Un rincón especial

Nerine sonrió y cerró los ojos un momento, aspirando el aroma a flores y tierra húmeda del invernadero, ese olor que tanto le gustaba y la relajaba, y que le recordaba el jardín que tenía en su antigua casa y que tanto le gustaba cuidar. Se dio cuenta que el lugar parecía vacío y eso la confunció un poco, pero luego pensó que sería porque fuera hacía muy bien día y todos habrían preferido pasar el día fuera en lugar de ir a un lugar como ese a dibujar. Soltó una risa baja y se acercó directamente hasta un conjunto de arbustos florales entre los cuales tomó asiento, apoyando su bloque de dibujo sobre su regazo y abriéndolo para ponerse a garabatear, sumida en el perfume de las flores y el silencio.

Entré al invernadero una vez más. - Phyro... no regó las plantas... - Tomé una regadera mientras me acercaba a unas macetas. - ... le dije que deshojara estas flores... - Miré de reojo encontrandome con una chica rubia, retrocedí un poco. - ¡Ah! Lo siento, no te había visto... - Tomé la regadera y volví la vista a las macetas, colocandome en cuclillas para comenzar a deshojarlas.

La niña respingó un poco cuando el extremo de una regadora apareció frente a sus ojos, e inconscientemente se encogió un poco para mojarse lo menos posible, pero al parecer el profesor Helio se dio cuenta a tiempo de su preséncia alli y no le hizo nada. Suspiró, aliviada.
- ¡Ho! Yo lo siento, profesor - canturreó, cerrando el bloc y levantándose del lugar en el que había estado sentada hasta entonces -. Era yo quién no debería haber estado aquí, lo siento mucho - se acercó un poco hasta dónde Helio se había puesto a deshojar las flores y admiró la facilidad y a la vez delicadeza con que lo hacía. ¡Como se notaba que era el maestro de jardinería! -. ¿Puedo ayudarle? - preguntó, ilusionada. Clavó los ojos en él, grandes y brillantes, y sonrió -. ¡soy Nerine Ayashi, y me encanta su clase!

Miré a la rubia. - ..... ¿Uhm? - Me rasqué una mejilla mientras ladeaba la cabeza. - Vaya... no sabía que a alguien le gustase la clase. - Volví a ver las plantas. - Descuida, no me molesta que estén aquí. - Nerine... por alguna razón ese nombre me sonaba. Levanté la mirada, intentando hacer memoria. - Nerine, Nerine, Nerine... - Repetí mientras me rascaba la barbilla y la volteaba a ver. - Uhm...

- Nerine, Nerine, Nerine... - repitió la niña con un canturreo alegre, acuclillándose al lado de Helio para ver más de cerca como trataba las flores, y maravillándose un poco más de la delicadeza con que las cuidaba. Se notaba a la legua lo mucho que las quería, y a Nerine eso le gustaba.
Apoyó la cabeza sobre las rodillas y se quedó mirándole, sonriente. Tenía ganas de ayudarle pero no quería molestar, y temía no hacerlo bien (aunque tuviera práctica, no era tan hábil como su profesor), de modo que solo se limitó a ir apartando los desperdicios de las hojas mustias e ir amontonándolas por si Helio quería echarlas al compostador de abono. Se dio cuenta de la mirada de lado que el profesor le dirigió en un momento dado, y ladeó la cabeza.
- ¿Qué ocurre, profesor Helio??

- Uh... es que he escuchado tu nombre... alguien me lo mencionaba...- - Moví la cabeza. - No, debe ser otra cosa. No eres una mala alumna en mi clase, seguro se me quedó grabado tu nombre por ello... - Entrecerré los ojos y fruncí el ceño. Sí, seguro que era eso... - En fin, ¿qué hacías por aquí? ¿Puedo ayudarte en algo? - Tomé la regadera y me levanté, sin más.

Nerine ladeó la cabeza, curiosa, mientras Helio pensaba sobre qué la conocía. La alegró mucho escuchar que no era mala alumna (porque, seamos sinceros, Nerine no era muy buena estudiante y, en la mayoría de asignaturas, lo pasaba muy mal para llegar al aprobado raspado), así que respondió a aquellas palabras con una gran sonrisa y un pequeño aplauso entusiasmado. Incluso saltó un poco.
- Bueno - dijo, divertida, mirando a su alrededor con ojos grandes y admirados -. Buscaba algún lugar para dibujar y... Las flores me gustan - explicó, como si aquella aclaración tan obvia fuese de vital importancia -. Antes de venir a vivir a Mondphase y entrar en la academia, tenía un jardín muy grande, y este lugar me recuerda un poco a él... - sonrió un poquito más y se levantó, siguiendo a Helio mientras el profesor se dedicaba a llenar la regadera -. Solo eso - sonrió -. Por eso le pregunté si yo podía ayudarle en algo a usted.

La miré fijamente. - Ah... ¿tenías un jardín? ¡Qué interesante! - Sonreí ligeramente mientras tomaba la regadera con ambas manos. - Vaya, pues... en verdad no sé con qué me quieras ayudar, pero si quieres seguir dibujando, a mi no me molesta en absoluto. - La miré de reojo. - ... en mi aldea, la naturaleza era una diosa a la cuál alabar, practicamente. Se supone que yo debía ser un guerrero, y Clío debía dedicarle su vida a aquella diosa... pero, nunca seguimos mucho las reglas... - Me rasqué la nuca y la miré de reojo. - ... sigue dibujando, si quieres... - Y comencé a regar las plantas.

Nerine asintió y se sentó en el banco dónde había dejado su bloc y sus enseres ara dibujar, y lo abrió de nuevo sin apartar la mirada del profesor Helio. Le parecía un señor agradable, había sido educado con ella y la estaba dejando quedarse allí. Tampoco le había negado la conversación (y es que Nerine no podía estarse demasiado rato callada, porque parecía que se ahogaba en su propia saliva). ¿Por qué entonces todo el mundo se quejaría de él?
- Su aldea debía ser un lugar muy bonito entonces - dijo ella, comenzando a garabatear. Por supuesto, no tenía ni idea de qué hablaba, pero le parecía que un lugar en el que se idolatraba tanto la naturaleza, debía ser un buen sitio para vivir. Al menos, desde su punto de vista, lo era -. Ënnya era bonito, me dio pena marcharme de allí, pero ahora estoy contenta aquí. ¿Usted echa de menos su casa?
Balanceó un poco los pies y lo miró, deslizando el lápiz sobre el papel, dónde ya se podía comenzar a entrever la figura del profesor arreglando las flores. A la niña le encantaba dibujar a las personas rodeadas de flores. Su cuaderno estaba lleno de bocetos de su hermano en el jardín, de sus amigas en el pasto y de Tomas entrenando con sus árboles. Le encantaba.

Ladeé la cabeza mientras veía a Nerine. - Ni un poco... la verdad, no la extraño... - Crucé los brazos mientras veía las flores. - No... es algo difícil de explicar... - La miré fijamente. - ¿Eres feliz con tu hermano, no? Estés donde estés, sientes que es tu hogar siempre y cuando estés con los que quieres, ¿no? - Sonreí ligeramente. - Así me siento yo... en la aldea no era nada feliz. Clío me ayudaba a mantenerme de pie... así que... - Seguí regando las plantas. - Mi hogar está con ella, por lo que... no extraño Aehlis... fuera de que sería imposible regresar... - Susurré lo último mientras me daba la vuelta y regaba otras flores.

Nerine escuchó atentamente y, mientras Helio hablaba, dejó de dibujar. Esbozó una expresión pensativa mientras meditaba lo que él había dicho y, después de todo, sonrió y asintió con energía.
- ¡Tiene usted razón! - le concedió con una risita, devolviendo la vista en el papel para seguir garabateando -. No importa el lugar en realidad, lo importante es quién te acompañe. ¡Lone siempre me acompaña a mi! - lo miró y le regaló una sonrisa -. Él es mi Clío. Yo soy feliz donde quiera que esté él, así que lo entiendo. Además - rió un poquito más y deslizó el carboncillo con energía -, la profesora Clío me gusta mucho. Es muy linda, y muy dulce. Me gusta - repitió.
Balanceó un poco las piernas mientras terminaba el dibujo, sumidos ambos en un silencio cómodo y agradable (cosa rara en ella, que no era del tipo de personas que se quedaban calladas), y luego sopló el papel y eliminó los restos de carboncillo que quedaban ahí.
- ¡Esto ya está! - anunció, sonriente, levantándose para acercarse a Helio y mostrarle el dibujo de él en el invernadero -. ¿Qué le parece?

Miré fijamente el dibujo. - Nerine, es un hermoso dibujo... - Sonreí ligeramente. Era verdad, a veces me preguntaba por qué Clío podía ser tan cálida... después de todo lo sucedido. - Me... me alegra que lo entiendas.... - Suspiré mientras desviaba la mirada, era tan fácil quedarme perdido en mis pensamientos. Recordando el pasado, todos aquellos pecados cometidos, todo el sufrimiento que le hice pasar a Clío... miré de reojo a la rubia. - ¡Ah! Por cierto, ¿cómo va todo? ... - Me llevé una mano a la nuca, esperando que no notara mi distracción.

Nerine ladeó la cabeza y no dijo nada cuando Helio pareció quedarse aturdido y sumido en sus propios pensamientos, y no lo quiso interrumpir. Aunque sabía que ya no lo estaba mirando, mantuvo el bloc de dibujo firmemente frente a sus ojos, sabiendo que, si hacía algún movimiento brusco, lo distraería, y no quería (aunque con esa cara tan seria y esa mirada perdida, a Nerine le entrasen ganas de agarrar y hacer un nuevo boceto para que no se perdiera en el aire).
Finalmente, Helio reaccionó solo y volvió en sí. Nerine sonrió y apartó el bloc de dibujo, como si no se hubiera enterado de nada, y solo se puso a ojearlo distraídamente.
- Todo va bien - le respondió, sonriendo distraídamente -. Me cuesta un poco seguir el ritmo de las clases, sobretodo la del profesor Yuki, pero me esfuerzo mucho. Ren me está ayudando y... ¡Phyro también! - soltó una risotada al pensar en el familiar y miró a Helio -. Es muy dulce y muy bueno. ¡También me gusta!