Aníron peded on (priv. Aiwe y Cae)

((Este tema esta situado después de la batalla, sabemos que ahora mismo Cae esta en plena batalla contra Golem pero... Los dos chicos nos pedían un tema ya. A parte, el título significa "Deseo hablar contigo", y está en bismutiense porque queda mucho más bonito xD))



Aiwe llevaba un buen rato flotando por los pasillos del recinto masculino, delante de una puerta sin atreverse a entrar. Habían pasado tantas cosas que no sabía cómo actuar.
Recordó ese beso que le dio delante de su habitación, mientras se le dibujaba una sonrisa bobalicona en los labios. Recordaba que casi no había dormido esa noche, de echo casi no había dormido des de esa noche. Pues después de ese gran día en que había vencido sus miedos, llegó la batalla. Aún recordaba esa clase express de bisutiense en esa habitación que tenía delante, lo mal que se sintió cuando la hizo fuera de su habitación con ese Alassia on omentielme y la mala cara que había llevado hasta Mondphase. Ese dolor que le había oprimido el pecho mientras se alejaba de la academia pensando en que quizá no lo volvería a ver nunca y que nunca sabría que querían decir esas palabras. Aunque todo se le pasó cuando vio a Moses, justo antes de que su pelo… Se tocó las puntas de su pelo, ahora más que corto, como lo levaba antes, cuando estudiaba. Seguro que no le gustaba, seguro. Había oído a Caelan en más de una ocasión decir que a él le gustaba el pelo largo, por eso se lo dejó crecer, y ahora que le tenía tanta estima a su cabellera, un ataque fallado del limníade acabó con ella. ¿Qué iba a hacer si cambiaba de opinión? ¿Qué haría si cuando le preguntaba como estaba, ya no respondía Alassia on omentielme? Des de que había descubierto, gracias a Moses, el significado de esas palabras, no había podido parar de pensar en él y en como haría reaccionado antes de la batalla si lo hubiera sabido des de un buen principio.

Pero ese no era un momento de lamentaciones, era el momento de hacer un paso adelante, se acercó a la puerta y levantó la mano para dar unos golpecitos pero… a medio camino bajó la mano, ¿y si dormía? ¿y si lo molestaba? ¿y si…? Pasó la mano por la pulsera que le regaló, y ensanchó su sonrisa. No podía ser que hubiera cambiado de opinión tan rápido y si lo había hecho al menos se llevaría un beso, una pulsera y sentimientos muy cálidos. Y es que des que Moses le había desvelado el significado de esas palabras, el corazón le latía con más fuerza, y sus sentimientos hacía él aún se habían hecho más grandes (si eso era posible).

Así que, sin quitar la vista de su brazalete picó en la puerta, la abrió un poquito y sacó la cabeza, mirando hacía la cama donde se encontraba Cae - ¡Aiya! ¿molesto?

Aquellas cuatro paredes se le estaban echando encima.
Aunque las piernas le dolían, aunque en realidad todo el cuerpo le dolía, aunque estaba hecho un maldito cromo y aunque la herida de su pecho ardía como los mil demonios, Caelan estaba a punto de desobedecer las órdenes del médico de guardar reposo porque, la verdad, ya no aguantaba más tiempo postrado en esa jodida cama (la que, para colmo, era dura e incómoda hasta decir basta).
En parte le gustaba el hecho de que no lo hubieran obligado a quedarse en la enfermería (no solo porque los dos encargados de esta no le hicieran demasiada gracia, sino porque además estaba lleno de gente herida y Caelan prefería el silencio y la tranquilidad), la verdad era que comenzaba a estar aburrido de estar allí. Lo que él quería era levantarse, y arrastrarse hasta el despacho de Medea para ver como estaba y comprobar si podía hacer algo para ayudar, pues seguro que la academia estaba que se caía a pedazos (aunque no podía asegurarlo, pues él había perdido el conocimiento muy lejos de allí y, cuando se había despertado, ya estaba metido en la cama), o asegurarse que sus alumnos y compañeros estaban bien y…
Bueno, en realidad, lo que él quería, era comprobar que Aiwe estuviese bien. Si ella estaba bien, podría afrontar cualquier otra pérdida.

Cerró los ojos y suspiró, llevando su mano –la que no estaba vendada aunque igualmente le dolía como si se la hubiera aplastado una mole de roca gigante- hasta la muñeca opuesta, justo donde sabía que Aiwe llevaba la ezhellarin y gracias a la cual, sabía que la joven profesora de viento seguía viva.
Era extraño, porque Caelan sabía perfectamente que ella estaba bien, estaba sana y a salvo, pero pese a todo seguía angustiado y seguía queriendo verla solo para comprobar que no estaba equivocado, que aunque sintiera su energía recorriendo cálidamente su interior, no había ningún error. Quizá, lo único que quería, era simplemente verla otra vez porque la echaba de menos. Quería verla porque añoraba sus ojos, su mirada y su risa fresca.
Quería verla porque la quería y punto. Porque, ahora que había aceptado lo que sentía por ella, se moría de ganas de tenerla delante, y abrazarla, y besarla…

Y quizá, solamente quizá, ella quisiera lo mismo. Porque en ese mismo instante, mientras Caelan pensaba en ella y se reprochaba a sí mismo que su cabeza se estaba convirtiendo en la personificación de la cursilería, Aiwe llamó a la puerta y entró.
Escuchó vagamente que le decía algo pero no le prestó mucha atención. La oyó y la miró, pero no la escuchó ni la vio en realidad.

Estaba allí. Y eso era lo importante.

- Pajarillo – la llamó, levantando el brazo derecho, el único que podía mover, hacia ella para hacerla venir.

Aiwe ensanchó la sonrisa cuando lo oyó, y aunque le pasó por la mente que quizá, solo quizá, lo había despertado, no dijo nada; ahora estaba despierto y era lo que contaba.
Voló hasta él, esta vez sin observar la habitación, la recordaba perfectamente de la otra vez, antes de la batalla; y quizá, esta vez un poco más segura que antes, podría ir allí las veces que quisiera y por lo tanto ya tendría tiempo para hacerse aquella habitación un poco más suya. Pero eso no importaba, lo que de verdad importaba era que estaban solos, que cada vez estaba más cerca de él… y de sus ojos verdes… y de sus vendas… Un momento, ¿sus vendas?

No llegó a tocar el suelo, se quedó quieta, parada, flotando (también influyó que aún tenía toda la pierna izquierda inmovilizada y le dolía si al apoyaba en el suelo). Caelan estaba vendado de arriba abajo, seguramente por eso no se le había visto el pelo, y por eso seguí aún quieto, estirado.
Aiwe se llevó una mano al pecho mientras que con la otra dudaba si tocarlo o no. Tenía los ojos más que abiertos, en una expresión de terror al imaginarse lo que debió sufrir durante la batalla para acabar de ese modo. Entonces empezaron las maldiciones, ella debería haber estado allí con él, debería haber luchado para por un cambio de gripa, porque aunque estaba herida antes ya de empezar la batalla, habría dedo cualquier cosa, hasta la vida, por tal de que a él no le hubiera pasado nada.

Aún sin saber muy bien que hacer, y con la mente bastante lejos, le miró como pudo a los ojos - ¿Co… cómo estás? Yo... Bueno… Estaba preocupada por ti.

Cuando Aiwe se acercó hasta él flotando y no andando, Caelan se preocupó un poco porque, aunque sabía que la mujer siempre iba de un lado a otro volando (y que andar le resultaba, cuanto menos, un martirio, tal y como había descubierto cuando se habían retado el uno al otro hacía ya unos tan lejanos meses), sospechaba que aquella vez lo hacía solamente por necesidad. Se fijó en las gruesas vendas de su pierna, que seguía tan inmobilizada como justo antes de la batalla, y en algunas heridas nuevas que habían aparecido sobre su piel, marcándola, pero no por ello haciéndola menos hermosa de lo que era normalmente. Como tenía el brazo estirado, tomó su mano y la acarició, escudriñando sus ojos de plata, y en la ligera curba de sus labios, y en sus largos...

- Tu cabello... - murmuró, sorprendido, olvidándose por completo de responder a la pregunta de ella porque, por otro lado, tampoco podía decirle que estaba bien (porque parecería una mentira, aunque la verdad era que, ahora que la tenía delante de nuevo, que sabía que no le había pasado nada -demasiado- malo, volvía a estar del todo bien) -. ¿Qué le he ocurrido a tu cabello??

Por la cara de Aiwe pasó una fugaz expresión de tristeza, y las alarmas de Caelan saltaron un poco aunque no sabía exactamente por qué, pues no acechaba ningún peligro. Como pudo, sin soltarle la mano (porque no quería hacerlo ni aunque le obligaran), se incorporó un poco para apoyar la espalda en el respaldo de la cama y quedar sentado, y la miró fijamente mientras la estiraba un poco.

- Me alegro de que estés bien, pajarillo - le dijo, mirándola con gravedad y ladeando la cabeza ante su expresión de pena -. Y me gusta mucho eso que te has... Hecho en la cabeza. De verdad.
Caelan se preguntó vagamente si se estaría notando mucho que mentía. A él le gustaba el pelo largo, sobre todo, le gustaba el pelo largo de Aiwe, y se sentía un poco extraño al verla con aquel cambio de look. Pero daba igual porque, en realidad, lo que más le gustaba de Aiwe no era su pelo. Lo que a Caelan le gustaba de Aiwe era, simplemente, Aiwe.

- Ven... - ordenó. La estiró un poco de la mano para que flotase hasta la cama, y luego, esbozando una mueca, hizo lo que hacía días que soñaba con hacer.
Ignorando el dolor que le presionó el hombro izquierdo, levantó los dos brazos y rodeó el delicado cuerpo de Aiwe entre ellos. Y la abrazó.

- Alassia an omentielme, Aiwe...

Aiwe estaba lejos, siguiendo con las maldiciones y con lo que podría haber pasado si hubieran luchado juntos hasta que él le cogió la mano. En ese momento volvió en sí, en la habitación, y vio que no importaba lo sucedido, ahora estaba allí a su lado y él le cogía la mano.
Le sonrió, contenta de estar allí, devolviéndole la mirada a los ojos hasta que habló de su pelo. Su sonrisa de felicidad dejó paso a una mueca de tristeza y con la mano libre se tocó la punta de su corto pelo. – Estaba con Moses en Mondphase, antes de ir para la academia, nos atacaron y él… Me quemó el pelo sin querer… - desvió la mirada, no había caído en su pelo, a Caelan le gustaban las melenas largas, por eso había decidido dejarse el pelo largo y ahora… Seguro que ya no le gustaría o le tomaría aún más el pelo (aunque tuviera menos) o… Ya no sabía ni que se decía a ella misma, echaba de menos su pelo, su largo pelo, y nadie se lo devolvería.

De pronto Caelan se empezó a incorporar, y Aiwe con su mano libre lo ayudó como pudo. Pudo ver que estaba más herido de lo que parecía, por lo que cuando la estiró un poco ella se dejó hacer, sin dejar que forzara demasiado ninguna parte de su cuerpo.
- Me alegro de que estés bien, pajarillo. Y me gusta mucho eso que te has... Hecho en la cabeza. De verdad. – No se lo podía creer, ¿esas palabras eran verdad? No lo pensó mucho, le daban igual, solo necesitaba oírlo. Lo miró y le volvió a sonreír, esta ver con una sonrisa sincera sin apenas tristeza. No se podía creer lo que estaba pasando, estaba flotando en una nube, y eso la hizo sonreír aún más mientras esbozaba un tímido – gracias… - un poco sonrojada.

Y de golpe, la abrazó. Vale, no fue de golpe, pero ese gesto pilló a Aiwe tan desprevenida que fue como si no hubiera avisado. Tardó unos segundo en reaccionar y le devolvió el abrazo, ignorando el leve dolor procedente de su pierna al tocar la cama.
Y seguido de eso vinieron las palabras que Aiwe quería volver a escuchar. Esas palabras que primero la habían dejado confusa, pero luego con ganas de… hacer exactamente lo que estaba haciendo ahora. Se separó un poco porque quería verle la cara y sonriendo, más de lo que lo había hecho des de que había entrado y con los ojos un poco aguosos por la emoción, le contestó – Yo también estoy feliz por haberte encontrado, Caelan. Más que feliz.

En un primer momento, cuando Aiwe dijo aquello, Caelan no cayó en la cuenta de que acababa de traducir, literalmente, el significado de aquella frase en bismutiense que, el día antes de la batalla, había tratado de ocultarle, por si acaso las cosas... No salían del todo bien. La apretó un poco entre sus brazos, de manera que la cabeza castaña de Aiwe quedase recostada sobre el hombro que le dolía menos, y entonces, cayó.
Frunciendo un poco el ceño a causa de la sorpresa, la miró un poco de reojo y se preguntó sí lo habría dicho por casualidad, conviertiendo aquello en una especie de guiño del destino, pero entonces se dio cuenta de que eso no podía ser, porque entonces no habría cuadrado que dijera aquello de "yo también estoy feliz de haberte encontrado" y, por ende, solo podía significar que... Sabía lo que significaba.
Si sabía lo que significaba, entonces, por fuerza, tenía que saber lo que sentía por ella.
Y, si sabía lo que sentía por ella y de todos modos le había respondido aquello, significaba que Aiwe...

- Te quiero - le dijo en el oído, de golpe, en voz baja, importándole una mierda sonar cursi o imbécil, porque necesitaba decirlo y que ella le escuchara -. Te quiero. Te quiero. Te quiero - le pasó una mano por el pelo porque ya ni le dolía ni nada, no pensaba, solo la sentía a ella, cálida, entre sus brazos y su pecho, y quería tocarla y acariciarla y decirle todas las cosas bonitas que no le había dicho en los siete años que hacía que la conocía y que había tardado en darse cuenta de lo importante que era para él -. Dios, pajarillo... Te quiero tanto...

Tenía, también, muchas ganas de besarla, porque, aunque no podía evitar pensar que tenerla allí, entre sus brazos, era suficiente para ser feliz el resto de su vida, no podía evitar pensar que con ser feliz solamente no era suficiente. Él lo quería todo. Quería a Aiwe, la quería a ella y... La quería ahora.
La mano que se deslizaba entre sus cabellos se movió levemente hasta posarse en un punto concreto entre la nuca y su delicado y níveo cuello. La empujó con delicadeza para que separase la cabeza de su hombro y lo mirase, y entonces, sin pararse a pensar, sin pararse a respirar, sin pararse a observar demasiado detenidamente ese rostro que, en cualquier otro momento, se moría de ganas por memorizar, se inclinó hacia ella y la besó por tercera vez.
Y, si la primera vez había resultado agradable y la segunda, maravilloso, para ese tercer beso no había inguna descripción posible que encajar.

Era Aiwe, y era él, como debería haber sido desde hacía mucho tiempo pero no había sido porque Caelan era idiota. Y ya no importaba más.

Caelan se limitó a apretarla en sus brazos, haciendo que pudiera recostar la cabeza en su hombro y aunque le gustaba estar así, Aiwe empezó a pensar que no había sido la mejor manera de decirle lo que sentía, que había tenido una gran oportunidad y la había desaprovechado.
Se sentía tan mal por haber desaprovechado esa oportunidad que se cogió un poco más a él (con cuidado de no hacerle daño) y se quedó quieta, aguantando las lágrimas. Haber aguantado 10 años para eso y… fallar ahora que lo tenía tan cerca, ahora que lo tenía.
Aunque algo no cuadraba, él le había dicho y repetido que estaba feliz por haberla encontrado, entonces… ¿Cómo podía simplemente ignorar su comentario? Quizá querría decir otra cosa pero la cara de Moses… Había hablado por él, tenía que ser eso… Debería haber optado por un claro “te quiero” añadiendo un señor o cualquier otra cosa que le hubiese quitado un poco de seriedad. Pero había querido hacerlo bonito, demasiado quizá.

Aiwe estaba hecha un lío hasta que oyó unas palabras en su oreja. De golpe su mente quedó en blanco, ¿habían sido imaginaciones suyas? Seguro, no podía ser que… - Te quiero. Te quiero. Te quiero – se lo estaba diciendo, las palabras que hacía tanto tiempo que quería escuchar, las palabras que había imaginado salir de él tantos años, las palabras que más feliz le podían hacer en esos momentos. - Dios, pajarillo... Te quiero tanto... – notó su mano en el pelo, y ella no pudo hacer nada.
Se había quedado en blanco, le costaba respirar, no le salían la voz y empezaba a ver borroso por culpa de las lágrimas que empezaban a salir y a caer por sus mejillas sonrojadas. Era feliz, más que feliz, aunque le costaba creer lo que acababa de pasar. Lo tenía allí, al hombre de su vida, al hombre que había amado tanto y durante tantos años (años que en ese momento le parecían pocos), abrió la boca para decirlo todo lo que lo amaba pero no pudo. Era incapaz de decir ninguna palabra con sentido.

Notó la mano de Caelan en su nuca que la empujaba hacía él y la obligaba a mirarlo, paró de llorar y cuando iba a decirle cuando lo quería, la besó. Sin más. Aiwe no pudo pensar y se abandonó a ese beso como si todo lo que acababa de pasar no fuese real y quisiera un recuerdo que guardar esas largas noches que pasaba pensando en él.
Y, una vez aceptó que lo que estaba pensando era real, las lágrimas volvieron a brotar, aunque no paró de besarlo ni un momento. Porque sí, se habían besado antes pero ese, ese beso era especial. Ese sería su primer beso porque notaba a Caelan mucho más suyo, y ella era totalmente suya.

Y porque por fin podía disfrutar de un beso suyo sin tener que darle más vueltas, porque por fin su sueño se había hecho realidad.
Y tenía que aceptar que era mucho mejor de como se lo había imaginado.

Durante un segundo, cuando Aiwe rompió a llorar entre sus brazos, después de que la besara (aunque quizá había comenzado a llorar antes y él no lo había visto, no estaba muy seguro), Caelan se asustó un poco y creyó que había hecho algo mal. Pero ¿el qué? ¿Acaso a Aiwe no le había gustado su beso? ¿Acaso no correspondía a las palabras que le acababa de decir? No podía ser eso. Caelan no estaba acostumbrado a que le rechazasen, pues nunca antes nadie lo había hecho. Claro que, también, era cierto que nunca antes había abierto el corazón tan directamente frente a nadie.
Porque nunca había sentido por nadie lo que sentía por Aiwe ahora.

Le pasó la mano por el pelo, suavemente, y la miró durante un rato en silencio porque no sabía qué decir. Caelan nunca se quedaba cerca cuando las mujeres lloraban. Pero claro, Aiwe era diferente a todas las demás y no podía irse (nada tenía que ver con el hecho de que, aunque hubiera querido, no habría podido irse, por sus heridas. Él no se iría si era Aiwe la que lloraba y punto).

- ¿Qué te pasa, pajarillo? – preguntó, flojito, preocupado -. ¿Te duele algo? ¿Te he hecho daño? – tragó saliva -. ¿He hecho algo… Que te haya molestado?

Aiwe notó la mano de Caelan en su pelo y levantó la mirada con los ojos aún llenos de lágrimas. Tenía que decirle que lo quería, que lo había querido durante mucho tiempo, que… Tenía que decirle muchas cosas pero no podía, su felicidad era demasiada.
Levantó la mirada y se encontró con esos ojitos verdes que tantas veces al habían hipnotizado des de la distancia, esos ojos que no se atrevía a mirar cuando estaban cerca y ahora miraba sin miedo ninguno y se tranquilizó. Poco a poco las lágrimas paraban y su mente estaba más clara.

Escuchó al profesor y le sonrió mientras el acariciaba la mejilla con cuidado, suavemente para no hacerle daño pues tenía un corte, y negó con la cabeza mientras cogía aire para hablar, para decirle lo que llevaba 10 años guardándose. – No me duele nada ni me has hecho daño, pero si has hecho algo… - hizo una pausa – pero no me has molestado, al contrario, me has hecho muy feliz, no te puedes imaginar cuánto. – Y finalmente ya tenía el valor de decírselo. – Te quiero Caelan, te quiero. Quiero estar siempre a tu lado, quiero ser tu razón de sonreír, quiero despertarme a tu lado cada día, quiero… - lo abrazó – te quiero… - le acabo susurrando.

Cuando Aiwe murmuró todo aquello con la boca pequeña (como si estuviera emocionada y no supiera exactamente como decir lo que quería decir) y lo abrazó, Caelan sonrió un poco bobamente y le correspondió el abrazo, notando como algo dentro de él hacía clic y se cerraba, dispuesto a no volver a abrirse ya nunca más en lo que le quedaba de vida.
Aiwe le quería. Le quería igual que él la quería a ella, ¡quizá incluso más! (Aunque, realmente, eso le costaba un poco de creer en esos momentos). Se lo había dicho, le había dicho que lo quería y eso significaba que era correspondido y que quería estar con él. Una parte de Caelan se exaltó un poco y reclamó a Aiwe como suya (suya, suya y de nadie más), mientras otra parte de sí mismo lo regañaba porque, de algún modo, ella había sido suya siempre y solo había sido demasiado estúpido como para aceptarlo.

- Te quiero – susurró también, saboreando esas palabras que sabían a triunfo porque nunca antes las había dicho con tanta sinceridad. Le pasó una mano por el pelo y cerró los ojos para disfrutar de ella.
Caelan no era del tipo de hombres que mostrasen muy a menudo sus sentimientos. No era que tener sentimientos fuera algo malo ni nada, simplemente, lo que le ocurría, era que expresar algo como eso le parecía antinatural. Pero bueno. Al parecer, Aiwe era diferente, porque Aiwe le volvía un poco cursi a veces y encima conseguía que le diera igual. Y punto.

Un ligero pinchazo en el hombro, recordándole que su herida seguía allí y que estaba hecho un cromo en la cama después de la batalla, lo devolvió al mundo de los vivos y le obligó a aflojar un poco el abrazo con Aiwe. Lanzando una especie de suspiro quejumbroso, volvió a tumbarse en la cama pero arrastó a Aiwe con él, para que no se le ocurriera separarse y marcharse en ese momento, y siguió acariciándole la cabeza con el brazo bueno (o, en ese caso, menos herido) con suavidad.

- ¿Te quedas un ratito más, pajarillo? – preguntó, solo por cortesía.
En realidad, no tenía la menor intención de dejarla ir.

Cuando notó como Caelan le devolvía el abrazo, Aiwe se sintió la mujer más afortunada del mundo (¿qué digo del mundo? Del universo entero) y se dejó llevar por esa sensación de felicidad que había imaginado muchas veces, pero nunca d esa forma que era muchísimo mejor que las de sus mejores fantasías.
Cerró los ojos y volvió a visualizar el momento en que Caelan le había dicho que la quería, ¡la quería! Si no fuera porque cada poco sentía punzadas providentes de la pierna, que tenía mal apoyada en la cama, le habría pedido que la pellizcara porque no creía que eso fuera real. Pero lo era y era maravilloso.
Cuando volvió a escuchar un te quiero, no pudo reprimir una sonrisa bobalicona y mientras se ponía roja y era incapaz de contestar (porque estaba segura que si abrir la boca volvería a llorar, cosa que no quería) pensó en cuanto tiempo habría pasado mientras un estaba enamorado “en secreto” del otro. Era un hecho de que ella llevaba años enamorada, lo sabía media academia, pero él…

Caelan aflojó un poco el abrazo, y ese esto la despertó de sus pensamientos, ya tendría tiempo para preguntarle cosas más adelante (en alguna cita, por ejemplo). Se sonrojó solo del hecho e haber pensado en una cita, e iba a contárselo pero él suspiró y se tumbó en la cama, tumbándola a ella también. Aiwe se limitó a sonreír mientras se ponía cómoda cerca de él, con cuidado a no hacerle daño.
- Me quedaré todo el rato que quieras, amor. – pronunció la última palabra casi en un susurro, como si fuera una niña pequeña que dice una cosa que no debe y le hace gracia. Rió un poco mientras se acababa de acomodar, cada vez más consciente de lo que acababa de ocurrir.

Cuando la escuchó, Caelan reprimió una risa por debajo de la nariz. Movió un poco el hombro y acomodó a Aiwe mejor entre sus brazos, sintiendo que al fin, por primera vez en mucho tiempo, estaría cómodo en esa cama dura como la piedra, porque la tenía a ella allí, y aquello era suficiente como para hacerlo sentir bien aun tumbado encima de un lecho de espinas mismamente. Se preguntó de forma vaga en qué momento se había convertido en un gilipollas tan cursi, pero se dijo que, mientras no se malacostumbrase a decir aquellas bobadas en voz alta muy a menudo, tampoco pasaba nada, y se calmó, pasándole la mano a Aiwe por la espalda hasta apoyarla mansamente

- Pues te quedas... Hasta que se haga de día otra vez - murmuró, distraído, cerrando los ojos y notando que se estaba quedando dormido. Sintió la mirada de Aiwe, limpia y agradable, fija sobre él durante un ratito, pero aquello, en lugar de molestarle o incomodarle, le gustó y le relajó un poquito más -. Y ya... si esto... no hace falta que vuelvas a irte... nunca más.

Antes de quedarse dormido, Caelan notó que Aiwe sonreía ((porque no la vio, de acuerdo, pero lo sintió, porque él la sentía)), y, por primera vez en una buena temporada, sus sueños quedaron plagados de imagenes hermosas.