Abriendo las alas

Me fui al lago, aquella tarde, según lo acordado. - Vaya... - Suspiré un tanto extrañado, la semana había sido demasiado rara para mí. Me rasqué la cabeza y vi el cielo. - Qué lindo día... - Sonreí mientras una suave brisa invadía el lugar. El sol se reflejaba en el lago, con aquellas ligeras olas que provocaba la brisa que hacían que se perdiese. Crucé los brazos y me senté a la orilla del lago, esperando al muchacho.

Tomas halló a Helio sentado frente al lago, disfrutando de las vistas. Empezaba a cuestionarse seriamente por qué el profesor siempre llegaba antes que él, que siempre solía ser puntual.
Sin embargo, no le dio demasiada importancia. Tenía otros asuntos más entretenidos sobre los que pensar.
-Hola...-lo saludó, dejando asomar una sonrisa que no era cordial, ni simpática; se aparentaba más a una sonrisa que delataba sus pensamientos. Se sentó a su lado y, mirando hacia el lago, no pudo evitar reír levemente. Helio lo miraba sorprendido, como si estuviera loco.

- ¡¿De qué te ríes?! - Grité mientras desviaba la mirada, sonrojado. Era la segunda persona que se reía al verme. Pero... a diferencia de Alvestam, Tomas no sabía nada... ¿o sí? Lo miré rápidamente. - ¡Quise decir: "¡¿Hola, Tomas?!"! - Solté una risa nerviosa mientras volvía a ver el lago. No... Tomas no sabía nada, ¿jajaja?

Enseguida, Tomas vio en los ojos de Helio que aquella pregunta se la hacía sabiendo su respuesta. Estaba... estaba... ¡estaba sonrojado! Aquello sólo logró que riese más fuerte. ¡Nunca habría imaginado a Helio en aquella situación! Parecía tan serio normalmente...
Tras un suspiro, Tomas se tumbó en el suelo y comenzó a dialogar, aparentemente, consigo mismo... pero sabia que pronunciando esas frases, iba a conseguir que Helio se delatase solo.
-Ah, el amor... -comenzó, conteniéndose una risa- es bonito cuando llega... ¿a que sí?

Me sonrojé completamente, mientras desviaba la mirada. No lo decía por mi, así que... no tenía por qué delatarme. - ¿C-Cómo? - Dije mientras tosía un poco. - Seguro... hablas del día de San Valentín... ¿te... te regalaron muchos chocolates, no? - Seguía con aquella risa nerviosa.

Tomas no pudo evitar reir de nuevo. Eso le resultaba tan gracioso... pero ya no podía contenerse por más tiempo.
-¡Venga ya, Helio, no finjas más! ¡Que la vi! ¡Te llevó bombones en San Valentín...! -Tomas le dedicó una mirada confidencial, arqueando ambas cejas a la vez.

(XD Qué mala soy)

Me quedé helado. ¿Vio a Zeilan llevarme chocolates? - ¡¿Qué?! - Me volteé completamente rojo. - No... no sé de qué hablas. Solo... solo me dieron chocolates tres personas.... ¡digo, dos! Y son maestras, y ninguna de las dos (sí, escuchaste bien, dos) me interesan. - Intenté cubrir a Zeilan, pero era difícil mentir. - Ah, a quién engaño. Sí, una muchacha me dio chocolates... - Me encogí de hombros. - Pero, ¿qué? Si es una niña... - Solté una risa nerviosa y moví la cabeza. Tal vez algun día lograría convencerme de que lo era y que no debía sentirme así.

Tomas le sonrió con picardía. Él pensaba exactamente lo mismo sobre Nerine, que era una niña... sacudió la cabeza al encontrarse pensando aquello. "Nerine es mi amiga, las amigas da igual que sean niñas o no" se dijo, sonando bastante dudoso entre sus pensamientos. Intentó centrarse en lo importante, y en ese momento, lo importante era el amor de Helio.
-Helio, para ti todos somos niños -alegó finalmente, recordando que también a él Helio le llamaba niño. Prosiguió- Aparte, ¡eso da igual! No la llegué a ver hablar, pero parecía simpática... y no está nada mal...

Lo miré de reojo. ¿Nada mal? No, Zeilan era bonita... y... - Eh.. - Me sonrojé completamente. - ¡Claro que todos son niños! Tengo más de 200 años... ¡por todos los cielos! - Lo miré maléficamente. - A ti... te han regalado chocolates también, ¿no es así? - Solté una maléfica risa al ver su mirada.

-¿A... mi? -se extrañó Tomas, confundido ante el giro inesperado que había tomado la conversación. ¿Pero no le estaba sonsacando su primer amor a Helio?- Si, bueno... -pronunció sus siguientes palabras con un hilo de voz, recordando a Nerine y su conversación de aquel día- una chica, muy simpática...y tan graciosa... aunque... sólo regalaban las chicas, claro, que estúpido...
Abrió los ojos de par en par al darse cuenta de que se había sumergido en su mundo, y pronunció sus siguientes palabras casi a gritos:
-Pero bueno, eso da igual, ¡estábamos hablando de ti y tu "niña", no me cambies de tema!

¿Mi niña? Me sonrojé completamente y moví la cabeza. - ¡Tomas! No digas eso... - Chillé un tanto extrañado. - Cof, cof... ¡Tomas! - Miré la sonrisa de Tomas. - ¿Qué demonios quieres que te diga, eh?

El muchacho estalló de nuevo en risas. Aquello de "su niña" le había salido automático, ni siquiera había esperado que a Helio fuera a molestarle tanto. Ni a sonrojarlo de esa manera.
Tomas se acarició la nuca, mirando a Helio de reojo.
-Pues, por ejemplo... yo ni siquiera sé como se llama -después, cambió su mirada disimulada por una mirada más sincera, explicando sus palabras por si acaso Helio no le había comprendido.- ¿Cómo se llama?

Hice un puchero sin voltearlo a ver. - Zeilan... Clio Zeilan. Es... una alumna de tierra. - Tomé aire mientras sonreía. - Es una niña, en más de un sentido... como te darás cuenta. - Solté una risa. No comprendía al cien lo que sucedía, e intentaba negarlo... pero, ahí estaba: me gustaba Zeilan, y no se podía cambiar... o eso decía Alvestam.

Tomas asintió levemente, mientras le palmeaba el hombro a su amigo.
-No, Helio, lo que pasa es que eres un pesimista -le espetó, como si se tratase de un experto en el tema, cuando él no había tenido novia en la vida ni la quería tener... ¿o si?- No pasa nada porque sea una alumna... fuera de la academia nadie os puede decir nada. Además, se supone que el amor es así a veces, ¿no? Difícil... complicado... cruel...
Tomas se percató de que sabía sacar más rasgos negativos que positivos, y que si continuaba así deprimiría más a Helio de lo que ya estaba. Encontró su mirada horrorizada y se apresuró a cambiar su propio argumento.
- ¡Pero... bueno! Es muy bonito que estés enamorado, Helio. Te veo más... feliz. Eso me gusta

Lo miré fijamente. ¿Feliz? Me sentía bastante, bastante confundido. Me levanté de golpe. - Bueno, ya... ¡o a menos que quieras que te suelte en el aire de nuevo, esta vez en medio del lago! - Lo señalé molesto. - Vamos, Tomas, el amor no es cruel... solo... extraño. - Le estiré la mano con una sonrisa en la boca. Sí, me había tocado ver el contraste del amor con Phyro y con Clío... pero, aún así, seguir los consejos de Alvestam sería lo correcto. - Oye... ¿por qué piensas así? - Dije mientras abría un poco las alas.

Tomas forjó una mirada enfuruñada cuando Helio reconoció que pensaba soltarlo en el lago, con lo frío que debía estar. Sin embargo, cambió su expresión ante su última pregunta.
- Oye... ¿por qué piensas así?
Encogió sus hombros mientras se levantaba, y se llevó una mano incosncientemente a la nuca.
-Pues... pues yo qué sé -reconoció- ¿Qué voy a saber yo del amor? Nunca he tenido novia... pero... supongo que será difícil

Sonreí. - Claro... - No quise seguir insistiendole al muchacho, pero... ya me vengaría después. - Bueno, bueno... ¡comienza a aletear de nuevo! - Lo señalé mientras me sentaba en una roca y lo veía. - Veamos si tienes otro progreso hoy.

Tomas asintió con levedad, cumpliendo la orden de Helio. Notaba sus alas más descansadas; en aquel momento, le costaba menos moverlas. Sin embargo, seguía pesando demasiado como para que sus alas lo llevasen demasiado alto.
-¿Cómo me mantengo en el aire, y cómo llego más arriba? -gruñó, ansioso, cayendo al suelo poco a poco- No... puedo. Sólo sé aletear.

Lo miré fijamente. - Debes de aletear. Con más fuerza, quedarte aleteando en una altura considerable. - Crucé los brazos esperando que el chico comprendiera e intentara hacerlo.

Tomas lo intentó de nuevo, tratando de cumplir la orden de Helio y aletear empleando una mayor fuerza. Pero sus alas se quejaban a gritos si lo intentaba con esa brusquedad. Eran tan sensibles... notaba todos los años que las había mantenido inutilizadas ahora, que las trataba de revivir.
-Me... cuesta... -suspiró, todavía mantenido en el aire- ¿Hago... algo mal?

Me levanté y me acerqué a él. - No veo... que hagas algo mal. - Me rasqué la cabeza. - Cada que vuelo... recuerdo los paisajes de mi aldea, las puestas de sol, los paisajes nocturnos... - Tosí un poco. - Tal vez... tal vez una motivación... ¿se te ocurre algo que te pueda motivar a elevarte? Los paisajes que quieres ver, volar cerca de las nubes... tu madre... ¿alguna chica? - Levanté un poco las cejas con una sonrisa. - Lo que sea... piensa.

Tomas frunció el ceño ante esa sonrisita de Helio, y bajó de nuevo hasta el suelo, de un golpe. Parecía que llevaba razón... sus sentimientos hacían que aletease con mayor facilidad... o lo bajaban al suelo casi de inmediato.
-De acuerdo. Lo intentaré.
Cerró los ojos y aleteó suavemente, dejando que los recuerdos le invadieran. Nunca solía permitirse aquello, pero... le gustaba recordar a su madre de vez en cuando. Rememorar sus alas de colorines, esa sonrisa agradable que siempre repartía a todo el mundo.
Y se acordaba de cuando le había anunciado que tal vez tendría un hermanito. O una hermanita.
Tomas no pudo evitar sonreír tristemente, atreviéndose a abrir de nuevo sus ojos y dejar de permitir que sus recuerdos se colasen por su mente...
Cuando miró hacia abajo, el suelo quedaba mucho, mucho más lejos de lo que habría alcanzado a imaginar mientras recordaba. ¡Apenas había notado esfuerzo alguno!

- ¡Bien hecho! - Sonreí mientras volaba hacia él. - Bien, creo que estás listo para el lago ahora. - El chico me fulminó con la mirada. - ¡Tranquilo, es broma! - Solté una carcajada mientras movía las manos.

Tomas bajó unos centímetros cuando no le quedó más remedio que asesinar a Helio con la mirada, pero volvió a ascenderlos rápidamente. Aun se tambaleaba y le costaba mantenerse así, pero se alegraba de haberlo logrado. Ahora sí que estaba volando.
-¿Entonces... qué vamos a hacer... ahora? -inquirió, al verlo volar hacia él tan convencido. Parecía que tenía algo planeado.

Sonreí. - Bueno... podríamos comenzar con distancias cortas, en lo que te acostumbras. - Miré alrededor. - Mmm... digamos, de la orilla del lago a aquel árbol. - Dije mientras señalaba un árbol frente a nosotros, no pasaba de los tres metros de distancia, suponía que estaría bien.