Caperucita y el lobo

Evan abrió la puerta de la habitación de Aiwe con ella en brazos. Había tenido que levantarla ya que con ella caminando y tropezando a cada rato, se habrían demorado el doble de tiempo en llegar. El olor a alcohol de la muchacha durante todo el camino le había hecho entrar en ambiente y le venía haciendo coro en la canción que ella no paraba de cantar desde hace rato.

"Soy hermosa y única~...." "Es hermosa y única~...." "Soy hermosa y única~...." "Es hermosa y única~..."

Escuchó como Aiwe decía alegre y entusiasmada "hemos llegado!" y cayó en la realidad de que, efectivamente, allí estaban. - Hahaha, me sorprende que nadie se haya despertado con tu canción~ - dijo, bajándola de sus brazos con delicadeza. - Si me descubren en este lugar y a esta hora seguro me echan de la Academia o.ô... - vio como Aiwe buscaba el equilibrio, y aguantando la risa preguntó - ¿crees que puedas mantenerte en pie para cambiarte? -

Aiwe había cantado todo el camino, sobretodo cuando Evan la cogió a brazos y podía concentrarse más en cantar al no tener que caminar ni vigilar donde pisaba.

Evan la entró en su habitación - ¡Hemos llegado! - Dijo con mucha energía aún cogida por Evan. - Hahaha, me sorprende que nadie se haya despertado con tu canción~ Si me descubren en este lugar y a esta hora seguro me echan de la Academia o.ô... - Aiwe bajó de los brazos de Evan mientras le sonreía. - Yo he estado dos veces en tu habitación y no me ha pasado nada, así que tranquilo. - Ensanchó aún más su sonrisa. Estaba realmente muy feliz aunque no se aguantaba sola de pie.

- ¿crees que puedas mantenerte en pie para cambiarte? - Aiwe lo miró y le guiñó el ojo. - Pues claro, ¿qué te crees? - dijo entre risas. Fijó al vista al armario y se dispuso a caminar hacía él. Al segundo paso tropezó y quedó tirada en el suelo. - ¡Corcholis! Esto ha dolido. - Dijo poniéndose la mano en la cabeza.

Evan soltó una carcajada y un hilo de sangre de su nariz al ver el golpe que se había dado Aiwe. Había caído en un ángulo bastante favorecedor para él, pero no para ella.
Se acercó para ayudarla a levantarse - Ho~ creo que sí necesitas ayuda después de todo ♥ - dijo coqueteando. La volvió a levantar en brazos y la llevó hasta la cama, dejándola allí. Abrió la puerta del guardarropas de la joven utilizando un poco de magia. -Dime qué te alcanzo, me giro y te cambias, te parece? ♥ -

Evan la levantó mientras Aiwe se reía mucho. Encontraba muy estúpido el haberse caído sola. Se cogió fuerte a Evan mientras éste lo levantaba y la dejaba en la cama. Mientras Evan se dirigía hasta su armario ella se sentó como un indio encima sus sábanas color vino. Se quedó mirando a Evan, divertida. Se había tomado muchas molestias para ella.

-Dime qué te alcanzo, me giro y te cambias, te parece? ♥ - Aiwe se rió. Hacía muy poco que conocía a Evan y ya lo había visto cambiándose (técnicamente no, porque se giró y se tapó la cara con las manos) y ahora él la vería a ella (técnicamente tampoco, ya que se iba a girar). Se rió ante las confianzas que se había ganado el profesor de arte. - Cógeme el camisón verde, ahí, al lado del vestido verde, ese no, el otro verde. - Se rió, todo en su armario era verde, así sería imposible. - Cógeme cualquier cosa que parezca un camisón, tengo que dejar de ser monocromática. - Dijo mientras seguía riendo sin poder parar.

- Cógeme cualquier cosa que parezca un camisón, tengo que dejar de ser monocromática. -

Giró la cara hacia atrás para verla, con los ojos entrecerrados. - Me quitaste las palabras de la boca, niña... - dijo, pero reparó - Ah, no tan niña en realidad... - y rompió en risas otra vez. Las niñas no se emborrachaban de esa manera!

Sacó un camisón muy bonito, verde por supuesto, y casualmente corto. Disimuló la cara de pervertido y se lo alcanzó.
Aiwe seguía riéndose sin motivos aparentes. Se dio la vuelta para no ver y le hizo un gesto para que comenzara a cambiarse. - ¿Se puede saber qué es lo que te causa risa ahora? - preguntó riéndose también, realmente el estado de Aiwe era contagioso. Sin pensar mucho, desajustó sus cinturones y comenzó a quitarse la prenda de arriba también.

Aiwe cogió el camisón, no quería exactamente ese, pero le valió igual. Esperó a que Evan diera media vuelta y se empezó a cambiar. - ¿Se puede saber qué es lo que te causa risa ahora? - Aiwe rió aún más. Mientras se ponía el camisón respondió. - Río porque todo me hace gracia. Lo que normalmente no lo hago porque la gente me trataría de loca. ¿Tú piensas que estoy loca?

Ya se había acabado de poner el camisón. Le quedaba un poco justo, por lo que lo llevaba ajustado y le quedaba un poco más corto de lo normal. Miró a Evan, se había quitado la camisa. Se sonrojó y rió - Por ejemplo, ahora me río porque me pareces muy guapo , pero en condiciones normales no te lo diría. ♥ - Dicho esto es puso más roja aún por lo que se tapó la cara con las manos.

- Río porque todo me hace gracia. Lo que normalmente no lo hago porque la gente me trataría de loca. ¿Tú piensas que estoy loca? -

Sonrió al escuchar la explicación de Aiwe. - Pienso que eres más alegre que el común de la gente. Y a mí me gustan las personas alegres - dijo, terminando de quitarse la camisa. La dobló y la acomodó junto a los cinturones.

Aiwe volvió a reirse. - Por ejemplo, ahora me río porque me pareces muy guapo , pero en condiciones normales no te lo diría. ♥ -

Evan se dio vuelta y la miró. El camisón le quedaba muy bien, no esperaba que fuese tan ajustado, por lo que no pudo evitar quedarse unos segundos observándola, aún si resultaba obvio frente a ella. Se acercó lentamente con una sonrisa en su rostro.

Deslizó sus manos alrededor de la cintura de Aiwe, y tocó con los labios su pelo, cerrando los ojos como queriendo guardar aquella sensación en su memoria. - Entonces dímelo de nuevo, para recordarlo cuando no puedas decirmelo - pidió.

Aiwe bajó un poco las manos de su cara para que se le vieran los ojos. Miró a Evan, era realmente guapo, hacía tiempo que no veía a un hombre como lo veía a él. Se había cegado con Caelan y no había pensado más en otros hombres, pero ese momento era diferente. Aiwe se quería olvidar del profesor de fuego, y aquella parecía una buena oportunidad.

Mientras él se acercaba ella iba bajando las manos hasta que volvió a mostrar su cara, y le devolvió la sonrisa. Evan deslizó sus manos por al cintura de Aiwe, mientras lo hacía su corazón empezó a latir rápido y sus mejillas se volvían a encender. - Entonces dímelo de nuevo, para recordarlo cuando no puedas decirmelo - Aiwe cerró los ojos, algo dentro suyo la hacía actuar sin pensar, así que le contestó - Me pareces muy guapo Evan, ¿Qué digo? ¡Eres muy guapo! Cualquiera querría estar contigo. - Subió un poco la cabeza mientras abría los ojos y volvía a observar el profesor de arte.

Evan buscó su mirada en el momento que ella abría sus ojos y lo volvía a observar. Llevó una de sus manos al rostro de la profesora y le movió sutilmente algunos cabellos rebeldes que caían cerca de sus ojos. - A mí sólo me interesa que una persona quiera estar conmigo - dijo, envolviéndola con una mirada profunda.

La falta de sorpresa por parte de Aiwe frente a los movimientos y acciones que él había tenido durante todo ese rato le confirmaban que existía cierta predisposición por parte de ella. Podía ver en sus ojos cómo pedía ayuda a gritos para olvidarse de Caelan. Y aunque sabía que se estaba convirtiendo en el parche de una herida todavía abierta, prefería seguir adelante. Había vivido casi toda una vida rodeado de superficialidades, ¿por qué no una más, si ésta lo haría feliz?

Cerró los ojos lentamente mientras se acercaba a los labios de Aiwe, pero se detuvo antes de tocarlos. Quería sentir su respiración y que ella sintiera la de él, ligeramente acelerada.

-Me gustas mucho Aiwe...- dijo, aunque resultara redundante con respecto sus acciones. Se lanzó a sus labios por completo y la besó delicada pero profundamente. La mano que había acariciado su pelo volvía ahora a su cintura y la aferraba más al cuerpo de él. Dejó que su mente quedara en blanco y se dedicó a concentrar sus sentimientos en sus labios para transmitirselos con aquel beso.

Sus ojos chocaron y Aiwe quedó hipnotizada por esos ojos azules. Sintió la mano de Evan que le apartaba los mechones de pelo de la cara con mucha suavidad y con cuidado. - A mí sólo me interesa que una persona quiera estar conmigo - Aiwe paró de reír y abrió un poco la boca, sorprendida. Intuía lo que iba a pasar a continuación y se quedó quieta, se dejó hacer.

Aiwe no era consciente de sus actos, su subconsciente se movía por ella y no pensaba lo que decía ni lo que hacía. Aún así eso le gustaba. Evan la hacía sentir deseada, mujer. Se dejó hacer. Hacía tiempo que no sentía así, el último que había logrado eso había sido Fred, después había llegado Caelan y... Caelan. Con él había acabado todo, las caricias, los besos, el deseo, la pasión, todo menos el amor. Un amor no correspondido que solo le hacía daño. Y quería olvidarse. Una lágrima quería salir, pero Aiwe ahogó las ganas de hacerlo. No quería llorar más, solo quería dejarse llevar y sentirse bien de nuevo.

La hipnosis se rompió pues Evan cerró los ojos mientras se acercaba a ella. Se ruborizó una vez más, Evan paró antes de llegar a sus labios. La respiración de Aiwe se aceleró al igual que su corazón, hacía mucho que no la besaban (técnicamente no, ya que Caelan le había dado un beso rápido, pero ella se refería a un beso pasional) y tenía miedo a no estar a la altura, a que Evan se separa riéndose de ella a... - Me gustas mucho Aiwe... - la voz de Evan paró sus pensamientos.

Su mente se quedó en blanco y Evan se lanzó a los labios de Aiwe. LA estaba besando delicadamente y a la vez con mucha fuerza. Notó que el profesor al estaba aferrando más a él y ella se levantó un poco para acercarse más fácilmente. Colocó una mano en la espalda desnuda de Evan y la otra en su cabello, le deshizo el recogido y jugó con sus cabellos mientras se abandonaba en ese beso.

Evan sintió cómo una corriente cálida y chispeante lo invadía por dentro al notar que Aiwe tocaba su espalda con una de sus manos y le soltaba el cabello con la otra. Los labios de Aiwe eran deliciosos, delicados y dulces a la vez. Cuanto más la besaba, más quería de ellos. Sus manos se dedicaban ahora a recorrer la fina espalda de ella y su pecho se pegaba más a su cuerpo, sintiendo sus curvas.

Finalmente separó sus labios de los de ella unos centímetros. Observó de cerca esos hermosos ojos de color gris tan inusual y la perfección de la forma de su naricita, que desembocaba en aquellos labios de los que aún no estaba satisfecho. Se tomó una pausa para observarla y sonreirle. Era una sonrisa sincera, muy distinta a las que solía dibujar en su rostro al coquetear. Le repitió cuánto le gustaba, y volvió a besarla, conduciéndola hacia atrás para caer ambos en la cama.

Antes de que su cuerpo dejara de responder a su conciencia, intentó repetirse en la mente los verdaderos sentimientos de Aiwe. Y aunque cada vez debía luchar más contra su instinto masculino, lograba mantener la cordura por el momento. No quería por nada del mundo despertar al día siguiente y ver una expresión de arrepentimiento en el rostro de ella.

Aiwe no pudo evitar un escalofrío cuando Evan empezó a recorrer su espalda con su manos, pero esa sensación el gustó. Se acercó más a Evan, dejando que su deseo la invadiese. Siguió jugando con su pelo mientras que con la otra mano estaba recorriendo la espalda de Evan. Los labios de Evan eran como una droga, como más probaba más quería. Podría estarse una eternidad así, hacía mucho que nadie la había hecho sentir tan bien.

Evan se separó unos centímetros y Aiwe abrió los ojos sin cerrar la boca. Se quedó quieta aunque quería más. Su respiración era entrecortada. Y otra vez esos ojos azules que la hipnotizaban. Evan le sonrió, esa sonrisa era diferente de la que usaba siempre, Aiwe no pudo evitar sonreír también, pero lo hizo maliciosamente, quería esos labios otra vez. Quería besarle, tenía sed de deseo. Evan volvió a besarla, pero antes le repitió cuando le gustaba. Aiwe no cerró los ojos, su mente, hasta ahora en blanco, volvió a funcionar. Evan la recostó hacía atrás y los quedaron estirados. En su mente apareció la imagen de Caelan.

Cerró fuerte los ojos y besó a Evan con mucha pasión, intentando transmitirle ese deseo que llevaba dentro, pero la imagen de Caelan no desaparecía de su mente. Se apartó un poco de él, no quería hacerle daño, y si seguía con eso hasta el final le podría hacer mucho daño al profesor. - Yo... No puedo Evan. - dijo mientras una lágrima le caía por la mejilla - No lo he olvidado por completo - dijo mientras sacaba la mano de la espalda de Evan para ponérsela en la cara, avergonzada.

Sintió como Aiwe se separaba de él y lo detenía. Se esperaba aquellas palabras en cualquier momento, pero no podía negar que había deseado con todas sus fuerzas que no fueran pronunciadas. Esperó unos segundos antes de separarse de ella, como no queriendo despertar en la realidad.

-Lo se... - se limitó a responder. Se quedó viéndola a los ojos, tomó la mano que ella tenía en su rostro y la besó suavemente. Tenía ganas de continuar con un "pero" seguido de infinitas razones por las cuales continuar con aquello. Sin embargo, decidió contenerse. Su cuerpo lo odiaba, pero sabía que estaba haciendo lo correcto. Y en realidad, lo que más le pesaba, donde más sentía un dolor punzante, era en su corazón. Pensó que le llevaría mucho tiempo intentar ser aquel parche que se había propuesto ser, y en tanto tiempo las cosas podrían cambiar entre ella y Caelan.

Se acercó para besarla en la frente, fue un beso delicado pero duradero. Volvió a verla, y echó una risa - ¡Me salvaste! - reconoció. - No hubiera podido detenerme por mi cuenta... -
Se incorporó en la cama y la ayudó a hacer lo mismo. Acomodó uno de los breteles del camisón de ella que se encontraba caído, y la volvió a mirar. Ella no tenía la culpa de nada.
Al cabo de unos minutos, la tomó en brazos y la acomodó mejor en la cama, en una posición cómoda para dormir. La cubrió con las sábanas y no pudo evitar darle un corto beso en los labios. Se acostó al otro lado de la cama, cubriéndose con las sábanas también. Se acomodó de tal manera que ella pudiera apoyar la cabeza en su hombro, y la rodeó fuertemente con sus brazos.

- Dime todo lo que sientes - dijo - Háblame de él. Llora como una niña si es necesario - hundió sus labios en el cabello de ella - Yo no dejaré de abrazarte -

Aquellas palabras, además de decirlas con la intención de convertirse en un apoyo para ella, no eran más que una petición de un poco de exclusividad. Si Caelan tenía a su alcance todo lo que Evan deseaba acerca de Aiwe, al menos él tendría algo que el profesor de fuego no conocía de ella; sus lágrimas de amor no correspondido, sus frustraciones, su rabia.

Más lágrimas siguieron cayendo de sus mejillas, lentamente y Aiwe se las estaba limpiando porque no quería que Evan la viese llorar más. Él se separó lentamente de ella.

-Lo se... - dijo Evan mientras le cogía la mano que tenía en al cara y se la besó suavemente. Aiwe le sonrió un poco, tampoco sabía que más hacer. La cabeza le volvía a dar vueltas y se sentía aún peor que antes. Se sentía mal por haberse dado cuenta de todo demasiado tarde y también por intentar solucionarlo todo de esa manera. Miró a Evan, lo que le sabía más mal era que podía estar haciéndole daño a él y eso era una cosa que no soportaba.

Las lágrimas no cesaban, pero Aiwe se esforzaba para que eso no se convirtiera en un drama, aunque por culpa del alcohol su cuerpo no la obedecía mucho. Evan se acercó para besarle en la frente. En ese momento Aiwe cerró los ojos, cuando acabó el beso él rió. - ¡Me salvaste! No hubiera podido detenerme por mi cuenta... - Aiwe le intentó sonreír también, pero no podía. No le salía estar alegre en ese momento. Evan la acomodó en la cama y la cubrió con las sábanas, Aiwe se dejó hacer. Tenía la mente muy lejos de allí, buscando respuestas y Evan la estaba tratando demasiado bien. Una vez estuvo acomodada el profesor le dio un beso corto en los labios, se acostó a su lado de modo que ella pudiera apoyar al cabeza en su hombro, cosa que Aiwe hizo. Que fácil hubiera sido enamorarse de él, pensó mientras se acurrucaba bien cerca de Evan. Él era todo lo que quería, no necesitaría nada más. Pero no era así.

- Dime todo lo que sientes. Háblame de él. Llora como una niña si es necesario. Yo no dejaré de abrazarte. - Aiwe miró otra vez los ojos azules de Evan y en ese momento ya no se pudo reprimir y empezó a llorar como si fuera una niña pequeña. Se aferró a él, y dejó abrazarse. - No quiero decir nada de lo que mañana pueda arrepentirme Evan, y por lo que he visto con el alcohol dentro algo así va a pasar. - hizo una pausa para coger aire, ya que al llorar casi no podía ni hablar. - No.. no quiero que sufras más por mi Evan, solo... solo abrázame y quédate conmigo toda la noche por favor. - dijo mientras las lágrimas no paraban de salir de sus ojos.

No hacía falta que lo pidiera, pensaba quedarse allí toda la noche de todas formas. Lo más probable era que aquella sería la última vez que podría estar así con ella, y no lo dejaría pasar por nada del mundo.

-Me ofendes... soy mucho más fuerte de lo que crees, ¿sabes? ♥- dijo bromeando. Intentar demostrar fortaleza luego de una noche en la que había enseñado su lado vulnerable no tenía ningún sentido.

Evan la abrazó un poco más fuerte, intentando aferrarse a aquel momento para siempre; si ella no quería hablar, no podía obligarla. Se dedicó a retener con todos sus sentidos la sensación de tenerla en brazos, y a medida que el silencio se hacía más presente entre ambos, algunos pensamientos comenzaban a invadir su mente.
Se preguntó qué diría el Evan de todos los días si lo viese en aquella situación y en semejante estado. Seguramente se reiría, y le repetiría la famosa lección de "eso te pasa por amar a otras personas que no sean tú mismo". Y, aunque tenía claro que aún no había llegado a enamorarse de Aiwe, aquello que sentía por ella era mucho más de lo que solía permitirse sentir por otras personas.
Intentó dejar la mente en blanco por unos segundos. Abrió los ojos y fijó la vista en un plano que ni él mismo reconocía, pero eso era lo de menos.

[[¿Acaso no da absolutamente igual lo que sienta?]] se preguntó, resignado consigo mismo. Daba igual lo que sintiera o no sintiera, lo que decidiera hacer con respecto a Aiwe o lo que no haría. No tenía tiempo para pensamientos ahora, sólo necesitaba dedicarse a ella.

Durante toda la noche continuó acariciando su pelo y sus delicados hombros; apreciando con la mirada su figura iluminada por la tenue luz de la luna; escuchándola respirar delicadamente mientras dormía; sintiendo su aroma, cada vez más reconocible; y degustando con besos sus lágrimas secas, su frente y sus labios.