La pajarera

Caelan sonrió de lado y volteó la llave que abría la puerta, medio escondida tras las trepadoras del muro de la azotea, descubriendo así una escalera de caracol que subía un poco más arriba. Se apartó de la puerta permitiendo así que Abby cruzase para subir, y luego entró él, cerrando la puerta con llave de nuevo y guardándola en una cadena alrededor de su cuello.
- ¿Subo, profesor? - escuchó que decía Abby en la oscuridad.
- Sí, sube -. Caelan la guió escaleras arriba hasta otra puerta, esta cerrada sin llave, que daba acceso a una pequeña azotea privada cubierta por una cúpula abierta de metal. El lugar estaba lleno de plantas, troncos y jaulas. Había una mesa y un par de banquitos junto al muro que actuaba de barandilla, y decenas y decenas de pajarillos revoloteaban por allí, posándose en las ramas o en los nidos para comer y dormir. La mayoría de ellos entraba y salía del lugar a voluntad, a través de los grandes espacios que quedaban entre las franjas de la cúpula, y otros estaban encerrados en otras pajareras individuales, más pequeñas y rezagadas. Caelan observó el lugar y volvió a sonreír. - Bienvenida a la pajarera.

Abby había ido de visita al despacho de Caelan para hablarle de la carta que había recibido de parte de Ayashi y, ya que estaba, verlo. Cuando llegó Caelan estaba a punto de irse, ella preguntó si molestaba y él le contestó que ningún problema, que le acompañase, que le enseñaría un lugar muy bonito.
Fueron hacía la azotea. Caelan al guió hasta las trepadoras que estaban en la pared, las apartó y apareció una puerta. Caelan la abrió y le hizo un gesto para que entrara. Notó que habían unas escaleras. - ¿Subo, profesor? - preguntó, aunque conocía la respuesta. - Sí, sube - tal y como se esperaba empezó a subir.
Llegaron a una azotea con una cúpula de metal. El lugar estaba lleno de plantas, troncos y jaulas. Había una mesa y un par de banquitos junto al muro que actuaba de barandilla, y decenas y decenas de pajarillos revoloteaban por allí, posándose en las ramas o en los nidos para comer y dormir. La mayoría de ellos entraba y salía del lugar a voluntad, a través de los grandes espacios que quedaban entre las franjas de la cúpula, y otros estaban encerrados en otras pajareras individuales, más pequeñas y rezagadas. Abby se quedó con la boca abierta mirando para todos los lados. - Bienvenida a la pajarera. - Oyó detrás suyo. Se giró. - Profesor, esto es precioso.

- Lo sé - dijo simplemente, satisfecho, echando una mirada alrededor. Mientras la muchacha lo observaba todo con curiosidad, él se dedicó a ir jaula por jaula llenando los platitos de comida, los cuencos de agua y acariciando los plumajes de algunas aves, que se acercaban al hombre, cariñosas como gatitos.
Caelan adoraba las aves, eran su mayor pasión. Cuando llegó a la academia y se hizo profesor, le pidió a Medea un espacio para cuidar de ellas y desarrollar su hobbie, de modo que la directora le cedió aquel trocito de azotea y él se había dedicado desde entonces a ambientarla (colocando las jaulas, plantas, efectos naturales e incluso construyendo la cúpula) y llenarla de pajarillos. Se sentí muy orgulloso de su "colección", aunque la mayoría de aves podía ir y venir a su voluntad, y las que no podían era solo porque lejos de allí no podrían sobrevivir. Tan orgulloso se sentía que n permitía que nadie salvo él entrase allí por miedo a que pudiera estropear algo, pues era... Demasiado perfecto. Sin embargo aquella tarde, al encontrarse con Abby saliendo del despacho, la había invitado a acompañarle. ¿Qué significaba aquello?

Abby inspeccionó todos los rincones. Precioso era poco, cada jaula, cada rama, cada hoja, cada detalle estaba calculado. Se giró y miró a Caelan, estaba dando de comer a los distintos pájaros. Se fijo en su cara, no lo había visto tan feliz. Se le veía muy bien, muy distinto la profesor al que ella estaba acostumbrada.
Siguió observando el lugar mientras iba mirando a Caelan, le transmitía esa tranquilidad que estaba sintiendo él. En un momento se quedó parada mirando una de las aves, estaba tumbada en el suelo con unas plumas blancas preciosas. Mientras se estaba quieta observando el ave otra se posó en su hombro. Tenía el plumaje de colores.
Abby se quedó muy quieta, mirando el ave de reojo. - Profesor.. - susurró para no asustar al pájaro que tenía encima.

Caelan se rió al ver la cara de confusión de Abby con el pájaro en el hombro. Se acercó a ella y el pájaro, una subespecie de loro tropical, estiró el pico hacia él para que le diera alguna golosina.
- ¿Te gustan las aves, Abby? Parece que tu les gustas a ellas - le dijo, viendo como estas volaban a su alrededor sin tenerle miedo a la muchacha. Estiró el brazo para que el pájaro se colocase sobre él y dejase en paz a la muchacha para que ella pudiera seguir observando, pero al ver que Abby clavaba la mirada en el suelo y se sonrojaba, sin decir nada, Caelan se distrajo también.
- ¿Te lo pasaste bien en el baile de ayer? - le preguntó, dándose la vuelta para no verla a los ojos. Sentí que actuaba incorrectamente estando allí con ella y tratándola del modo que la trataba, pero... No podía evitarlo. - Llevabas un vestido muy bonito

Abby estaba sonrojada y bastante nerviosa, pero cuando Caelan hizo el comentario sobre su vestido aún se puso más nerviosa, miró hacía otro lado, haciendo ver que miraba los pájaros. - El vestido era de Neri, por eso me quedaba corto y Paige fue quien me peinó y maquilló. La verdad es que no hice gran cosa. Lo único que hice fue casi caerme con esos tacones qeu llevaba. - Miró hacía su profesor pero no pudo mantener la mirada - A usted lo vi fugazmente, iba muy elegante.

- Gracias - dijo, encogiéndose de hombros. - La verdad es que no lo disfruté mucho. Tuve... algunos problemas con mis compañeras de trabajo - hizo una mueca al recordar la constante huída en que se había ocnvertido el baile, y reprimió las ganas de decirle a la muchacha "me hubiera gustado sacarte a bailar". Inapropiado, como mínimo. Volvió a preguntarse por qué demonios había traído a una alumna hasta aquel lugar, su lugar secreto, en lugar de decirle simplemente que no podía atenderla, y meditó.
- Podría ser su padre - le dijo al pájaro sobre su brazo, en voz baja. - O su abuelo. Debo estar fatal del coco.

Abby miró a Caelan, le estaba diciendo algo al pájaro que había estado en su hombro, pero no lograba escucharlo. - ¿No lo disfrutó? - preguntando para romper el silencio que se estaba creando - Yo me divertí bastante, era el primer baile al que asistía y Nerine y Paige eme sacaron a bailar, aunque yo no se bailar - bajó la cabeza avergonzada.

Caelan se concentró en dejar de discutir consigo mismo y miró de nuevo a Abby, tratando de verla simplemente como a la alumna que siempre había sido y comportarse con normalidad.
- No es que no lo disfrutara, pero no tuve demasiado tiempo. Me habría gustado hacer más cosas... Bailar con más personas... - hizo una pausa y la miró irguiendo una ceja. El pájado sobre su brazo echó a volar y le golpeó en la mejilla con una ala. - Auch - suspiró. - ¿Tu no bailaste con nadie?

- Ahora que lo dice, lo vi bailar con la profesora Aiwe. Bailaron muy bien los dos - hizo una pausa - Y a parte de Neri y Paige no baile con nadie más. No tengo demasiados amigos, bueno solo tengo a Neri y Paige. Me cuesta bastante hablar con los otros.

- ¿En serio? - le preguntó, sinceramente sorprendido. - Pues... No lo acabo de entender. Eres una muchacha muy agradable, educada y... Bueno, a mí me caes bien. Yo te habría sacado a bailar.

- Eres una muchacha muy agradable, educada y... Bueno, a mí me caes bien. - Abby se sonrojó y su corazón se aceleró. Cruzó los brazos poco a poco como si quisiera evitar que su corazón saliera disparado. Y luego llegó esa frase. -Yo te habría sacado a bailar. Agachó la cabeza pero subió los ojos para mirar a Caelan. - Pe... Pero yo no se bailar. - Balbuceó como pudo.

- Eso es lo de menos - le dijo. Dirigió una mirada precavida a la vez que inútil a su alrededor, porque sabía que al fin y al cabo allí no había nadie más que ellos dos y los pájaros, y luego se acercó a Abby y le tendió una mano para que ella la tomara.
- Yo lo habría hecho así - comenzó a decir cuando ella tomó su mano. Agarro la otra de la chica y la hizo acercarse, y luego un poco más, haciendo que subiera sus pies sobre los suyos. Se movió un poco y Abby se movió a tono con él. - Habríamos hecho trampas.

Abby estaba encima de él y los dos se movían al son de una melodía que no sonaba pero los dos podían imaginársela dentro de su cabeza. "Habríamos hecho trampas." Su voz sonaba en los pensamientos de Abby, le gustaba la voz de Caelan. Al cabo de poco se tranquilizó y se dejó llevar por el momento. Instintivamente puso su cabeza en el hombro de su profesor, cerró los ojos y esbozó una leve sonrisa.

Abby apoyó la cabeza sobre su hombro y Caelan la dejó. Inapropiado. Sí, inapropiado, pero cálido y agradable. Siguió moviendose, haciendo que ella bailase a su son sin decirle nada ni hacer que se apartase, y el sentimiento de culpabilidad anidó en su pecho de un modo casi imperceptible, siendo ignorado al momento por el veterano profesor. Una de sus manos reposaba sobre la cadera de Abby y la otra estaba entrelazada con la mano de la muchacha, y se sentía genial. Tras un rato así, pero, consideró que la música ya habría terminado y, haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, se detuvo y se separó de ella. Se esforzó por sonreír.
- Baile concedido, princesa de la pajarera...

Abby estaba feliz... si feliz "bailando" con Caelan. Cuando él se empezó a separar de ella Abby sintió que solo había pasado un instante y le hubiera gustado así más tiempo. Miró a su profesor y se puso roja. "Es mi profesor, esto que estoy sintiendo no esta bien, no tendría que pensar esto, es mucho más grande que yo" pero mientras pensaba en eso su corazón seguía latiendo fuerte mirando a Caelan. - Baile concedido, princesa de la pajarera... - Miró a Caelan.
- ¿Princesa? ¿Yo? - bajo la cabeza pero subió la mirada para ver los ojos verde oliva de Caelan, la hipnotizaban.

Caelan asintió y tragó saliva, clavando la mirada en los labios de Abby. Eran rosas y parecían estar secos. Sintió el impulso de acercarse y lamerlos hasta que se volvieran rojos. Sus manos temblaron un poco bajo los brazos de la muchacha, y casi podía sentir como su corazón latía con fuerza, emocionada.
Un cúmulo de sensaciones contradictorias le invadió mientras observaba aquellos labios: Estaban solos en la pajarera, un lugar donde nadie los vería. Abby era una alumna. Ella parecía desear aquello tanto como él. Abby solo tenía dieciséis años. Se sentía muy bien. Estaba muy mal.
Lentamente, su mano abandonó el brazo de Abby y subió hasta posarse bajo su barbilla. Se miraron fijamente y tragaron saliva a la vez. Abby cerró los ojos y sus labios tomaron forma de "o".
"No", pensó, y luego lo dijo en voz alta. - No.
Soltó la cabeza de la chica y dio un paso hacia atrás, desviando la mirada. Hurgó en su bolsillo y sacó la llave, que le tendió a la muchacha.
- Es hora de que vuelvas, casi es la hora de cenar. - dijo, todavía sin mirarla. - Deja la llave en los helechos cuando te vayas, yo me quedaré un rato aquí todavía.

Notó como Caelan clavaba la mirada en ella y el corazón le dio un vuelco, algo dentro suyo le decía que él era diferente, era especial. Nunca había sentido eso con nadie, y no sabía exactamente que era. Solo sabía que le gustaba esa sensación que recorría su cuerpo haciendo que su corazón latiera con tanta fuerza que parecía que iba a salirse.
Caelan le dejó la mano para cogerle la barbilla. La cogió con cuidado, con delicadeza. Abby cerró los ojos para disfrutar del momento y los volvió a abrir. Él la estaba mirando fijamente y Abby ya no pudo ver nada más. Solo podía ver los ojos de Caelan y en su cabeza solo estaba él. Casi inconscientemente cerró los ojos y sus labios tomaron forma de "o" mientras se acercaba a él. Antes de encontrarse con sus labios Caelan la dejó y dio un paso atrás - No - le dio una llave y le dijo que se era hora de irse. Ella buscó su mirada, no entendía que había pasado, pero él no la miraba. Bajó la cabeza y se fue.

Abby se alejó, apretando la llave contra su pecho con confusión, y antes de abandonar la pajarera, le dirigió una especie de mirada dolida desde la puerta. Caelan no le devolvió la mirada. Se había acercado a la barandilla y había apoyado la cabeza contra una de las frías barras de metal, meditando lo que había estado a punto de ocurrir hacía un momento. "Estúpido", se dijo a sí mismo, sintiéndose culpable y mal.
Cuando la puerta de abajo se cerró, respiró hondo y meditó. Se quedó allí un buen rato más, sumido en sus propios y oscuros pensamientos. Finalmente, se marchó.