Feliz San Valentín profesor Caelan

Abby llevaba toda la mañana intentando localizar al profesor Caelan. Había empezado por su despacho, seguido de la azotea, intentó entrar en la pajarera sin ser vista, pasó por los jardines y ahora había acabado en le invernadero.
Lo localizó leyendo en un banco. Se acercó poco a poco. Cuando estuvo cerca, él levantó la mirada y la miró.
- Yo... ¿molesto profesor? Le he estado buscando toda la mañana... - musitó con la caja con el chocolate entre las manos.

Caelan levantó la vista de su libro y clavó la mirada en Abby. Hacía varios días, desde el casi incidente de la azotea, que no la veía ni hablaba con ella, y aunque nunca lo admitiría (porque eso estaría muy mal), se alegraba de volver a verla.
- Buenos días Abigail - la saludó todo lo neutramente que pudo, esbozando una sonrisa que tal vez era más propia de una colegiala que de él, pero que no pudo evitar. - No molestas, tranquila

Abby esbozó una leve sonrisa y se sentó junto a él. Se colocó la cajita sobre las piernas y con la mirada fija en ella habló - Yo... quería desearle un feliz San Valentín - Notó como se ponía roja hasta las orejas.

La satisfacción le inundó... Y volvió a sonreír anchamente. Se rascó la oreja más para hacer algo que otra cosa, y luego recordó que lo políticamente correcto era responder (aunque bueno, él había dejado de ser políticamente correcto en lo que a Abby refería hacía tiempo).
- Feliz San Valentín a ti también. ¿Has preparado mucho chocolate?

Abby levantó la mirada y la fijó en los ojos verdes de Caelan. - Bueno.. no muchos. - Cogió la caja y se la ofreció - La verdad es que solo he hecho chocolate para usted profesor. Y.. - retuvo la caja - Es la primera vez que cocino y.. si no te los quieres comer lo entenderé, se me han quemado - finalizó bajando la cabeza, avergonzada.

La sonrisa de Caelan se mantuvo impasible, aunque por dentro estalló con una especie de satisfacción malsana. Abby solo le había hecho chocolate a él. Ni a sus compañeros, ni a los demás profesores, ni a sus amigas, ni a Ayashi... Solo a él.
- Tranquila - la voz le tembló y abrió la caja. - Me gusta la comida muy hecha - Se arrepintió de decir aquello en el mismo momento en que abrió la caja, pues el chocolate no estaba "quemado"... Más bien se había carbonizado y formaba una masa sólida, negruzca y poco uniforme. Miró a Abby de reojo, que parecía ilusionada, y escogió un bombón. Se lo llevó a la boca de todos modos.

Le sonrió, esos bombones no podían ni llamarse bombones, y él al menos había probado uno. Se mordió el labio, nerviosa. Dentro de su cabeza sonaba la voz de Paige diciendo que se lanzara, pero Abby decidió ignorarla, de momento. Lo miró - Y dime.. ¿te han regalado mucho chocolate? A mi Neri me ha dado una bolsita n.n

- Bueno, lo normal - dijo con la boca pequeña tras tragarse el bombón. Disimuladamente cerró de nuevo la caja, pero se la quedó. - Medea, Aurora, Aiwe... (Que me los ha tirado por la cabeza). Las compañeras de curro, vamos. Algunas alumnas también... Aunque - Aunque ninguno me ha hecho tanta ilusión como el tuyo, quiso decir. - Aunque tu chocolate ha sido el más original.

Se sonrojó pero no apartó la mirada. - El más quemado querrás decir. - sonrió, ya se había tranquilizado.

Caelan sonrió. - Sí, el más quemado, ¿qué más da? -. Abby se miró las manos, entrelazadas sobre su regazo, y Caelan pensó "a la mierda". - Gracias.
Estiró una mano y la colocó sobre las de ella, notándolas muy pequeñas y blancas en contraste con la suya. Aquello, aquellas pieles tan pálidas y suaves, era algo que siempre le había gustado de las mujeres de aquel país. Caelan recordó brevemente algunas de las mujeres con las que había tenido relación (no tuvo tiempo ni ganas de rememorarlas a todas y ponerles cara a las que había olvidado), y se preguntó si alguna vez había sentido lo que sentía en aquel momento por alguna de ellas.
Abby era diferente. Era definitivamente diferente. Abby estaba prohibida.

Abby bajó la mirada hacía sus manos después de las palabras de Caelan. No sabía que decirle y en su cabeza escuchaba las palabras de Paige.
De golpe vio como Caelan le cogía la mano. Sus manos eran grandes y estaban calientes, ella se aferró a su mano y apoyó su cabeza en el hombro del profesor recordando esa sensación de tranquilidad mientras bailaban en la pajarera. Notó como Caelan le devolvía el apretón de manos y subió la mirada para verle la cara. Siguió sin decir nada, porque creía que en ese momento sobraban las palabras.

Caelan miró fijamente los labios de Abby y se quedó quieto como una piedra. Las palabras "alumna", "prohibido" y "pervertido" resonaban en su mente y lo paralizaban, a la vez que pensaba en los últimos besos que había dado. Tanto el de Aiwe como el de Aban habían terminado poco más que en desastre, y aquel no podía terminar sino peor, pero.... Diablos. Tenía ganas de besarla.

Abby miró los ojos de Caelan, que no la miraban pues estaban fijos en sus labios. La voz de Paige seguía en su cabeza y una pregunta le estallaba, ¿Lo quieres o lo amas? Abby se mordió el labio indecisa. Cuando intentó besarle en la pajarera la rechazó, ¿por qué iba a actuar diferente ahora? Calló las voces de su cabeza. Cerró los ojos y se dispuso a seguir a su corazón.
Con los ojos aún cerrados acercó su cabeza a la del profesor mientras sus labios se iban cerrando buscando los de él. Con la mano que tenía libre acarició el cabello de Caelan justo antes de que sus labios se encontrasen.

Caeln sabía que aquello iba a suceder. Lo sabía y, desde hacía tiempo, había luchado contra sí mismo para tratar de evitarlo, pero estaba claro que había una fuerza superior en el universo que quería impedirlo. Volvía a estar al principio. Volvía a estar en contacto con Abby, demasiado cerca para evitar nada, a punto de rozar sus labios de nuevo. La muchacha cerró los ojos y se acercó a él y, aquella vez, Caelan simplemente no tuvo fuerzas, ganas ni la voluntad suficiente para apartarse de ella.
Cuando los labios de Abby se cerraron sobre los suyos, el cuerpo de Caelan reaccionó solo. La mano que rodeaba la mano de la muchacha se crispó y rodeó su cintura para ceñirla contra él, y sus labios comenzaron a moverse por voluntad propia y atraparon completamente a Abby. ¿Había pensado ya que no quería hacer nada por evitar aquello y recuperar el control?
Ah, no. Caelan no había pensado nada. En aquel momento no estaba pensando.

Abby sintió como Caelan le devolvía el beso. Y en ese momento se olvidó de todo. Todos sus miedos, todas las dudas, todo, no quedaba nada en su mente. Nada excepto Caelan. Sus manos que estaban en su cintura acercándola a él. Sus cabellos que estaba acariciando con su mano. Su cuello donde tenía su otra mano. Sus labios... Sus labios que la estaban poseyendo. Sus labios que la estaban besando, con ternura, con pasión. Como nunca nadie la había besado.
Una lágrima cayó por su mejilla. Demasiado bonito para ser real pensaba mientras seguía besando al profesor.

El beso todavía no había terminado, pero Caelan ya se estaba arrepintiendo.
Mordió el labio de Abby y luego lo lamió, apretando la cintura de la muchacha contra su pierna, y notando como la mano de la chica se cerrada entorno a sus cabellos y tiraba de ellos inconscientemente. No se quejó.
Siguieron besándose como si no hubiera un mañana, aferrándose el uno al otro como una náufrago a su tabla de salvación, pero sinceramente Caelan se estaba arrepintiendo mucho. Finalmente, había identificado aquella sensación que embargaba su estómago siempre que andaba demasiado cerca de Abby, y había descubierto que se parecía mucho al deseo. Al deseo por lo que estaba prohibido, quizá, como ella. El caso era que la estaba besando y se estaba dando cuenta de que no sentía nada nuevo ni especial, nada diferente.
O tal vez si. Culpabilidad. Se sintió terriblemente culpable.

Abby estaba disfrutando de ese beso pero de golpe notó que Caelan se había puesto tenso. Así que se separó un poco sonriendo y le miró a los ojos. No tenía la misma mirada que antes y la sonrisa de Abby se transformó en una mueca de preocupación. - Pro... Yo.. humm... - no sabía que decir. suspiró y dejó ir sus preocupaciones - ¿Que le pasa? Ha estado.. ¿mal?

Caelan frunció el ceño y miró a Abby, con una leve expresión de incomodidad en el rostro, y sintiéndose de nuevo culpable y miserable (extrañamente, últimamente aquello le estaba ocurriendo demasiado a menudo).
- Esto... ¿Tu piensas que ha estado bien? - le preguntó, mirándola directamente a los ojos. Leyó una gran confusión y una pizca de dolor en los ojos de Abby, y el estómago se le apretó un poco. Incluso el corazón le picó. - Soy tu profesor... Y tu eres infinitamente más joven que yo, y... - Y se calló. Todo aquello sonaba demasiado como una excusa, y él no quería una excusa. Solo quería no hacerle daño a Abby, porque, de alguna manera, sentía que ella era muy importante, y no podría perdonárselo.

- Esto... ¿Tu piensas que ha estado bien? - Abby empezó a darle vueltas sobre si había estado bien o mal, pero no podía encontrar una solución. Llevaba días pensándolo y aún no lo sabía, miró los ojos de Caelan. Si le preguntaba eso quería decir que estaba mal. Sino hubiera negado en lugar de confundirla más. - Soy tu profesor... Y tu eres infinitamente más joven que yo, y... - Cerró poco a poco los ojos y los volvió a abrir para ahogar las lágrimas que querían salir de sus ojos. Miró a Caelan en busca de una respuesta, no podía creer lo que estaba pasando y que le dijese eso. Pero él calló. - Yo.. no se si ah estado bien o mal, solo se que me ha gustado. Y que quería que pasara. Y creo que tú también lo querías, sino... ¿por qué quisiste bailar conmigo? ¿Por qué has aceptado mi chocolate? - se puso de pie - ¿Por qué me has hecho sentir especial? - No tenía lágrimas en los ojos. Estaba llena de rabia.

Caelan entreabrió los labios. "¡Porque eres especial!", quiso decirle, pero supo que aquello solo empeoraría la situación. Se levantó para quedar frente a frente con Abby y, aunque al principio ella le miró mal e hizo ademán de alejarse, Caelan insistió. Apoyó una mano sobre la mejilla de Abby.
- Lo siento - se limitó a disculparse. - Sé que he estado muy mal. Últimamente siempre estoy mal con todos, y hago daño a la gente que me importa... - la miró fijamente. - Tu me importas. Pero no está bien...

Abby cerró los ojos y una lágrima cayó por su mejilla parando en la mano de Caelan. Repitió las palabras de Caelan en su mente. No podía entenderlo, pero veía en su cara que no quería hacerle daño, notó que estaba aún más confuso que ella. - Entendido - dijo secándose las lágrimas y forzando una sonrisa para ser más creíble - Esto no volverá a pasar, pero... - bajó la vista - ¿Puedo seguir yendo a tu despacho para hablar? - Subió la mirada con cara suplicante.

Caelan estuvo tentado de decirle que no. Estaba hecho un lío considerable y dudaba que aquello fuera bueno para ninguno de los dos, pero luego vio la mirada suplicante de Abby y no pudo negarse. Cayó en la cuenta de que la muchacha, a parte de él y otras dos chicas, no tenía más amigos.
- Por supuesto que puedes venir, Abby -. Egoistamente, pensó que tampoco quería dejar de verla.

Abby le sonrió - Gracias. Y ahora me tengo qeu ir, le he prometido a... Neri y Paige que las ayudaría a... repartir el chocolate - mintió. Dio media vuelta y antes de empezar a caminar le dedicó una sonrisa - Ya nos veremos.. supongo. - Se fue directa a su habitación. Una vez allí se tumbó en la cama y simplemente dejó caer todas las lágrimas que había reprimido allí. Sin pensar en nada.

Caelan se quedó un buen rato solo y quieto, parado como una estatua en medio del invernadero mirando el suelo. Mil ideas daban vueltas en su cabeza, y todas lo llevaban a la misma conclusión: era una persona decepcionante. Hiciera lo que hiciera, terminaba decepcionando a todos. Decepcionó a sus padres al nacer como mago de fuego. Decepcionó a su familia al estar tan lejos de casa. Decepcionó a Aiwe cuando la confundió. Decepcionó a Aban cuando se enamoró de él. Había decepcionado a Abby, una persona por quién incluso él pensaba empezar a albergar ciertos sentimientos que al final resultaron falsos.
Tal vez el falso era él.

Cuando el sol comenzó a esconderse y sus rayos anaranjados lo cegaron, Caelan reaccionó. Recogió su libro, los bombones de Abby y se marchó, tratando de no pensar en nada.