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Lo que dura un cigarrillo es suficiente para pensar
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Lo que dura un cigarrillo es suficiente para pensar
(Bien... Este tema es un monólogo de una sola parte, léase Caelan, para que el buen hombre llegue a una conclusión sobre lo que ocurrió entre él y Abby el día de San Valentín (se besaron). Algo que, misteriosamente, ahora todos los users de la academia saben gracias a la malvada estrella de seis puntas del amor XD... Pues bien, si alguien pensaba que Caelan se iba a enamorar de Abby y los dos vivirían felices y comerían perdices... ¡Se equivocaron! Allá voy con mi ida de la olla Ò____Ó)
Caelan suspiró y apoyó la espalda contra el tronco de un árbol, bajo el cual se sentó un par de minutos después, pensativo. Hurgó en el bolsillo trasero de su pantalón y sacó un cigarrillo de la cajetilla medio aplastada, que llevó hasta sus labios y encendió con la punta de los dedos. Tras una profunda calada, bajó la cabeza y pensó.
En su mente, sin saber cómo ni por qué, apareció la cara de Abby. Era frustrante, porque llevaba días sin poder pensar en nada más que ella.
Casi sin darse cuenta, cerró los ojos y se concentró en pensar en ella. Casi podía percibir su aroma por encima del humo del cigarrillo, y escuchar su respiración seca y exaltada, tratando de ser contenida sin éxito sobre sus propios labios. Casi podía percibir el calor de su cuerpo, sentada junto a él y estrechada entre sus brazos, aunque en realidad estuviera muy lejos, y contar las espesas pestañas de sus ojos cerrados. Su estómago se estremeció de excitación anticipada.
<<Tú te conoces a ti mismo mejor que nadie... ¿Ella es la persona a la que amas?>>, dijo una voz aguda y seria dentro de su cabeza (una voz que se parecía sospechosamente a la de Aurora). Caelan se llevó los brazos a la cabeza y los apoyó allí, recostándose en ellos.
“¿Yo amo a Abby?”, pensó. Volvió a suspirar y le dio otra calada al cigarrillo, mientras la cara de la muchacha se disolvía en su pensamiento y le dejaba la misma sensación de culpabilidad y vacío que siempre. “¿Yo amo a alguien?”
- Dudo ser capaz de amar a nadie -. Recordó aquellas palabras. Se las había dicho él mismo a Aban la noche del baile, cuando su amigo le había confesado sus sentimientos y lo había dejado marchar. Él mismo las había pronunciado, y lo había hecho con convicción.
Él no podía amar a nadie. Él no debía amar a nadie. No le estaba permitido, y simplemente no lo tenía ni que considerar.
Pero entonces pensaba en Abby y todo parecía querer tambalearse.
Caelan echó la cabeza hacia atrás, cerró los ojos y trató de dejar la mente en blanco. Su consciencia siguió hablándola al oído, adoptando de nuevo la vocecilla de Aurora y sacándolo un poco de quicio. <<Tus sentimientos son lo que cuenta>>, <<Intenta poner en orden tus ideas>>, <<No lo sabrás hasta que no pase>>, <<¿Qué es lo que tú quieres?>>. Frunció el ceño, incapaz de responderse. ¿Quería a Abby? ¿La amaba?
“No”.
Con un jadeó, lo vio. Caelan había conocido a muchas mujeres a lo largo de su vida y, de algún modo, las había querido a todas, pero sin amar nunca a ninguna. Una parte de sí, la misma que hacía que su estómago se estremeciera y se pusiera a pensar en cosas sin sentido, se rebeló ante la idea de comparar a una criatura como Abby con aquellas mujeres que ya casi no tenían rostro, pero otra parte de sí, también muy poderosa, gritaba a pleno pulmón que en realidad no había ninguna diferencia y trataba de aliviarlo.
“Yo no amo a Abby”, pensó, y por primera vez no le dolió pensar su nombre. “La quiero, y punto”.
No era malo querer a una alumna. Caelan inspiró profundamente y, expulsando el humo lentamente, identificó lo que sentía por ella como cariño, como un cariño enorme y punzante, casi doloroso, como una especie de sentimiento de protección súper desarrollado.
“¡La quiero!”. No se movió ni un ápice ante aquel pensamiento, pero una importante parte de él saltó de alegría en su interior. Su estómago se estremeció y a Caelan le pareció una sensación agradable, porque ahora veía que no significaba amor y no tenía por qué sentirse tan sucio y culpable. Si realmente fuera amor, sería su corazón el que se estremecería.
Su cariño por Abby aumentó de golpe, limpiamente, y Caelan se sintió más libre de lo que se había sentido en mucho tiempo.
“Entonces yo tenía razón”, pensó, feliz. “Yo no puedo amar a nadie”
<<Mentiroso>>
El hombre abrió los ojos ante la repentina intervención de su consciencia, que hasta el momento parecía haber decidido callarse. Su voz sonó cortante y rencorosa, como si quisiera reprocharle algo que era obvio pero en lo que él no caía, y luego se calló. Caelan inspiró profundamente y se quedó quieto unos minutos. Luego levantó la cabeza hacia el cielo, mientras apagaba el cigarrillo y se levantaba.
Pese a todo, se marchó de allí con las ideas mucho más claras que cuando había llegado, pero con la espinita de aquel último apunte de su consciencia dando vueltas por su cabeza. No había sonado precisamente como la voz de Aurora.
Suspirando, lanzó la colilla al suelo y se marchó.
Caelan suspiró y apoyó la espalda contra el tronco de un árbol, bajo el cual se sentó un par de minutos después, pensativo. Hurgó en el bolsillo trasero de su pantalón y sacó un cigarrillo de la cajetilla medio aplastada, que llevó hasta sus labios y encendió con la punta de los dedos. Tras una profunda calada, bajó la cabeza y pensó.
En su mente, sin saber cómo ni por qué, apareció la cara de Abby. Era frustrante, porque llevaba días sin poder pensar en nada más que ella.
Casi sin darse cuenta, cerró los ojos y se concentró en pensar en ella. Casi podía percibir su aroma por encima del humo del cigarrillo, y escuchar su respiración seca y exaltada, tratando de ser contenida sin éxito sobre sus propios labios. Casi podía percibir el calor de su cuerpo, sentada junto a él y estrechada entre sus brazos, aunque en realidad estuviera muy lejos, y contar las espesas pestañas de sus ojos cerrados. Su estómago se estremeció de excitación anticipada.
<<Tú te conoces a ti mismo mejor que nadie... ¿Ella es la persona a la que amas?>>, dijo una voz aguda y seria dentro de su cabeza (una voz que se parecía sospechosamente a la de Aurora). Caelan se llevó los brazos a la cabeza y los apoyó allí, recostándose en ellos.
“¿Yo amo a Abby?”, pensó. Volvió a suspirar y le dio otra calada al cigarrillo, mientras la cara de la muchacha se disolvía en su pensamiento y le dejaba la misma sensación de culpabilidad y vacío que siempre. “¿Yo amo a alguien?”
- Dudo ser capaz de amar a nadie -. Recordó aquellas palabras. Se las había dicho él mismo a Aban la noche del baile, cuando su amigo le había confesado sus sentimientos y lo había dejado marchar. Él mismo las había pronunciado, y lo había hecho con convicción.
Él no podía amar a nadie. Él no debía amar a nadie. No le estaba permitido, y simplemente no lo tenía ni que considerar.
Pero entonces pensaba en Abby y todo parecía querer tambalearse.
Caelan echó la cabeza hacia atrás, cerró los ojos y trató de dejar la mente en blanco. Su consciencia siguió hablándola al oído, adoptando de nuevo la vocecilla de Aurora y sacándolo un poco de quicio. <<Tus sentimientos son lo que cuenta>>, <<Intenta poner en orden tus ideas>>, <<No lo sabrás hasta que no pase>>, <<¿Qué es lo que tú quieres?>>. Frunció el ceño, incapaz de responderse. ¿Quería a Abby? ¿La amaba?
“No”.
Con un jadeó, lo vio. Caelan había conocido a muchas mujeres a lo largo de su vida y, de algún modo, las había querido a todas, pero sin amar nunca a ninguna. Una parte de sí, la misma que hacía que su estómago se estremeciera y se pusiera a pensar en cosas sin sentido, se rebeló ante la idea de comparar a una criatura como Abby con aquellas mujeres que ya casi no tenían rostro, pero otra parte de sí, también muy poderosa, gritaba a pleno pulmón que en realidad no había ninguna diferencia y trataba de aliviarlo.
“Yo no amo a Abby”, pensó, y por primera vez no le dolió pensar su nombre. “La quiero, y punto”.
No era malo querer a una alumna. Caelan inspiró profundamente y, expulsando el humo lentamente, identificó lo que sentía por ella como cariño, como un cariño enorme y punzante, casi doloroso, como una especie de sentimiento de protección súper desarrollado.
“¡La quiero!”. No se movió ni un ápice ante aquel pensamiento, pero una importante parte de él saltó de alegría en su interior. Su estómago se estremeció y a Caelan le pareció una sensación agradable, porque ahora veía que no significaba amor y no tenía por qué sentirse tan sucio y culpable. Si realmente fuera amor, sería su corazón el que se estremecería.
Su cariño por Abby aumentó de golpe, limpiamente, y Caelan se sintió más libre de lo que se había sentido en mucho tiempo.
“Entonces yo tenía razón”, pensó, feliz. “Yo no puedo amar a nadie”
<<Mentiroso>>
El hombre abrió los ojos ante la repentina intervención de su consciencia, que hasta el momento parecía haber decidido callarse. Su voz sonó cortante y rencorosa, como si quisiera reprocharle algo que era obvio pero en lo que él no caía, y luego se calló. Caelan inspiró profundamente y se quedó quieto unos minutos. Luego levantó la cabeza hacia el cielo, mientras apagaba el cigarrillo y se levantaba.
Pese a todo, se marchó de allí con las ideas mucho más claras que cuando había llegado, pero con la espinita de aquel último apunte de su consciencia dando vueltas por su cabeza. No había sonado precisamente como la voz de Aurora.
Suspirando, lanzó la colilla al suelo y se marchó.
Caelan- Mensajes : 393
Fecha de inscripción : 19/01/2011
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