato. Pero, ¿por qué ahora él no iba a quererla cerca?
Cuando Nerine se arrodilló frente a él, el chico se obligó a bajar la mirada y casi quiso sonreír de nuevo. No se iba. Se quedaba un poquito más.
- Vamos. No me voy. Nos vamos.
Le había tendido las manos para ayudarlo a levantarse. Tremendamente agotado -y no sabía por qué, ya que él no había hecho nada fuera de lo normal en esa tarde-, Tomas levantó uno de sus brazos al principio, y obligó al otro a accionarse poco después. A duras penas, se las apañó para mantenerse en pie y caminar, casi más arrastrado por Nerine que por los pasos que él pudiera estar dando.
Entonces, al cabo de unos segundos, comprendió eso que ella había agregado tras tenderle las manos.
- ¿Dormir...? -inquirió, con voz cansada... y melancólica- Pero... no me apetece dormir...

- Eso no importa, tienes que hacerlo - le dijo ella, divertida, sintiéndose por primera vez como si ella fuera la más responsable y adulta de los dos. Supuso, al menos, que eso era ser responsable.
Uno de los brazos de Tomas pasó por encima de sus hombros y se apoyó en ella para andar, y Nerine le sujetó el pecho rodeándoselo con ambos brazos para aguantar mejor su peso y poder guiarle. Tomas andaba lentamente, cada vez más agotado y entrecerrando los ojos más a menudo, y Nerine temía que pudieran volver a caerse porque ella misma se distraía constantemente mientras comprovaba si Tomas estaba bien y se perdía observándole.
A duras penas, y tras mucho más rato del que habrían empleado en condiciones normales, llegaron hasta el recinto masculino y, ignorando completamente el cartelito que rezaba que no se permitía la entrada de chicas allí, Nerine empujó la puerta y obligó a Tomas a entrar junto a él. Por suerte, no había nadie por allí cerca (lo cual era lógico en parte, pues era demasiado temprano para que los muchachos regresaran a sus habitaciones a dormir, pero también señal de buena suerte), y Nerine pudo girarse hacia su amigo para hablar.
- No sé dónde está tu cuarto - admitió. Sabía como llegar hasta allí a través de la ventana, pero no cual era su puerta, y aquéllo era tan cierto como ridículo. Luego se preguntó si realmente tenía intención de acompañar a Tomas hasta el mismo cuarto, y se dijo que sí, porque necesitaba comprobar que él se acostaba y se dormía, y saber que luego todo volvería a la normalidad. O al menos, eso esperaba.

Tomas no se atrevió a replicar ante esa afirmación tajante de Nerine, ante ese severo "tienes que hacerlo", así que se concentró en poder andar hasta donde ella quisiera llevarlo. Los ojos se le cerraban y se preguntó si Nerine llevaría razón. Estaba muy cansado... a lo mejor no había dormido mucho en los últimos días... tampoco se pudo acordar de eso.
Al llegar hasta el recinto masculino, Nerine se frenó. Tomas la cuestionó con la mirada, sin querer intuir que le bastaba con llevarlo hasta allí... él no quería que se fuera... no quería sentirla tan lejos otra vez.
- No sé dónde está tu cuarto.
Tomas miró hacia el pasillo cuando la chica reconoció aquello, intentando pensar. Pero pensar en ese momento le producía dolor de cabeza, y no le gustaba. Comenzó a caminar, guiándola torpemente y acercándose a todas las puertas para leer lo que ponía en ellas.
Sin embargo, al llegar a una zona que le resultaba familiar, Tomas no necesitó acercarse a ninguna puerta para saber que habían llegado al lugar al que Nerine pretendía llegar.
- Ese es... -indicó, mirando a una de las puertas que quedaban a sus lados. Nerine se acercó para abrirla... pero entonces se escuchó un tremendo "¡eh!" desde dentro que le hizo cerrarla al instante. Tomas se volteó, tratando de no reconocer que se había equivocado buscando su propio cuarto- No, ese no, este...
Al menos, no se equivocó dos veces.

Nerine cometió el error de dejar que Tomas la guiara hasta el que supuestamente era su cuarto, y abrir la puerta de golpe sin molestarse en comprovarlo, viendo como había visto que él mismo parecía tener que leer los carteles para ubicarse. Tal vez era, simplemente, que ella también estaba muy cansada y le costaba trabajo razonar.
La habitación que apareció ante sus ojos no le era familiar, igual que no conocía al chaval que se giró para mirarla y gritó aquel "¡Eh!" enfadado, pero el caso es que ella no se paró a descubrir quién era y cerró la puerta rápidamente, balbuceando una disculpa. Luego fulminó un poco a Tomas con la mirada y él la miró con asombro y culpabilidad mientras decía - No, ese no, este...
El segundo intento fue el acertado, y aquella vez Nerine sí comprovó el nombre de la puerta antes de abrirla a la ligera. La habitación de Tomas apareció ante sus ojos, exactamente igual a como había lucido unas semanas antes, cuando ella misma se había quedado a dormir allí, y la niña se apresuró a hacer que Tomas entrase para poder cerrar la puerta y evitar que el chaval del otro cuarto saliera a echarla por ser una chica. Suspiró.
- Bueno, vamos... -. Se volteó hacia Tomas, que seguía de pie en medio de la habitación, mirándola entre cansado y abatido, y la niña se le pasó por la cabeza que en aquel momento parecía un mucñeco, por lo que tuvo que sobreponerse a las ganas que le vinieron en aquel momento de abrazarle para poder ayudarle. Le sonrió, acercándose a él para volver a medio cargarle hasta la cama, y lo obligó a sentarse allí. - ¿Puedes seguir tú solo, o también tengo que ponerte el pijama? - bromeó.

Nerine acababa de obligarlo a sentarse en su propia cama, como también lo había obligado a llegar hasta allí, y estaba empeñada en que él tenía que dormirse. Tomas le dedicó una mirada enfuruñada, una mirada que intensificó cuando escuchó su broma de ponerle el pijama. Porque él no notó el tono de broma, claro.
- No voy... a ponerme el pijama -musitó secamente, sin borrar su expresión algo molesta. Miró hacia los lados sin saber muy bien qué quería ver (quizá para evitar la mirada de la chica), y pasándose después nuevamente la mano por la frente- Hace calor... -se quejó finalmente, como si con aquella queja fuese a resolver algo.
Tras unos segundos, y comprobando que aquel sentimiento de calidez era cada vez más insoportable -de hecho, ya había comenzado a sentirlo en el árbol, cuando todavía controlaba un poco lo que hacía y lo que decía-, Tomas se llevó las manos a su camiseta y se la quitó, con torpeza, importándole bien poco que hubiese alguien delante de él o no.

Nerine cerró la boca en cuanto Tomas la miró con expresión molesta y supuso que su broma lo habría molestado, de modo que se quedó parada a un lado de la cama y no dijo nada cuando él se quejó sobre el pijama. Entonces, pero, el chico anunció que hacía calor (aunque no lo hacía) y, para su completa sorpresa, se desembarazó de la camiseta.
Nerine soltó un pequeño gritito agudo, como si alguien le hubiera pisado un pie, y se dio la vuelta rápidamente, tapándose los ojos con ambas manos como si acabase de ver algo terriblemente incorrecto (lo cual era verdad, porque ella había dicho lo de ponerle el pijama en broma. ¡Ella no tenía que ver a nadie desnudarse!, Lone le tenía dicho que eso estaba mal), aunque Tomas solo se hubiese sacado la camiseta y no hubiese como para montar aquel escándalo. Se puso roja otra vez porque le entró la verguenza.
- Vamos, échate... - insistió, aunque su voz dejó de sonar autoritaria para temblar, un poco nerviosa, y el echo de que lo dijera estando de espaldas a él no le atorgase demasiada credibilidad.

Tomas miró con extrañeza cómo Nerine se daba la vuelta a toda velocidad y ahogaba un gritito. Tiró la camiseta al suelo, sin molestarse en dejarla en algún sitio donde no se manchase o no se arrugase, y se echó hacia atrás en la cama hasta quedar con su espalda pegando a la pared.
Sin embargo, en todo ese tiempo que él empleó para acomodarse, la niña continuó sin darse la vuelta. Sólo escuchó una vocecilla temblorosa que pareció llegar desde ella (claro, porque no había nadie más en la habitación)
- Vamos, échate...
Tomas se cruzó de brazos, desafiante. Seguía sin querer obedecerla, y, además, seguía sin entender por qué tenía que estar de espaldas. ¿Acaso se iba ya? Nada más que de planteárselo, el chico notó cómo su expresión enfadada y confusa se transformaba en pena.
- No... -negó, al principio, para después agregar- Pero, ¿qué pasa...? ¿Por qué no me miras...?

Algo en el tono de voz de Tomas hizo que Nerine esbozase un puchero de pena, todavía de espaldas. Se dio un poco la vuelta, aunque fuera un gesto inútil porque todavía se estaba tapando los ojos con las manos, y se dirigió a él, con las mejillas rojas y calientes y los labios apretados hacia fuera.
- Porque te has desvestido - respondió inocentemente, de nuevo con su voz infantil de siempre y sin aquel tono autoritario que llevaba usando desde que se había declarado a sí misma responsable del muchacho. No podía seguir siendo responsable si él no colaboraba, y Nerine ahora no podía ni mirarle, porque le daba verguenza y porque estaba mal.
Tomas no respondió durante un rato, y Nerine frunció el ceño debajo de sus manos, pregunándose porque todo parecía haberse quedado en silencio, y finalmente se atrevió a entreabrir sus dedos para observar a través de ellos. Se puso más roja e incrementó el puchero, pero no volvió a taparse otra vez.
- Vamos, ¿por qué no me haces caso? - preguntó entre lastimera, suplicante y avergonzada.

Cuando Nerine se giró con cuidado, Tomas pudo comprobar que se había sonrojado de nuevo, como cuando se habían caído juntos en el bosque y eso le había hecho sonreír. Sin embargo, el chico ahora ya no se reía, porque también estaba muy seria y en sus ojos pudo encontrar un leve toque apenado que no tenía ni idea de dónde había salido.
- Vamos, ¿por qué no me haces caso? -había inquirido finalmente Nerine, al atreverse a mirarlo y con unos ojillos dorados que seguían bañados en pena. Tomas no pudo evitar encoger débilmente sus hombros, sintiéndose algo culpable en la escasa zona de su mente que todavía podía pensar con un poco de sensatez.
- Es que... -intentó explicarle sus razones, con voz lenta y apagada- no quiero irme a dormir tan pronto... quiero estar contigo
Entonces, se recostó un poco en la pared, y comenzó a hablar casi para sí mismo, sin saber muy bien qué estaba diciendo (realmente, pronunciaba todo conforme se le iba pasando por la cabeza)
- ¿Te acuerdas de cuando dormimos juntos? Te movías mucho, así que no dormí casi nada... y me aplastaste un ala... pero me gustó, porque tienes una cara muy dulce cuando duermes, y pude estar mirándote casi toda la noche... Y luego... luego me pediste ropa... ¿por qué me pediste ropa? Tu vestido estaba bien... pero te dejé la camiseta de papá... no le dio tiempo a estrenarla antes de morirse, y siempre me acordaba de él cuando me la ponía... no la quería romper... por eso te quedaba mejor a ti...
Era completamente absurdo que recordase todo eso en el estado en el que se encontraba, pero Tomas sintió la necesidad de decirlo, y lo dijo. Después, se cansó de hablar y se tiró en la almohada, intentando aguantar sin dormirse, más por la cabezonería de no hacerle caso a Nerine que por no querer irse a dormir.

Nerine ladeó un poco la cabeza y lentamente terminó de darse la vuelta para quedar de frente a la cama y frente a Tomas otra vez. Después de tragar saliva, apartó las manos que cubrían sus ojos y escuchó, con la boca abierta, todo lo que él le estaba diciendo, notando que por algún motivo, aquel momento era muy especial, porque era extraño, pero... Era sincero también.
- ...Quiero estar contigo - repetía una y otra vez dentro de su cabeza, haciendo que le entrasen ganas de borrar aquella cara de sorpresa y ponerse a sonreír tontamente. Se acercó un poco a la cama y se sentó en el borde, mirando a Tomas mientras este hablaba, escuchándole decir cosas bonitas sobre ella, como que le había gustado dormir con ella y le había gustado mirarla dormir. Recordó aquella noche y se dijo que para ella también era un recuerdo bonito, porque había estado muy cómoda y se había sentido muy segura con él.
- ¿Era... Una camiseta de tu padre? - preguntó, y su voz sonó un poco más aguda que normalmente, más emocionada (porque estaba emocionada de verdad). Él asintió torpemente y Nerine apoyó una mano sobre su pecho y lo miró, sintiéndose en deuda con él. - Oh... - fue lo único capaz de decir.

Tomas había respondido a la pregunta de Nerine con un pequeño asentimiento de cabeza, pudiendo agregar otras cosas pero sin querer hablar mucho más sobre ello, porque le hacía sentir triste y le costaba ahondar en esos recuerdos.
Sin embargo, los recuerdos de aquella noche que habían pasado Nerine y él juntos estaban apareciendo, de manera muy clara, por su mente. Tomas sonrió un poco, mientras rememoraba. La niña mirando cómo le quedaba su camiseta en el espejito de su armario, la pequeña risa que él había soltado, y su ofrecimiento a bajarla volando por la ventana...
Al llegar a ese momento, borró su sonrisa, recordando que aquel vuelo no había terminado precisamente bien, y necesitando urgentemente disculparse por ello.
- Te prometo que, la próxima vez que volemos, no nos volveremos a caer -aseguró, sin venir a cuento, ya que en la habitación se había hecho el silencio y la última pregunta había sido sobre su camiseta, y no sobre ningún vuelo. Después, comenzó a explicarle a la chica cosas que tampoco venían muy al caso, pero que a él le apetecía explicar- Al volar, tengo que estar tranquilo y pensar en algo que me guste, pero ese día no lo hice, y por eso nos caímos. Y por eso ahora... cuando vuelo, siempre pienso en ti. Porque así vuelo mejor... ¡y así también controlo mis poderes! -exclamó, recordando que aquello también era una gran ventaja. Porque siempre que estaba cerca de la chica podía usar mejor sus poderes de viento. Sonrió ampliamente otra vez.
Entonces, miró un poco hacia Nerine y le cuestionó, completamente serio:
- ¿Tú piensas en cosas que te gustan cuando intentas usar tu poder?

Nerine tenía la sensación de que estaba haciendo algo malo al quedarse allí con Tomas, escuchándole, porque sabía que él estaba diciendo cosas que en realidad no quería decir, y que era el alcohol quién hablaba por él, pero por otro lado, cada vez tenía menos ganas de marcharse. Se acercó un poco más a Tomas, sentándose a su lado en la cama, con la espalda apoyada en la pared y las piernas recogidas contra su pecho, y no dejó de mirarle.
- No... No lo sé - murmuró, poco concentrada. Todas las veces que ella había usado sus poderes, lo había echo sin querer, reaccionando a emociones más primarias como el miedo, la rabia, el dolor o el placer. Pero, por voluntad propia, nunca. - No he tenido ocasión de comprobarlo todavía.
Se calló porque Tomas había dicho que él sí que lo hacía, y que para conseguir volar, o controlar su magia... Pensaba en ella. Y aquello, a Nerine la confundió, e hizo que bajara la cabeza para esconderla un poco entre las piernas pero sin dejar de mirarle, y que tuviera ganas de ponerse a reír pero no lo hiciera porque sabía que no era adecuado aunque a ella lo que le apetecía era hacerlo porque estaba feliz.
Se reprendió a sí misma por permitir que Tomas siguiera hablando en ese estado, y también porque sabía que hacía mal no obligándole a dormir. Y, sobretodo, se sintió culpable porque algo le decía que se tenía que ir y dejarle en paz.
Pero no quería hacerlo.

Cuando vio que la niña se le acercaba, Tomas volvió a erguirse con lentitud y a quedarse pegando a la pared otra vez, pero ahora a su lado. Parecía que su cercanía le había hecho recuperar parte de su energía, porque era lo que él quería. Le sonrió otra vez.
- Pues... inténtalo -le indicó, alegremente, acercándose a ella el poco espacio que existía todavía entre los dos- A... a mí me funciona...
Tomas sintió que ya no tenía nada más que decir, porque ahora Nerine estaba más cerca y le apetecía aprovechar que no se había marchado, en vez de sumergirse en más recuerdos a su lado. Se quedó mirándola fijamente y le dedicó una sonrisa de nuevo, esa sonrisa que había estado manteniendo mientras recordaba. Y, finalmente, sin ningún titubeo que lo acompañase como sí lo habría acompañado en cualquier otra situación, le pasó una mano por el pelo, como siempre le encantaba hacer.
Sin embargo, en ese momento sí se atrevió a pronunciar lo que siempre le pasaba por la mente cuando había realizado o, simplemente, recordaba aquel gesto.
- Me... gusta tu pelo -la alabó, acariciando su cabello cada vez más despacio. Al cabo de unos segundos, y al dejar caer su mano otra vez, agregó- Gracias por quedarte...

Nerine entreabrió los labios para decir algo, pero se dio cuenta de que no sabía que replicar ante aquello y solo sonrió, soltando una risita por lo bajo y levantando de nuevo la cabeza para seguir el curso de la mano de Tomas, un poco decepcionada al ver que la caricia había sido tan breve. Luego clavó de nuevo la mirada en la cara de Tomas, y las palabras acudieron de golpe a su boca.
- Gracias - Sí, ese era un buen comienzo para responder a un halago. - A mi... Me gusta cuando sonríes - dijo con absoluta sinceridad, recordando que él mismo le había dicho, días antes, que le costaba un poco hacerlo. Nerine se alegraba cada una de las veces que podía verlo, porque se sentía como si el mundo fuera un poquito más especial. - Y también me gusta estar contigo.
Amplió un poco su sonrisa y se dio cuenta que, a ese paso, nunca conseguiría que Tomas se durmiera, que era lo que tenía que hacer. Pero, en parte, tampoco quería que lo hiciera porque, aunque Nerine sabía que en estado normal él no habría actuado así, se estaba sintiendo muy bien a su lado. Soltó un suspiro y se inclinó un poco contra él, apoyando la cabeza en su hombro. Se estaba tan cómodo allí...

Al sentir la cabeza de Nerine apoyada contra su hombro, Tomas dejó caer la suya también, todavía mostrando aquella sonrisita que, tal y como la chica acababa de reconocer, le gustaba.
¿Por qué iba a querer huir de ella ahora? ¿Por qué, si tan feliz se sentía a su lado? Cada vez que notaba la caricia de su pelo en sus manos, cada vez que la escuchaba hablar con esa felicidad que la caracterizaba... cada vez que estaba cerca de ella, se daba cuenta de que era un poco más feliz.
Percibiendo sus párpados pesados, Tomas se percató de que era su turno de decir algo, pero él sentía que ya había dicho todo lo que tenía que decir. Amplió levemente su sonrisa, y comenzó a hablar con un tono flojo y cansado.
- Ya s-sé que... últimamente he estado huyendo de ti, y han... pasado muchas cosas... -se detuvo por unos segundos, y bajó un poco la voz, no porque le costase demasiado sincerarse, sino porque estaba comenzando a sentir ese agotamiento que había tratado de esconder. Tragó saliva, y concluyó- ...pero, pase lo que pase, nunca voy a dejar de quererte, ¿me oyes...? Nunca.
Entonces, borrando un poco su sonrisa y sin poder hacer que sus ojos permaneciesen abiertos durante más tiempo... se durmió.

- Pase lo que pase, nunca voy a dejar de quererte, ¿me oyes...? Nunca.
Nerine intentó asentir, pero lo dejó estar porque Tomas había apoyadó su cabeza en la de ella y apenas la podía mover, y porque de todos modos, tampoco la estaba mirando.
- Yo tampoco - murmuró al final, sabiendo que en aquellos momentos, esa era de las pocas cosas que podía estar segura.
La única respuesta que le llegó, pero, fue la suave respiración de Tomas sobre su cabeza, que al fin se había quedado dormido tal y como ella había estado intentando conseguir desde hacía rato, y la niña se apartó un poco como pudo para observarle. La posición en la que ambos se encontraban no parecía ser la más apropiada para que el muchacho pudiera descansar, de modo que Nerine trató de agarrarle y, mirando y tocando lo menos que pudo su pecho desnudo (porque seguía encontrándolo mal y muriéndose de verguenza), lo recostó de espaldas sobre el colchón.
Soltó una risita baja.
- Que descanses... - murmuró, apartando las sábanas ara cubrirlo un poco con ellas. Después, tras un último minuto de observación, se inclinó sobre él y lo besó en el puente de la nariz. Luego se marchó.